jueves, febrero 23, 2012

Afanes desleales
LA IGNORANCIA DE LOS PUDIENTES

La palabra ignorante, que indica falta de conocimiento de lo que se debe conocer, es empleada desde diversos y significativos enfoques. La puede emplear un profesor al ver la las limitaciones de sus alumnos, con el ánimo de enseñarles para sacarlos de esa situación frustrante. Algunos la emplean para insultar al que no supo resolver bien un problema. Otros para constatar el estado de multitudes que se encuentran en situaciones deplorables, lejos de los conocimientos elementales.

Generalmente quienes usan este término lo hacen sintiéndose superiores y colocándose en un status donde los ignorantes son los otros, no ellos. Los que están en problemas son los ignorantes, que no saben nada, los engañan y continúan viviendo en la miseria. En algunos ambientes pareciera que fuera lo mismo ser pobre que ser ignorante.

Se le llama pobre al que no tiene plata y vive en unas condiciones infrahumanas y éste además es ignorante y todos deben compadecerse de él. Se hacen campañas para darle una dádiva al pobre. El que es voluntario y ayuda al indigente se sentirá bien aunque siempre vea al que recibe la ayuda como pobre e ignorante.

Mirándolo desde el otro ángulo: el que tiene dinero y puede darse el lujo de gastarlo, el que se sabe mover en los negocios y consigue incrementar su capital, el que gana incluso haciendo alguna triquiñuela, para obtener algo más, el que consigue salir airoso en la vida, logrando con astucias y el “cumplimiento” de la ley, un buen posesionamiento social; a ese no se le considera ignorante.


La triste ignorancia de los pudientes

En moral se distingue el escándalo pusilorum del farisaico. El primero se refiere a los niños inocentes o a las personas sencillas que son escandalizadas y el segundo se refiere a los que hacen escándalo para llamar la atención (aunque hieran el honor y la fama de las personas). A los más jóvenes hay que protegerlos y cuidarlos de determinados ambientes para que no se escandalicen y se queden mal heridos con algo que puede destrozar su personalidad. Luego hay que formarlos bien para que más adelante los escándalos de otros no les influyan negativamente. También existen personas muy sencillas que son honradas en sus trabajos y no engañan a nadie.

En cambio muchos pudientes, que manejan situaciones sociales, escandalizan señalando conductas impropias, sin que les importe poner a descubierto irregularidades (con difamaciones o calumnias) de otras personas, exagerando las tintas, para conseguir protagonismo, sintiéndose ellos los “buenos de la película” y así poder ganar más dinero, si es posible.

Demuestran con su conducta una pobreza de espíritu que es mucho más grave para la sociedad, que la pobreza material de los que no tienen dinero. Es más grave por tener una interioridad conflictiva y alterada que influye negativamente. Son personas ambiciosas que están incapacitadas para amar porque sus apetitos, irascible y concupiscible, están hinchados de pasión, y al no poder conocer la verdad, optan por patear el tablero de las virtudes y de la moral.

Muchos pudientes que están enfermos del espíritu, son los causantes principales de los conflictos sociales, por su voracidad enfermiza a favor de sus propios intereses. Quieren manejar situaciones de la vida y no pueden. Son ignorantes porque su estado habitual (ruptura interior) les impide el conocimiento correcto de las personas, que debe ser siempre para amarlas y no para utilizarlas.

Quienes se dejan motivar habitualmente, y a veces de una manera compulsiva, por el provecho personal y el egoísmo, no son idóneos para solucionar los problemas humanos.

Quien busca conocer a alguien para utilizarlo solo se fija en aspectos que puedan servirle para sus torcidas intenciones. Los valores más altos de las personas los vería como peligrosos para sus intereses. Entonces procurará deshacerse o expulsar a los mejores, porque resultan incómodos. “Una sabiduría así no desciende de lo alto, sino que es terrena, meramente natural, diabólica. Porque donde hay celos y rencillas, allí hay desorden y toda clase de malas obras” (Santiago, 3, 15-16).

El hombre que no ama al hombre sino que lo utiliza, lo denigra, creando constantes situaciones de injusticia. Y así resulta que los “amos” que esclavizan al hombre, luego se vuelven esclavos de sus propios egoísmos y pasiones. Esos “amos” pudientes son incapaces de gobernar, aunque estén acostumbrados a manipular para conseguir sus prebendas. La inteligencia del injusto produce brutalidad porque no la emplea para buscar el bien sino para el provecho personal. Luego ocurrirá lo que dice el famoso refrán: “la codicia rompe el saco”

La sociedad está rota por el hombre codicioso que dice conseguir riqueza y lo que consigue es más pobreza, con aumento de violencia y falta de seguridad.

