jueves, junio 24, 2010

En el mundial de fútbol

TARJETA ROJA A DIOS


Dios fuera del Mundial ¿Cuáles son las verdaderas motivaciones para convertir los estadios en el nuevo escenario de exclusión religiosa?

Esta vez nada. No podrán santiguarse, ni elevar las manos al cielo. Tampoco podrán mostrar la camiseta que llevan bajo el uniforme. Ni católicos, ni musulmanes, ni hindúes… nada. La FIFA, todopoderosa, ha expulsado a Dios del Mundial.

Joseph Blatter, heredero de la multinacional que mueve más millones en el orbe, el jefe de la organización con más estados nacionales miembros, acaba de decretar “que cualquier manifestación religiosa debe quedar fuera del fútbol”.

La idea detrás de este “mundial laico” es simplemente “no incitar a la violencia”, tal como lo dio a conocer Andreas Herren, portavoz de la FIFA, pero ¿ha habido alguna vez un enfrentamiento en un estadio por un símbolo religioso?, ¿Cuáles son las verdaderas motivaciones para convertir los estadios en el nuevo escenario de exclusión religiosa?


La prohibición
En un contexto estrictamente deportivo, esta norma parece integrarse al paquete de la amonestación por “festejo desmedido”, que recibe quien celebra un gol quitándose la camisa, o subiéndose a las mallas. Pero como dice Javier Aguirre, del periódico argentino Página 12, “para organizadores de eventos costosísimos como un Mundial, la fe resulta una expresión aun más inquietante que la felicidad”.



Según cuentan diversos medios, la afrenta última que sufrió este organismo en este ámbito fue a manos de Brasil durante la última Copa Confederaciones. Los verde amarillos vencieron tres goles por dos a un inspirado Estados Unidos, luego de estar abajo todo el partido. Pero una vez que este finalizó, jugadores y miembros del cuerpo técnico formaron un círculo al centro de la cancha. Abrazados recitaron una oración de acción de gracias, gesto que provocó un disgusto enorme a Jim Stjerne Hansen, presidente de la Federación Danesa de Fútbol.


El funcionario consideró “inaceptable” el asunto y escribió una carta: “la expresión de fervor religioso de los brasileños duró demasiado tiempo… y provoca una confusión entre religión y deporte”.


Un acto parecido ocurrió en Yokohama, cuando Brasil conquistó su quinto título mundial en Corea-Japón 2002, y varios jugadores dieron mensajes religiosos con frases pintadas bajo su uniforme.


La FIFA tiene reglas muy particulares que gobiernan casi todas las cosas relativas al fútbol. Hasta hace poco, no prohibía los gestos de religiosidad, pero tiene sanciones para textos inscritos bajo la camiseta del uniforme sean políticas, personales o religiosas. Probablemente las camisetas con mensajes cristianos como “Amo a Dios” o “Pertenezco a Jesús” que mostraron los flamantes campeones al finalizar el cotejo, no ayudaron mucho en este tema.

Con la carta en la mano y en los medios muchos millones en juego, Blatter rápidamente acuerpó las declaraciones de Stjerne y envió una señal inequívoca al equipo brasileño con su severa advertencia. No en vano el escritor George Orwell alguna vez dijo que el fútbol era una guerra sin disparos; y aquí los disparos parece que van dirigidos al cielo.



Contradicciones
Tras la medida, numerosas voces se han levantado para gritar verdades un tanto incómodas para el ente futbolístico mundial. Sectores cristianos no católicos del Brasil han lanzado su pregunta de oro “¿Por qué hacer que se sancione mostrar la fe y, sin embargo, no se prohíba la publicidad de empresas que emplean mano de obra esclava?”.


Además, ¿cómo la FIFA permite que empresas que venden productos no exactamente “sanos y nutritivos” patrocinen el mayor espectáculo deportivo mundial?

Además, sería irresponsable decir que algo que siempre ha estado allí –las manifestaciones religiosas- sean las culpables de la violencia en este deporte.

“En nuestro tiempo, el fanatismo del fútbol ha invadido el lugar que estaba antes reservado solamente al fervor religioso, el ardor patriótico y a la pasión política” reza unas líneas de Eduardo Galeano de su famoso libro “Fútbol: a sol y sombra”.


