jueves, abril 30, 2009


Tragedias inesperadas

LA POBRE FRAGILIDAD HUMANA

La fábula del sapo cuenta que éste se sentía el rey de los animales y muy orondo hinchaba su pecho sintiéndose grande y poderoso con la triste seguridad de su vanidad. De pronto pasó una aplanadora y lo mató.

Algunos hombres contemporáneos pecaron de lo mismo, se sentían muy seguros con las bonanzas que habían conseguido en la vida y de pronto algún suceso de la historia, que apareció de improviso, los dejó fuera de juego, demostrándoles una vez más, que el hombre es endeble y muy poca cosa. Esto no se puede olvidar.

Botones de muestra


La codicia humana
Hace menos de un año un gran sector de la humanidad vivía tranquilo con los ingresos de dinero y las oportunidades económicas que se presentaban favorables para ellos, hasta que llegó, como un aluvión imparable, la actual crisis en la economía mundial.

La crisis financiera, que empieza en el país más poderoso del mundo, pone a muchos en la quiebra con pérdidas millonarias y deja sin trabajo a millones de personas. Repercute en muchos países como España que tuvo que despedir a cerca de cuatro millones de personas. La China, que se presentaba como en gran gigante asiático, con una buena cúpula de millonarios y un ejercito de peones, todavía no sabe cómo evitar sus millonarias pérdidas.

En una situación parecida se encuentran muchos países del mundo mientras que otros parecen esperar su turno para caer.

Faltas de previsión

En los días de Semana Santa, la ciudad de L´ Aquila, (en el centro de Italia y a dos horas de la ciudad de Roma), es sacudida por un fuerte terremoto que siembra la muerte y la destrucción en toda la región. Italia queda conmovida durante varios días. Se considera que ha sido una de las peores tragedias después de la famosa e histórica erupción del Vesubio que enterró y petrificó a miles.

Ahora México está sufriendo las consecuencias de la gripe porcina. Un país tan católico como Italia, con una fuerte devoción a la Virgen de Guadalupe, pero también, un país que tiene, en sus clases dirigentes, un fuerte laicismo que se opone a la Iglesia y un elevado índice de corrupción, es azotado por una enfermedad que se ha convertido en una pandemia mundial. Las muertes, en el país de los mariachis, alcanzan a más de un centenar de personas.

Descuidos inaceptables

En el Perú vamos dando saltos de mata donde hay caídas y recuperaciones. Hace poco tuvimos el terrorismo, después el terremoto y ahora los accidentes viales que han matado a miles a pesar de los programas de tolerancia cero (cientos de pasajeros muertos, choferes ebrios, los desórdenes de la informalidad). Por otro lado hemos alcanzado en los últimos años una admirable recuperación económica que nos ha colocado entre los países más solventes de América del Sur. No podemos dormirnos en los laureles porque “en la puerta del horno se puede quemar el pan”.

Hay que tener mucho cuidado con el “optimista” de marras, que quiere minimizar las cosas y contribuye a empeorarlas. San Josemaría contaba de una madre que le decía su hijo aviador, con todo el cariño de su corazón: “¡hijito, vuela bajito y despacito!”

La Presunción y ceguera del hombre frente a la realidad

El hombre se resiste y no quiere aceptar la realidad tal como es. Prefiere cerrar los ojos y los oídos para no escuchar de dónde viene y a dónde va. Quién lo trajo al mundo y cuál debe ser su destino.

Muchos hombres siguen distraídos en sus afanes con la cabeza metida en el hoyo del materialismo, peleando para tener más y tratando de defender sus posiciones (Estados, ciudades, familias, individualidades). Los hombres viven peleándose unos contra otros y no ven la realidad. Lo vemos todos los días en los políticos y en los medios de comunicación. ¡Qué pérdidas de tiempo!

Dios interviene siempre en la vida de las personas. Algunas veces permite situaciones más difíciles para que el hombre despierte y reaccione frente a la realidad de lo que es y de lo que le espera.

Pienso que muchos, con motivo de las recientes catástrofes que azotan el mundo, habrán desempolvado sus libros de oraciones rogándole a Dios protección para ellos y para sus seres queridos afectados.