Desconocer la ley del amor y sus efectos es la mayor ignorancia que pueda haber. El hombre que se escapó del orden de la ley del amor se mete en una selva tupida haciendo consideraciones de todo lo que ve, sin tener una falsilla buena como sostén para entender las cosas. Sus informaciones desarticuladas lo hacen crecer en ignorancia y en una presunción enfermiza.

La sabiduría no se obtiene a base de información y menos de una información embrollada y desarticulada. Los excesos de datos recibidos sin ninguna orientación, crean ensaladas mentales donde se junta la presunción humana con los vestigios de algunas evidencias, y es entonces cuando el hombre se siente dueño de un razonamiento que considera válido y no es más que una razonada propia de un laberinto mental. Luego buscara, a como de lugar, la patente de corzo para intervenir en los asuntos de los demás. No quiere darse cuenta de su ignorancia, aunque no deja de intuirla. Es entonces cuando se defiende, como gato encerrado, atacando a otros y así cubre sus limitaciones con “cortinas de humo”. Así es la sandez humana del poderoso que no quiere reconocer su ignorancia.

Es la hora de la sinceridad y la verdad. Ya no podemos seguir viviendo del cuento y de la mentira.

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jueves, febrero 16, 2012

¿Somos ricos o pobres?

EL AGUA, EL ORO Y EL MORO

El agua es el signo de la vida. Si en la exploración de los planetas se encontrara agua significaría que allí hay algún tipo de vida. En nuestro planeta casi todo es agua. El agua no puede faltar porque sin ella no se podría vivir.

El oro es el metal más cotizado del mundo, símbolo de riqueza y bonanza. Los que vinieron para conquistar América soñaban con encontrar grandes yacimientos auríferos. El oro peruano es famoso en el mundo y la expresión Vale un Perú, hace referencia al preciado metal. La famosa expresión de Antonio Raimondi: “El Perú es como un mendigo sentado en un banco de oro” expresa una realidad perenne que nos remece y estremece sin cesar. Todavía seguimos estudiando y analizando la frase en vez de reconocer nuestra realidad.

El término moro tiene muchas acepciones, pero una se utiliza en el mundo occidental para indicar que esa persona no está bautizada, ni sabe nada de religión. No es un término insultante, es equivalente a gentil, que se emplea para la persona amable pero también para la que no profesa la religión. La diferencia puede estar en que moro es el que no sabe y gentil el que no profesa.

La expresión castellana el oro y el moro se emplea para aquellas situaciones en las que se promete dar mucho más de lo que se puede. Es sugerir con ironía grandes beneficios que nunca van a llegar, es equivalente al engaño.

La riqueza del Perú

El Perú es un país muy rico en agua, ocupa el 8tavo. lugar en el mundo. Hay agua suficiente para todos y para tenerlo todo verde de modo habitual. Solo es necesario trabajar con orden para orientar el agua y tener incluso grandes reservorios.

El Perú es un país rico en oro, existen muy buenos yacimientos que tienen fama internacional. La mineras , y especialmente el oro, nos han levantado económicamente en los últimos años y nos dan esperanza para seguir creciendo en los años sucesivos.

Frente a esta realidad de riqueza tenemos una población numerosa que no es conciente de los valores que tiene, como el moro que no la ve, porque desconoce, o el gentil, que podría conocer pero no le interesa.

Los problemas existen por falta de cultura o interés y es entonces cuando surgen los encantadores de serpientes, que son los líderes que le prometen a una población ignorante, “el oro y el moro” y los vienen meciendo per secula seculorum.

La población está cansada de los cuentos de los líderes de turno, que al entender que la mayoría no tiene la suficiente cultura, los tratan como a seres ignorantes o menores de edad, y se limitan con prometer ciertos beneficios que suelen ser como las migajas que caen de la mesa. Piensan que lo importante es proceder sin más con sus proyectos y no perder más tiempo.