Y este fervor se atiza con las banderas y las camisetas de los hinchas del otro equipo. Lo más sensato sería prohibir las insignias de pertenencia… al fin y al cabo son las que más provocan la ira de cierta gente.


Un mensaje publicado por medios de comunicación cristianos nombra estudios que “sugieren que la violencia en el fútbol es una reminiscencia del espíritu animal del hombre que aprovecha a exteriorizar sus inhibiciones, frustraciones y odios ocultos”.


En este sentido, se afirma, la camiseta del equipo favorito le da la motivación para defender una identidad grupal y una sensación de poder que estando solo como individuo no tendría. El anonimato entre la multitud le da al hombre la libertad de expresar todos sus bajos instintos”.



El estadio como “templo”

En su descripción del “Hincha” y del “Fanático”, Galeano, da unas pistas muy interesantes, según las cuales, “una vez por semana, el hincha huye de su casa y acude al estadio… al templo. En este espacio sagrado, la única religión que no tiene ateos exhibe a sus divinidades… y el hincha es muchos. Con miles de devotos comparte la certeza de que somos los mejores, todos los árbitros están vendidos y todos los rivales son tramposos… la sola existencia del hincha del otro club constituye una provocación inadmisible”.


Pero como la “moral” que mueve a este negocio es una sola –y como casi todas las demás, se llama dinero- y ésta autoriza el uso de cualquier cosa que compre la eficacia… no habrá nada que hacer. Al fin y al cabo todo el espectáculo se reduce a un producto.


Los jugadores de fútbol más famosos son productos que venden productos. En tiempo de Pelé, el jugador jugaba, y eso era todo… o casi todo. En tiempos de Maradona, ya en pleno auge de la televisión y de la publicidad masiva, las cosas había cambiado. Maradona cobró mucho, y mucho pagó: cobró con las piernas, pagó con el alma, concluye Galeano.


Carlos Sandoval, autor y estudioso de la sociología moderna no tiene reparo en señalar que “la religión sería un modo de colocar límites para que el éxito no desborde a los jugadores, la mayoría de ellos con 20 años o poco más”. Esto por cuanto, afirma, la mayoría de los jugadores de fútbol, provienen de estratos bajos de la sociedad, y el salto en su poder adquisitivo y el manejo de una “imagen” muchas veces los desubica de su propia realidad.


Tal vez si se forman hombres íntegros desde las bases, y estos funcionen como reflejo de una hinchada y un club con verdaderos valores, puedan hacer que el ritual de afirmación de la nacionalidad” realmente los una, más que dividirlos, pues esta práctica de buenas costumbres y mejores ejemplos interpelará a la audiencia y servirá como referente para ellos.



Atletas de Cristo

La fe y el deporte exigen sacrificios, sacrificios que por nosotros mismos es realmente difícil de llevar. Para eso necesitamos de la existencia de Dios, por medio de su Espíritu Santo… que sean la oración, los sacramentos y hasta la misma comunidad esas herramientas que nos han de fortalecer en los momentos más difíciles. Como cristianos estamos llamados a convertirnos en atletas de Cristo siendo fieles y valientes testigos de su Buena Nueva”, afirma el periodista y catequista Daniel Cáliz.


Y es que el modelo para el 40% de los jóvenes es el futbolista, así como para las chicas es la animadora de televisión. Hacen falta modelos creíbles que ayuden a construir personalidades globales. La visión religiosa da un sentido pleno a la vida”, subrayó en su momento el cardenal Tarcisio Bertone.

Sobre esa misma línea, el Padre Kevin Lixey, experto en deporte y religión, comentó a la agencia de noticias católicas Zenit, que “el fútbol es uno de los fenómenos que más pasiones despierta en el mundo, pero al mismo tiempo ayuda “a establecer relaciones fraternas entre los hombres de todas las clases, naciones y razas”, como dice el número 61 de la “Gaudium et Spes”.


