viernes, mayo 31, 2013


ASU MARE,  RISAS Y LÁGRIMAS DE UNA REALIDAD
Un éxito sin precedentes como película taquillera que todo el mundo quiso ver para reírse un poco con las ocurrencias de Carlín que, con buen humor y picardía, iba explicando como fue conquistando nuevas situaciones en la vida, tratando de superar una realidad difícil, de atrasos y limitaciones, en una sociedad, todavía despistada para acertar en lo que vale la pena hacer para vivir mejor.
Las risas del público por las ironías y vivezas criollas del actor eran también la aceptación a un estilo de vida popular generalizado en todo el país, que consiste en trepar con la ocurrencia, colocarse en un status al lado de las clases altas y sacar provecho en lo que se pueda, poniendo a los ricos en berlina. Es una manera fácil de subir sin perder la categoría popular. Se sigue siendo del pueblo retando a los “pitucos” con una simpática socarronería que se presta para todo tipo de remedos e imitaciones que hacen reír al sencillo que admira los métodos tradicionales de la picardía criolla.
Este estilo de vida dibuja también los cuadros de los callejones de la vieja Lima, las visitas a la parada y a la sofisticada Gamarra para las compras de la comida y ropa de calidad, más barata que en los Molls de los ricos del sector A; retrata también los conciertos de  los locales chicha, donde la presencia de la cerveza es fundamental para solventar los gastos y donde no hace falta una vestimenta de marca para disfrutar del baile popular, que dura hasta altas horas de la madrugada, como el que realizan los otros en el boulevard de Asia.
Lo populachero con plata no va con la lógica de lo formal y ordenado, la huachafería y el querer llamar la atención, conviven sin escrúpulos. No importa combinar un polo arrugado y despintado con un relojazo dorado, que parece de oro, en la muñeca,  o una casa vieja y desordenada con un carro último modelo, de marca.  Prima lo que llama la atención para decir: “yo también puedo tener” “yo también soy rico” como si fuera esa la meta para ser feliz.
Los cuadros de un criollismo en ebullición con un populismo de un país, que por sus formas, parece bananero, contrastan con la ansiada cultura, que era aspiración de otra época y que nuestros antepasados trataron de inculcarla con ayuda de los extranjeros.  Sin embargo, esta invasión del pueblo, no fue solo de poblaciones en los cerros con escaleras pintadas de amarillo, es influjo “cultural chicha” que encaja perfectamente con la comodidad del relativismo contemporáneo, que busca fundamentalmente pasarla bien sobre todas las cosas y que “no me fastidien con reglas y reglamentos”, tampoco con aspiraciones de regresar a una cultura “que ya fue”.
El modelo del cachaciento y sentimental hasta las lágrimas de  Augusto Ferrando, fue imitado, con distintos estilos, por personajes que se subieron al trampolín de la fama por las escaleras amarillas de un pueblo joven y ahora están muy alto, con plata asegurada y buen humor. Es el síndrome de los chistosos que saben sacar partido hasta de las más grandes tragedias y le piden a todo el mundo que nadie se pique, aunque salga mal parado por el cochineo.
¿Debemos seguir siendo así?  o es el momento de tocar la campana para que se acabe el recreo porque debe llegar la hora de tomarse las cosas en serio para que la vida no tenga consecuencias de tragedia y mediocridad. Entonces ya no nos podremos reír. Cuando ponemos luces sobre limitaciones y miserias podremos mirar con una gran comprensión a las personas que se esfuerzan en esas circunstancias, el buen humor también hace efecto de anestesia, pero…. ¿no tenemos que esforzarnos para elevar el nivel de nuestras costumbres y de nuestra vida?
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jueves, mayo 23, 2013


