jueves, enero 31, 2013


EL PRECIO DE LA EXCLUSIÓN
Excluir a una persona de algo podría ser un error considerable. Tal vez sea más inteligente ver la forma de incluirlo que de excluirlo. Los que trabajan habitualmente escogiendo gente podrían caer, sin ser muy conscientes,  en hacer acepción de personas y cometer penosas injusticias, con consecuencias lamentables para el futuro. 
Es cierto que también podrían existir serias razones para no contar con determinadas personas y querer trabajar con un grupo selecto que se elige teniendo en cuenta cualidades de idoneidad. Aún así, aunque los datos sean objetivos, con un criterio demasiado selectivo y restrictivo se podría caer en una parcialidad que a la larga podría resultar inconveniente para todos.
En los ámbitos deportivos solemos ver entrenadores que organizan su equipo de acuerdo a sus preferencias y al criterio que tienen como prestigiosos profesionales en la materia.  Estos estrategas arman sus cuadros incluyendo a unos y excluyendo a otros. Más tarde cuando llega otro entrenador arma un equipo distinto y muchas veces incluye al que fue excluido por el entrenador anterior.  ¿quién hizo el mejor equipo?, ¿quién tiene la razón?  No es fácil contestar estas preguntas.  El que tenía la potestad escogió y punto, es su responsabilidad para bien o para mal.

Un punto de luz interesante
Lo primero que podemos afirmar  para empezar este análisis, es que parece que se hace más bien cuando cambian entrenadores y jugadores que cuando se quedan los mismos. Sin cambios hay más posibilidad de que existan personas talentosas  que queden excluidas para siempre.  
Además en los juicios humanos siempre intervienen factores subjetivos que pueden tener demasiado peso. Vemos, por ejemplo, el empeño o la cerrazón de los líderes  para contar con determinadas personas y no querer contar con otras. Nos damos cuenta que hay algo personal que pesa más que las razones objetivas que se puedan esgrimir.
Esta primera consideración nos está dando un poco de luz para advertirnos que las personas pueden rendir más con unos que con otros y entonces el objetivo para conseguir que rindan todos y no tener que excluir a nadie, es saber escuchar otras opiniones y tratar muy bien a todas las personas. Es saber acoger al que no se está escogiendo, sin cumplidos ni posturas diplomáticas, brindándole, si es posible una gama de posibilidades y oportunidades bien pensadas y factibles.
Es una obra de arte que debería hacerla el que tiene en sus manos la elección o selección de personas y podría agregar algo mucho más noble: muchas veces dejar que otros decidan.  

La humildad lo arregla todo
Es imposible que se entienda y se atiendan bien a estas atingencias sin la virtud de la humildad. Sin esta virtud, el que tiene la sartén por el mango, suele dar caballazos y decide sin escrúpulos lo que cree conveniente. Sin humildad y con potestad, el pequeño dictador que todos tenemos dentro, ejerce. Le parece que no debe perder el tiempo tratando de arreglar las cosas para que todos queden contentos. El que no fue seleccionado o el que fue separado, que se las arregle por su cuenta. Esa actitud lo aleja de la gente y a la larga termina mal. 