Mientras que otros, (a los que no les ha pasado nada), contemplan los sucesos mundiales como fenómenos que ocurren y que podrían ser peligrosos. Exigen mayores medidas de seguridad. La presunción de creer que bastan los sistemas de seguridad les da una “tranquilidad egoísta” porque piensan que ellos están lejos de ser afectados. Estos suelen ser los que tienen más recursos. Luego vienen las sorpresas y sucede lo que parecía increíble.

El hombre sin Dios no consigue nada, por mucho que sea su empeño. “Sin mi nada podéis hacer” dice el Señor en los Evangelios y sus palabras se cumplen al pie de la letra.

Cualquiera que sea nuestra situación es necesario eliminar la presunción. No necesitamos autoestima, como aconsejan muchos en esta sociedad sin brújula, necesitamos amar a Dios. Si Dios no está antes en los afectos de nuestro corazón terminaríamos peleándonos tarde o temprano con las personas que más debemos amar y nos llenaríamos de temores y angustias al ver que todo lo que parecía indestructible termina perdiéndose.

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domingo, abril 26, 2009


Penosos escándalos
PATERNIDAD IRRESPONSABLE

Hace unos meses los titulares de los periódicos dieron la vuelta al mundo anunciando la paternidad precoz de Alfil Patten, un niño de 12 años que había tenido un hijo con Chantalle Stedman, una adolescente de 15 años. Después de unos días, con los resultados del ADN la noticia se desmentía y al mismo tiempo varios adolescentes se atribuían la paternidad del niño de Chantalle.

El tenor de los comentarios de esta noticia era de rechazo total. Como era posible que un niño de 12 años se pudiera encontrar en esas circunstancias de paternidad precoz y una adolescente de 15 estuviera tan descuidada y a merced de las apetencias sexuales de otros chiquillos tan libertinos como ella. ¿Dónde están los padres?, ¿dónde está la educación?

En nuestro continente otro escándalo mayúsculo llena los titulares de los diarios. El Presidente del Paraguay, el ex obispo católico Fernando Lugo, reconoció haber tenido un hijo que ahora tenía dos años. A los dos días aparecieron otras denuncias que le pedían el reconocimiento de otros hijos con otras mujeres.

Mientras en Paraguay se abría un acalorado debate sobre el celibato, la castidad y los valores como la honestidad, la verdad y la credibilidad, los puntos del presidente bajaban en las encuestas. Había repudio y rechazo general.

Reflexión en los temas de fondo

Hemos escogido estos dos casos públicos que han causado revuelo en el mundo por los escándalos y la consiguiente indignación producida, para hacer una reflexión ponderada.

Nadie en el mundo acepta esas conductas ni los hechos ocurridos de esa manera. En los hechos previos hay muchos descuidos (los padres de los niños y adolescentes en Inglaterra y las autoridades civiles y eclesiásticas en Paraguay). Si se hubieran sabido los hechos antes, las cosas se hubieran podido orientar de distinta manera.

Quienes cometieron estas faltas pecaron de honestidad y dieron muestras de corrupción en materia sexual. En el caso de los niños, la precocidad en las relaciones sexuales y el libertinaje de sus conductas irresponsables (con acciones ocultas y mentiras) son temas que claman al Cielo y deberían tomarse medidas correctivas urgentes. La familia, los educadores y las autoridades respectivas tienen una grave responsabilidad.

En el caso del ex obispo, que tenía un compromiso de castidad, ha engañado a la Iglesia, a sus fieles y a todos los paraguayos y como además llevaba en su campaña electoral la lucha contra la corrupción, él mismo ha caído en su propia telaraña. La imagen que ahora tiene frente al mundo no puede ser peor. Debería renunciar de inmediato a la presidencia, si tiene honestidad.

No son temas políticos, son temas éticos

En esta columna no estamos tocando temas políticos sino temas morales y éticos. Estos sucesos deberían despertar la conciencia de los que se encuentran en caminos de permisividad sexual y libertinaje. Incluso hay algunos que opinan que estas cosas pueden ocurrir en el ámbito de la vida privada sin que tenga repercusión en los trabajos o en la vida política. Craso error.

Son faltas de decencia que van contra la moral y las buenas costumbres, también contra la justicia porque dañan a las personas afectadas y contra la prudencia porque no se miden las consecuencias.

No es necesario reflexionar mucho para ver la difícil situación en la que se pueden encontrar los niños engendrados por esos “padres” irresponsables. Qué difícil es que encuentren el ambiente de una familia. Paternidad no es solo traer hijos al mundo. Los niños necesitan el calor del hogar y del cariño de sus padres.

