martes, junio 30, 2009

Extranjeros y Nativos (en el año del sacerdocio)
¿EVANGELIZACIÓN O CONQUISTA?

Laureles a los evangelizadores extranjeros
En el pasado histórico del continente americano encontramos las grandes gestas de los conquistadores y evangelizadores que vinieron del extranjero para difundir en los territorios del nuevo continente la civilización europea.

Andaban juntas la cultura y la religión en las cabezas y en las costumbres de los reyes, los políticos, los conquistadores y los evangelizadores. Era un proyecto divino y humano que enrolaba a todos con unas metas muy precisas: difundir el cristianismo y la cultura europea, (que era emblemática y avanzada), frente a lo que podían presentar los nativos que eran analfabetos, ignorantes y atrasados.

Los nativos tendrían que someterse a las enseñanzas de conquistadores y evangelizadores, si querían desarrollarse y modernizarse con la cultura extranjera y luego salvar su alma con la doctrina católica. Era lo que había que hacer para salir del atraso y rebelarse no tenía sentido. Si se hubiera levantado un “político” nativo para solventar a las masas e impedir la conquista y la evangelización, es probable que no hubiera surgido la civilización que tenemos ahora, que puede lograr los niveles de las civilizaciones más avanzadas.

Los siglos fueron pasando con la culturización y evangelización de los nativos. La sociedad que surgió fue consecuencia de este proceso de cambio y transformación. Los conquistadores tuvieron la ventaja que le otorgaban los evangelizadores. Fueron estos últimos los que pusieron el acento en la defensa de los derechos humanos, tratando a los nativos sin sentimientos xenofóbicos y evitando los abusos que pudieran cometer algunos colonizadores, con más hambre de conquista que de evangelización. Pero fueron los evangelizadores los que apuntaron a la cultura y al progreso de los nativos y no a su demora o retroceso.

En esta culturización la Iglesia tuvo un papel relevante que no pudo ser asumido por ninguna otra institución. El acuerdo de los Reyes con la Iglesia favoreció el enorme desplazamiento de los contingentes y los recursos que fueron necesarios para el desarrollo y la expansión.

Como en toda obra donde intervienen seres humanos están los buenos y los malos. Los que abusan de su condición y quieren sacar beneficios propios y los que son honrados y quieren de verdad servir a las personas. En el balance final los resultados fueron positivos y cada país reconoció, con agradecimiento, las gestas heroicas de muchas personas generosas que dieron su vida por causas nobles.

La evangelización en la actualidad
El tiempo sigue pasando. Ahora la palabra conquista suele tener un matiz peyorativo, suena a saqueo, robo, apropiación y la palabra evangelización parece que fuera exclusiva del proyecto proselitista de una agrupación religiosa y no un proyecto mundial para todos los hombres, mucho menos un proyecto en el que intervenga un estado.

Sin embargo siguen existiendo las conquistas a través de los sistemas económicos en algunos países del mundo y en otros persisten las guerras con apropiaciones ilícitas y también abusivas, donde gana siempre el que es más fuerte.

Le evangelización continúa como tarea ancestral de la Iglesia que nunca bajó la fe y la esperanza para transmitir la verdad que le dejó en depósito Nuestro Señor Jesucristo con el mandato imperativo de extenderla por todo el mundo.

Los evangelizadores de antaño se prepararon para tan gran misión. La gran mayoría eran piadosos y generosos, hombres dispuestos a dar la vida por el bien de los demás. Respondían a los ideales que el mismo Jesucristo les había puesto invitándolos a vivir con verdadera entrega y sacrificio al servicio de los demás. Hoy estamos agradecidos de esos hombres que lucharon por ser santos.

La preparación que necesita el que quiere evangelizar otras culturas
En este año del sacerdocio podemos enseñar muchas vidas heroicas y ejemplares de miles que supieron servir a la Iglesia y al mundo para que los hombres vayan por los caminos correctos.

Hoy también los evangelizadores se preparan para la gran misión que deben realizar en las civilizaciones actuales. Ellos miran el ejemplo de sus antepasados y ven con agradecimiento los logros alcanzados.