Cuando Dios elige
En lo que es de Dios en Espíritu Santo hace maravillas. Cuantas veces hemos visto que en los cónclaves los candidatos preferidos por los cardenales no han sido elegidos  y en cambio resulta Papa el que nunca se había pensado. Y esa elección, sin los parámetros humanos de una lógica racional, resultó mucho mejor.
Cuando Dios interviene en la vida del hombre elige con criterios distintos a los de la lógica humana. También la Sagrada Escritura dice: “la piedra que rechazaron los arquitectos será la piedra angular del edificio de Dios” Qué poco vale el juicio humano al lado del juicio de Dios.
Cuando vemos que el hombre quiere amarrar mucho con su juicio, vemos más su limitación que su virtud.  En cambio el amor a la libertad y la confianza en los demás son características de las almas grandes, las que saben incluir a los demás para que sean útiles y puedan desarrollar sus talentos. Esas almas ponen su capacidad al servicio de todos y se preocupan de que rindan de verdad sin olvidarse de ninguno.
El real interés por todos hace grande a la persona. Alguno se podría preguntar:  “¿y por qué se interesa por mi?”  y puede pensar que hay intereses ocultos,  “si se interesa por mi es que quiere algo de mi”  y no se da cuenta que para el que ama de verdad todos son importantes, todos están incluidos.  Y esto se manifiesta en la vida diaria.
Es Dios quien dilata el corazón para que las personas puedan querer y entonces se hacen verdaderas maravillas. En cambio el hombre que juzga y escoge sin Dios comete inevitablemente muchas injusticias y si no cambia puede hacer mucho daño por donde pase.
Uno de los objetivos del año de la fe tendría que ser lograr una mayor inclusión de más personas en el propio corazón, o dicho con otras palabras: no excluir a nadie de nuestro amor. Este propósito debe ser tan real como nuestro amor. En una sociedad donde falta amor hay continuas exclusiones, que las hace cada uno con las decisiones que toma cada día.  Dios está tocando la puerta de nuestro corazón para entrar Él con muchos más en nuestra propia vida.

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jueves, enero 24, 2013


EL PRECIO DE LA INCLUSIÓN

 
Es cierto que toda persona tiene una misión de la tierra, nadie está demás, todos tienen un papel que cumplir con la responsabilidad de poner los medios para poder hacerlo.

También es cierto que mucha gente se encuentra desubicada, porque no tuvieron una buena formación o por circunstancias difíciles que perjudicaron el desarrollo de sus capacidades, o porque no le permitieron encontrar las oportunidades para su realización.

No son pocos los que viven frustrados soportando circunstancias adversas o haciendo, para poder vivir, lo que nunca pensaron o desearon. Algunas personas son como agujas para pasar el hilo de proyectos ajenos. Fueron útiles para otros sin obtener el lugar y las condiciones adecuadas para el propio desarrollo.

El mundo también ha sido como una cárcel para muchos seres humanos. Se puede decir que un vasto sector de la sociedad vive en el borde del abismo, con la angustia de la inseguridad y totalmente desubicados. La ignorancia contribuye a que el hombre se encuentre fuera de sitio y sienta que no es incluido ni siquiera en el lugar donde vive.

Quienes observan el panorama mundial suelen decir: "estas personas deberían...." como señalando que deberían tener una ubicación que no tienen o deberían hacer algo que no están haciendo.

Los padres se encuentran desubicados cuando no están con sus hijos para educarlos, los niños no están ubicados si no están yendo al colegio para formarse, los policías si no protegen a los ciudadanos, los abogados si no aman la justicia, los futbolistas si se pierden en la cancha....las autoridades si no predomina en ellos la vocación de servicio. Es fácil sacar la foto y advertir la desubicación general de la sociedad.

 

Estar en el sitio adecuado

Es ahora cuando podemos hablar con más claridad de la inclusión. La inclusión correcta consiste en ubicar bien a las personas. Si el río se sale de su cauce no solo se pierde el agua sino que el agua se vuelve agresiva, invade y mata. Si el hombre no está ubicado también se vuelve agresivo y se convierte en un peligro para la sociedad. La inclusión empieza por decirle al hombre la verdad: para qué vino al mundo y cuál es su misión.

La inclusión no puede quedarse en la superficialidad de un respeto o de una sonrisa barata, como diciendo: "yo acepto a todos, soy una persona abierta" eso es lo mismo que nada, si no hay en el hombre la responsabilidad de querer que todos estén ubicados en el lugar que les corresponde para rendir y ser útiles. No basta que el papá abrace a su hijo y le de todo, debe fundamentalmente ubicarlo en la sociedad, hacerlo andar por el camino correcto.

La inclusión, tal como se entiende ahora, es confusa y puede ser muy peligrosa. En el trato con los demás debe haber un orden, primero está la familia y en la familia hay que saber querer desigual a los que son desiguales y para conocer estas desigualdades entre unos y otros es necesario amarlos. Cuando se ama a las personas se conocen las diferencias y es entonces cuando se puede saber cuál es el papel o el sitio de cada uno. No da lo mismo que todos estén en los mismos lugares o cumplan las mismas funciones.