Los papás de los niños de Inglaterra fallaron en la educación de sus hijos, que todavía estaban bajo la Patria Potestad. Creo que a ningún papá le hubiera gustado pasar por esas experiencias con repercusión mediática.

Hay que tener en cuenta que no son pocos los papás que sufren por la liberalidad de sus hijos en temas sexuales, que muchas veces traen consecuencias similares (niños que vienen al mundo sin el amor de sus padres, rupturas de compromisos y abandono de responsabilidades).

Otros padres no son concientes de la precocidad de sus hijos en temas sexuales, motivados por el mal uso del Internet, el chateo, publicaciones indecentes o malas amistades. Las sorpresas son cada día más dolorosas. Es necesario poner medidas correctivas urgentes para que estos males no se propaguen como una pandemia.

Limpieza de vida y honestidad en las autoridades

Fallan también quienes piensan que una autoridad puede gobernar con una doble moral que es consecuencia de una doble vida, con faltas de honestidad, (mentiras, no decir nada para poder salir airoso frente a situaciones impropias y no ser fiel a los compromisos adquiridos).

Estos casos y muchos otros nos hacen ver que nuestra sociedad necesita un buen baño de ética y de moral.

Se debe empezar desde la educación escolar con los padres de familia. Si es necesario, habría que organizar más escuelas de padres, para despertarles un poco del gran letargo en el que se encuentran algunos y recordarles cuáles son los deberes primordiales en la educación de sus hijos.

También son muy útiles las clases de deontología profesional en los Institutos y universidades. La Iglesia, por su parte no deja de predicar sobre la urgente necesidad de vivir de acuerdo con los Mandamientos, que son las leyes morales que el hombre no puede olvidar. No podemos quedarnos con los brazos cruzados en estos momentos urgentes de crisis universal.

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jueves, abril 23, 2009

Cuando no se alcanza a ver la realidad
LEGIÓN DE “OPTIMISTAS”

Hace 40 años cuando un muchacho muy alegremente hacía un comentario demasiado optimista sobre las excelencias del futuro, un viejo educador le interrumpía para preguntarle: “y tú…¿en cuántas guerras has estado?”; que era como decirle: “Muchacho, ¡no seas ten ingenuo!, te falta mucha experiencia”

Con el paso del tiempo se han multiplicado los “optimistas” que ya no son tan imberbes, pero siguen siendo ingenuos, o cortos de vista, para darse cuenta de la realidad. Son generaciones que han ido creciendo con la ciencia ficción y los juegos electrónicos y no han podido desarrollar un aspecto importante de su madurez.

Pareciera que hoy no basta con peinar canas para poder percibir la realidad en toda su extensión. El sesgo de esta nueva mentalidad de “optimistas” modernos, que van teniendo más edad, está cobrando muchas facturas.

Una experiencia de hace 40 años
Como experiencia personal puedo contar una anécdota que me ocurrió en Roma el año 1970, cuando tenía 21 años.

No reunimos un grupo de estudiantes y le cantamos a San Josemaría Escrivá una canción que estaba de moda en ese tiempo, “La lluvia que cae” Es una canción muy optimista que dice en su letra: “El mundo está cambiando y cambiará más… Si al mirar la vida lo hacemos con optimismo veremos que en ella hay tantos amores…muchos de luchar están cansados y no creen más en nada de lo bueno de este mundo…” Cuando terminamos San Josemaría aplaudió y al instante comentó: “¿Se han dado cuenta de la letra? ¡Qué ingenuos son estos chicos!” y nos abrió los ojos para que aprendamos a ser realistas.

La fragilidad del “optimismo” contemporáneo

Volviendo a nuestro comentario, pienso que estamos rodeados de “optimistas” imberbes que no perciben la realidad y se dan el lujo de manejar las cosas con una falsa seguridad acompañada de proyectos ilusorios y estrategias desubicadas.

Lo estamos viendo en la actual crisis financiera. Primero fueron los “optimistas” que ocasionaron la crisis y ahora son los “optimistas” que piensan que no pasa nada y que pronto se revierte todo.