El que llega a tierras distintas (el extranjero), con la misión de evangelizar, no debe ser un “conquistador” que busca para él una realización personal, tampoco un “líder” que se coloca en un status superior y trata con aires de suficiencia a los que evangeliza, no debe ser tampoco un “aventurero” que viene con su mochila a “instalarse” en una sociedad distinta a la suya y cree que ya es igual a los demás.

Un sacerdote extranjero que llegó a la sierra del Perú contaba que se dio cuenta del influjo de su misión cuando le oyó decir a un joven nativo: “Padrecito, usted es distinto a todos nosotros” Hasta que no escuchó esa frase pensaba que ya se había peruanizado por los esfuerzos que había hecho para llegar a la gente. Cuando escuchó la frase tuvo un primer momento de desánimo pero luego llegó el descubrimiento: para amar bien a la gente, hay que ser como se es.

No es necesario hacer esfuerzos para parecer de otra manera. El amor está cuando se saben amar las diferencias. El no ser como los otros no debe significar ningún status, ni de superioridad, ni de inferioridad.

Los evangelizadores que han sabido entender las diferencias son los que han podido evangelizar. Son además los que entienden la inculturación en el sentido correcto. El amor a la Iglesia Universal es compatible con el amor a la Iglesia local. El que puede querer más a los pobres es el que quiere también a los ricos y viceversa. En los sesgos no está el amor correcto.

Los que son evangelizados tienen que apuntar a lo mismo. Es igual que sea peruano o extranjero. La evangelización es compatible con la nacionalidad del evangelizador. El amor del evangelizador a su patria y los rasgos que posee de ella no impide la evangelización en otro país. Al que es evangelizado y recibe el amor de Dios le gusta que su evangelizador sea auténtico, con sus rasgos propios y los de su país.

Lo único que se le pide al evangelizador es que actúe con tino para darse cuenta que algunas personas pueden tener prejuicios nacionalistas (alergias a determinada nación por rivalidades históricas u otros motivos). También esos asuntos se superan con la misma evangelización.

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jueves, junio 25, 2009

La vida de piedad
EL REMEDIO DE LOS REMEDIOS

Así llamaba San Josemaría al poder curativo de la auténtica vida de piedad que recomendaba a todos.

Este 26 de Junio del 2009 se cumple el 34 Aniversario de su partida. El recuerdo de su vida y sus palabras han llegado a los lugares más lejanos de la tierra y la extensión de su devoción sigue creciendo por todo el mundo.

El fue en su vida el ejemplo de una auténtica persona piadosa que curó muchos males con su amor a Dios.

Cura los males y las heridas (la piedad verdadera)
Hoy, más que nunca, se necesita para los cristianos el remedio de los remedios que sirve para combatir los males de la época y evitar las heridas y las secuelas de los conflictos provocados por los sembradores impuros del odio, (Camino, n. 1).

La auténtica vida de piedad es una verdadera coraza. Es importante subrayar bien la autenticidad de la piedad (que sea propia y que sea verdadera piedad). Es la única manera de combatir el mal y sembrar el bien, “Enciende los caminos de la tierra con el fuego de Cristo que llevas en el corazón” (Camino, n. 1).

Caricaturas de la piedad (falsa piedad)
El mundo de la piratería también ha entrado en los campos de la espiritualidad tratando de dibujar una piedad que parece real pero es ficticia, quedándose solo en unas “formas” o procedimientos que no están respaldados por la autenticidad del amor. Parece, pero no es. Serían solo manifestaciones externas aisladas a manera de cumplido, hechas para quedar bien.

El pietismo presenta hoy diversas “formas” que van desde intentos poco serios, (con pocas virtudes humanas y excesos de sentimentalismo), hasta actitudes de cinismo, o fariseísmo que son pura hipocresía.

La ignorancia religiosa y el deseo de buscar “el poder” de lo sobrenatural se juntan en personas temerosas que viven dentro de un sincretismo de credulidades mágicas y supersticiosas, tratando de resolver situaciones difíciles.

Un rasgo característico del pietismo es el sentimentalismo: piedad poco natural y exagerada, manifestaciones pueriles con frases esteriotipadas, huachafería en las maneras de expresarse, de vestir o de colocar las cosas, querer llamar la atención con gestos “píos”. Estas manifestaciones, sin virtudes humanas, pueden reflejar mediocridad y ocasionar rechazos.