Y recordó que en ocasión de la bendición del Estadio Olímpico de Roma, antes del Mundial de 1990, el Papa Juan Pablo II decía a los futbolistas: Os están mirando los deportistas de todo el mundo. ¡Sed conscientes de vuestra responsabilidad! No sólo el campeón en el estadio; también el hombre con toda su persona ha de convertirse en un modelo para millones de jóvenes que tienen necesidad de líderes y no de ídolos. Tienen necesidad de hombres que sepan comunicarles el gusto de lo arduo, el sentido de la disciplina, el valor de la honradez y la alegría del altruismo. Vuestro testimonio, coherente y generoso, puede impulsarles a afrontar los problemas de la vida con igual empeño y entusiasmo”.

Estas frases del Papa encierran un programa de vida para el futbolista y responden seguramente a uno de los grandes valores que representa el deporte en el mundo de hoy: ser un punto de referencia para la educación de las futuras generaciones.


Para finalizar, el teólogo Tomás Bolaño, nos recuerda algo que tal vez hemos olvidado “El Dios creador del Antiguo Testamento ha jugado desde la eternidad y hasta nuestros tiempos; sus actos lúdicos se expresan en el gozo de la creación y en la bendición de la criatura que tiene como compañera de juego. Su acto creador es el juego más grande que Dios ha tenido con el mundo; … “yo estaba junto a Él como aprendiz, yo era su alegría cotidiana, jugando todo el tiempo en su presencia, jugando con al esfera de la tierra y compartiendo mi alegría con los humanos” (Pro. 8, 30-31)”

Tomado de Zenit

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viernes, junio 18, 2010

A propósito del Mundial. Sudáfrica 2010

EL PAPA Y EL FÚTBOL

Es impresionante la convocatoria que suscita el mundial de fútbol con gentes de distintas latitudes. Todos se congregan con entusiasmo y esperanza para ver un campeonato que gusta y hace vibrar hasta niveles increíbles.

Las barreras bulliciosas de los hinchas que no paran de gritar o tocar sus cornetillas o vuvuzelas africanas, las de los otros con sus tarolas o bombos para alentar a sus equipos, los disfraces, atuendos y pinturas de los más exóticos, que ponen la nota de color, los canales de televisión y las emisoras de radio, con los más sofisticados equipos de transmisión, los periodistas, fotógrafos y enviados especiales junto a una multitud variopinta que llena los modernos estadios, construidos para la ocasión. Todo un mundo de gente unida para ver y disfrutar las maravillas del fútbol.

En nuestro país muchas familias han aprovechado la oportunidad para comprarse un televisor nuevo con el sistema digital que pronto entrará en vigencia, el motivo es lógicamente, el mundial de fútbol. Se han instalado en sus casas con sus grandes pantallas planas para ver cómodamente las mejores jugadas. Los periódicos no dejan de aprovechar la ocasión para sacar encartes a todo color con todos los jugadores y equipos representativos. El periódico más vendido en el Perú, desde hace unos años, es el que trae todo sobre fútbol.

Una nota singular e interesante para observar son los elegantes ternos de los entrenadores, que entran a la cancha como si salieran de una exclusiva sastrería de alto nivel. Creo que todos hemos visto por primera vez a Maradona con saco y corbata dirigiendo a sus pupilos argentinos. No solo los entrenadores, también los comentaristas del fútbol de los canales de televisión van vestidos de punta en blanco con ternos y camisas de las mejores marcas.

Otra apreciación interesante para nuestro análisis de los ambientes del fútbol son las manifestaciones externas de piedad y amor a Dios que se dan en todo el mundo. Algunas veces las cámaras ponchan a los hinchas rezando por su equipo, o algún jugador de rodillas pidiéndole a Dios ayuda para triunfar en el partido, otras veces se ve que todo el equipo está rezando, antes de empezar un encuentro o en algún momento problemático, por ejemplo cuando hay que definir por penales. Gracias a las cámaras de televisión podemos apreciar, (en todos los campeonatos del mundo), que muchos jugadores se santiguan al entrar en la cancha y algunos señalan el Cielo cuando meten un gol, para agradecerle a Dios esa alegría inmensa e inolvidable. Quizá sea el deporte donde se pueden ver más manifestaciones de piedad, que salen naturalmente del fondo de las personas en momentos de tensión, emoción y alegría.