El Relativismo actual, que pone la verdad lejos del hombre, influye decididamente creando ambientes voluntaristas donde las personas están convencidas de sus intuiciones subjetivas como si fueran argumentos serios y sobre todo “positivos”. “Es lo que se siente… es lo que hay que hacer…”

No se trata de ser pesimistas o alarmistas apocalípticos, se trata de decir la verdad sin miedo. Para poder decirla hay que conocerla. El que no conoce no ve, está ciego y entonces intentará comprar un optimismo con su voluntarismo y el de todos los ingenuos que bailan con la misma música. Así tratará de auto asegurarse creando un clima tan “positivo” como falso y artificial.

Lo peor de todo es que estos “optimistas” de turno ponen en tela de juicio al realista o al que advierte de los peligros, llamándole: exagerado, pesimista, teórico…etc. y no le hacen caso, colocándolo fuera de lugar. Últimamente en Italia echaron tierra sobre las advertencias del sismólogo que predijo el terremoto de L´Aquila.


Las razones del realismo


¿Se puede saltar dos metros si no se puede saltar uno?, ¿Se puede ganar una carrera de velocidad estando cojo?, ¿se puede levantar si está muerto? Solo un milagro podría permitir que se puedan realizar estos objetivos.

El hombre de fe no es el que plantea saltar dos metros si no puede con uno, o ganar la carrera estando cojo y menos pretender que el muerto se levante. El hombre de fe es el que “pone todos los medios humanos como si no existieran los sobrenaturales y todos los sobrenaturales como si no existieran los humanos” (San Josemaría).

Ambos medios hay que ponerlos siempre. Los planteamientos del que tiene fe son realistas. Querer poner los medios sobrenaturales sin los humanos podría ser tentar a Dios, como el mal ladrón de la Cruz, o caer el la credulidad de pensar “con optimismo” que las cosas van a salir bien aunque no nos esforcemos por hacerlas bien.

No podemos decir que puede ser un buen padre de familia quien le está sacando la vuelta a su mujer. Si quiere ser un buen padre de familia tendría que corregirse. No puede ser un buen gobernante el que permite que se mate gente. No puede ser un buen policía el que se emborracha o cobra coimas.

No se puede establecer un código de ética si no se involucra a toda la persona en todas sus acciones (en su casa, en su trabajo, en la calle).

La fe y el realismo nos lleva a contar con personas que han cometido muchos errores, siempre y cuando estén arrepentidos y dispuestos a reconocer sus errores. Y no contar con personas que exigen tener una doble vida, como algo normal, o una doble moral.

El verdadero optimismo

Para arreglar las situaciones del mundo y de la sociedad hay que arreglar la vida de las personas. Este último punto, que indica un objetivo y una tarea a realizar es el que fundamente el verdadero optimismo. Es la gran esperanza de la conversión de las personas.

Las cosas no se moverán de su sitio, si las personas no cambian. Es más, todo empeorará si las personas no mejoran. Ser realistas no es ser pesimistas, es dar la voz de alerta para evitar los descalabros personales y sociales y señalar unas metas bien fundamentadas, que el “optimista de marras” ni las huele.

Jesucristo nos enseña a ser optimistas llevándonos a la Cruz, para que llevemos en nosotros el mérito de la identificación con El. El cristianismo no se puede hacer sin Jesucristo y si la Cruz.

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viernes, abril 17, 2009

El escándalo de la hipocresía
REPARA LA VIGA

Cuando en la Semana Santa la Iglesia nos recordaba que nuestros pecados llevaron a Jesucristo a la Cruz, muchos hombres se encontraban echándole la culpa a los demás de todos los males.

Los seres humanos tenemos la tendencia de juzgar exagerando las faltas ajenas y minimizando las nuestras. Nos cuesta mucho aprender la lección que nos da el Señor: “Antes de ver la paja en el ojo ajeno, recuerda la viga que hay en el tuyo”

Los pecados de los elegidos
El Señor no ha querido ocultarnos, en la misma Biblia, los pecados de los elegidos, para mostrarnos luego su perdón y su misericordia.

En el Antiguo Testamento vemos cómo Dios hacia alianzas con los hombres, pero sus elegidos eran incapaces de mantenerlas. “Dios da a Adán el dominio de la tierra, pero Adán le desobedece; salva a Noé del castigo del diluvio, pero Noé se emborracha y avergüenza su nombre; promete a Abraham una descendencia sin número, pero Abraham le fue infiel durmiendo y pecando con una egipcia; realiza maravillas a través de Moisés, pero éste duda de Dios… Hace rey a David, pero éste comete adulterio y un asesinato” (Scout Hahn, Comprometidos con Dios, Patmos, p. 133).

