sábado, agosto 30, 2008

Tribulaciones de un enfermo terminal

EL SUFRIMIENTO EN EL OCASO DE LA VIDA

La congoja de los familiares y amigos

1. Los cuadros de dolor que se observan en los grupos humanos cuando una persona querida se está muriendo, son totalmente diversos. La intensidad del sufrimiento puede ser grande pero no hay dos cuadros de dolor iguales.

2. Las diferencias o características específicas dependen en buena medida de cómo maneje la situación la persona que se está muriendo (sería consecuencia de cómo ha sido su vida, de sus virtudes, de la relación que tenga con los demás, de sus aspiraciones y de sus logros). Los demás reaccionarán de acuerdo a lo que son, pero muchas veces existe un influjo grande sobre ellos, que proviene del que se está muriendo.

3. En otros casos el influjo más fuerte podría venir de otra persona, familiar o amigo, que exporta de su interioridad lo que en esos momentos es necesario, para llevar con un mejor sentido, los sufrimientos y dolores del momento.

4. Como puede verse por la experiencia, los cuadros de dolor son múltiples y variados. El que los observa de fuera se dará cuenta que existen cuadros que son edificantes y ejemplares a diferencia de otros que carecen de esos valores y que proyectan una imagen totalmente distinta.

5. Los diversos cuadros de dolor que observamos en nuestra experiencia, cuando hemos estado al lado de un enfermo terminal, nos podrían dar cierta capacidad para entender mejor las situaciones de dolor.

6. Hoy cuando la sociedad se aleja de Dios y quiere confiar más en la ciencia humana, muchos se preguntan: “¿Por qué continúa el dolor? , ¿no habría que buscar la forma de eliminarlo totalmente?, ¿por qué tiene que haber sufrimiento?, ¿por qué la Iglesia predica la Pasión de Cristo?

7. Efectivamente el hombre ha hecho esfuerzos tremendos para eliminar el dolor, pero éste continúa de una manera o de otra y puede aparecer en situaciones inesperadas a lo largo de la vida; y cuando se acerca la muerte todos sabemos que estará presente el dolor y el sufrimiento, hagamos lo que hagamos.

8. Frente a estas consideraciones alguno podría decir: “¿sigamos haciendo lo que podamos para tratar de eliminar el dolor?” , por supuesto que sí, pero muchas veces somos como una hormiga que quiere enfrentar a un elefante, …también puede ser que con millones de hormigas derrotemos a un elefante, pero…. ¿no es más inteligente escuchar a quienes nos tratan de explicar el sentido del dolor y del sufrimiento?


La realidad del dolor en la vida humana

1. Antes de buscar el sentido del sufrimiento el hombre necesita reconocer su existencia a lo largo de toda la vida y tener una actitud de aceptación, que no es abandonarse y no hacer nada sino aprender a combatirlo con entereza de espíritu y con esperanza en conseguir un bien mayor.

2. El dolor y el sufrimiento son siempre la expresión de una situación frente a su opuesto afectivo que es el placer. Cuando en una sociedad hay un ansia desmedida de placer, el hombre no quiere saber nada con el dolor, huye de él o se desespera.

3. Buscar en todo momento pasarla bien, refugiarse en las diversiones, tener un optimismo burgués, equivaldría a meter la cabeza en un hoyo para no ver la realidad. Se equivoca el hombre que quiere diseñar su vida huyendo siempre del sufrimiento y el dolor.


El sentido cristiano del sufrimiento y del dolor

1. Un antiguo refrán dice que “no hay peor sordo que el que no quiera oír” La Iglesia no deja de predicar, y lo ha hecho siempre a lo largo de los siglos, cuál es el sentido del sufrimiento y el dolor.

2. El signo del cristiano es la Cruz y allí está Jesucristo muriendo lleno de dolor después de haber sufrido un calvario atroz. El mismo Dios escoge el camino del sufrimiento para que se realice la Redención del hombre.