Cuenta, un famoso escritor de la literatura peruana, con una acentuada ironía y un poco de sarcasmo, la leyenda de una “beata” limeña que estaba buscando novio para su hija y le rezaba todos los días a San Cristóbal la siguiente oración: “San Cristobalito, manitas, patitas, carita de rosa, dame un novio para mi niña que la tengo moza” Así se pasaba rezando todos los días, hasta que el Santo le consiguió el novio y su hija se pudo casar. Pero resulta que el marido no le salió bien y abandonó a su esposa. La mamá, con un gran sentimiento de protesta, le fue a reclamar a San Cristóbal diciéndole: “San Cristobalón, manazas, patazas, cara de cuerno, como tienes la cara me diste el yerno”

Es un ensayo literario que refleja el fuerte sentimentalismo de la madre en su interesada devoción. Pedirle al santo un beneficio y luego pelearse con él porque no le sale como quería es puro sentimentalismo. La auténtica devoción a los santos lleva implícita la identificación con Cristo, (que todos los santos buscaron). Se consigue con la verdadera piedad (el amor a Dios). No es una amistad interesada por un beneficio que se desea recibir.

Las rigideces de una piedad formal
Cuando no existe una piedad suficiente se puede caer en el formalismo y en la rigidez. Si no se corrige a tiempo una situación así, tratando de aumentar la piedad, no se llegaría a la estética, elegancia y armonía que exige una piedad verdadera, y las “formas” que se conserven podrían ser vistas como manías, que producen rechazos.

Cuando no se tiene o se pierde totalmente la piedad la persona suele ser ligera, burlona, iónica, hiriente, atrevida, chacotera, cuentista, burda, grosera, mentirosa, exagerada, grotesca, medrosa, melosa, indiferente, “diplomática”, hipócrita.


Características de la verdadera piedad
La auténtica piedad es la sinceridad de un corazón que ama con orden y trasciende hacia fuera con la belleza de unas virtudes. Hay un comportamiento sencillo y discreto, sin manifestaciones esteriotipadas o infladas. Es un comportamiento natural y bello, por su sencillez.

El piadoso se siente querido por Dios y está feliz. Goza de la protección de la paternidad divina que se refleja en la virtud de la serenidad. No es una persona nerviosa ni angustiada. El don de fortaleza, que está unido al de piedad, consigue en la persona una estabilidad de ánimo, que es un dominio de sí misma.

La persona piadosa tiene un gran respeto y veneración por los santos y por las personas buenas. Es tan grande esa veneración que ve muchas cosas buenas en los demás. Tiene muchos motivos para apreciar a la gente, con verdadero cariño. Recibe como correspondencia el afecto de los demás. Suele ser una persona querida en diversos lugares. Sabe también recibir con paciencia las incomprensiones y adversidades de los demás, sin caer en la ira o en la desesperación.

Hoy, muchas personas piadosas en el mundo, veneran a San Josemaría Escrivá, un sacerdote santo y piadoso que le pedía al Señor 7 años de vida de infancia, para tratarlo como un hijo pequeño que confía totalmente en su Padre y vive en constante agradecimiento.

El alma que se abandona a la acción del don de Piedad, sólo ve en Dios un Padre amoroso que le quiere con toda el alma. Consigue que se desarrolle en su interioridad la caridad perfecta, para tratar con delicadeza y finura a Dios y al prójimo. El corazón de la persona piadosa se desborda siempre de agradecimiento.

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sábado, junio 20, 2009

Un problema de comunicación y educación
CONOCER A LA GENTE
(conocer para amar y amar para conocer)

Los días de tensión vividos, por las tomas de carreteras, las muertes de policías e indígenas, las discusiones subidas de tono de los parlamentarios, las exageraciones mediáticas y la indignación de la mayoría, tienen su origen en una falta de comunicación habitual que impide conocer bien a la gente.

Al hombre no le interesa comunicarse si no tiene interés por conocer a la gente. El que no tiene interés por conocer a la gente vive como un egoísta encerrado en su mundo individual. Si la sociedad está llena de egoístas podremos concluir que muy poco se sabe de los demás.

Es posible vivir sin conocer a la gente (los lejanos y los que están cerca). Esta falta de conocimiento es la causa de los problemas entre los seres humanos. Al no conocer a la gente se comenten injusticias por omisiones o imposiciones. Los olvidos y las indiferencias pueden ser más duros que las intromisiones atrevidas que causan dolor.