En el Nuevo Testamento vemos como Dios cuenta con los hombres llamando a los apóstoles como elegidos para continuar su obra. Ellos tampoco saben corresponder y le fallan constantemente. Solo Juan llegó a la Cruz. Judas lo traicionó, Tomás dudó, Pedro le negó tres veces.

Dios perdona y los hombres condenan
Si hubiéramos tenido oportunidad de juzgar a estos elegidos seguramente los hubiéramos condenado por las faltas objetivas que cometieron. Hubiéramos condenado también a muchos santos en la historia pasada y en el presente, como lo hicimos con Jesucristo.

Con nuestros modos de proceder queda demostrado es que el juicio del hombre es sumamente limitado y puede estar cargado de temores, resentimientos, deseos de venganza y odios. Nadie puede sentirse inmune de estas limitaciones, que todos los hombres tenemos. Tenemos el deber de aprender a perdonar para no fracasar con los demás, cuando nuestros propios juicios no nos dejan ver la realidad.

Las pruebas no determinan necesariamente la aplicación de la pena

El tener pruebas contra alguien no es tener la verdad de lo que se debe hacer. En la escena evangélica de la mujer sorprendida en adulterio habían pruebas y testigos. La ley por ese delito decía que había que aplicar la pena de lapidación. Según la jurisdicción de la época esa mujer debía ser lapidada. Le preguntaron a Jesús y respondió: “el que esté libre de pecado que lance la primera piedra” . Los evangelios nos cuentan que todos se retiraron y Jesús perdonó a la mujer adúltera.

Dios nos enseña a perdonar y a contar con los hombres pecadores. Jesús no destituyó a Pedro porque lo había negado tres veces, lo perdonó y contó con él dándole nuevamente toda su confianza, también perdonó a Pablo de sus persecuciones y matanzas.

Descalificaciones y destituciones
Los seres humanos, con nuestros juicios cuestionamos, castigamos y descalificamos (“no sirve”, “no vale”, “hay que expulsarlo”). Los amigos se traicionan y se rompen las amistades, muchas veces por el peso de las ambiciones personales y desde luego, por no saber perdonar.

También en los trabajos las diferencias pueden originar descalificaciones y destituciones. El que descalifica no quiere saber nada, da las espaldas, a veces de un modo violento y se retira.

Algunos no quieren encontrarse con el que los descalificó, otros guardan solo las formas, pero en el fondo no quieren saber nada. Suele haber un malestar entre el que descalifica y el descalificado. Y todo por falta de perdón. No un perdón de cumplido sino uno real y por falta también de aprecio y de estima reales.

Es necesario aprender a amar para saber perdonar

El que perdona es el que mejor situado está. Desde su sitio y con una gran comprensión se relacionará con los demás. Sus consejos, pronunciados con una gran delicadeza, son valorados por todos. Su amor a la verdad y su exigencia no producen resentimientos y distancias. Su seguimiento no es persecución, es amor. Su puntualidad no es formalidad, es querer estar en el mejor sitio. Su llegada produce alegría, “quédate con nosotros”.

El que ama a los demás encuentra en su corazón sitio para todos y sabe lo que le tiene que decir a cada uno para que sea feliz. Siempre se debe progresar en la ciencia del amor.

Si se pierde el amor, no solo hay ausencia de detalles, hay también injusticias que muchas veces son difíciles de captar. Cuando van creciendo producen aislamientos y distancias que son muy tristes y que pueden durar toda la vida. Lo que se siembra se cosecha.

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sábado, abril 11, 2009

La amnesia de Dios en el mundo
LA MEMORIA NO ES PARA EL MUSEO

El museo de la memoria

En Lima se está debatiendo sobre la conveniencia de abrir un museo, con el dinero ofrecido por Alemania, para recordar las atrocidades del terrorismo que azotó el país, con Sendero Luminoso y el MRTA.

Los que se oponen a la creación del museo dicen que los organizadores, sesgados ideológicamente, son proclives a grupos de izquierda, que en nombre de los derechos humanos, cargaron las tintas contra instituciones y personalidades que tuvieron un papel protagónico en la pacificación del país y que por lo tanto no se les puede comparar a los terroristas, aunque pudieron cometer algunos errores.