La tragedia de la incomunicación familiar
INCOMPRENSIONES MORALES
La diversidad de criterios y mentalidades del mundo contemporáneo ha creado una suerte de incomprensión, permanente y tercamente inamovible en la relaciones humanas entre personas próximas, que aumenta con el consenso “moral” de la opinión de las mayorías en temas trascendentales. El tolera y calla, indigesta la interioridad de las personas porque se ven impedidas de ayudar a los más cercanos. Al estar reprimidos sin poder decir nada, se da paso a una crítica interna atroz que termina generando con el tiempo, la indiferencia más cruel.
En un mismo lugar y frente a los mismos hechos pueden convivir personas con criterios totalmente opuestos en temas de fondo, que estarían plenamente  de acuerdo con una uniformidad o formalidad, a estilos de vida cómodos e independientes, donde nadie se mete con nadie. Lo uniforme es acostumbrase a vivir sin meterse en la vida de los demás, quedarse callados y no opinar sobre lo que hacen o no hacen los que viven al lado.
Estas características son típicas de una sociedad relativista. Al dejar de lado la verdad, la moral se subjetiviza; cada uno quiere imponer su modo de ver las cosas, para que se actúe según su criterio. Si no lo consigue se quita de en medio, cayendo en la política de la no intervención, que respeta las “verdades” de los demás sin darse cuenta de la incomunicación que está generando. No querer actuar es aislarse y querer que todos hagan lo que yo quiero es conseguir que los demás se alejen.

La moral y la comunicación
La moral por sí sola no es comunicativa, no persuade, es como el semáforo: si está verde se puede pasar, si está rojo hay que detenerse. Lo que persuade y comunica son las personas que viven de acuerdo con la moral, si aciertan con las leyes son libres y pueden conseguir muchos bienes. El bien de por sí es difusivo, influye. El bien es superior al mal.
Cuando las personas no viven de acuerdo con la verdad, o la ley moral, que es universal, la “moralidad” de sus criterios, por el modo de ver las cosas, oscila entre la tiranía y la “manga ancha” o permisividad. La conducta que se deriva de estos criterios aleja a la persona de las personas. Si a una persona no le parece como actúa la otra, se pone a distancia y luego termina poniéndose a distancia de la mayoría, (de unos más y de otros menos), y se queda rodeada por unos muros que fabrica con ese tipo de actitud.
Hoy, lamentablemente, muchas personas que están rodeadas de gente, no pueden comunicarse con nadie en los temas trascendentes, los más profundos e importantes de los seres humanos.

La incomunicación en los hogares
Se puede ver claramente que en muchos hogares los padres pierden la comunicación con los hijos y si ésta no se arregla a tiempo se cae en un tipo de relación de “respetos” y “tolerancias” donde el permisivismo, pone una venda en los ojos, que impide ver la vida del hijo “cercano”. Cuando se dan estas circunstancias, las angustias y las incomprensiones crecen sin parar, los nervios y las tensiones se alternan con el pesimismo y las depresiones. Vivir en vilo de un modo habitual crea inseguridad y destruye la paz de los ambientes familiares.
Cuando las cosas empeoran en el hogar se puede, por cansancio, caer en la indiferencia, que es una grave enfermedad del corazón. La indiferencia es tibieza total, falta de amor. El ambiente familiar se construye con el amor entre los miembros de una familia.  La indolencia de una persona, que podría parecer madurez (mirar los problemas y no sentirse afectado), es como bomba de tiempo que tarde o temprano termina estallando.
La incomunicación consentida, como si se estuviera por encima de los problemas, hace a las personas duras y desalmadas. La costra que crece en el alma oculta una grave herida que si no se cura ocurre lo que decía un famoso filósofo de la antigüedad: el hombre se convierte en un lobo para el hombre.
La falta de comunicación es un enfriamiento en las relaciones familiares que produce intervenciones hirientes y amenazantes en las relaciones familiares: “no se metan conmigo”, “yo soy libre y hago lo que me da la gana” y después: huidas constantes sin avisar a nadie,  silencios prolongados, caras largas de aburrimiento y la construcción barreras o muros para que no se metan en sus vidas. Un encerrarse en una privacidad absoluta que es una verdadera esclavitud.
En esas situaciones es fácil crear  una “moral” subjetiva (para demostrar que se hace algo bueno) pero no tiene peso cuando falta la disposición de acercarse al prójimo rompiendo la barrera de la indiferencia y de la incomunicación.
Los que quisieran ayudar a un ser querido distante por esas circunstancias,  se ven atados de manos y con una gran mordaza en la boca. Estas situaciones hay que evitarlas desde los inicios con relaciones familiares armoniosas donde haya una comunicación fluida en un ambiente de paz y de amor. Qué difícil es tratar de arreglar una situación de incomunicación originada por un mal acostumbramiento en las relaciones familiares: cuando cada uno fue por su cuenta. El relativismo tiene mucha culpabilidad al crear una conciencia de que da lo mismo comportarse de cualquier manera con tal de no molestar a los demás.