El olvido de los que debemos amar
Muchos con dolor se quejan porque quienes deberían conocerlos no los conocen. Ser dejados de lado u olvidados puede ser más duro que un insulto. Que difícil resulta querer hacer algo por alguien cuando no se le conoce y peor si no se le quiere conocer. No basta la buena voluntad de un proyecto ideal para la gente, (aunque sean de la misma familia). Lo que a uno le parece no es siempre lo mejor.

Este tipo de ignorancia, - no conocer a la gente por falta de amor- origina actitudes ambiguas que van desde una falsa tranquilidad del que cree que no tiene nada que ver con el prójimo que no es del entorno elegido por él, al temor de pensar que lo puede perder todo por la agresividad creciente de personas lejanas a su círculo de allegados.

La primera reacción para arreglar lo que se descuidó toda la vida suele ser una medida apurada para que no se diga (preocupación por la imagen y no por las personas) o una suerte de propaganda que señala un esfuerzo que se está haciendo, con la utilización de recursos de última generación, para resolver los problemas actuales, o quedarse en unos pocos gestos, hechos desde la orilla (sin mojarse bien).

Gastar millones en un familiar para tenerlo en una buena clínica, por la gravedad de su enfermedad, no cura la falta de cariño y de cuidado que no recibió durante su vida. Aunque sean necesarios esos gastos y se hagan, si no se ponen los medios para que exista una verdadera reconciliación, el mal de esas omisiones continuará.

Diferencias inaceptables
A nivel social, no basta conseguir quitar el hambre y el frío de los más pobres. Las metas deben ser el conocimiento de las personas para amarlas y la reconciliación de los que están divididos. Superar las franjas o brechas que dividen. El problema radica en lo que origina la falta de conocimiento de las personas y por consiguiente la ausencia de amor. Este problema de incomunicación es un problema de educación.

La ausencia de amor produce unas diferencias inaceptables. La ceguera e insensibilidad del que se llena de lujos frente al que no tiene un pan para llevarse a la boca, o creer que las diferencias sociales se solucionan con programas benéficos y con dádivas al estilo de los fariseos que el Señor censura en los Evangelios porque “dan de lo que les sobra” y no son como la viuda pobre que “daba de lo que le faltaba para su propio sustento”

Es necesario conocer a la gente (no para defendernos) para poder amarlos y amarlos para poder conocerlos. Para valorar esas otras diferencias que sí son aceptables (modos de ser, gustos, opiniones).

Dar sin escatimar de acuerdo a la realidad
Cuando se ama de verdad uno no se contenta dando de lo que sobra. La exigencia de la generosidad es distinta y mucho más grande, implica dejar cosas y no temer a las posibles renuncias que puedan venir por esas manifestaciones reales de desprendimiento que son consecuencia del conocimiento de la realidad de las personas.

En el hombre se dan al mismo tiempo el conocimiento y el amor. Ambos crecen y se hacen crecer mutuamente. La verdad y el bien son las reglas para que el crecimiento sea correcto. No hay crecimiento real sin el amo0r al prójimo.

Los seres humanos, con nuestras limitaciones, fabricamos distintos tipos de distancias para guardar nuestra manera de ver la vida. Queremos fabricar un mundo como nos gusta y pretendemos que los demás nos pongan buena nota. Con ese modo de proceder es fácil quedarse en la superficialidad y no ver la realidad.

En los libros del colegio nos enseñaron las guerras y las conquistas, las gestas de nuestros héroes y su entrega por la Patria, pero no nos enseñaron cómo son las personas, cuáles eran sus ideales, sus situaciones; si los esquemas de esas vidas concordaban con la realidad, si sus metas eran para un verdadero desarrollo.

Formar y corregir con la educación
Hoy se pretende corregir con el diálogo lo que no se consiguió con la educación. Es un camino costoso y duro. Los diálogos que surgen después de las peleas o de la incomunicación suelen ser tensos y se hacen desde posturas cerradas donde reina la desconfianza. No es un diálogo de hermanos que se quieren y se conocen. Se hacen treguas que mantienen una “paz” cogida con hilos y bastante artificial.