Efectivamente los organizadores tienen una línea ideológica harto conocida en los ambientes políticos limeños. Por lo tanto la protesta tiene también una clara justificación. Para remediar las cosas y continuar con el proyecto llamaron a un intelectual de mucha fama y prestigio para que ponga las condiciones como mediador, de tal modo que el museo pueda construirse presentando una realidad objetiva.

Se le ha dado el pase al proyecto pero han permanecido las inquietudes. Muchos dicen que recordar la guerra del terrorismo es más bien dividir a los peruanos y volver a incentivar los odios. Los organizadores piensan que el museo de la memoria servirá para que no vuelvan a ocurrir esas atrocidades.

La memoria de cada uno

No vamos a entrar en esta página a opinar si conviene o no un museo a la memoria, lo que queremos es aprovechar la coyuntura para resaltar un tema que nos parece mucho más importante: la memoria de cada persona.

Sin llegar tener Alzheimer ni lesiones cerebrales, muchas personas han olvidado los criterios fundamentales para poder vivir con paz y armonía y poder contribuir así al progreso del país y de todo el mundo.


La verdades que no se deben olvidar

Un autosacramental de Calderón de la Barca “El gran teatro del mundo” dice en uno de sus estribillos: “haz bien tu papel que hay Dios”. Hoy muchos han olvidado que Dios existe y que actúa en el mundo. Viven como si Dios no existiera y como si no hubiera dicho nada.

Han olvidado las enseñanzas más elementales de la Iglesia, que nos recuerda el legado que nos dejó Cristo para poder llegar a la meta que es el Reino de los Cielos.

La Iglesia siempre predica la Pasión y nos hace ver que los padecimientos de Cristo son por nuestros pecados. Él muere en la Cruz por nosotros. Los recuerdos de la Pasión no están en un museo de la memoria, están en la liturgia viva de la Iglesia, en las Sagradas Escrituras y en tantas manifestaciones de fe de los seres humanos que viven la Tradición del Via Crucis.

Cada uno de nosotros es responsable de recordar esos hechos, para que no se repitan nuestros pecados porque son una ofensa a Dios y para pedir perdón por los que hemos cometido. La Iglesia nos invita a ir a nuestra memoria en el examen de conciencia y recordar los hechos que nos hacen culpables y nos hacen ver que tenemos deuda y la debemos pagar.

También nos recuerda la Iglesia que el Señor nos está esperando con los brazos abiertos como esperó el Padre del Hijo Pródigo para que volvamos al redil y es un Padre amoroso que nos dará una gran fiesta porque está contento de nuestro retorno.

No podemos olvidar que el Señor nos está esperando. Y es el que más nos quiere.

Las Iglesias no son museos

A muchos les gustaría que los templos se convirtieran en museos para que sean visitados por turistas vestidos con shorts y mochilas. Que sean lugares para ver la arquitectura del edificio o los cuadros y esculturas antiguas.

El mismo Jesucristo entró en un templo para expulsar a los vendedores que habían convertido la casa de oración en un lugar de negocios.

La “modernidad” del mundo contemporáneo desearía que los templos fueran museos y que todos entraran dentro de la ley de la oferta y la demanda como una forma de vivir la justicia en el mundo. Para eso sería necesario, según ellos, expulsar al Señor del templo para luego expulsarlo del mundo y de la vida de cada persona. Les incomoda que Jesucristo se meta en sus vidas (El viene para rescatar a los hombres) y lo quieren expulsar como si fuera un intruso.

No podemos meter en el museo las enseñanzas de la Iglesia con toda la doctrina que nos legó nuestro Señor Jesucristo para que tengamos Vida en abundancia.

Dios presente y vivo en cada uno
No necesitamos un museo sino una campana que nos haga recordar, un despertador que nos levante para ver la realidad. Estamos bastante dormidos con nuestras limitaciones y así caemos en los laberintos que nos hacen sufrir y perder la memoria olvidando lo que debemos tener siempre presente.

Con la memoria recordamos los consejos que nos daban nuestros padres, las enseñanzas de nuestros abuelos, las clases de catecismo, las orientaciones de la Iglesia a través de los sacerdotes o de personas que se acercaban para aconsejarnos bien. Dios ha llegado a nosotros de alguna manera. Ahora nos toca responder reconociendo que Él ha venido para rescatarnos y por ese motivo muere en la Cruz.

