viernes, diciembre 30, 2011

La Justicia y la Caridad en las relaciones humanas

DESPEDIDAS Y DESPIDOS

La despedida del año tiene unas connotaciones singulares en los distintos sitios del mundo: la quema del muñeco, el arrojar las agendas y calendarios a la calle, en algunos lugares se tira todo lo viejo. Es una suerte de renovación, dejando en el año que acaba todo lo que ya no interesa y se debe abandonar, lo que ya fue.

Estas acciones simbólicas quieren indicar el nacimiento de una nueva etapa más moderna, distinta y mejor que la anterior. Son deseos e ilusiones que pueden cumplirse o no, también se pueden dar en el año siguiente, grandes retrocesos o situaciones que nunca se imaginaron. Algunos recurren a los adivinos interesados en saber qué futuro les espera.

Es un modo de ver la vida. El fin de año es como una ventana para ver la realidad, reflexionar y rectificar los rumbos. Es el momento del perdón, de la reconciliación de hacer las paces, del “borrón y cuenta nueva”, también es el espacio ideal para la acción de gracias por el reconocimiento de todo lo bueno que se ha recibido y del aprecio y el cariño de los que nos quieren. Es un momento interesante para decidirse a ser mejores.

Cada persona debe asumir la responsabilidad de aprovechar bien esta circunstancia para el balance final y la elaboración de los propósitos para que en el futuro haya realmente prosperidad.

Cuando cada persona empieza su examen la primera pregunta que se hace es: ¿cómo me estoy portando?, la respuesta no es sencilla porque fallamos mucho en saber cómo somos; para poder contestarla tenemos que recurrir a los demás: ¿qué dicen los demás de mi? Al hacernos esta segunda pregunta la luz cae sobre nuestras relaciones con los demás.

¿Cómo nos portamos con los demás?

El tema de los demás es amplio y complejo: padres, hijos, esposos, abuelos, nietos, sobrinos, primos, amigos, colegas, autoridades, trabajadores, competidores, súbditos, enfermos, perseguidos, pobres, abandonados, discapacitados…..los que caen mal, los enemigos, etc.

En la relación con los demás deben predominar dos virtudes importantes: la justicia: constante voluntad de darle a cada uno lo suyo y la Caridad: amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. La Caridad va más allá que la Justicia porque es excederse en el amor.

De acuerdo a estas virtudes las primeras preguntas para un buen examen de conciencia serían: ¿realmente amo a Dios sobre todas las cosas? ¿quiero de verdad a las personas y por lo tanto me dedico a ellas sin buscar recompensa? ¿soy justo con todas las personas? ¿las conozco bien para saber qué es lo que les tengo que dar?

La honradez y la justicia en las relaciones humanas

La persona justa y honrada dice siempre la verdad porque la lleva dentro. La verdad es esencial para la comunicación con los demás. Si no se dice la verdad se está se está engañando y la mentira daña la relación con los demás, es un agravio y por lo tanto una falta de caridad y también de justicia.

Ninguna comunicación humana debe dejar herida a la persona. Muchas veces se oye decir que las verdades duelen. Sin embargo cuando la persona es sincera y quiere de verdad a su prójimo sabe bien cómo decir las cosas para que la otra persona las acepte. No se trata de fórmulas ni de estrategias para “ganarse” a la gente, sino de amor auténtico.

Hay personas muy habilidosas para convencer y con una actitud muy diplomática en el trato contentan a las personas haciéndoles ver que todo está muy bien y que no se tienen por qué preocupar. Quien escucha sale feliz en ese momento pero después… se da cuenta que sólo eran palabras, porque la realidad va por otro lado. Le han mentido con habilidad y buenos modales y al mismo tiempo han cometido una injusticia.

La caridad y la justicia son virtudes reales cuando están fundamentadas en la verdad. El verdadero amor a los demás impide manipularlos, utilizarlos o dejarlos de lado sin más, en cualquiera de las circunstancias de la vida y más aún cuando se trata de una persona cercana.

La persona lejana de la verdad suele ver los agravios o los errores de los demás como la única verdad que hay que tener en cuenta y junto a la indignación lleva el odio para castigar al culpable y que de ninguna manera haya impunidad. Está muy lejos del perdón (el perdón está dentro de la justicia con la caridad).