La población no ve en las razones técnicas de los especialistas, la mejora para ellos. Los datos evidentes de riqueza, que además son favorables a ellos, no los hace cambiar. A ellos les interesa que les hagan caso y que les quieran de verdad. Están diciendo, casi sin saberlo, que necesitan antes que nada recibir educación. Para lograr ese objetivo prioritario es necesario que funcione, bien y de verdad, la ley del amor.

Es evidente que los dirigentes de las grandes mayorías que protestan solo tienen mecanismos de defensa voluntaristas que utilizan en sus débiles argumentos que se desmoronan frente a razones evidentes; sin embargo persisten y no quieren dar su brazo a torcer. Lo más triste es cuando son utilizados por politiquerías fundamentalistas que se arriman a ellos para sacar sus beneficios propios. Estos líderes, inspirados en ideologías marxistas, son los que consiguen que los pobres sigan en la ignorancia y no levanten cabeza. Eso es lo que les conviene a ellos para seguir medrando sin trabajar.

Somos ricos pero somos pobres

Somos ricos en oro, agua, gas, etc. Podríamos tener grandes irrigaciones, unas lagunas espectaculares, exportar energía, etc. Entonces ¿dónde está el problema?

El problema está en la ignorancia. Existe en nuestro país una falta de cultura que clama al Cielo. En educación ocupamos los puestos más bajos de Latinoamérica. Por esa falta de cultura las aspiraciones y metas de las grandes mayorías son de escaso nivel humano. No tienen motivaciones para los grandes valores de la cultura y viven engañados por los que se quieren aprovechar de ellos, contándoles cuentos o no teniendo en cuenta sus melifluas aspiraciones. Solo se podrían defender con la educación y la cultura. La ignorancia también está presente en los sectores pudientes cuando a la gente solo le interesa la comodidad y el dinero para tener más comodidad. Es la esclavitud del materialismo.

Urge darle prioridad a la educación

La educación no puede postergarse. Es necesario romper moldes y mentalidades congeladas de costumbres que deben ser superadas. No puede mandar el gusto sobre la inteligencia ni el odio ciego sobre el reconocimiento de los esfuerzos y valores de las personas.

La riqueza de cada persona está escondida como el oro y es necesario extraerla. A diferencia del oro la riqueza humana puede crecer y solo crece con la educación. El hombre que es educado lucha por ser mejor y hace crecer su propia riqueza. Al hombre se le educa para recibir (educación) y recibe una formación para luchar (y así poder propagar el bien). La riqueza del hombre son sus propias virtudes que potencia con la ayuda de terceros.

La educación saca de la ignorancia al hombre y lo hace rico. El hombre educado que entiende, que debe luchar para ganar en virtudes, tiene un futuro asegurado. Las virtudes ocultas en su interioridad son como las minas que hay que explotar. Es más importante invertir en educación que en una mina. Tampoco están reñidas, son compatibles las dos inversiones. Lo que no puede ocurrir es que se ponga tanto interés en las minas y tan poco interés en la educación.

La educación del hombre no puede mala y deficiente. No debe ser como “la comida del perro”, debe ser saludable y muy bien pensada, con las dietas necesarias para cada caso. El derecho a la educación es el derecho a ser amado, es uno de los fines del matrimonio. Es por tanto una tarea sagrada que no se puede descuidar. El que ama educa y el que educa es alguien que sabe amar.

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jueves, febrero 09, 2012

Las causas de la miseria

POBREZA Y RIQUEZA

Hace unos días leí con satisfacción y asombro en “El Comercio” dos artículos que explicaban desde distintos ángulos cuáles eran las verdaderas causas de la miseria en el mundo. El primero, de Gonzalo Portocarrero, que llevaba el título de “El espejismo de las rentas” explicaba cómo la ganancia de los sobre precios podría producir un influjo negativo e injusto en la sociedad a la hora de la distribución de las riquezas permitiendo que unos pocos sean ricos y las grandes mayorías continúen en la pobreza. Unos días después apareció el artículo de Alfredo Bullard con un título irónico: “La sabiduría es la causa de la ignorancia” donde refutaba los argumentos de Portocarrero defendiendo la acción libre del hombre para producir riqueza.

No soy experto en economía, sin embargo como teólogo, frente a estos argumentos me encontré como si me hubieran dado un buen pase para hacer un gol. Las causas de los problemas que originan la miseria en el mundo son harto conocidos, y los dos articulistas han tocado aspectos desde distintos ángulos.