3. El sufrimiento y el dolor estarán siempre presentes en la vida del hombre en su tránsito por este mundo y solo se librará de él cuando logre identificarse con Cristo para llegar a la meta que es de eterna felicidad. La Iglesia ha sido fundada con esa finalidad. El mismo Jesucristo nos invita: “El que quiera venir conmigo, niéguese a sí mismo, tome su cruz de cada día y sígame”

4. Así como Cristo llega a la plenitud por el dolor, del mismo modo nosotros alcanzaremos nuestra plenitud porque “si con Él morimos, también con Él viviremos, si sufrimos con Él, con Él reinaremos” (2 Tim. 2,11-12). Dios no puede permitir el dolor de un inocente si no es por un bien mayor. El ejemplo de los santos en la aceptación del sufrimiento y el dolor es elocuente.

5. La presencia del sufrimiento y el dolor en el hombre no son más que consecuencia y expresión de su existencia cristiana y medios por los que va realizando su misma perfección.

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domingo, agosto 24, 2008

El amor y la atención que necesita el enfermo que está sufriendo

LA FLOJERA, LA RUTINA Y EL ALMA DEL MÉDICO

La dureza y la frialdad frente al dolor es indignante porque es inhumana.


1. Todos podemos caer en situaciones rutinarias donde nos puede coger la tibieza, el mal humor y el aburrimiento. Son situaciones que podrían ser calificadas de falta de amor. Pueden ocurrir en los distintos ámbitos donde nos encontramos: la casa, el trabajo, los amigos, etc.

2. Esas situaciones de tibieza nos pueden perjudicar. Un flojo puede perder amistades, trabajos y ocasiones muy cercanas para triunfar en la vida. Una larga situación de flojera podría llevar a grandes depresiones y a enfermedades psicológicas difíciles de curar.

3. La falta de amor, el no tener ganas de hacer las cosas, el mal humor y el activismo rutinario es mucho más grave cuando perjudica a terceros que tienen alguna relación con nosotros (familiares cercanos a quienes debemos cariño y atención, personas a las que debemos atender: alumnos, clientes, pacientes, etc.).

4. Cuando observamos personas flojas, que hacen las cosas de un modo rutinario y no ponen el esfuerzo que deberían poner, sentimos cierto rechazo (el futbolista que no corre, el policía distraído, el funcionario mecanizado, el estudiante que se duerme, el que llega siempre tarde, el que está frío y apagado, el que no quiere esforzarse).

5. Y cuando la tibieza de otro nos perjudica de un modo directo sentimos indignación, (el mal trabajo que hizo el gasfitero, el mecánico que hizo un mal arreglo, el funcionario que me hizo esperar y no me atendió, el policía que no me defiende, el abogado que me saca dinero y no resuelve nada, etc.).

6. No hay nada que indigne más, (y se convierte en una gran injusticia), que la falta de amor y la ligereza frente a la enfermedad y al dolor humano. Es peor cuando vemos que existen personas que se aprovechan de situaciones de dolor para beneficiarse personalmente (aumentar los precios, conseguir prebendas, chantajear, tratar con dureza para manifestar superioridad, etc.).

7. Una de las profesiones que exige más diligencia y cuidado en el trato con las personas es la de médico. Vamos a conversar ahora sobre los médicos, poniendo más énfasis en los aspectos del trato humano que en los de su preparación científica. Para argumentar nuestras consideraciones utilizaremos algunos criterios de un excelente médico peruano, el Dr. Honorio Delgado en su libro: “El médico, la medicina y el alma” publicado por la Universidad Peruana Cayetano Heredia.


El cariño y la comprensión frente al enfermo:

1. “El enfermo es un doliente que necesita de asistencia comprensiva, cordial y confortante”(p.52). El sufrimiento y el dolor de un enfermo llama poderosamente al respeto y al amor de cualquier persona que se encuentre frente a él. El enfermo merece toda nuestra comprensión y cariño. Frente al enfermo es necesario ponerse siempre “guantes blancos” para tratarlo con extrema delicadeza y una gran comprensión.