La importancia de conocer bien a las personas para poder amarlas

No se puede amar si no se conoce y si no se conoce es muy fácil fallar en la justicia, sobre todo cuando se tiene que tomar decisiones sobre otras personas. Es verdad que el mundo está lleno de personas “ambiciosas” que solo piensan en sí mismas. Por eso tiene prioridad educar personas que vivan desprendidas y tengan una constante voluntad de servir sin buscar recompensa.

En cualquier caso es importante conocer bien la realidad con la firme intención de amar y comprender. No es ético el conocimiento de la realidad para aplicar una justicia sin caridad, que lleva a un legalismo insano que castigue al que infringe la ley a como de lugar. Los que aplican así la ley suelen ser personas que siempre buscan sacar partido personal manipulando a la gente. Las cosas buenas hay que usarlas para el bien y no para el mal o para hacer daño. Lo bueno responde a lo que es realmente bueno, el bien es objetivo en todo el mundo y no solo a lo que está reglamentado por una ley humana. Donde está la ley también debe estar el perdón.

En el uso de las cosas buenas se debe ser justo con todas las personas. Otorgarle a una persona algo en base a una injusticia es perjudicial para todos. La acción injusta se extiende como en cadena malogrando muchas relaciones humanas (los que se callan, los que murmuran, los que critican, los que tienen envidia, los que esperan un momento para la venganza, etc.). Si uno ha sido injusto debe rectificar y pedir perdón. Esta actitud se debe tener en cuenta porque podría ser de un influjo mayor que el agravio que cometió. Muchas veces en las relaciones humanas somos sensibles para el agravio e insensibles para el arrepentimiento del que nos agravió.

Relaciones humanas en el mundo laboral

Estas consideraciones que venimos haciendo tienen enorme importancia a la hora de los despidos, tanto por parte del empleador como de los empleados. En una sociedad donde no van bien las relaciones entre los seres humanos pueden existir muchas limitaciones y pequeñas corruptelas en los modos de despedir a las personas.

Cuando las relaciones humanas funcionan bien es por las virtudes de las personas: se conoce bien, hay un aprecio y una estima mutuos, y entonces las cosas se conversan con tiempo para tomar las medidas oportunas y necesarias sin que nadie se perjudique.

El auténtico aprecio por las personas no queda en los modos de tratar, interesa mucho cómo está, cómo queda, cómo le va, cómo resolverá sus problemas, cómo está su familia y se le da la mano para ayudarla en todo lo que sea posible.

El amor auténtico nunca se pierde. Las verdaderas amistades duran toda la vida y a las personas que saben querer se les tiene un agradecimiento infinito.

Agradecemos sus comentarios

jueves, diciembre 22, 2011

El hombre necesita ser

RESCATADO PARA QUE PUEDA AMAR

Cuando las cosas no salen bien en una sociedad se aspira que llegue alguien que ponga orden, una mano dura que reestablezca la justicia castigando a los que se han portado mal. El que llega debe ser muy fuerte y valiente para tomar decisiones si es que quiere conseguir que las cosas cambien para bien.

La llegada de Jesucristo al mundo fue distinta: nadie quiso recibir a sus padres para que Él pudiera nacer en un sitio digno, es más, la autoridad mandó matar a todos los niños para matarlo a Él, más tarde fue maltratado por todos: abofeteado, escupido, coronado de espina y crucificado. Nunca nadie recibió más oposición que Jesucristo y a pesar de todo consiguió poner orden en millones de corazones a lo largo de la historia.

Es que Jesucristo no vino para hacer justicia sino que vino a traer la justicia para que cada hombre sea justo, vino para que el hombre aprenda a darle gloria a Dios y la gloria que el Señor quería era que todos se salvaran y para lograrlo tenían que conocer al redentor y dejarse guiar por Él.

Jesucristo trata al hombre con amor y le enseña a amar. El hombre aprende de Jesucristo el amor de benevolencia: dar regalos, ser generoso y el sufrimiento por amor: el dolor, la cruz. El hombre no podía amar porque sus pecados se lo impedían y Jesucristo viene para rescatarlo y darle poder para que luche contra su pecado y así conquiste el amor, que luego tendría que repartirlo a los demás.