Que la Semana Santa sea la oportunidad del reencuentro con Dios. Así podremos celebrar con alegría y agradecimiento la Pascua de Resurrección.

¡Felices Pascuas de Resurrección!

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martes, abril 07, 2009

A propósito de la Semana Santa
Impunidad, vindicación y perdón


Hoy está de moda apelar a la falta de impunidad, cuando, por diversas circunstancias, se deja de aplicar la ley por los delitos cometidos. Estamos tan acostumbrados a oír estas protestas, que nos parece que lo normal es reclamar la sanción, aunque se trate de un asunto insignificante. Creemos que tendrá éxito “rasgarse las vestiduras” y pedir el castigo correspondiente, sin mayores reflexiones.

Como sabemos, impunidad es la situación de falta de castigo en que queda un delito y su autor, cuando no ha recibido la sanción penal correspondiente. Si enfocamos bien el tema habría que advertir que pueden existir errores en los planteamientos:
  1. Cuando se reclama el castigo como venganza de la ofensa recibida.
  2. Cuando se maneja el tema de un modo político y se toma una decisión partidaria que podría ser injusta.
  3. Cuando la moda o circunstancias del momento presionan y eso determina la decisión.
Saber Corregir al que se equivoca
Cualquier persona con criterio moral rechaza la impunidad. No se pueden dejar las cosas mal hechas como si nada hubiera pasado. El que ama sabe corregir a tiempo. Ahora bien, la aplicación de las sanciones o castigos no solo depende de las leyes sino también de las personas. Una persona correcta, noble y de buen corazón, aplicará las sanciones de una manera distinta a una persona deteriorada internamente y con deseos de venganza.

Hay un viejo refrán que dice: Para los enemigos la ley y para los amigos la epiqueya” La “epiqueya” es la interpretación benigna de la ley. Cuando el corazón está ordenado se aplica la ley queriendo el bien de las personas, tanto del ofendido como del agresor. Entonces se castigará al agresor como un padre castiga a su hijo, por su propio bien y para que mejore. El castigo merecido y dado a tiempo puede ser también ejemplar. Así los demás aprenden que el mal hay que sancionarlo y no debe repetirse. La vindicación es un castigo al agresor para que todos, (incluido el ofendido) vean que debe corregirse la falta; también es un mecanismo para defender a la sociedad. En la formulación y aplicación de estos castigos no deben existir odios, ni venganzas. Son medidas para el bien de todos y especialmente del castigado.

En la nobleza de un corazón, que aplica la pena buscando justicia, está también la grandeza del perdón. Jesucristo es el gran maestro del perdón. El mismo nos pedía perdonar a todos. La disposición de perdonar es propia del que sabe amar.

Ser intransigentes con el error y comprensivos con las personas
El que tiene bien su corazón aplicará las sanciones con justicia y al mismo tiempo sabrá comprender y perdonar. Esta actitud no tiene nada que ver con la impunidad ni los favoritismos parcializados. Es la conducta del que sabe ser intransigente con el error y comprensivo con las personas. Un padre puede castigar a su hijo prohibiéndole salir, pero al ver su buena conducta o su arrepentimiento, tiene compasión de él y le levanta la pena.

No son pocas las veces en que las autoridades actúan perdonando a los culpables y sin miedo a las críticas de quienes ven con malos ojos el perdón. El que sabe perdonar demuestra una gran calidad de vida.


En este tema, como en muchos otros, la educación juega un papel importante. Se debe orientar al culpable hacia el arrepentimiento y al agredido pedirle que sepa perdonar, aunque eso no quita que se pueda aplicar la sanción correspondiente.

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viernes, abril 03, 2009


Vale la pena amar a los demás
LOS PECADOS DE LA TOLERANCIA

Parecía que la Tolerancia iba a marcar una etapa de mejoría en las relaciones humanas desde los inicios de este tercer milenio. Quienes abogaban por ella querían una sociedad más abierta y menos estresante, donde todos pudieran encontrar un espacio de libertad, sin presiones y sin mayores obligaciones.

Esta mentalidad que se fue formando, se alejaba cada día más de lo formal, y adoptaba modos de ser desinhibidos y ligeros, de conductas atrevidas y desaliñadas. Parece que el hombre en vez de ser más comprensivo con los demás, estaba reclamando una sociedad más tolerante para sus propios caprichos o estilos de vida personales. Exigiéndo un espacio más amplio para sus proyectos individuales y logros futuros.