2. “El sufrimiento de los demás, vivido de cerca… constituye una escuela de perfección moral para las naturalezas vigorosas” (p.31). El verdadero amor nos lleva a acercarnos al enfermo, sin ningún temor y a permanecer a su lado, siguiéndolo de cerca, sin actitudes de huída o de querer cerrar los ojos a la realidad que podemos atender (evitando justificaciones para no estar, excusas para no intervenir, o dando explicaciones para quedar bien). La atención al enfermo es una gran escuela para crecer en virtudes humanas y ser mejores personas.



El alma del médico en el trato con los pacientes:

Los médicos apurados maltratan constantemente a sus propios pacientes, (es una falta de profesionalidad).


1. “Según el criterio vulgar, el hábito profesional de enfrentar continuamente el dolor y la muerte, insensibiliza al médico, le hace indolente y casi inhumano. Esto puede ser cierto en un caso: el del médico imperfecto, sin vocación real y sin cualidades apropiadas; aquel que no respeta la sensibilidad, el pudor, el alma del paciente, y llega incluso a asustarle con un diagnóstico o un pronóstico imprudente o mal intencionado” (31). Un médico es idóneo por su preparación científica y sus virtudes humanas como persona. El paciente debe sentir el consuelo y el aliento de su médico al que le tiene mucha confianza.

2. “El verdadero médico está lleno de interés por todos los aspectos esenciales de índole humana y por todos los accidentes y circunstancias de la existencia individual. No se trata de la simple aproximación al ser psíquico de los demás y de una asimilación del saber antropológico, sino de una actitud cordial” (30). La actitud cordial no es un cumplido, o solo normas de cortesía, es un cariño real que le lleva a estar pendiente de todos los detalles.

3. “El médico es médico gracias a la fuerza que le mueve a ayudar al enfermo, en tanto que enfermo, por encima de otra consideración… Consagrar su vida a luchar contra el sufrimiento, la enfermedad y la muerte es la causa final de su vocación y de su amor al prójimo” (30). Un buen médico sabe que puede ser amable y comprensivo con todos sus pacientes, aunque sean muchos. El paciente se da cuenta perfectamente del médico bueno que sabe estar a su lado. El buen médico no se acostumbra a ver sufrir a su paciente, procurará por todos los medios evitarle el dolor. Es como un padre que procura estar al lado de su hijo y no lo abandona sin más.

4. El médico debe ser un verdadero artista frente al sufrimiento del enfermo: “no es médico por la ciencia que sabe, ni por los instrumentos que usa. Lo es a causa de cómo los aplica y emplea..., su ascendencia es tal que puede con su conducta estimular una reacción o agravar la enfermedad del paciente” (53) La conducta del médico es decisiva para la recuperación del paciente. El médico de un enfermo terminal no debe retirarse, debe saber acompañar al enfermo hasta el final.

5. “A quien nace dotado para ser buen Galeno la familiaridad con las penas del enfermo no le producen embotamiento sino una resonancia cordial más honda y significativa. El médico, testigo y más que testigo del sufrimiento y de la muerte, no puede menos que preocuparse del sentido último del ser” (45). El que ama no se cansa. El buen médico sabe estar en los problemas de su paciente con mucha serenidad, para ayudar a resolverlos y sin pasar ligeramente por encima de ellos. Cuando la muerte está cerca el médico valorará mucho los temas trascendentes de su paciente, identificándose con él, para acompañarle en su tránsito a la otra vida.



Corruptelas que podrían presentarse y que se deben corregir en la conducta de los médicos:


1. El activismo y la prisa frente al dolor del paciente que espera palabras de aliento y comprensión. Es una mala imagen ver un médico apurado.

2. La mecanización de su trabajo (burocracia). Estar más preocupado de los papeles que de las personas y ser demasiado severos para exigir “reglamentos” a pacientes que se encuentran en situaciones de dolor.

3. Atender ligeramente, con prisas, como queriendo despachar rápido, para terminar con la lista de pacientes que está esperando y poder irse a descansar.