El Papa habla del fútbol

Estas vivencias y experiencias que unen a los seres humanos de muchos países en una gran fiesta alrededor del fútbol llama la atención del Papa Benedicto XVI que se suma con un comentario muy interesante para nuestras observaciones:

“Si se hojean los periódicos y se escuchan los programas de radio, se comprobará rápidamente que hay un tema dominante: el fútbol. Este deporte se ha convertido en un acontecimiento universal que une a los hombres de todo el orbe, por encima de las fronteras nacionales, en un mismo estado de ánimo, en idénticas esperanzas, miedos, pasiones y alegrías. Todo ello pone de manifiesto que se debe estar tocando algo originariamente humano. De ahí que surja con naturalidad la pregunta de dónde reside el poder de este juego. El pesimista dirá que es la misma situación de la antigua Roma: (pan y circo). Ahora bien, incluso si se acepta esta interpretación, debería hacerse una nueva pregunta: ¿a qué se debe la fascinación de este juego, que se pone, en idéntica importancia, al lado del pan? Con la mirada puesta de nuevo en la antigua Roma, se podría responder a ese interrogante diciendo que el grito reclamado pan y juego fue propiamente la expresión del anhelo de la vida paradisíaca. En este sentido, el juego sería, pues, una especie de vuelta al hogar en el paraíso: huir del rigor esclavizador de lo cotidiano. Ahora bien, el juego tiene, sobre todo en los niños, un carácter distinto: es ejercicio para la vida.

A mi juicio, la fascinación del fútbol consiste esencialmente en unir de modo convincente los dos aspectos referidos. El fútbol obliga al hombre ante todo a disciplinarse a sí mismo. También le enseña a colaborar con los demás y, por último, a enfrentarse con ellos limpiamente. Al contemplarlo, los hombres se identifican con el juego, participando de ese modo en la colaboración y en la pugna referidas. La seriedad sombría del dinero y del espíritu mercantil pueden, naturalmente, echarlo todo a perder. Al pensar con detenimiento en estas cosas, tal vez sea posible aprender a vivir a partir del juego: la libertad del hombre se nutre de reglas y de disciplina. El fenómeno de un mundo que vibra con el juego podría darnos más que entretenimiento. Si fuéramos al fondo, el fútbol podría darnos una forma de vida”


Los méritos del rey de los deportes

Efectivamente el fútbol es una muestra de unidad en un ambiente de alegría y grandes deseos. Los goles que dejan afónicos a los aficionados y el jolgorio constante son los deseos del paraíso del hombre que está esperando y se encuentra con el gol que le señala el camino del triunfo. Es darse cuenta que para llegar a la meta hay que luchar unidos, en un equipo donde se deben dar entendimientos y después de cada logro vienen los abrazos de fraternidad, felicitando al que ha cornado, con el esfuerzo final, el mérito de todos. Me imagino que la llegada al Cielo tendrá un recibimiento similar, con una alegría que hace vibrar a la humanidad entera.

Tiene razón el Papa cuando señala el peligro del espíritu mercantil en el fútbol. Es el mismo peligro que tenemos en la vida cuando ponemos el corazón en el dinero y empieza a convertirse en un fín. Los equipos comerciales no son los mejores. Los verdaderos hinchas saben bien quién juega mejor y quién es el mejor. No malogremos las relaciones humanas con afanes egoístas que hacen “crecer” indebidamente a las personas.


Oración para el Mundial de Fútbol 2010

Dios todopoderoso, creador de todo, mientras personas de todas las naciones se congregan, con pasión y entusiasmo para la Copa Mundial de Fútbol 2010, que nosotros los sudafricanos podamos ser buenos anfitriones, que nuestros visitantes sean huéspedes bienvenidos y que los jugadores de todos los equipos sean bendecidos con un buen espíritu deportivo y con la salud. Que tu Espíritu de equidad, justicia y paz prevalezca entre jugadores y participantes. Que puedan contribuir, cada uno a su manera, de forma positiva para la prevención, el control y la lucha contra el crimen y la corrupción, el vandalismo de cualquier tipo y la explotación y el abuso, sobre todo de los más vulnerables. Que aquellos que están lejos de sus hogares y de sus familias encuentren mucha alegría con ocasión de la celebración del hermoso juego del fútbol y del bello juego de la vida conforme a Tu plan para el bien común
de todos. Amén.

Conferencia Episcopal Sudafricana.