Incomunicaciones sociales
Las incomunicaciones sociales son situaciones absurdas de nuestra sociedad creadas por el relativismo. En los ámbitos laborales, fuera del hogar, es ridículo observar los escenarios de las incomprensiones morales entre dos sectores opuestos de la sociedad, el afán de protagonismo para brindar una buena imagen no deja de crear situaciones que podríamos calificar de hipocresía social, donde se ventilan las leyes o reglamentos, como criterios a tener en cuenta, con una falta de rectitud total,  y peor cuando se llama a los árbitros o facilitadores de encuentros, que logran, como gran cosa, conseguir una tregua para que en la foto salgan las dos partes dándose la mano y sonriendo frente a las cámaras, como si existiera un real acuerdo. ¡Cuánto tiempo se pierde! y ¡cuánto dinero se gasta! en esas actuaciones de circo, que engañan a la sociedad.
Los sectores opuestos se autocalifican de moralizadores y se acusan mutuamente de corruptos. A la hora de pelear desaparece el relativismo, ellos son los buenos y los otros son los malos. Los “buenos” deben ir al poder y los “malos” a la cárcel. Son juicios donde desaparece la tolerancia. No existe la verdad y mucho menos la comprensión y el perdón.
Lo que vemos en la calle tuvo que corregirse antes en la casa. Es un problema de falta de educación.  El éxito social no es el éxito económico. No se educa para tener plata ni se vive para tener. El hombre que busca tener para ser, se deshumaniza.
El hombre tampoco nació para el placer y la diversión. Si se le da mucho placer y exagera en sus diversiones crece inseguro y se lo puede llevar cualquier viento, crece sin fortaleza y no podrá resistir las inclemencias de un clima hostil.
El hombre no ha venido al mundo para hacer cosas. Ha venido para ser bueno. La moral no es hacer cosas buenas sino ser persona buena. Solo siendo persona buena se sabe cómo son las personas. Las cosas buenas dependen de las personas buenas y no al revés. Las personas buenas son las que saben comunicarse y ayudan a que todos estén comunicados. Esta comunicación de llama Unidad.
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jueves, mayo 16, 2013


El deber de cuidar la finura y delicadeza de la mujer
LA REAL DEBILIDAD DEL GENIO FEMENINO

Decir que el sexo femenino es débil no es peyorativo ni despreciativo, expresa más bien una realidad que es muy importante tener en cuenta. Solo contemplando la imagen del hombre y la mujer se ven claras las diferencias en cuanto a fuerza y debilidad. Que la mujer sea débil no es para descalificarla o buscar para ella una fuerza o fortaleza que no le corresponde. La mujer nunca será como el hombre porque es mujer. Y el hombre no es modelo de fuerza para la mujer.

Una característica de la mujer es la finura, es un ser delicado que necesita cuidado y protección. Cuando ocurre algo violento la mujer resulta más perjudicada que el hombre, le afecta más, llora, se desespera, hace más escándalo en situaciones difíciles.