4. Mantener engañados a los pacientes y a sus familiares con esperanzas falsas, o procedimientos inútiles que no van a resolver la situación del paciente.

5. No ser prudentes y cautos a la hora de los diagnósticos. No saber transmitir la verdad con delicadeza y con la máxima comprensión que necesiten el paciente o sus familiares. No saber manejar a las personas cuando las situaciones son más difíciles o duras.

6. No dar la cara en situaciones más delicadas y dirigirse a los familiares por teléfono o a través de terceros.

Asuntos que “claman al Cielo” y que habría que corregir inmediatamente porque son una grave injusticia:

1. Aprovecharse del dolor, el sufrimiento y la enfermedad para lucrar (obligar a comprar medicinas que no son necesarias, o utilizar mecanismos y procedimientos caros para aumentar las ganancias de la clínica o de los médicos).

2. Que los seguros no cubran medicamentos que son urgentes para momentos muy delicados, de tal modo que el paciente que no puede recibir ese medicamento pierda la vida. Los médicos deberían intervenir para que lo que receten pueda llegar rápidamente a su paciente, sin que se tenga que hacer esfuerzos extraordinarios.

3. No atender un paciente grave y hacerlo esperar, a veces en condiciones infrahumanas, aumentando su sufrimiento y el de sus familiares. Existen centros de salud que reciben a los pacientes pero no los atienden, o demoran una intervención que es urgente.

4. Presentarse a una intervención quirúrgica en estado de ebriedad, o sin los requerimientos necesarios para poder trabajar con diligencia y acierto.

5. Engañar a los pacientes y a sus familiares cuando se ha cometido una negligencia médica. No solucionar las cosas a tiempo.

6. Tratar a los cadáveres sin respeto, como si fueran cosas y no personas. Cuando muere un ser querido se le trata con una extremada delicadeza. Todo el personal médico, las enfermeras y los auxiliares deben cuidar esos detalles de finura y delicadeza con todas las personas. Los mortuorios deben ser lugares limpios y bien acondicionados.

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domingo, agosto 17, 2008

LA ALEGRÍA DE DIOS O EL VACÍO EXISTENCIAL

Los últimos días de un creyente y de un ateo

Pude ver la semana pasada dos conductas diferentes antes de morir.

El Creyente recibía la Eucaristía todos los días, tenía al lado la imagen de la Virgen y la miraba con cariño. Recibía visitas de personas con fe, familiares y amigos, conversaba con ellos temas variados de la vida diaria: Dios, la familia, las amistades, o de asuntos insignificantes sin mayor trascendencia, en un ambiente grato lleno de paz y serenidad. Los amigos se turnaban para no dejarlo solo y él los recibía con una amable sonrisa y con mucha gratitud. Cuando llegaba el sacerdote el enfermo y todos los que estaban a su lado se ponían muy contentos.

El ateo que me tocó observar sufría mucho y no quería recibir visitas, quienes procuraban acercarse, incluso las mismas enfermeras, lo hacían con bastante cautela y cierta tensión, tratando de no incomodar. Solo tenía un familiar que le visitaba, con quien tampoco tenía una buena comunicación. Entré en la habitación y las circunstancias no me dejaron tener llegada. Nadie pedía nada, ni mostraban interés por la presencia del sacerdote.

No todos los enfermos, creyentes o ateos, son iguales. No quiero establecer una clasificación o unos parámetros para colocarlos dentro de unos esquemas. Lo que estoy contando es algo que vi y que consiguió removerme. Quizá alguno de ustedes haya tenido una experiencia similar. Estas escenas suelen darse en muchos lugares. He visto morir a creyentes y a ateos y solo me queda decir que se muere como se vive. Se muere diferente.

Los creyentes suelen pensar en lo que se van a encontrar después: la vida eterna de alegría y felicidad. Quienes están a su lado pueden constatar la paz y la serenidad de la persona bien preparada, que está segura de ver pronto a Dios, a la Virgen María, a los Santos y a tantos que estarían esperándole en el Cielo.