 

Los demás son los que nos colocan y nos ubican

Los que aman son los que determinan la ubicación de los otros. A la gente en el mundo entero se las coloca en algún lugar. Uno solo no puede colocarse, necesita de los demás. Para ser incluido es necesario el amor de los demás, la falta de amor es lo que perjudica la inclusión de las personas. Es un error grave no amar porque uno termina colocando mal a los demás.

El amor coloca de un modo correcto a las personas, las deja bien ubicadas. Los rechazos vienen por falta de amor. El que ama no incluye de cualquier manera, no se trata de conseguir algo para alguien, se trata de que las personas encuentren su lugar y su papel.

La actitud estoica de la inclusión actual no es amor al prójimo. Es el miedo que se tiene al comprobar la agresividad que se ha desarrollado en las personas por la falta de amor. Es por eso que surge la inclusión como un mecanismo de defensa de los propios derechos o intereses: “Te voy a hacer caso para que me hagas caso”

Muchas campañas que fomentan la inclusión están dirigidas al sentimiento de las personas, para despertar en ellas una compasión con el excluido que lleva aneja una protesta de indignación contra posturas de exclusión; se les oye decir en todo el mundo: pobrecito, qué barbaridad, qué solo se encuentra, cómo lo maltratan, son siempre reclamos contra ciertas indiferencias para despertar sentimientos de protesta.

Es un sentimiento que despierta el odio para el que excluye y la aprobación ciega hacia la víctima (la persona no incluida). Un sentimiento interior que es más de rebeldía que de amor y que les hace incapaces de ayudar verdaderamente al prójimo.

 
Es tiempo de llamar a las cosas por su nombre sin eufemismos ni ambigüedades. Es cierto que en la sociedad está faltando la caridad, el verdadero amor al prójimo. Es lo que el Papa Benedicto XVI está reclamando. Todos tenemos el deber de amar al prójimo sin excluir a nadie de nuestro corazón. Es así como logramos conocer a las personas para ayudarlas a situarse dentro de la sociedad en el sitio que les corresponde.

jueves, enero 17, 2013


Simpatías y antipatías
EL ARTE DE TENER ÁNGEL
Me sorprendió mucho ver que un experto violinista, que interpretaba sus piezas de un modo magistral, con el rigor de las reglas musicales, tuviera tan poca aceptación del público y en cambio otro, que no poseía esos conocimientos y habilidades, se llevaba las premios de los concursos y las palmas de un público numeroso que vibraba con sus interpretaciones.
El primero, que era un gran maestro de la música, no tenía ángel. El segundo poseía unas cualidades atractivas para un público que deseaba escuchar algo grato, aunque no tuviera la estricta perfección del rigor musical y del profesionalismo.
Para estos casos también es probable que el éxito no dependa solo de la interpretación, porque si el primero tocara lo mismo que el segundo, es fácil imaginarse que tampoco tendría la aceptación del público, porque la gente no se fija solo en la pieza musical sino en algo más, que hay en la persona como propio, y que hace que la interpretación sea muy grata para todos.  ¿En qué consiste ese algo más?

Aplausos o pifias  ¿el jale es sinónimo de influjo?