La verdadera comunicación entre las personas no debe quedarse en la superficialidad de un diálogo de esa naturaleza. Es necesario que funcione la educación: que los padres enseñen a sus hijos y que los hijos aprendan de sus padres en una relación de amor. Que los maestros enseñen a sus alumnos el amor y la comprensión que deben tener con el prójimo.

Cuando los conflictos suben de tono se suele llamar a la Iglesia para que apacigüe los ánimos. A la Iglesia hay que buscarla antes de los incendios. No se trata de separar a los que se están peleándose para que no se hagan daño, se trata de unir a las personas para que se quieran más entre ellas.

La Iglesia predica la necesidad de los sacramentos para conseguir la comunicación, la unidad y el amor entre los seres humanos. Es cuestión de fe.

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lunes, junio 15, 2009

¿Es posible evitar la acepción de personas?
ENEMISTADES HOGAREÑAS


No es poco corriente encontrar personas que están peleadas con sus propios parientes y no se dirigen la palabra. En algunos casos las situaciones se han congelado y se acostumbran a vivir así durante toda la vida.

Existen cuadros dramáticos donde basta un pequeño desarreglo para que se arme un conflicto tremendo, con escenas de violencia que reflejan odio y resentimiento. En muchos casos la ansiada tranquilidad está cogida con hilos y todos viven en tensión pensando que la pueden perder en cualquier momento.

Los hogares donde reina la indiferencia y el desinterés entre los miembros de la misma familia suelen ser ambientes fríos y descuidados. Son duros y toscos para tratarse, y para no pelearse prefieren ignorarse y vivir encerrados en sus cuartos escuchando música o absorbidos por una computadora o un televisor sin que nadie les moleste. Cuando viene la visita cambian fingiendo una serenidad y amabilidad que no tienen.

Errores en el trato familiar
Todas estas situaciones han tenido un origen y un desarrollo previo. No se presentan de un modo automático. Son descuidos habituales que vienen de atrás y fuertes egoísmos que no se curaron en su momento.

En la novela rusa “Los hermanos Karamazov” el médico, que es un personaje importante, confiesa que él se volvía enemigo de la gente al tenerla cerca y decía que podría cobrarle aborrecimiento a la persona más buena, solo porque se metía el dedo en la nariz. Cuando falta amor empiezan a caer mal las personas que viven cerca y con mucha facilidad se podrían originar peleas tontas por nimiedades.

El amor hay que cultivarlo como se cultiva el jardín. Se cosecha lo que se siembra. Si se siembra amor, se cosecha amor y si se siembra indiferencia, se cosecha indiferencia. El que no se ha esmerado en sembrar amor tendrá problemas
con los demás.

Control de calidad
Cada persona debe verificar la calidad de su amor y buscar que exista en su interioridad un auténtico aprecio por las personas que debe querer. Cuando falta el aprecio real se tiende a cubrir esa limitación con cumplidos o manifestaciones diplomáticas de un afecto maquillado con consideraciones falsas.

Esas manifestaciones, que salen casi automáticas (“apuradas” y espontáneas), son como un mecanismo de defensa para quedar bien y poder pasar la página en ese momento. El que las recibe puede impresionarse la primera vez, sin embargo en poco tiempo, descubrirá la artificialidad de esa conducta y empezará a poner distancia.

Es normal que existan entre los seres humanos simpatías y antipatías. Hay personas que nos caen mejor que otras o que pensamos que son mejores porque nos fijamos en unas cualidades que nos gustan. Tendemos a decir, con nuestra subjetividad, que nuestra apreciación es objetiva. Así es de pobretona la sandez humana.

Con nuestros modos distintos de ser surgen también apreciaciones distintas de la misma realidad. Las cosas no se ven ni se sienten de la misma manera, hay variedad de matices. Podemos conocer nuestros mundos internos pero qué difícil es conocer los de los demás. Cada persona tiene sus enfoques, sus modos de sentir y sus reacciones; cada uno tiene sus “cadaunadas” (San Josemaría Escrivá).

Solo el amor hará que nos aproximemos bien a esas diferencias para apreciarlas en los demás, sin pretender manipular en la interioridad de las personas. Se debe querer a los demás como son y no como queremos que sean. Gran parte de los problemas de mala comunicación con el prójimo parten del querer que sean como queremos que sean.