En cambio los ateos estarían pensando en la terrible muerte que se avecina y que quedarían pronto reducidos a la nada. Para ellos se acaba todo, no verían nunca más ni a su familia, ni a sus amigos. Además, si estuvieron solos en la vida, en esos momentos de dolor, puede ser que nadie les acompañe, ¿dónde está la familia?, ¿dónde están los amigos?. Es muy duro morir solo y abandonado, sin ninguna esperanza.

Hoy leyendo el periódico me he encontrado con una entrevista que le habían hecho a Alexander Solzhenitsin antes de morir y que lleva como título: “Sin el hálito de Dios, el capitalismo y el socialismo son repulsivos” son palabras del mismo Solzhenitsin que suenan a San Pablo cuando decía: “Por El perdí todas las cosas, y las considero como basura con tal de ganar a Cristo y vivir en El…”

Los que tienen fe saben perfectamente que sin Dios no hay nada. Es terrible para el ateo pensar en la nada, en la no existencia, en la muerte total, en la desaparición o en la aniquilación. Al ateo no le deja tranquilo su ateísmo. En cambio el creyente es dueño de una serenidad edificante, aunque se den situaciones de dolor extremo.

En el mundo de los últimos momentos de un enfermo nos podemos encontrar visitantes que se acercan (o se escapan) con expresiones y actitudes distintas:
los que tienen fe y hablan siempre de la esperanza del Cielo, los optimistas que quieren imponer su optimismo tratando de minimizar la gravedad de las cosas: “ya va a sanar..”, “todo va a ir mejor…”, los consejeros que repiten una receta general que la traen de otras situaciones similares, los que se quedan en los cumplidos de rigor con frases esteriotipadas, los que se limitan a saludar, los que no dicen nada, los que huyen del dolor y no se les encuentra. Son todos personas buenas que expresan de algún modo su compañía, su solidaridad, su temor o su timidez.

Nada reconforta tanto como la fe en Dios y las oraciones que son consecuencia de esa virtud. Las virtudes humanas adquieren su verdadero esplendor con la luz de la fe y del Amor a Dios.

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domingo, agosto 03, 2008

En el Perú: ¿existen muy buenos choferes?, ¿Ud. se considera un buen conductor?
Sin embargo los accidentes de tránsito se multiplican en las calles y carreteras.

Le invitamos a que lea con nosotros un par de páginas y vea si puede considerarse Ud. un buen conductor.

EL ARTE DE CONDUCIR

1. En la última quincena de Julio murieron cerca de 100 personas por accidentes de tránsito y en el último semestre del 2008 los muertos llegaron a más de 400 junto a 2,800 heridos. Los accidentados en un año, solo en la ciudad de Lima, llegan a 28,000. Estas cifras alarmantes se dan a pesar del anunciado plan “Tolerancia cero” (que en un país como el nuestro, lleno de informalidades y de descuidos, es muy difícil que se cumpla).

2. Los accidentes no se dan sólo con los autobuses de las carreteras, también se dan con las combis que circulan a toda velocidad por la ciudad y con muchos vehículos conducidos por personas ebrias y temerarias. La casuística es bastante amplia y variada.

3. El problema principal siempre será: la educación. Con respecto a este tema es necesario advertir que existe en la mayoría de los conductores una mentalidad demasiado ligera y muy poco formada en el conocimiento de los vehículos y en el manejo de los mismos. No existen criterios claros para que se vivan y respeten las medidas de prudencia adecuadas. De esto nos ocuparemos en las siguientes líneas.