La primera causa de la miseria es la ignorancia, el gran mal endémico del mundo. Lo que ocurre es que se emplea el término de acuerdo a criterios sesgados. Por ejemplo para algunos es lo mismo decir gente pobre o gente ignorante. Por otro lado la cultura y el éxito se suelen colocar al lado de los que tienen dinero, esos son los que han sabido salir adelante y hay que aplaudirlos. En cambio los que no tienen nada y viven en condiciones de miseria son los ignorantes e incultos. Sin embargo hay ignorantes en todos los sectores de la sociedad.

En nuestra sociedad podemos ver muchas diferencias, en las cosas y en las personas: hay lugares ricos y lugares pobres, personas con más cualidades y posibilidades que otras que tienen bastantes limitaciones y pocas oportunidades.

Frente a la realidad que todos podemos contemplar con nuestros propios ojos existe también una ley superior que es para todos los hombres: la ley del Amor. No es un derecho es una ley que debemos cumplir. Esa ley consiste en querer desigual a los que son desiguales, o sea conocer las diferencias para poder darle a las personas lo que es justo, de allí la definición de justicia: constante voluntad de darle a cada uno lo suyo. Es imposible aplicar la justicia sin la ley del amor porque se la utilizaría como arma para derrotar a otro.

De acuerdo a estas consideraciones, en el campo de la economía el hombre no debería producir riqueza sin más, y tampoco hacer con ella lo que le venga en gana. La ley del amor marca una direccionalidad y una prioridad. Al hombre emprendedor se le pide primero que sea desprendido, que se cuide de no apegarse al dinero porque es muy fácil que se corrompa y por lo tanto es necesario que viva la virtud de la pobreza. Que ame a las personas para que no ame tanto el dinero o los bienes materiales.

Es que el dinero y el poder sin la ley del amor son causas de corrupción y llevan al hombre a la miseria. Es por eso que el mundo hay muchas desigualdades que son causadas por injusticias cometidas, por no saber darle a cada uno lo suyo. Ojo que no estamos hablando solo del reparto del dinero o de los bienes materiales, sino del amor auténtico que todos debemos tener por los demás para darle a cada uno lo suyo.

La solución no es que todos tengan plata. La solución es que los hombres sean buenos, que tengan un corazón ordenado y por lo tanto justo. Y esta solución es para todos: para los ricos y para los pobres. El rico desprendido se convierte en justo y el pobre desprendido aprende a ser generoso y no envidioso.

Está claro que la riqueza material no es moralmente buena ni mala. La moralidad depende del modo en que se use. El dinero puede emplearse en el lujo, en el despilfarro y en la violencia, o en la promoción de la salud, de la solidaridad o la educación. Todos deben emplear bien el dinero y los bienes.

La trama famosa película clásica “Una gata sobre el tejado de Zinc” cuenta la historia de un millonario, padre de una familia numerosa, que había conseguido una fortuna con el esfuerzo personal y sus propios méritos. Su papá había sido muy pobre, en cambio él, gracias a su talento y capacidad, hizo mucho dinero y obtuvo grandes propiedades. Ya mayor y avejentado se encontraba agotado de la vida con una enfermedad terminal, mientras que los hijos y sus familias estaban esperando el desenlace para recibir la herencia.

Al final de la película este padre millonario tiene un diálogo encendido con uno de sus hijos, que era alcohólico y no estaba interesado por la herencia. Este exitoso sexagenario le quiere demostrar al hijo que gracias a sus esfuerzo ellos podían recibir una gran herencia en bienes y propiedades. El hijo, que extrañaba más el cariño y la educación que no había recibido de su padre, le recuerda la herencia del abuelo pobre: un sombrero viejo y mucho cariño. El padre escucha atentamente el reclamo del hijo alcohólico, se conmueve al recordar el cariño de su papá y se pone a llorar porque se dio cuenta que el abuelo (su padre) le había dejado algo más valioso que el dinero y las propiedades que él pensaba dejar a sus hijos.

Jesucristo llamó bienaventurados a los pobres y desprendidos. “Y él, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios”. (Lucas, 20)

Hoy vemos en el mundo unas diferencias preocupantes: mientras algunos buscan aliviar sus problemas con el aumento de un escaso sueldo, otros se frotan las manos para seguir especulando despavoridamente, como los compulsivos viciosos de las casas de juego que se convierten en ludópatas y dejan sus casas cargadas de deudas y a sus seres queridos en la ruina. Algunos vaticinan la llegada de nuevos ricos y de nuevos mendigos para el futuro y la vida sigue igual.