La primera obligación del hombre es amar a Dios y la segunda a su prójimo, empezando por la familia.

Los hombres emprendedores del mundo han luchado por sacar adelante una carrera, un trabajo, unos proyectos, etc. Es maravilloso ver la capacidad que tienen los hombres para hacer cosas admirables en beneficio de la sociedad. El hombre estudioso y trabajador puede ser muy eficaz y llegar a grandes metas; sin embargo Jesucristo le recuerda que tiene un prójimo y que su principal obligación es con el prójimo.

Las relaciones humanas tienen prioridad por encima de otros logros y son determinantes para la felicidad de los hombres y la mejora de la sociedad. El hombre que no lucha con orden falla habitualmente en las relaciones humanas: peleas familiares, laborales y sociales. Descontentos de unos con otros: contiendas, juicios, conflictos sociales y guerras. El hombre no puede arreglar solo sus conflictos con el prójimo, necesita la ayuda de Dios.

Dios viene para que el hombre mejore sus relaciones con Él y con los demás: “amaos los unos a los otros como yo os he amado” Dios padre envía al Hijo para que los hombres vean como ama el Hijo a Dios Padre y así aprendan a amar a todos. Nadie es mejor ejemplo que Jesucristo para enseñarnos lo que es el amor.

El hombre empieza a amar a Dios cuando lo trata. En la oración el interlocutor es Dios. El hombre se va dando cuenta, si conversa de verdad con Dios, que Él lo sabe todo y por lo tanto no se le puede esconder nada y además al conversar con Él siente la intensidad de su amor y se da cuenta que quiere lo mejor para él.

El hombre que no reza oculta siempre algo en sus relaciones con los demás. El que reza no puede esconder nada porque sabe que Dios lo ve todo y en el trato con Él aprende a ser sincero. El hombre está hablando con la Verdad y Dios le transmite la verdad.

En poco tiempo descubre que Dios se dirige a él de modo personal como si fuera el único y luego cuando se mira a sí mismo ve que tiene un amor que Dios le ha dado y que es exclusivamente suyo, con matices y modos propios, incluidos sentimientos, pasiones y todo tipo de emociones.

Todo eso es propio de cada uno, el hombre se da cuenta que Dios lo quiere más que nadie. La relación que se establece es íntima, intensa y única. Es como si hubiera un idioma único, propio y exclusivo para dirigirse a Él.

La oración personal y la oración de la Iglesia

Los modos personales de dirigirse a Dios engarzan perfectamente con la liturgia, Es como un coro donde se pueden distinguir las voces que cantan en el mismo tono, de cada voz particular. Así también, el trato íntimo con Dios en la liturgia, no pierde el encanto de su individualidad, al contrario la liturgia eleva esas particularidades que son como arreglos que mejoran la comunicación. Es una especie de elevación del hombre que participa de un ambiente divino.

Quien está haciendo su oración no quiere interrumpir ese momento íntimo de conversación exclusiva con Dios. La elevación se da de tal manera que se vive feliz en esos instantes de intimidad. Es una experiencia intransferible que es muy difícil de contar: “el corazón tiene razones que la razón, por muy brillante que sea, no llega a captar” (Pascal), las certezas de la fe son mucho más fuertes que las de la razón e incluso que las evidencias. Son convencimientos que están muy distantes de cualquier tipo de duda o temeridad. Es la seguridad de la humildad que es la verdad. “El Señor ha escondido la verdad a los sabios y entendidos y la ha revelado a la gente sencilla”

En la sencillez de Belén está la familia que fue rechazada por todos y que ahora se ha convertido en la familia más famosa del mundo. La Virgen María, una mujer pobre y con poca cultura, le agradece al Señor en el Magnificat todo lo que le había dado, la esclava del Señor, canta con júbilo lo que más tarde será una gran verdad: “me llamarán bienaventurada todas las generaciones” Ella, recibe de Dios el amor que trasciende en su Pureza y Virginidad, para que sea la criatura que más sabe amar en el mundo. Ella colabora con el Redentor en el rescate del hombre para que pueda amar y sea feliz. También se podría llamar bienaventurado el que sabe amar a Dios y a los demás, como Dios nos ha amado.