Causas de los accidentes:

1. Exceso de velocidad
Defectos que se deberían corregir en la mentalidad de la mayoría de las personas:
i. Creer que el que maneja mejor es el que maneja más rápido. Muchas veces nos quejamos, irresponsablemente, del que maneja despacio. Nos gusta la velocidad y escogemos a los conductores que corren más. Este desatino habría que corregirlo a través de los sistemas educativos para formar una conciencia más responsable, (hay que saber distinguir entre los viajes que hace normalmente una persona para desplazarse y las competencias o carreras de carros).

ii. Estar apurado para llegar a una hora. Puede crear ansiedad y situaciones de riesgo. La educación debe enseñar que una persona virtuosa sale con un margen amplio de anticipación y suele llegar antes de la hora. Si se logra este hábito en los conductores se evitarían muchas situaciones de riesgo. Conducir de noche para hacer un viaje por carreteras, cuando podría hacerse de día, con más orden, no deja de ser, en muchos casos, una verdadera imprudencia. Vale la pena tomar precauciones antes de viajar para que los viajes no resulten apretados y a última hora.

iii. Querer hacer rendir al carro en toda su potencialidad. (que tenga buen pique, que entre bien en las curvas, que agarre velocidad…etc.), Estos afanes, fuera de las competencias deportivas (para las que hay que poner unas medidas de prudencia), denotarían una falta de madurez y de cultura. Con una educación adecuada se aprendería de carros y de la prudencia que hay que tener con ellos.

iv. Querer demostrarle a los más jóvenes que uno es un excelente piloto. Cuando éramos escolares nos encantaban los choféres que corrían, el que iba despacio nos parecía un “mongo”. Nos gustaba mucho que hicieran carreras y aplaudíamos la velocidad. Esta actitud, que es propia de los imberbes, habría que corregirla pronto, para evitar que algún temerario más se mate. Hoy vemos la pericia de los choferes para manejar las combis y los omnibuses como si fueran bicicletas, con la anuencia y la indolencia de los pasivos pasajeros, que en vez de indignarse, se acostumbran a ser maltratados por los choferes y no dicen nada.

v. Maltratar a los pasajeros con el movimiento brusco del carro por la velocidad. El que va rápido suele ser tosco y brusco en su manejo. Manejar bien no es solo tener habilidad con el carro sino tratar bien a los que viajan dentro. Procurar que no sientan los movimientos del viaje. El respeto también lo merecen los otros vehículos que circulan por las calles o viajan por las carreteras y los peatones. Constantemente sufrimos el acoso de las combis que hacen carreras para ganar pasajeros y meten el carro con prepotencia y sin respeto. Lo mismo podríamos decir de los autobuses en la carretera que van, con toda frescura, a más de 120 Km por hora, o de algún potente 4x4 que pasa desaforado a una velocidad temeraria. La velocidad es una de las principales causas de los accidentes.


2. Idoneidad de vida

i. El horario habitual. Otra causa importante de los accidentes se debe al cansancio, por el desorden de vida, que pueda tener el conductor. No basta con que la empresa le señale unas horas límites para manejar. La responsabilidad la tiene cada persona. Cada uno sabe si está en condiciones o no de conducir en ese día.

ii. Los excesos de diversión o de juerga. Son también causa de numerosos accidentes. Los malos hábitos adquiridos por muchos: fiestas constantes con amanecidas, exceso de licor, acostumbrarse a dormir poco, tener desorden en los horarios. En nuestro país existe todavía una ignorancia bastante pronunciada en cuanto a los aspectos negativos del licor. Estamos pagando las consecuencias, en todos los ambientes sociales, por esta falta de cultura. Es una mentalidad la que hay que cambiar y no solo poner medidas para evitar los excesos o para tratar de corregir lo que ya se destrozó.

iii. Problemas familiares, de trabajo o sentimentales. El peso de los problemas, los desánimos, las angustias y las depresiones, son factores importantes a tener en cuenta. El que maneja, más si en sus manos está la vida de varios pasajeros, debe tener una asistencia psicológica y espiritual. No debe conducir el que está herido por un problema. Corresponde a la educación formar personas prudentes y responsables para no poner nunca en riesgo su propia vida y la de las otras personas. Los choféres necesitan un asesoramiento y una capacitación constantes.