Descubrir que son distintos
Descubrir que son distintos y alegrarnos en un gran paso en la madurez del trato con los demás. Este descubrimiento no nos aleja sino al contrario nos acerca más. No es una tolerancia, es amor. Este amor lleva a una comunicación fluida y armoniosa, mucho más fuerte que la que tienen dos personas que se tienen simpatía porque se parecen entre ellos, o tienen los mismos enfoques.

Cuando hay amor auténtico el proceso de los distintos enfoques o modos de ver las cosas le dan a la relación una solidez de más categoría con una extensión de mucho más alcance. “El bien de por sí es difusivo” Hay mucha más riqueza en la variedad que en la uniformidad.

En las relaciones conyugales los esposos no tienen que esforzarse en ser iguales o parecidos, deben entenderse bien en la diversidad y alegrarse de las diferencias. Deben también manifestar sus diferencias (sin discutir) con sinceridad. No sería correcto, por ejemplo, minimizar una afición para no contristar. La otra parte debe conocer la realidad y la intensidad de las aficiones, gustos y opiniones del otro. Ocultarlo sería mentir. Esta actitud sincera es compatible con no ir al lugar de la afición, para ir al lugar de la afición de la persona amada. Así se teje el amor.

Inclusión de todos
Dentro de los ámbitos familiares existen personas que quieren ocupar un espacio más grande, tienen un afán protagónico y no dejan que otros puedan intervenir. También hay algunos son muy gratos y amables en el trato personal de tú a tú, pero cuando llegan más personas, cambian de actitud y se vuelven más duros y hasta hirientes. Lo hacen sin darse cuenta y empobrecen el ambiente.

En los grupos humanos se dan, cuando se juntan, una multiplicidad de relaciones con “idioma propio” donde se conjugan sentimientos, gustos, enfoques, disgustos, enfados, ironías, uniones y distancias, simpatías y antipatías. Toda una amalgama variopinta y colorida de manifestaciones humanas que solo el amor auténtico de cada uno puede orientarlas hacia la excelencia.

La excelencia más grande es la humildad de la persona sencilla que sabe reconocer y valorar los tesoros que siempre se encuentran en los demás.

Hay grupos (familias, amigos) muy bien logrados, que son edificantes y ejemplares porque se aprecia el cariño que se tienen y lo unidos que están. Son motivos de alegría y de acción de gracias. Lamentablemente también hay grupos detestables, que al verlos dan pena o causan indignación.

La diferencia está en el cultivo del amor. Un procedimiento que exige el esfuerzo de cada uno para poder participar en la comunión armoniosa de los familiares y amigos, sin dejar nunca de lado a nadie. La inclusión de todos en nuestro corazón debe ser real y es lo que hay que buscar cada día.

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lunes, junio 08, 2009

El costo de la demora
EDUCAR O MORIR

Se muere como se vive. Las muertes que más pena dan son las de las vidas desprotegidas y abandonadas. El hombre no necesita armas para combatir sino el cariño de los que le deben amar. No faltan armas, falta amor. No es solo falta de dinero, es fundamentalmente falta de educación. Podemos decir que estamos mejor económicamente, pero no podemos decir que estamos mejor en el amor.

Salimos bien de cualquier crisis solo con la educación. Educar es amar y amar es educar sin parar. Amar a todos es educar a todos sin descuidar a ninguno. Amar a todos es el deber de cada uno. El que se siente dispensado de amar a alguien está equivocado. Cualquier persona es siempre objeto de amor y por lo tanto el ser humano es fundamentalmente educable. Es inseparable la educación del amor. Se ama educando con la verdad.

Si al hombre se le educa no se le deja ser bestia pero si no se le educa puede ser peor que una bestia. Las bestialidades del hombre son consecuencia de la falta de educación o de una educación equivocada. Es equivocada la educación cuando no se tiene amor y no se consigue amar, ni enseñar lo importante que es amar. El que ama no se olvida. Los olvidos y descuidos son falta de amor y falta de educación.

La educación no es un cumplido (un “saludo” a la bandera)
Es necesario hablar continuamente de educación y darle prioridad a las tareas educativas. La educación no debe ser superficial hay que ir al fondo, a los cimientos del ser humano, para que pueda edificarse una vida con virtudes que cumpla compromisos de amor sin egoísmos.

Muchos padres de familia y educadores se han olvidado de educar con la ciencia de la verdad y del amor. Hay excesos de permisividad y descuidos increíbles.