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jueves, junio 10, 2010

Al terminar el año sacerdotal

LOS OJOS DEL BUEN PASTOR

Una de las grandes lecciones repasadas en el año sacerdotal es la del papel que cumple el buen pastor en la orientación de las almas. Es uno de los deberes que tiene cada sacerdote como instrumento de Dios. Es una tarea que no se da de un modo automático, no surge solo de una potestad adquirida, sino de la correspondencia personal y diaria a la llamada recibida.

El sacerdote debe poner todo su ser y su buena voluntad para cumplir con la misión que Dios le encarga. La Potestad que adquiere en virtud del sacramento del orden exige de él una respuesta personal de amor a Dios y a los demás. Esa respuesta se llama santidad.

El sacerdote debe cuidar siempre la pureza de su amor y de sus intenciones. Es un servidor de Dios y le debe dar cuenta a Dios de todas sus acciones. Dios lo ha puesto para que guíe a las almas por el camino correcto. No es un político, ni un líder al estilo humano, es un siervo que pone el corazón en el suelo y está dispuesto a perseverar aunque tenga que ir a contrapelo.

El verdadero sacerdote lo es las 24 horas del día, vive una auténtica unidad de vida, no es un hombre de doble discurso o de planteamientos “teóricos”, tampoco un especialista en temas o en determinados grupos de personas. Es a “todo terreno” como Jesucristo. Está dispuesto a dar su vida por amor a las almas y a la Iglesia.

Nadie puede conocer mejor a la gente que un sacerdote santo. La experiencia en la historia es elocuente. Del cura de Ars decían que se daba cuenta de lo que pasaba con cada persona sólo con verla la primera vez, lo mismo se decía de San Josemaría Escrivá en el siglo XX y de muchos otros que reflejaban en sus vidas un celo ardiente por las almas.

Los ojos del buen pastor son importantes para que todos puedan andar sin mayores tropiezos. Si faltara el buen pastor el mundo se iría a la deriva. En los ambientes donde la gente se ha alejado de Dios se percibe primero una gran desorientación y después una gran descomposición. Cuando se advierten estas deficiencias la Iglesia reza para que no falten sacerdotes y cuando llegan las nuevas vocaciones aparece nuevamente el orden y la alegría de las personas sencillas que son las que entienden a Dios y lo pueden todo.

El Buen Pastor se fija en la interioridad de la persona. No se queda en los formalismos o procedimientos. No permite que las almas vivan en la superficie de los cumplidos. No se contenta en que todo parezca correcto. Evita que la sociedad caiga en un deísmo, que admita la existencia de Dios y que al mismo tiempo no viva con Dios. La mala “soltura” del cristiano “liberal” es un cáncer social que se ha extendido por el mundo. Los errores del relativismo se han colado en las estructuras educativas de muchos sistemas modernos. Se educa para “triunfar” y poder tener más recursos y más prestigio en una emblemática sociedad materialista. Se ha olvidado educar para servir.

El Buen Pastor conoce bien a las personas y las personas le conocen a él. Este conocimiento recíproco es fundamental para avanzar en la vida, más importante que los conocimientos que se puedan adquirir por los estudios o la experiencia, solo semejante al conocimiento que se tiene en la relación recíproca entre los padres y los hijos. Cuando se da una relación interpersonal de auténtico amor (estrictamente limpio y puro) se da al mismo tiempo el conocimiento más importante que se pueda tener en la vida y es algo que día a día va creciendo, si se persevera en el amor y no tiene límites.

El Buen Pastor conoce bien lo que hay dentro de las almas. Este conocimiento no lo ha adquirido por presión o maquinación, no es un espía que se esconde para “chapar” a la gente in fraganti. No es un curioso que quiere saberlo todo. No utiliza controles para dominar a las personas. Su amor es tan fuerte que persuade y así educa. Consigue que la gente quiera las cosas. Como es natural algunos lo mirarán con envidia y dudarán de la rectitud de intención de sus acciones.

La piedad del Buen Pastor no está sesgada a determinadas acciones o momentos. La motivación de la piedad es el amor a Dios y a todas las almas y el cuidado que de allí se deriva. No son maneras o costumbres que las personas adquieren para llevar bien las cosas que están establecidas de una manera determinada. En la liturgia, por ejemplo, el piadoso no es el que canta bien, sino el que canta con amor a Dios y así en todo.