Entonces podemos afirmar que Jesucristo viene para que el hombre al ser rescatado pueda amar y ser muy feliz.

¡Felices Fiestas de Navidad junto a la Sagrada Familia de Jesús María y José!

viernes, diciembre 16, 2011

¿Los chicos están preparados para la vida?

LAS NOTAS NO SON TAN IMPORTANTES

Un viejo amigo me decía con cierta preocupación mirando las calificaciones brillantes de su hijo adolescente: “no me preocupan las notas sino su actitud frente a la vida” Su hijo era de los mejores del salón y se jactaba de ello, pensaba que con sus buenas notas tenía el futuro asegurado y en el presente usaba su buena imagen de estudiante para hacer su “santa” voluntad. Al igual que otros compañeros suyos, estaba convencido que las buenas notas eran como la patente de corzo para poder organizar las actividades que quisiera con sus amigos y que siempre tendría el permiso y la autorización de sus padres.

Efectivamente en estos tiempos muchos papás se conforman con las buenas calificaciones de sus hijos, incluso le dicen: “yo te doy permiso para lo que quieras con tal de que saques buenas notas”. El alumno exitoso tiene permiso para todo y el que saca bajas calificaciones encuentra en esas promesas la motivación principal para estudiar y luego poder hacer lo que le da la gana.

Como se puede comprobar a primera vista, la orientación no es del todo correcta y podría ser, como luego se puede comprobar, es muy peligrosa para el futuro de los chicos.

Cuando no funciona la conciencia para las decisiones de cada día

Cuando en los chicos se unen unas aspiraciones egoístas con alguna pequeña ignorancia en su formación moral, la ceguera es atroz porque la conciencia se debilita hasta tal punto que deja de responder a la realidad. El objetivo principal de una formación espiritual, (que no puede ser optativa porque es necesaria para todos los hombres) es conseguir que cada persona tenga una conciencia que funcione bien y responda con acierto frente al bien y al mal como debe ser.

La falta de conciencia es una falta de respuesta a la realidad, que podría ser muy grave por las consecuencias que trae para la propia persona. Es tener el peligro cerca y no darse cuenta. Se pierde la capacidad de reacción y de defensa frente al mal. Es como jugar frontón sin pared, la bola no retorna y se pierde. Así ocurre con el que no tiene conciencia, está como ido o anestesiado, frente a una realidad agresiva y amenazante. Su situación es grave aunque al chico le parezca que no pasa nada.

Cuando son muchos, y tal vez la mayoría, los que se encuentran en esta situación, el consenso entre ellos los une en una mala complicidad, les parece que se están ayudando y no alcanzan a darse cuenta que se están perjudicando. Es necesario hacer sonar las alarmas de emergencia para combatir este mal que ahora se ha convertido en endémico.

Muchos jóvenes están en capacidad de entender la teoría de lo que se les aconseja pero no reconocen que ellos están dentro de esos cuadros peligrosos. Piensan que saben cuidarse bien y que no les va a pasar nada, sacan a relucir sus buenas notas y algunas cualidades que realmente tienen. Les molesta que los cuestionen y que piensen, sobre todos sus padres, que ellos no son maduros y responsables en sus decisiones.

Quieren demostrar que ellos siempre se portan bien porque no cometen excesos y que hacen lo mismo que sus amigos más cercanos que “también son buenos”. Es por eso que, frente a los requerimientos de sus padres, suelen decir, con un voluntarismo inconsciente: “pero eso, ¿qué tiene de malo?” reflejando en esa expresión una notable inseguridad, que ellos no perciben claramente.

Cómo remendar las conciencias juveniles

La primera respuesta, para amainar las inquietudes de las quejas, que son propias de la inmadurez juvenil, es hacerles razonar de una manera serena, para que se den cuenta que los seres humanos nos portamos bien no solamente cuando no hacemos cosas malas, sino cuando hacemos lo que tenemos que hacer.

Es importante formar a los chicos, desde muy pequeños, en el orden, y conseguir que ellos adquieran una jerarquía de valores propia y de acuerdo a la realidad. Por ejemplo: que se levanten siempre a la hora, que tengan su cuarto ordenado, que no se tumben en los sillones o en la cama, que sepan hacer, ellos mismos, pequeños sacrificios.