En lo referente al sexo, los desordenes la perjudican más, suele ser más víctima que el hombre. El hombre puede arreglárselas dentro de su independencia, la mujer tiene mucha más dificultad, necesita compañía, orientación; ellas son más dependientes de los demás, buscan con mucha frecuencia el consejo (de la mamá, de la amiga, del sacerdote, del médico) que  para ellas es muy importante lo que puedan oír de esas personas, en contraste con los hombres que prefieren decidir por su cuenta, aunque se equivoquen.  Cuando las mujeres se apartan del camino se hacen más daño que los hombres. La caída de una mujer es más dura y estrepitosa, si acepta la tentación queda totalmente derrotada; por eso el diablo tentó primero a la mujer. Son ellas más vulnerables para las posesiones diabólicas, (según las estadísticas de los exorcismos).


La debilidad femenina no es inferioridad

Ninguna de las consideraciones que hemos hecho es peyorativa con respecto a la mujer, nuestra visión no es machista ni discriminatoria. Decir que la mujer es más delicada y afirmar que necesita más cuidados que los hombres es de sentido común en todos los países del mundo y en todas las épocas.

Es un error querer equiparar al hombre con la mujer como si fueran iguales. Las diferencias hay que conocerlas bien para que haya justicia y caridad, para que mejoren las relaciones entre los seres humanos. La sociedad vivirá mejor si cada uno ocupa el puesto y el papel que le corresponde. No deberían existir puestos o papeles inferiores, sí distintos.

Cuando se coloca a las mujeres en los lugares que son propios de los hombres se nota un desarreglo que afea el cuadro. No es estético ni armonioso. Sucede como con el vestido. Querer imponer una moda con algo indecente resulta burdo y antiestético. Sin ir muy lejos, ahora las mujeres pueden jugar también fútbol y algunas podrían ser muy habilidosas y competentes en ese deporte, pero si las comparamos con los hombres las diferencias son enormes.

El mundo  habla constantemente de los grandes jugadores (todos hombres) y de los emblemáticos equipos de los grandes campeonatos (todos de hombres),  ¿Y qué pasa con las mujeres futbolistas?  ¿Quién destaca? Todos se callan en “7 idiomas”, nadie habla de ellas,  porque no pueden alcanzar el nivel de los hombres... Entonces: ¿Porqué insistir en algo que no es para ellas?

La fortaleza de la debilidad femenina

En el mundo hay muchas actividades que son para mujeres, allí se las ve muy bien y pueden destacar. La mujer tiene una fortaleza admirable que es distinta de la del hombre. Ellas tienen mucho aguante para perseverar en el amor. En los hogares son más fieles que sus maridos y muy tenaces cuando se trata de defender lo entrañable. Tienen una gran capacidad de gestión para ayudar a los demás, insisten más que los hombres y por eso consiguen sacar adelante labores sociales y asistenciales que los hombres no quieren realizar, porque no les interesa o porque se cansan antes.

En las Sagradas Escrituras vemos que María consigue que Jesucristo haga el primer milagro antes de tiempo. La vemos también serena junto a la Cruz viendo padecer a su hijo. No hay reacciones violentas pero sí un enorme dolor. Las mujeres con su amor maternal de cuidado saben aguantar el dolor. En el rostro de una madre se dibuja el sufrimiento profundo por el hijo y por las personas que quiere.

La mujer fuerte es la madre perseverante y fiel, la que siempre está para servir y atender al hijo, la que sabe darse y entregarse sin egoísmos, la que sabe querer con ternura y perdonar, la que sabe acariciar con limpieza. El Papa Juan Pablo II hablaba del genio femenino. Todos los hombres necesitamos de la madre y de la hermana, de la ternura y fortaleza de esa “debilidad” que hay que tratar con “guantes blancos” para no herirla con la torpeza o brusquedad masculina.

La mujer buena nos invita a ser limpios, a estar presentes en el buen ambiente del hogar que abriga el corazón, con el amor que vale oro, y que se convierte en la mejor seguridad que se pueda tener. Así es el amor de la Virgen, la Madre del Amor hermoso, que cuida a sus hijos y les enseña a querer. Nadie que está al lado de un corazón maternal puede ser indiferente. La debilidad nos invita al cuidado y cuando nos esforzamos en protegerla afinamos nuestros modos.