El hombre que se considera seguro viviendo con una posición económica holgada, cree que tener dinero es suficiente para conseguir sus aspiraciones más altas; ese hombre está en un túnel, ha perdido la brújula, es necesario rescatarlo, para que se de cuenta que el dinero no es Dios y que tiene unos deberes que cumplir con su prójimo y otros con Dios.

Si nos enriquecemos con trabajos que no benefician a los demás o al país (con justicia), nos empobrecemos como personas y terminaremos mendigos, como el rico Epulón de los Evangelios. Seríamos hombres que no supimos aprovechar bien el tiempo para el negocio más grande de nuestra existencia, que es la salvación de nuestra propia alma después de haber dejado en la tierra una herencia de honradez, dignidad y Amor.

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jueves, febrero 02, 2012

La mano de Dios en la Iglesia

LA ELECCIÓN DIVINA DE LO HUMANO

Cuando se producen elecciones dentro de la Iglesia aparecen sendos artículos en los periódicos y comentarios variados en las entrevistas y encuestas de los medios de comunicación, donde todo el mundo dice lo que le parece. Se oyen opiniones de todo tinte y calibre, algunos pontificando, otros profetizando y otros simplemente opinando de acuerdo a sus creencias y criterios. Si un especialista leyera todo lo que se escribe lo primero que diría es: “zapatero a tus zapatos”

Un ingeniero, un médico, un abogado, no permitirían que los que no son de su especialidad opinen como si fueran expertos en la materia; sin embargo cuando se trata de la Iglesia existe como una suerte de licencia para que todo el mundo diga lo que se le ocurre. En fin, creo que también en esto la Iglesia está dando muestras de democracia. Sin detenernos en esta coyuntura circunstancial, pasemos al tema de fondo que es el que queremos comentar.

Dios dirige a los hombres dentro de la Iglesia

La Iglesia es una institución milenaria fundada por Cristo. Aunque está formada por seres humanos está asistida por el Espíritu Santo. Su Fundador quiso utilizar a los hombres para que la gobiernen y la lleven a buen puerto. Así la “barca de Pedro” viene sorteando las tempestades a lo largo de los siglos y continúa sin naufragar llevando a millones de fieles a su verdadero destino.

Cuando entramos a las Sagradas Escrituras y leemos los libros del Antiguo Testamento, que fueron escritos siglos antes del nacimiento de Jesucristo, vemos como Dios quiere contar con los hombres para que éstos puedan encontrar el camino que los hace libres y así obtener la salvación. En las alianzas que hace con ellos Dios nunca falla, en cambio los hombres fallamos habitualmente. A pesar de nuestros errores Dios continúa ofreciéndonos el camino de la reconciliación y nos da nuevas oportunidades para que no nos perdamos. En el Nuevo Testamento, el mismo Jesucristo, que es Dios, da su vida por la salvación de los hombres. Toda la Biblia se centra allí y toda la vida de la Iglesia también.

Dios elige a los hombres sin quitarles sus características peculiares

En las elecciones que Dios hace (Moisés, Abraham, Juan Bautista, Apóstoles, etc) deja que los elegidos decidan con su conducta la correspondencia al plan divino. No les quita su personalidad: costumbres, ambiciones, opiniones, etc. cuenta con todo lo que cada hombre es para que salga adelante el plan divino. Por ejemplo los escritores sagrados eran personas muy diversas que escribían según sus modos de ver y costumbres. El autor principal que es Dios cuenta esos modos, costumbres y circunstancias del autor humano.

Los hombres entonces ¿estarían predestinados al plan de Dios, hagan lo que hagan?

Dios ha creado al hombre libre y responsable de sus acciones. Cada hombre debe responder con su conciencia a la hora de decidir y de actuar. Debe hacerlo de acuerdo a la verdad. El norte que debe guiar su vida es la verdad. Cristo viene y funda la Iglesia para que el hombre pueda encontrar la verdad. La Iglesia le proyecta una luz para que el hombre pueda ver. Quienes están en la Iglesia piden siempre luces a Dios porque no pueden ver sin Dios.