En muchos lugares la educación se ha convertido en un negocio para lucrar y en una formalidad para engañar. Los resultados están a la vista: ignorancia, ausencia de virtudes, crisis, corrupción, delincuencia, barbarie, peleas, odios, guerras, conflictos laborales, conflictos sociales, muertes.

El deber de querer a todos
La ciencia del amor debe ser aprendida por todos, es una ciencia universal. El que sabe amar no admite acepción de personas en ninguno de los ámbitos (familiar, laboral o social). El que sabe amar no se siente ajeno a las necesidades de los demás. El que se siente ajeno y piensa que no le toca, no ha madurado todavía en el amor. Urge que las personas maduren pronto en esta ciencia tan importante, para que exista armonía en la sociedad.

Con la educación tenemos que dar solución a las guerras internas en los hogares para que los familiares se entiendan mejor amándose más entre ellos, para que en las empresas los trabajadores no se encuentren enfrentados creándose brechas por los olvidos, abandonos, injusticias o malos tratos, que son consecuencia de los egoísmos personales o sociales, (ideología y política).

La educación debe terminar con las “barras bravas” que son un signo de incultura y empobrecimiento humano, así como con el pandillaje juvenil que es sinónimo de delincuencia y otras manifestaciones de agresividad que son un maltrato constante al ser humano, que necesita ser amado, no sólo por su familia, sino también por los demás ciudadanos que viven a su lado.

La ansiada civilización del amor añorada por el queridísimo Papa Juan Pablo II no es una utopía. Basta que nos empeñemos en aprender más de la ciencia del amor y cerremos filas en esta tarea, que es tarea de todos, sin excepción.

La responsabilidad del liderazgo de la violencia
Hoy el mundo llora a los muertos que no debieron morir como murieron. Las sociedades se llenan de muertes absurdas que son consecuencia de la falta de amor y de concordia entre los seres humanos. Mueren muchos inocentes, personas que nada tienen que ver con la violencia, descuidados y olvidados en la vida y desprotegidos de los embates del odio.

La Iglesia recuerda todos los años la matanza de los Santos Inocentes. Aquellos niños que murieron degollados por los soldados del veleidoso Herodes, que para matar a Jesús, que le hacía sombra a su reinado, mandó matar a todos los niños de Belén. Este cuadro se repite en muchos escenarios del mundo. Unos que mandan matar y otros que obedecen.

Se puede mandar matar de un modo directo o también indirecto: poniendo a otros en peligro para que no tengan más remedio que defenderse matando, calentándoles la cabeza para que lleguen a situaciones extremas de mucha tensión donde puede resultar fácil matar, echando leña desde lejos, a una situación conflictiva para sacar una ventaja política. En los ámbitos familiares también sucede: enfrentar a dos para que se eliminen entre ellos y así sacar ventaja. Aumentan en el mundo las víctimas, que no quisieron matar y mucho menos morir pero fueron azuzados por otros (que pasan ocultos en el anonimato) para terminar, después del conflicto, en el cementerio o en la cárcel.

Educar para la paz
No educar es permitir matar o ser muerto de un modo absurdo e irracional. No educar es poner al hombre en los extremos peligrosos. No educar es un desamor muy grande que no debería darse en ninguno.

No se debe echar leña al fuego señalando enemigos armados que nos quieren hacer daño. Se debe señalar al ser humano como un amigo al que podemos ayudar, sea del país que sea. Es absurdo armarse más para enfrentarse. El hombre tiene una gran capacidad para ser educado y para aprender a querer con un amor ordenado. Este es el camino.

Apostemos por la educación y que ésta sea la principal actividad en nuestras sociedades. La educación no puede esperar, es urgente. Los retrasos y las demoras tienen un costo muy alto.

Educando con un corazón ordenado se pueden resolver todos los conflictos humanos que se presenten. Es la manera de poder vivir en paz, sin las angustias de la violencia.

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jueves, junio 04, 2009

Derecho Divino
LA INCLUSIÓN DE DIOS (en la vida de cada uno)

Últimamente en el mundo se organizan muchos eventos para impulsar la inclusión de las personas en los distintos grupos sociales. Se pone énfasis en el rechazo del racismo, (homofobia) y la tiranía, como errores del pasado que deben superarse, así como el machismo y el dogmatismo cultural; para dar paso a la igualdad de oportunidades, a la libertad de pensamiento y a la tolerancia con el prójimo.