Ahora nos encontramos con una sociedad “tolerante” que multiplica sus protestas reclamando más tolerancia y le da carta aprobación al tolerante de marras para que muestre con sus actitudes, un respeto por los demás que sólo puede ser de corto alcance y muchas veces artificial: “me parece bien lo que hagan los demás, pero déjenme a mi tranquilo, no se metan conmigo” No es tolerante, es permisivo y a la vez indiferente: Permite todo pero no le importa nada. "Yo vivo mi vida y los demás que vivan la suya...," “...que cada palo que aguante su vela”


Tolerancia en el hogar


Las cosas se complican en la relación de los padres con los hijos y de los maestros con los alumnos.

Los padres que son tolerantes con los hijos y les permiten todo, son los que más sufren luego, en carne propia, las consecuencias de ese modo errado de proceder. Lamentablemente ha aumentado en el mundo la inestabilidad familiar. En esta época de la Tolerancia ha crecido significativamente el número de separaciones y divorcios.

Cuando en la casa faltan los padres para corregir a los hijos, éstos crecen inseguros o con una falsa seguridad. Se les puede ver en los primeros años de su vida sueltos y atrevidos, por el ambiente de tolerancia que tienen en su propia casa, pero luego, cuando entran el la adolescencia suelen presentar conductas conflictivas y difíciles de revertir.

Todavía existen padres que piensan que los hijos resultan más conflictivos cuando hay falta de tolerancia y que las personalidades heridas son consecuencia de las presiones u obligaciones de unos padres o maestros intolerantes. En algunos casos es verdad, cuando falta la comprensión y el amor en el hogar y falta que los profesores sean verdaderos maestros en los colegios.

Pero el problema que está agravando la situación actual de los jóvenes es consecuencia de la permisividad. La balanza se ha inclinado para el otro lado.

La Tolerancia lleva a que los padres “confíen” en que sus hijos “libres” de presiones, saldrán adelante sin complejos ni temores.



La tolerancia en la escuela


Todavía, en algunos ambientes, los padres reclaman más tolerancia con sus hijos en los colegios.
Temen que el colegio sea severo y exigente con la disciplina y la conducta. Sueñan con la utopía de un colegio ideal basado en la tolerancia y en la inclusión, (conceptos que se han puesto de moda aunque la mayoría no sepan sus alcances y limitaciones).

Tal como están enfocados en la actualidad, ambos conceptos están más cerca de la política que de la educación. Muchos se han creído el “cuento” de que la tolerancia depende de campañas, o de avisos publicitarios que la reclaman.

Todos hemos sido alumnos de algún colegio y sabemos bien que los niños y adolescentes son crueles con los demás si no se les forma en las virtudes y para formarlos bien, los márgenes de tolerancia deben ser más cortos.

Si la sociedad reclama para el Transporte público: “Tolerancia cero” No es posible que en los colegios los profesores estén con miedo de intervenir en los alumnos para exigirles una disciplina.

Muchos padres de familia y colegios son los responsables del descalabro de muchos jóvenes que no fueron exigidos para adquirir una disciplina de vida por la utópica idea de pensar en las bondades de una tolerancia, que no llega ni siquiera a los límites de una buena comprensión con los adolescentes.

El amor es mucho más grande que la tolerancia


La persona que ama no deja pasar una mala conducta o una mala acción en la persona amada. Le puede doler corregir pero termina haciéndolo. Los padres que quieren a sus hijos les aconsejan y advierten constantemente. Están al tanto, no se descuidan, dedican tiempo y no se cansan, porque tienen amor. Lo mismo sucede con los buenos educadores, saben meterse en la vida del alumno con una delicadeza y una finura que es propia del amor que tienen.

Cuando hay amor, se dice y se transmite la verdad, con la prudencia necesaria y el don de la oportunidad. La vida tiene muchas etapas. No es lo mismo un niño de 9 años que un adolescente de 15 o uno de 23. Los padres y maestros sabrán qué es lo que tienen que transmitir y enseñar de acuerdo a la edad de las personas.

Es necesario cultivar el amor para que crezca y no nos quedemos en la tolerancia, que es solo el primer escalón.

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