No es buen sistema corregirles de un modo negativo y con cierta ira para obligarles a portarse bien y repetirles las cosas machaconamente y con tono de queja: “¡siéntate bien!”, “¡no pongas los pies en los muebles!” “¡no se habla con la boca llena!” Lo único que se consigue con este sistema es que el chico piense que es distinto a lo que se quiere conseguir de él y a la larga terminará cuestionándolo todo.

Educar a los hijos es una obra de arte que los papás deben elaborar con paciencia en las distintas etapas de la vida. Deben pensar que poseen una vocación que es una capacidad para lograr una amistad que está fundamentada en el amor. Es una cualidad que todos los padres deben cultivar y que exige, para su desarrollo, esfuerzo y sacrificio constante. Nadie nace sabiendo. Una de las primeras condiciones, necesaria para la educación de los hijos, es la presencia de los padres en el hogar.

El éxito de la tarea educativa en la casa dependerá del tiempo que los padres pasen con los hijos. “Los hijos son más importantes que los negocios” decía, con gran sabiduría, San Josemaría Escrivá.

Algunos padres dedican mucho tiempo a sus hijos cuando son niños y cuando llegan a la adolescencia ya no tanto. Los educadores notamos que los papás de los niños de primaria acuden a las reuniones con mucho entusiasmo, pero luego cuando están en media, poco a poco van desapareciendo de las reuniones. Este desinterés está motivado también por la distancia que pone el adolescente con sus rebeldías, entonces a los papás les puede parecer que la presencia de ellos no resuelve nada y que al contrario, son un estorbo. Viven sin saber qué hacer con su hijo rebelde y despistado. Algunos cometen el error de cerrar los ojos y se refugian en el trabajo esperando, sin hacer nada, que las cosas se resuelvan solas.

Si un papá ve que su hijo adolescente no tiene hábitos buenos, (virtudes), para hacer frente a la vida, debe tratar de acercarse y procurar una amistad con él, teniendo muchas conversaciones donde el chico se sienta comprendido y querido. Debe tener mucha paciencia frente a las respuestas inmaduras y tal vez hirientes, del chico que no sabe razonar y poco a poco, sin nerviosismos, ni violencias, ir conduciéndolo con los argumentos razonables a una mejor disposición. Es mejor contar anécdotas de otros casos que señalarles lo que ellos han hecho mal. No es pedagógico recordarles constantemente sus deberes, especialmente cuando no los cumplen.

Para fomentarles la responsabilidad es bueno preguntarles, con mucha confianza, en esas conversaciones amigables: “¿qué has pensado hacer?” para que él mismo pueda darse cuenta de sus elecciones y aprenda a rectificar honestamente. Con esas conversaciones atinadas terminará dándose cuenta que para ser feliz en la vida no bastan las buenas notas. Es importante apuntar más alto.

Agradecemos sus comentarios

jueves, diciembre 08, 2011

La soledad de la incomunicación

EDUCAR PARA COMUNICAR

Hoy se da en el mundo una significativa paradoja: el gran progreso tecnológico de los medios de comunicación y la escasa, y muchas veces conflictiva, comunicación entre los seres humanos.

Comunicación con Dios

No son pocos los que han empeorado su comunicación. Empecemos por los que se han alejado Dios: Algunos lo han expulsado de sus vidas como si fuera un intruso y otros son descuidados en sus prácticas de piedad: no van a Misa, rezan cuando se acuerdan o no rezan nada, viven alejados, aunque creen en Él, son flojos desde el punto de vista espiritual y no son conscientes de lo que significa no tener una buena comunicación con Dios.

Comunicación entre familiares

En los ámbitos familiares la comunicación entre los seres queridos ha ido perdiendo terreno. Muchos matrimonios se han roto por peleas o descuidos en el trato entre marido y mujer, algunas veces por excesos de trabajo o desavenencias que no se supieron superar. En otras familias, donde solo cuidan las reglas externas de cortesía, en los temas más íntimos se encuentran distanciados y a veces indiferentes.