Dentro de este contexto cultural de la modernidad se está cayendo en un error que podría traer consecuencias lamentables para muchos: la exclusión de Dios.

Al dueño del tiempo y al Señor de la historia se le quiere expulsar del mundo “como si fuera un intruso”(San Josemaría Escrivá). Se pide tolerancia para todos menos para Dios.

Algunos se irritan cuando se les habla de Dios, dan las espaldas y no quieren oír hablar de El. Son los que pueden haber caído en el pecado que no se perdona: el pecado contra el Espíritu Santo.

No basta la tolerancia
Dios exige que los hombres amen. Es lo que la Iglesia nos recuerda siempre, en todas las épocas: no dice “toleraos los unos a los otros” sino “amaos…”. El que se queda en la tolerancia se arriesga a no descubrir la grandeza de Dios y del hombre. Está como disminuido en su ser. Le falta algo muy importante para su propia felicidad.

El mismo Señor afirma contundentemente: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu fuerza, con toda tu mente y al prójimo como a ti mismo”

El que no ama a Dios, ni siquiera lo podrá tolerar, pasará al extremo de negarlo y rechazarlo. Incluso podría adquirir una fobia contra El que le convierte en enemigo. La causa es el pecado que no ha sido curado convenientemente. Es la malicia del ego, del amor propio que quiere aplastar a Dios porque lo considera molesto intereses o convicciones mezquinas. Es entonces cuando vuelve a repetirse la condena a Cristo: “¡crucifíquenlo!, ¡reo es de muerte!”


Los fariseos del siglo XXI
Los que se quedan en una tibia tolerancia son candidatos para caer en el nuevo fariseísmo de los tiempos actuales: cuidar la imagen, enseñando sólo lo que queremos que se vea. Muchos buscan acomodarse con la ley y no cumplirla con amor. Cuando el formalismo de la regla crece, el amor a Dios y a los demás disminuye.

El cumplir sin amor es una mentira que genera una desagradable hipocresía. Hoy, la hipocresía reinante, es el cáncer espiritual más grande de los tiempos actuales, donde campean sin salida las injusticias más sofisticadas, que están adornadas con muchos aparatos florales.



La Iglesia se dirige a los pecadores
Jesucristo y los que le siguen no se quedan en la tolerancia porque saben amar con un amor real.

Aman a los que se consideran enemigos, a los que atacan y no comprenden, a los que rechazan e insultan. Los buscan a ellos, aunque se resistan y no quieran, hasta que se den cuenta de su error, al sentirse cautivados por el amor.

El mal “se ahoga en abundancia de bien”. Los corazones limpios y llenos de amor ordenado son los que conquistan y convierten a los que están lejos por el pecado. Saulo de Tarso fue un perseguidor intolerante que se convirtió en el apóstol de las gentes.

Dios quiere “que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” . Esta es la voluntad de la Iglesia y no cesará de insistir en su misión apostólica, que es además un mandato de su Fundador, Nuestro Señor Jesucristo.

El Papa Benedicto XVI ha querido que este año sea dedicado a la memoria de Juan Bautista María de Vianney, el Santo Cura de Ars, al cumplirse 150 años de su fallecimiento. Recordar al Cura de Ars es poner el reflector sobre un confesor que dedicaba horas a confesar a los fieles que acudían a él de los sitios más lejanos.

La Iglesia en el siglo XXI sigue buscando a los pecadores para que se arrepientan de sus pecados. Pone su amor en ellos para que se den cuenta que la solución de todos sus problemas puede estar en hacer una buena confesión, llena de sinceridad y arrepentimiento.

La Iglesia quiere derrotar al pecado que es el mal más grande y el que impide la inclusión de Dios en la propia vida. Hoy más que nunca la sociedad está necesitada de Dios. A cada persona le corresponde ser responsable de llevar y cuidar a Dios en su propia vida. La Santísima Trinidad puede inhabitar en nuestra alma si vivimos en gracia de Dios. Si hemos perdido la gracia por el pecado la Iglesia nos pone cerca a los sacerdotes que nos pueden perdonar, en nombre de Cristo, en el sacramento de la Confesión.
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