Aplaudir o pifiar no solo ocurre en los ámbitos del arte y la cultura, sucede también en la vida diaria con las conductas de las personas, ¿a qué se debe unos sean aceptados y otros no?, ¿a qué unos tengan más jale, o más llegada que otros?, ¿se debe acaso a la preparación, o al conocimiento de algo?  La especialización o capacitación puede influir, pero lo que jala y persuade es que hay algo más, que es personal.
Después de estas primeras anotaciones podríamos pensar que una persona, con simpatía humana, innata o adquirida, podría caer muy bien y arrastrar a otros a que le sigan para bien o para mal. Sin embargo no podemos concluir que para influir hondamente en los demás es preciso ser simpático.
También habría que admitir que el simpático a secas no es el que suele influir más en la vida de las personas. Hay muchos líderes simpáticos que jalan mucha gente pero no tienen una influencia decisiva en la vida de las personas. El público los sigue por que son fans de determinadas músicas, disciplinas deportivas, o ideologías de moda.
En todo el mundo existe una suerte de seguimiento colectivo con las masas que están en la “onda” de una “tradición”, costumbre o moda, donde los más jóvenes emulan a ídolos, queriendo ser como ellos y entonces se visten o se cortan el cabello de la misma manera, imitan sus gestos y sus modos, buscan usar tatuajes y bisuterías llamativas, aunque no puedan dar una explicación racional de lo que están haciendo. Es un modo de seguir superficial, que nunca llegará al puerto de la seguridad y de la libertad que es necesario para todos los hombres.
Existen también situaciones de endiosamientos producidas por fanatismos colectivos, donde se dan seguimientos todavía mucho más irracionales y drásticos que hacen mucho daño. Hay sectores de la población que se encuentran entrampados dentro de estos laberintos sin poder salir.
Siempre es necesario tener en cuenta que los fenómenos de energía humana colectiva no necesariamente reflejan el amor de las personas.  Esos derroches de “amor” expresados hasta con delirio suelen ser voluntarismos superficiales, es fuego hecho con papel.  Además cuando se dan esos seguimientos entusiasmantes, se pasa fácilmente de la canonización a la condena, o de la aprobación radical, al rechazo total, por cualquier nimiedad.  En un inicio pueden haber fuertes abrazos y en una segunda instancia grandes peleas,  aunque hayan pasado solo unos minutos.
De esos seguimientos masivos, aunque algunos duren años, no se puede desprender el significado más genuino y profundo de lo que significa tener ángel. La simple atracción no responde a la identificación que hace libre a la persona.

Motivaciones de fondo
Tenemos que advertir, para aclarar el tema,  que no todos los seguimientos que hay en el mundo son iguales. Cuando se trata de seguir a algo o a alguien es preciso mirar la interioridad de las personas para encontrar cuáles son las motivaciones de fondo.
Los endiosamientos de personas creados por los seguimientos de las grandes masas pueden ser puros voluntarismos movidos por resentimientos del ego, donde se mezclan odios y venganzas con el matiz malicioso de querer “agarrarse” a algo como consuelo o compensación. 
Este afán para la conquista de ciertos “derechos” va junto a una crítica, muchas veces injusta y desproporcionada, que censura conductas ajenas. Es como inventar un “dios” protector, dándole calidad y categoría con voluntades humanas de consenso que lo promocionan. Un “dios” que defiende los derechos de los que lo invocan y al mismo tiempo condena la conducta de los adversarios.  Un ídolo protector de sentimientos non sanctos.
Ese tipo de “convencimiento” y seguimiento  está lleno de inseguridad,  y por lo tanto no deja satisfechas a las personas, que están totalmente confundidas, aturdidas, muchas veces heridas, por no encontrarse en capacidad para poder entender la realidad de la vida con un nivel más alto y trascendente,  tal como debería ser en todas las personas. 
También el exceso de ignorancia puede enquistar a las personas en actitudes de terquedad que claman al cielo,  por un emperrachinamiento  que llama libertad a la esclavitud y obstruye el camino para que la coherencia llegue al entendimiento y serene a la persona. Nadie que se encuentre sometido dentro de un laberinto, donde le falta libertad, puede tener ángel, en el sentido estricto de su significado.

¿Quiénes tienen ángel?
Tiene ángel el que convence con una vida que refleja la autenticidad de valores altos y los expresa con la naturalidad del amor. La transmisión de esos valores, que ha hecho propios en su vida,  artística y convincente. Puede ser a través de la música, el teatro, el cine, la pintura o cualquier actividad humana.  Los que observan a quienes poseen esas cualidades quedan admirados y persuadidos, aunque muchas veces no puedan explicar a qué se deben esas conductas tan atractivas. Perciben la autenticidad como propia y exclusiva de la persona.
Ocurre siempre con personas buenas que tienen, por el hecho de ser buenas, mucha categoría y unas virtudes humanas encantadoras.  El encanto de la sencillez es la belleza más atractiva que puede ofrecer el ser humano.  Es entonces cuando se puede decir de alguien que ¡Tiene ángel! Es algo propio y tan bueno que convence más que nada.