A través de la oración sincera, cada hombre puede encontrar lo que Dios quiere, y el hombre es libre cuando logra hacer lo que Dios quiere. En la obediencia a la verdad está la libertad.

Dios no está sujeto al tiempo porque es eterno y así conoce nuestras decisiones. Si el hombre niega a Dios escoge darle las espaldas al creador, al redentor y al santificador. Entonces estaría escogiendo un camino que no es el de la salvación que predica la Iglesia por mandato de Cristo.

Cuando los que están en la Iglesia se apartan de Dios y lo traicionan como Judas, causan un mal a la Iglesia. La lejanía de Dios crea una “fe” en el criterio humano del hombre, es como apuntarse a una lógica humana alejándose de lo sobrenatural y entonces el hombre se cree Dios.

En el que no tiene fe la lejanía con respecto a Dios puede ser total y en el que tiene una fe débil puede haber un atontamiento, como pasó con Tomás apóstol, que le parecía que resurrección de Jesucristo escapaba de la lógica humana y empezó a dudar. Fue agnóstico por unos días.

La responsabilidad de los pastores

El “dormirse” de los pastores puede ser grave a la hora de las decisiones, porque al debilitarse la fe se nubla la verdad y el que no defiende la verdad empieza a conciliar o a ponerse de árbitro: una especie de arbitraje donde se termina armonizando el bien con el mal. Las cosas ya no se ven tan buenas ni tan malas y se cae en el error de pensar que el término medio es el ideal. La postura de indecisión o indefinición de un pastor con poca fe es utilizada por las fuerzas del mal para sus conquistas. El que tiene una fe débil puede ser manipulado. No hay más que ver el descalabro de las ovejas por las dormidas de los pastores.

Herodes quiso utilizar a los reyes magos para su plan maléfico diciendo que su intención era adorar a Dios. No lo pudo conseguir porque los Magos fueron advertidos y obedecieron a quien les decía la verdad. No se durmieron. Los enemigos de la verdad quieren utilizar a los ingenuos (dormidos en la fe que también son ambiciosos) para triunfar ellos.

La falsa política de la compensación

Los hombres de Dios cuando elijen no dejan de ser seres humanos con sus ambiciones, pasiones y opiniones, pero también son, Dios quiera que todos, hombres de oración. El que reza sabe que Dios lo cambia. Le hace ver lo que debe hacer y lo corrige para que sea mejor y así pueda decidir, con la ayuda de la oración, lo que es conveniente para la Iglesia, el bien de las almas y la Gloria de Dios. Dios le transmite al hombre su voluntad. Si el hombre no obedece se las verá con Dios, a Él le tendrá que responder.

En las elecciones de los hombres se pueden ver las apetencias e inclinaciones humanas, pero siempre hay una mano de Dios que guía a los que son fieles para que triunfe el plan de Dios. El triunfo de los hombres es aparente. Dios es el Señor de la historia. Los hombres de la Iglesia, a los ojos humanos, pueden parecer pocos santos, sin embargo Dios quiere contar con ellos para que la “barca de Pedro” pueda salvar a muchos más.

Las elecciones de los hombres de Dios no se hacen con políticas de compensación para contentar por igual a todos. No se elige a uno para que estén contentos sus partidarios. La elección de conciencia es consecuencia de la oración: qué es lo que Dios quiere para el bien de su Iglesia y si hubiera alguno que no elige así, porque está debilitada su fe, existen en la Iglesia muchos otros que rezan para que el triunfo final sea siempre de Dios.

Resumiendo: En las elecciones de los hombres de Dios pueden darse al mismo tiempo cuatro direcciones:

1. La elección que Dios hace, a través de los hombres, para que salga el plan divino a favor de los hombres.

2. La elección de los hombres de Dios, que es fruto de la oración de cada uno. Elección hecha con rectitud de intención, buscando la verdad y para el bien de la Iglesia y de las almas. Que es reforzada por la unión de todos los hombres fieles a sus pastores, a través de la oración, para que se viva de acuerdo al querer de Dios, en el amor a la verdad.

3. La elección hecha con motivaciones humanas y sin visión sobrenatural, por motivos egoístas de beneficio personal. Hecha por hombres que han debilitado o perdido su fe, aunque sean pastores.

4. La opinión de todos los hombres y el aporte que dan con sus influjos para la elección de los hombres de Dios.

Creo que en los dos primeros puntos son los que cuentan, Ud. ¿qué opina?

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