Proteger a la mujer es un gustoso deber de los hombres y es también saber corresponder a la mujer que nos trajo al mundo y que puso en nosotros un cariño enorme lleno de detalles, que son propios de la finura de una mujer.  El hombre debe cuidar a la mujer para que ella pueda entregarle al mundo la pureza de amor y la ternura que toda persona necesita para crecer bien y ser feliz en la vida.

La primera y única criatura humana que entró en el Cielo con cuerpo y alma era mujer: la Virgen María. Cuando una mujer se va al cielo ejerce desde allí una labor asistencial impresionante. La madre, la hermana, la hija o la amiga que está en el Cielo continúa con su genio femenino consiguiendo las mejores cosas para los suyos. Si Dios creo a la mujer para que el hombre no se encontrara solo, qué seguridad de compañía dan las mujeres que están en el Cielo.

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viernes, mayo 10, 2013

EL CÁNCER DE LA DESCONFIANZA
Más vale confiar que desconfiar. El que desconfía pierde mucho más que el que confía. Con la confianza se tiene cerca a las personas y se consigue con ellas: un mejor entendimiento, una mutua comprensión, una sólida amistad, una fuerte unidad, una mayor seguridad y al final una ganancia inesperada en muchos campos diversos. La confianza, aunque se pase por muchos sustos y riesgos, termina creando un clima de aceptación y de paz. Todas las personas necesitan confiar, sin la confianza no se puede vivir. Las personas que habitualmente desconfían pierden las amistades, se vuelven indiferentes y duras y a la larga, se quedan solas y llenas de amargura.
La confianza es imprescindible para la educación de los hijos, la enseñanza de los maestros y la eficacia de los trabajadores. Todo papá sabe bien que debe tener paciencia y esperar que hijo imberbe y agresivo, vaya madurando poco a poco. Debe tener el arte del joyero o del jardinero.
Un jardinero sabe que no debe estirar la plantita para que crezca, aunque tenga muchas ganas de verla grande, debe regarla, cuidarla de las inclemencias del clima, colocar algún rodrigón o estaca para corregir las desviaciones, protegerla para que nada ni nadie puedan atropellarla y sobre todo tener paciencia. Al cabo de los años esa plantita pequeña puede ser un hermoso árbol.  Un papá debe poner de su parte todos los cuidados necesarios y esperar que el hijo ponga lo suyo.  La confianza en el hijo también forma parte de la paternidad.
Se acierta en la vida cuando se vive confiando
Toda la vida es a base de confianza:  se confía en el piloto del avión, en la comida que otros preparan, en el guía turístico que enseña la ciudad, en el deportista que representa al país, en el mecánico que repara el carro, en el médico que opera al paciente enfermo, etc.
La confianza es la seguridad que nos da el buen prójimo que está a nuestro lado: los padres, los familiares, los amigos, los maestros, los jefes, los colegas, la empresa. La confianza es propia de las personas con virtudes humanas que consideran al ser humano por encima de todo lo demás. Es propia de quien sabe que las personas están antes que los negocios y se cuidará de no perjudicar a las personas y a sus familias, por afanes económicos o por un beneficio personal.
El que confía, con sus intervenciones y sobre todo con su querer, está expresando su calidad de vida y con ella da una gran seguridad a los demás. La confianza engendra confianza. Quien trabaja con alguien que confía, trabaja sereno y agradecido. Está feliz de tener personas, en el lugar donde se desempeña, que le tienen consideración. No es igual cuando hay desconfianza.
La confianza se gana confiando; se inspira. Un buen trabajador, que es además buena persona, inspira confianza, aunque no le vaya bien en sus negocios o sufra, por distintas circunstancias, adversidades que perjudican su trabajo o sus relaciones con otros.