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jueves, enero 10, 2013


LAS ANTIPATÍAS DE LOS JUSTOS
Las simpatías o antipatías no son las que marcan los aciertos o desaciertos de las personas en el cumplimiento de sus deberes familiares o profesionales. Tienen que ver más bien con los gustos, que tampoco pueden ser las motivaciones principales a la hora de elegir. Puede darse también que los más antipáticos sean mucho más coherentes que los simpáticos en sus conductas y en el desempeño de sus actividades, pero tampoco se pueden establecer reglas al respecto. 
Estas consideraciones las hacemos porque mucha gente renuncia al cumplimiento del deber por querer caer bien en los ambientes donde se desempeñan. Prefieren una imagen que agrade y contente a todos, (especialmente a los jefes), que  el cumplimiento estricto del deber o el orden moral, tal como debe ser de acuerdo a la ley y a la conciencia.
Estas actitudes de consenso, que están al margen de lo correcto, son siempre reprochables, sin embargo las toleran en muchos sectores de la sociedad quienes  aplauden la permisividad, haciendo la vista gorda para no observar lo que debería advertirse, y entonces cuando sale una voz discordante, que quiere poner los puntos sobre las íes, activan sus mecanismos de defensa para responder como si los estuvieran atacando. Así surgen los ataques a los hombres justos que quieren erradicar el mal de la sociedad.

El rechazo del bien por intereses ocultos de beneficio personal
Los ataques a los justos están a la orden del día en muchos sectores de la sociedad. Están organizados por quienes  se sienten heridos por la presencia de una persona buena que quiere arreglar las cosas. No les interesa el moralizador o el que quiera poner orden porque desbarataría lo que han conseguido o pretenden conseguir de un modo ilegal, o a través de prebendas otorgadas por quienes “compran” voluntades a favor de sus proyectos y beneficios.
Suelen ser personas vinculadas a redes manejadas por mafias disfrazadas de justicia y que han aprendido y enseñan a medrar, para vivir con trampas a costa de los demás. Primero hacen ascos a las buenas propuestas y luego actúan  con artimañas calumniosas para dejar mal parado al que quiso arreglar las cosas, y si es posible arman un escándalo para quitárselo de en medio.

El mal se ahoga con la abundancia de bien
El cualquier parte del mundo el camino del bien se hace venciendo al mal. Si el mal no existiera la conquista del bien sería distinta. El que es bueno debe batallar para que el mal no se extienda. La fidelidad al bien es la fidelidad a la verdad en todos los ámbitos donde se encuentre el ser humano. Lo decía levantando la voz en Ayacucho el recordado Papa Beato Juan Pablo II: “El mal nunca es camino para el bien”  El que está en el camino del bien suele tener una actitud firme y decidida, no se anda con medias tintas, ni con conductas melifluas.
Ser un defensor de la fe y de la verdad puede generar fácilmente el odio de los adversarios, como ocurrió con Jesucristo. El que trajo el bien y la verdad fue sometido a las mayores torturas y condenado a muerte.
Quienes no tienen una conducta recta de unidad y coherencia de vida y viven resentidos con heridas de odio y venganza, se dedican a la guerra sucia y desleal, sin importarles la fama y el honor de las personas. Se autocalifican de moralizadores atacando a quienes se opongan a sus proyectos tildándolos de corruptos y enemigos de la sociedad.
Jesucristo fue juzgado por personas deshonestas que llenaron de fango sus expedientes para que a todos les parezca que era peor que el mayor de los ladrones. Esta historia se repite todos los días en el mundo. Los que quieren hacer el bien, porque son buenos, terminan siendo “ajusticiados” por los sembradores impuros del odio, que están en complicidad con aparatos mediáticos, para enlodar la vida de los hombres de bien y salir ellos victoriosos para obtener sus prebendas.
Los santos y las personas honradas son incómodos para los que tienen “rabo de paja”  y no quieren perder sus “beneficios” y para los que tienen apetencias desordenadas y van buscando por todas partes el poder o el protagonismo, haciendo complicidad con otros de su calaña y sin que les importe para nada la justicia o la honradez.
Está claro que una persona que quiera cumplir la ley y hacer las cosas de un modo correcto, puede generar antipatías y rechazos y ganarse, sin haber hecho nada en contra, grandes enemigos.
Siempre es necesario ver y conocer el fondo y la trayectoria de vida de las personas. La superficialidad también lleva a la injusticia.
No se trata de ponerse de acuerdo con una postura, o con un grupo, lo importante es estar de acuerdo con la verdad y en desacuerdo con la mentira y lo falso, venga de donde venga.