Cada vez son más los hogares donde la tolerancia está en el límite, porque al ir cada uno su cuenta, nadie tiene tiempo para interesarse por la vida de los demás. En algunas casas viven peleados, en una especie de guerra fría, con un resentimiento que no quieren curar, llevan la herida abierta per secula seculorum, sin que nadie tome la iniciativa para lograr un acercamiento que los una.

También la relación entre enamorados se ve afectada por el cáncer de la incomunicación social. Suelen reclamarse mutuamente los tiempos y los afectos que no se reciben entre ellos. Cada vez son más los que desean recibir y no saben dar.

El individualismo social, que está imperando en el mundo, encripta a las personas en sí mismas, las encierra y las vuelve egoístas. Esas mentalidades son demasiado yoístas. Al ego lo ponen demasiado alto. Sus manifestaciones afectivas con fuertes cargas de egocentrismo contaminan la sensibilidad y dan cabida resentimiento. Viven heridos. Cada uno defendiendo sus exagerados y muchas veces equivocados “derechos”

Parece que ahora los novios que se van a casar tienen que firmar un contrato para que la otra parte se comprometa a respetar sus derechos. Es absurdo que se tengan que dar estas situaciones que reflejan desconfianza, poco amor y una relación mediocre entre dos personas que se deberían querer mucho, entregándose el uno al otro para toda la vida.

Comunicación entre padres e hijos

En la relación padres-hijos la comunicación se hace cada día más difícil. Parece que la brecha generacional es como una muralla que impide la relación entre jóvenes y mayores. Los hijos sueñan con una precoz independencia y los padres sufren las consecuencias de esos proyectos. Otros papás no quieren entrar en conflicto con sus hijos y se rinden permitiéndoles todo. El resultado de esta falta de entendimiento es la triste realidad de una juventud bastante desorientada, muchas veces desbocada y hasta perdida, salvo honrosas excepciones.

El trato entre parientes se ve afectado por los mismos microbios. Solo interesa el que es útil para los beneficios mutuos. Se ha perdido la noción de familia. Las casas se han convertido en locales donde uno duerme y tiene sus comodidades. En vez de ser el lugar de la generosidad y del servicio es el lugar del egoísmo donde se adquiere el derecho de ser “libre” para hacer lo que venga en gana. Con esta mentalidad el mundo del hogar también resulta competitivo, se quiere sobresalir por encima del otro pariente y lógicamente se multiplican las peleas y se hace ascos a los planteamientos de los mismos hermanos cuando no están en la línea de lo que uno quiere. Cuando falta amor se cae en la tiranía del propio ego.

Comunicación entre amigos

El campo de la amistad se trasforma en una suerte de complicidad para los caprichos o antojos personales. Decir: ¡mis amigos! podría ser como un grito de rebeldía. Se estaría diciendo en el fondo: “quiero hacer lo que me da la gana”, “quiero ser libre, tener todos los permisos y que nadie me controle” Lógicamente, con esta mentalidad los papás podrían parecer unos fiscales y tiranos que quieren imponer sus ideas en contra de la libertad de sus hijos.

Cuando alguien manifiesta sus preferencias en personas que no son de la familia: prefiere salir con sus amigos antes que con sus padres y hermanos, les dedica más tiempo a sus amistades y además pone más interés y cariño en ellos que en sus familiares, no se da cuenta de lo que está haciendo con su propia familia. Esos afanes, de aparente “libertad” lo ciegan y al mismo tiempo lo van envileciendo, si es que no reacciona a tiempo.

Lógicamente los de la familia no podrían mirar con simpatía ese tipo de andanzas, de los que no saben que la caridad y el cariño empieza por los de la casa. Cuando ocurren estos desórdenes se podría estar dando una mala relación o una mala comunicación entre padres e hijos. (hacemos esta consideración suponiendo que la familia funciona bien, que están los padres en casa y tratando de formar a sus hijos con un cariño grande hacia ellos).

Las decisiones que se tomen con libertad no deben perjudicar las relaciones familiares. Se debe conversar y llegar a un entendimiento con argumentos razonables y sensatos. No se debe permitir ni al padre posesivo, ni al hijo desalmado. Las relaciones familiares deben entrar en armonía con las relaciones de amistad que los miembros de una familia tengan con otras personas. Los amigos no deben ser algo oculto o secreto, al margen de la familia. A la hora de la duda siempre tiene preferencia la familia. Y esta decisión debe partir de cada uno. A todos les debe interesar que las comunicaciones y relaciones se den muy bien.