iv. La ira y la indignación. Muchos conductores manejan airados, a la defensiva o atacando a los demás. El mismo sistema de manejo que hay en la ciudad (la falta de respeto, el saltarse las leyes de tráfico, la prepotencia, la astucia para ganar…etc.), crea conductores “guerrilleros” que meten el carro y van insultando a los otros, que también manejan como él. Este tipo de conducta malogra la salud y destroza las virtudes humanas de una persona. Parece que la agresividad y la prepotencia fueran condiciones para tener éxito en la conducción de los vehículos (el que va tranquilo y es respetuoso suele recibir insultos y bocinazos por no apurarse). Hay personas que no quieren manejar porque se sienten mal en medio de una “selva” de informales y prepotentes. Se corrige con la educación en virtudes humanas, aprender a respetar y ceder el paso a los demás.


3. La informalidad

i. En un país informal hay demasiado papeleo y burocracia. Existen muchas disposiciones que se recuerdan y que nunca se cumplen. Se hacen planes y campañas que duran una pequeña temporada. Siempre hay que esperar a que ocurra algo grave para que empiecen a ponerse algunos medios. Al poco tiempo se olvida todo. Menos papeleo y más eficacia.

ii. Paraderos informales. Los paraderos de la ciudad están demás, los ómnibus y las combis paran donde les la gana y nadie les dice nada. Los ómnibus interprovinciales paran en cualquier lugar de la carretera para dejar o recoger pasajeros y nadie protesta. Estamos acostumbrados a reírnos de las leyes.

iii. Exceso de carga. Con frecuencia vemos omnibuses y combis atestados de pasajeros y nadie les dice nada. Vemos también, por las carreteras, camiones repletos, con una carga excesiva (que incluso se va cayendo por el camino) y nadie les dice nada. Los excesos de carga son un peligro constante para todos.

iv. Vehículos viejos y en mal estado. Nos hemos acostumbrado a ver circular vehículos viejos y destartalados que son un peligro para la circulación. Son famosos los buses-camión que son fabricados en nuestro país y que todavía siguen circulando, a pesar de las disposiciones que se han dado con el plan “Tolerancia 0”. Se ven circulando con pasajeros omnibuses con las llantas gastadas, otros que no tienen las luces suficientes, o los cinturones de seguridad, etc.

ALGUNAS SUGERENCIAS

1. El que maneja mejor es el que conduce serenamente, a una prudente velocidad, sin brusquedades ni sobresaltos y consigue que los pasajeros se sientan seguros y contentos.

2. El buen conductor es el que tiene capacidad para no irritarse ni cansarse (dentro de los límites de su horario) con las dificultades que pueda encontrarse en la carretera o en las calles. Su conducta será siempre prudente.

3. Un buen pasajero es el que exige siempre las medidas de prudencia y colabora con el chofer para que éste cumpla con su papel. Es un mal pasajero el que apura irresponsablemente al chofer, el que quiere bajarse en cualquier sitio y no respeta los paraderos, el que perturba con su conducta la tranquilidad de un viaje, el que sube a un medio público en estado de ebriedad.

4. Los omnibuses interprovinciales no deben pasar de 90 km/h en las carreteras. Se deberían fabricar vehículos que no puedan pasar de esa velocidad. Las combis, micros o omnibuses de la ciudad no deberían pasar de 40 Km/h. Habría que eliminar pronto todas las combis y micros y pasar a omnibuses grandes y más seguros.

5. Exigir a las empresas para que los choferes tengan una asesoría psicológica y espiritual para que sus problemas personales no afecten a la seguridad del manejo.

6. Poner impuestos fuertes a las unidades viejas y dar facilidades para renovar el parque automotor.

7. Multiplicar las multas en las ciudades y carreteras y que la policía las aplique. (lograr que todos respeten las reglas de tránsito).

8. Que sólo se pueda subir o bajar de un trasporte público en los paraderos establecidos.

9. Llevar un curso práctico en el colegio sobre la cultura de los vehículos, el transporte y los desplazamientos.

10. Tener en regla todos los papeles: licencias, revisiones técnicas y seguros.

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