Las virtudes humanas del hombre de bien
Ahondando más en el tema podríamos dirigirnos ahora al justo y honrado, que advierte y quiere moralizar, para decirle que se esfuerce en ser simpático, no por vanidad sino por caridad.
Ser correcto y honrado y a la vez simpático no es nada fácil. Ajustar para que se viva de un modo correcto tiene su costo. Sin embargo se debe luchar para adquirir las virtudes humanas que sean necesarias para tratar muy bien a todas las personas. La justicia no debería llegar de una manera severa y dura, sino con toda la amabilidad y la comprensión que un ser humano pueda tener.
Se pueden mejorar las maneras y las formas. Está al alcance de todos ser mejor prójimo del prójimo. En este afán deben poner más empeño las personas dedicadas a la educación y los que deben velar por la justicia. Está claro que la justicia sin caridad se puede convertir en la mayor injusticia. Esto también sucede a la hora del trato humano con las personas, si no se hace con delicadeza, aunque se esté en lo justo, la falta de virtud también podría considerarse como injusticia. Todos los hombres, incluidos los más agresivos, merecen un trato digno.
La Caridad cristiana es una virtud infusa, la da Dios, no depende del temperamento del hombre. Todos pueden y deben recibir esta virtud para amar como debe ser, con el amor de Dios. Con la caridad se sabrá apreciar el modo bueno de los distintos temperamentos y se sabrá desarrollar esos modos que siempre llevarán al ser humano a tener una extrema delicadeza y finura en el trato con sus semejantes.
El buen trato al prójimo que procede de la caridad suele ser bien reconocido. Las personas dirán del que trata bien: “¡Éste sí que sabe amar!”
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jueves, enero 03, 2013


¡SALUD!!!     (al inicio del año)
Es la palabra que más se oye pronunciar al empezar el año. Son diversas las situaciones y las intenciones de las personas que la emplean. Encontramos una gama amplísima que va desde el puritanismo extremo de quien no prueba una gota de licor al “borrachín” más alegre que la pronuncia mientras ingiere un nuevo trago animando a que los otros también lo hagan, como señal de felicidad.
Todas las personas buscan la felicidad pero no todas aciertan en encontrarla. Es cierto que muchas cosas diversas pueden ser ocasión de felicidad pero hay algunas que son esenciales para estar felices de verdad.
La salud, en su sentido más estricto, es motivo de felicidad para todos. Se agradece llegar a fin de año con salud e iniciar así el año que empieza. Muchas personas lo primero que le piden a Dios es la salud propia y de los seres queridos. Sin embargo a pesar de los buenos deseos, algunos que empiezan el año con salud pueden perderla en los meses siguientes, recuperarla después, si Dios quiere, quedarse limitado con alguna deficiencia, o irse de este mundo porque le llegó su hora. Solo Dios sabe y nos pide a todos estar preparados para cualquier eventualidad.
Los adivinos de turno sacan en estos días sus predicciones incluyendo en su lista fatídica de futuros fallecidos a algún famoso que ya le toca despedirse de este mundo. Esas profecías baratas suelen fallar, como la de los Mayas que profetizaron el fin del mundo para el pasado 21 de diciembre. No hay que hacer caso a esas cábalas ni creer tampoco en supersticiones, como la de  dar una vuelta a la manzana con una maleta para que llegue el viaje deseado, o la de usar ropa interior color amarillo para tener buena suerte en el año que empieza. Dejemos de lado esas supecherías y volvamos al tema de la salud que es más importante.