El Buen Pastor es el que se da cuenta de la rectitud del proceder de las personas. Sabrá también enderezar las intenciones de los demás y no rechazar a nadie de su vida. El Buen Pastor conoce a cada uno en concreto, a las personas cuando están en grupo, a los grupos en general, podría conocer también las distintas intenciones de las organizaciones humanas.

El Buen Pastor sabe actuar en ambientes de enfrentamiento, donde se hace difícil la comprensión y la unión. Sabe distinguir las distintas funciones de las personas, el papel que le toca a cada uno y no hace nunca acepción de personas. No se siente especialista para un grupo determinado. Le interesan todos.

El Buen Pastor es leal con las personas, no divulga lo que escucha, es discreto y delicado, no habla con ligereza ni emite juicios precipitados. Se distingue fundamentalmente por la comprensión. Entiende bien el valor del secreto profesional y cuida con verdadero esmero el sigilo sacramental.

Sabe aconsejar sin miedo con valentía y a tiempo. Se toma la molestia de salir a buscar a la oveja centésima. Esta búsqueda es hoy una actividad diaria para el Buen Pastor. En los tiempos actuales no se entiende un sacerdote que esté encerrado en una oficina y no salga a buscar a las almas.

El Buen Pastor ama tanto que es difícil engañarle por mucho tiempo. Como está siempre al tanto del progreso espiritual de las almas, se da cuenta cuando uno estornuda. El que no ama no se da cuenta de nada. Los grandes “engañadores” no han tenido la suerte de tener cerca un Buen Pastor, o una persona que les quiera mucho. Los que se alejaron de la verdad, o del buen camino, encontrarán en el buen pastor o en la persona que les quiere de verdad, la principal motivación para su retorno. Cuando se siembra amor (limpio y noble) se recoge amor.

El engreimiento meloso en algunas familias no es amor limpio y noble. Es amor propio o afecto desordenado que siembra egoísmo y genera mecanismos de defensa para el propio yo. La persona engreída se convierte en tirana. El Buen Pastor no debe ser engreidor. El que engríe se calienta pronto cuando la persona engreída no le corresponde.

El amor del Buen Pastor es muy superior al de un engreidor. El afecto limpio y ordenado teje la fidelidad de la persona querida. El querido con amor ordenado aprende a ser fiel, es correcto en el querer, sabe dónde tiene que poner el corazón y cómo debe corresponder. Si mantiene esta relación de amor, -Dios está de por medio- perseverará en el camino correcto y será feliz.

Nuestro compromiso es rezar siempre por las futuras vocaciones, para que vengan muchos más sacerdotes y sean santos. Es lo que nuestra sociedad necesita.

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viernes, junio 04, 2010

Las crisis económicas son crisis de moral

EL DESARROLLO ES IMPOSIBLE SIN HOMBRES RECTOS


Hace un año publicamos varios artículos que hacían referencia a la crisis económica mundial en relación con la ética. Insistíamos en que la salvación del mundo no estaba en las inyecciones de dinero de los más poderosos, afirmábamos que no era una cuestión de técnicas, ni de números, sino que se trataba de un problema moral.

Incluso nos aventuramos a decir que existían demasiados “optimistas” que anunciaban la salida de la crisis en poco tiempo, que no había que preocuparse, que todo se arreglaría. Sin embargo asistimos ahora a la crisis griega, que aparece de una forma sorpresiva e inesperada y que trae también consecuencias nefastas para la economía mundial. Aún no se ha cogido el toro por las astas porque continúa la crisis moral con una corrupción que va tomando más cuerpo en todos los estratos sociales.


Las crisis después de la luna de miel (cuando todo era felicidad)

Cuando los países se unen sin un sustrato moral fuerte y quieren apoyarse solo en los recursos económicos con unos compromisos de mercado, es como un matrimonio que se funda en el placer y en los beneficios mutuos que se prometen. Arrancan con una luna de miel inolvidable y continúan en los primeros años con el aparente éxito de la vida fácil, hasta que llega el momento de la realidad, donde se hace necesario confrontar lo verdadero y con lo falso o artificial, lo que se es, con lo que se debería ser. Surge entonces la crisis de los que no se prepararon bien, que aparece de un modo sorpresivo, con unos cambios y virajes increíbles; y todo es consecuencia de la falta de ética en los planteamientos iniciales.