Cuando se comunica para ganar y no para amar

La sociedad utilitarista instrumentaliza la amistad para fines de beneficio personal o de grupo. No es el amor auténtico por la persona. Hay un interés de fondo que predomina como motivación principal. Como dice el refrán: “no es el amor al chancho sino al chicharrón”

Todas estas situaciones, que son reales en nuestra sociedad, elevan la inseguridad. Hay miedos en la casa, en el trabajo y en la calle. Esta intranquilidad de muchos puede ser, en algunos casos, una verdadera esclavitud. Existen ambientes donde hay habitualmente presiones, imposiciones, agresiones y hasta lesiones físicas. Son lugares donde hay más guerras y conflictos que paz. Hombres que viven metidos en laberintos donde no pueden tener libertad. No les basta decir: hagan lo que quieran y no se metan conmigo, porque también serían esclavos de las conductas impropias de los demás y de la soledad que se genera cunado no hay una buena comunicación.

Relaciones fluidas y armoniosas

El hombre es un ser que ha nacido para amar y vivir en sociedad. Toda persona debe aprender a relacionarse con los demás y conseguir que las relaciones sean fluidas y armoniosas. Para lograrlo es necesario formar a la persona con los valores que existen para su progreso espiritual. No es cuestión de diplomacia sino de auténtico amor.

La persona transmitirá lo que tiene dentro. Es preciso llenar la interioridad de cada uno con motivaciones nobles y trascendentes, para que puedan amar como debe ser: sin egoísmos y preocupándose de servir y ayudar a los demás. Toda persona debe ser portadora de la verdad y no de la mentira y la artificialidad.

Es necesario educar para lograr que la persona pueda comunicar algo valioso. Hoy, cuando se está dando un notable progreso en las técnicas de comunicación, es necesario que los contenidos sean valiosos. Llenar de contenidos valiosos a los medios de comunicación es un gran reto en los tiempos actuales para la mejora de la sociedad.

Agradecemos sus comentarios

jueves, diciembre 01, 2011

El contraste de la ironía fina

EL CIUDADANO BURLÓN

Fue difícil encontrar el título, sin embargo éste, aunque parezca propio de un cuento o chiste, es el que mejor indica lo que pretendo decir. Es la figura que se encuentra en muchos ambientes limeños que han pasado, con los tiempos, de la fina y elegante ironía a la burla irrespetuosa, algo grotesca y bastante desatinada.

Hasta en los acentos y estilos de una modalidad simpática de ser se ha metido el “cáncer” del maltrato al prójimo, propio de una sociedad que está perdiendo los papeles de la decencia y el decoro. Todo depende de lo que se lleva dentro, que lamentablemente cada vez está más devaluado.

La fina ironía limeña, propia de nuestros abuelos, que con una sana picardía sazonaban las conversaciones en las tertulias familiares, no tiene nada que ver con los puntillazos del cochineo hiriente lanzados como exabruptos que proceden de una interioridad alterada y muchas veces herida.

Y es que muchas personas de hoy, hay que reconocerlo con hidalguía, suelen padecer de una suerte de desequilibrio interior por influjo de un desarreglo social imponente. Quienes buscan adaptarse a una sociedad desadaptada pierden la brújula y el rumbo y sin que se den cuenta les puede parecer que sus intervenciones son normales y graciosas por el aparente éxito de sus manifestaciones frente a los demás; tal vez se deba al aumento del nivel de tolerancia por parte de los otros, que indicaría, en estos casos, lo contrario a una valoración. Se le deja ser como es, para no complicar más la existencia y evitar peleas. Se le responde con el si pues del consenso general y todo queda en nada o en algo peor que eso: un considerable desprecio que no se exterioriza.