El sentido de la salud
Se trata de ver la salud en su sentido más genuino y amplio, que incluye al hombre en su dimensión corporal y espiritual.
Muchas veces los ecologistas se quedan cortos con una visión sesgada de la salud porque no incluyen la vida moral del hombre. Lo mismo le ocurre a quienes están demasiado preocupados por su propio cuerpo y hacen verdaderos sacrificios para no enfermarse o para conservar una línea saludable, que les permita tener una vida más ágil y sin las complicaciones de posibles achaques. Estas personas que cuidan al milímetro lo corporal, se olvidan de los aspectos espirituales que incluye la idoneidad de la conducta humana, que es consecuencia del orden y de la disciplina en el amor.
Como dice un antiguo refrán: “mente sana y cuerpo sano”  o aquel otro de origen italiano: “cuando el alma está bien, el cuerpo baila”.  El hombre de hoy, que quiere ser feliz a toda costa, no sabe tener una buena jerarquía de valores para encontrar la verdadera felicidad y entonces pone el acento en los sustitutos: ídolos, licor, drogas, amoríos…etc. que son siempre un engaño. Nunca se puede lograr la felicidad con lo que es perjudicial para la propia salud y por lo tanto para la auténtica felicidad.
En estos días de fiesta, -suele ocurrir en todo el mundo-,  muchas personas, en vez de buscar lo que realmente vale para ser feliz, le rinden culto a lo efímero y superficial, por no decir a lo frívolo y perjudicial. Ponen el acento en bagatelas y crean un consenso general para que todo el mundo haga lo que está de moda.
La felicidad nunca podría venir de los desarreglos que ocasionan los egoísmos consentidos. Quienes se encuentran en esas situaciones viven ciegos metidos en un mundo que solo salpica lodo y produce lesiones que pueden persistir muchos años. Tolerar a quien vive así es renunciar al amor y llenarse de angustias y desasosiegos.

El engaño y el daño de los excesos del licor  (un consenso absurdo)
Con estos esquemas actuales, a la hora de la celebraciones, encontramos como algo normal, a quien habitualmente hace alarde del licor, repitiendo una y otra vez las excelencias de esa afición, sin darse cuenta que está haciendo de “fósforo” para encender una llama que crece más para la malicia que para la virtud.
Sin llegar a los extremos de un puritanismo exagerado, es fácil advertir que esos alardes, a favor del licor, no son apropiados. En el mejor de los casos se asemejan al hombre que se ve en la necesidad de repetir constantemente y en voz alta, que él es muy hombre. Quienes lo escuchan no dejarán de mirarlo con cierta compasión y en algunos casos con preocupación. Esos alardes, con matices de rebeldía, para marcar bien una simpatía por el trago, suenan a mecanismos de defensa de una personalidad herida, que tal vez necesite evaluar mejor su jerarquía de valores para subir el nivel de sus comentarios y lograr que sean un poco más atinados. 
En otros casos nos encontramos con quienes están en el consenso impuesto y sin ninguna reflexión solo repiten lo que comenta la mayoría y hacen esos alardes por el prurito de seguir a los demás.  “¿Dónde va Vicente?,  donde va la gente”

Hacia la conquista de la verdadera paz
Si atendemos a la salud del ser humano, es preciso llegar a las metas más altas, que serán siempre marcadas por la riqueza de una interioridad ordenada.
Al empezar este año el Papa Benedicto XVI advierte: “es necesario renunciar a la falsa paz que prometen los ídolos de este mundo y a los peligros que la acompañan…”  Todos somos conscientes de las consecuencias negativas que trae el licor, cuando el hombre lo valora demasiado y no corrige costumbres impropias que lo deterioran a él y a su familia. 
Nos preguntamos todos los años, ¿porqué tanto alarde?, ¿porqué tanta veneración?  ¿Acaso no se puede tomar con la moderación debida y decir: ¡salud! saboreando la calidad de esos productos con la alegría de una celebración y sin hacer mayores comentarios?  y luego emplear las alabanzas y comentarios elogiosos para lo más valioso y profundo, que es lo que da más felicidad.
Que empecemos el año con la auténtica salud y que perseveremos en ella conduciéndonos por el camino correcto, que debe ser siempre ejemplar y edificante.

¡Feliz año 2013!