Lo estamos viendo ahora con la crisis griega, no es económica sino moral (hay ideologías que se utilizan para el beneficio personal o de grupo que permiten el desorden en el uso de los recursos). No es necesario ser economista para darse cuenta del problema de fondo. Los educadores tienen un reto impresionante para ayudar a salir de este laberinto.

Está fallando la orientación de los hombres desde la infancia. Se inflan los grandes proyectos que le dan gran importancia al beneficio personal y se olvidan las motivaciones de servicio auténtico que son esenciales para el desarrollo humano de cada persona y el desarrollo de los pueblos. Esta miopía es hoy una mentalidad, que surge del fomento de la competividad, marcada especialmente por el economicismo.

Los discursos a favor de la cuestión social se quedan en planteamientos asistenciales, que no pueden durar en corazones ambiciosos de beneficios, posicionamientos, o protagonismos personales. El hombre que quiera ser recto y honesto debe renunciar a muchas ofertas de beneficio propio que la sociedad le propone. Hoy sucede lo contrario, casi todos, con honrosas excepciones, buscan la prebenda, y además han sido promocionados por entidades educativas, que persiguen lo mismo.

El Papa Benedicto XVI comenta en su última encíclica “Caridad y verdad” lo que se debería tener en cuenta para que exista un verdadero desarrollo de los pueblos:

“El desarrollo es imposible sin hombres rectos, sin operadores económicos y agentes políticos que sientan fuertemente en su conciencia la llamada al bien común. Se necesita tanto la preparación profesional como la coherencia moral. Cuando predomina la absolutización de la técnica se produce una confusión entre los fines y los medios, el empresario considera como único criterio de acción el máximo beneficio en la producción, el político, la consolidación del poder; el científico, el resultado de sus descubrimientos. Así, bajo esa red de relaciones económicas, financieras y políticas persisten frecuentemente incomprensiones, malestar e injusticia; los flujos de conocimientos técnicos aumentan, pero en beneficio de sus propietarios, mientras que la situación real de las poblaciones que viven bajo y casi siempre al margen de estos flujos, permanece inalterada, sin posibilidades reales de emancipación (“Caridad y verdad” n.71).


Nuestra sociedad esta acostumbrada a querer arreglar las cosas urgentes y éstas son las que surgen de los desarreglos y desordenes (corrupción, delincuencia, robo, alcoholismo, drogadicción, ludopatía, etc.). Es un trabajo para descubrir lo malo, perseguir y condenar, que se ha convertido en un círculo vicioso y que además se pretende arreglar con comisiones, controles y reglas más severas. Craso error.


La urgencia de la educación y la familia para salir de las crisis

Aunque la educación parezca una meta muy a largo plazo, hoy es lo urgente y lo importante. Este es el motor que debe funcionar muy bien y hasta ahora está apagado.

Mirar la educación es mirar al hombre y a su familia (la célula básica de la sociedad). En la familia es donde se aprende, desde la infancia, que la libertad no consiste en la simple posibilidad de elegir una opción u otra, sino en la capacidad de ser dueño de uno mismo para dirigirse al bien verdadero.

En la familia es donde se forma la libertad para que el niño aprenda a querer lo que es bueno. La libertad no es consecuencia de una rebeldía o ruptura, al contrario se obtiene en un ambiente de alegría, cariño y confianza, que es propio del hogar, donde se dan esas relaciones interpersonales de amor. Hay un contagio de amor a la verdad que es la clave de la libertad. Todo hombre debe crecer con el deseo de orientar su vida hacia la verdad ya que ésta es la única que puede dar sentido a su existencia y saciar los anhelos más profundos del corazón humano.

El desarrollo real de los pueblos se producirá cuando las personas lleven el bien en sus propias vidas y las sociedades no sean manejadas por hipócritas que manipulan en el teje y maneje de los procedimientos, incluidas las leyes, para llevar las aguas a los cauces de la propia conveniencia personal o de grupo.

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