A nadie le gusta, en su sano juicio, que lo cochineen, burlándose de él y dejándolo mal parado frente a los demás. Si al hombre cansado, golpeado y desanimado no se le cuida, se le podrían escapar esas manifestaciones irónicas desatinadas, que serían como mecanismos de defensa. Buscaría sentirse más fuerte atacando primero, para que no lo gane otro con un ataque más agresivo, llamando la atención con una especie de rebeldía cortante y agresiva, que además es antiestética. Muy lejos de la fina y simpatiquísima ironía del hombre gracioso que busca llenar de buen humor el ambiente con toques picarescos que no hieren y que además elevan el ambiente.

Parece que en nuestra sociedad existiera una especie de competencia para fastidiar a los demás. El que fastidia más es el que gana. Es una pena constatar que en algunas familias o en grupos sociales, solo se habla de modo superficial. En muchos ambientes resulta muy difícil introducir un tema serio y profundo. En cuanto empiezan a conversar salta enseguida el chiste o la broma fácil del que no tiene nada que decir y malea el ambiente de esa manera.

Cuando la televisión coloca las propagandas de cervezas suelen aparecer, como ambientes típicos de los jóvenes, las juergas llenas de bromas y ligerezas. Sin caer en mojigaterías ni candideces, es preciso afirmar claramente que esos ¡no son ambientes de calidad! ¡son más bien mediocres!

De los que hablan insultando constantemente a terceras personas

No son pocos los que hablan habitualmente de los demás de un manera peyorativa y zafia. No es que estén indignados o tengan algún motivo para hacerlo, son modos de hablar irreverentes que se han hecho costumbre. Quien emplea un lenguaje de esa naturaleza trasluce una vanidad enfermiza que busca la complicidad de su interlocutor. Cree que emplear lisuras o insultos, es síntoma de virilidad o de estar más a tono con los estilos de la época. Aunque puedan darse esos consensos, es totalmente antiestético y de muy mal gusto hablar de esa manera. Mucho peor si se trata de una mujer.

Manejar un lenguaje limpio, respetuoso y rico en contenidos

El resumen de todas las virtudes humanas es la delicadeza en el trato. El hombre fino y virtuoso no es el maniático finolis que exagera las formas refinadas de conversar llamando la atención con sus originalidades. El virtuoso es el que sabe estar en su sitio y actúa con tino y prudencia. Manejará un lenguaje limpio y rico, lleno de contenido que persuade al interlocutor. No necesitará recurrir a términos ligeros y burdos para hablar con sus amigos. Lo hará de un modo natural y sobre todo sabrá ser oportuno para decir las cosas y para callar cuando sea conveniente.

El exceso de bulla y los tonos elevados de voz son también signos de decadencia. La virtud lleva al silencio y a la ponderación, como complemento, en los modos de expresarse. Callando cuando es oportuno y ponderando bien las cosas se transmite un clima de serenidad que es necesario para acertar en el teje y maneje de las relaciones humanas.

Las cortesías pueden ser superficiales y artificiales

Si bien una persona puede manejarse con un sistema rico en amabilidades y atenciones no por eso se puede decir que ama. Las cortesías son también procedimientos para quedar bien. Una persona que abunda en cortesías no necesariamente está transmitiendo valores. En cambio quien tiene una interioridad rica posee una maravillosa mercancía para las relaciones humanas apropiadas.

Se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que el hombre que posee una interioridad rica suele ser fino y delicado al expresarse y cuida mucho no herir a nadie.

No podemos olvidar que la educación peruana ocupa los últimos lugares si la comparamos con la otros países del mismo continente. Estas estadísticas nos deben hacer reflexionar para darnos cuenta que fallamos mucho en el trato humano. Si quisiéramos progresar y ocupar mejores niveles en el mundo, es imprescindible mejorar la calidad de trato con los demás y declarar persona no grata al burlón de turno, sea peruano o extranjero.

Ya no queremos esos modos arrogantes que son propios de patanes que no quieren saber nada con el respeto a los demás. El esfuerzo por ser más delicados será también una prueba fehaciente de nuestro amor a la patria que no debe quedarse en patrioterismos desaliñados de euforias colectivas, que muchas veces traen insultos grotescos contra los extranjeros.

El amor a la patria es también el amor al mundo de la persona respetuosa y amable que sabe querer realmente a los demás, porque posee una interioridad rica en virtudes gracias al esfuerzo que ha puesto para querer y servir a todos.

Agradecemos sus comentarios