Cuando una persona no recibe la valoración que le corresponde, porque quienes lo miran solo ven los beneficios que puedan recibir de él, entonces sentirá un fastidio,  una incomodidad, que lo aleja de sus jefes, pierde confianza. En la otra parte, cuando el jefe solo mira su negocio y no le importa la suerte de sus trabajadores, terminará desconfiando de todos y maltratando a su propia gente.
Lamentablemente muchos líderes o Jefes de hoy pecan de utilitaristas. Solo les interesa la eficacia de sus trabajadores. Ponen el acento en el éxito de la empresa y no en el éxito de cada persona. Muchas empresas tienen personas resignadas a trabajar en una condiciones desfavorables, no solo en los aspectos económicos sino en la falta de confianza. Esta limitación puede ser mucho más dura y contradictoria que el escaso sueldo.
Siempre existirán motivaciones para confiar o no confiar en las personas. La motivación principal para confiar son las personas leales con sus virtudes, no el dinero o las goyerías que puedan conseguir. A la persona se le debe querer siempre por lo que es y no por lo que tiene o pueda conseguir.
La confianza en el corazón ordenado
Una persona con el corazón ordenado, que sabe querer y darse a los demás, posee un alto grado de confiabilidad. Sabrá reconocer, valorar  y apoyar, a una persona honrada y sincera, que se esfuerza por hacer un buen trabajo. En las relaciones humanas los corazones de todos deben estar ordenados. Así habrá siempre confianza por parte de todos.
El que confía no es un ingenuo que está en la “luna” es por el contrario, alguien que tiene capacidad de captar las grandes posibilidades de las personas: sabe desenredar los nudos, curar las heridas, contar con todos, y de un modo increíble se convierte en el descubridor de las grandes bondades, que muchas veces están ocultas en la interioridad de las personas. 
Con la confianza las personas pueden reencontrar el camino que habían perdido y llenarse nuevamente del optimismo y la esperanza que necesitaban para alcanzar las metas anheladas. Cuando se confía con amor se reconoce el valor. No es un reconocimiento a ciegas, es reconocer las cualidades y méritos de personas valiosas. El jefe o el maestro que confía dice: esa persona me gusta mucho, tiene cualidades, yo puedo ayudarle a que las desarrolle, confío en él.  El discípulo que confía dice: yo con ese jefe puedo ir hasta el fin del mundo, me siento libre y contento con él.
El que confía consigue que las personas aprendan y ganen en experiencia.  No le importa los riesgos que tiene que correr o tener que dar la cara para defender y hasta proteger, al que cometió un error.  Es una actitud propia de las personas buenas. En la vida muchas veces hay que proteger a los demás, sobre todo a los más jóvenes, que están aprendiendo y no tienen ninguna experiencia.
Quien confía en los jóvenes, y los puede dirigir, posee una gran sabiduría, sabrá que un buen maestro es también buen amigo y pasará por alto mil errores de los chicos, que con mucha paciencia y tino los irá corrigiendo.  El mal maestro es el que se calienta y no aguanta, el que exige con amenazas y  jala o pone notas bajas porque considera que sus alumnos no saben nada y por lo tanto no merecen aprobar. El buen maestro es el que consigue que sus alumnos aprendan, aunque el empeño le cueste, sangre, sudor y lágrimas. Con los años, si persevera en esa lucha, aunque reciba críticas, que nunca faltarán, conseguirá grandes avances.
En los asuntos familiares los padres deben formar a sus hijos de tal manera que en el futuro puedan confiar en ellos. Si les dan da todo y no les enseñan a ser responsables, el hijo inmaduro puede caer en conductas impropias que más adelante podráin ser lamentables. No es bueno que  un chico se acostumbre a tener todo resuelto. La grave crisis económica que azota USA y Europa, (países del primer mundo), tiene su origen en el exceso de comodidades y en el afán desmedido  de tener, ahora muchos que fueron educados en ambientes de bonanza, no sabe qué hacer.
El haber alcanzado fácilmente una buena situación económica y tener a la mano todos los recursos materiales creó en los jóvenes un nivel de status que,  ahora, al quedarse sin nada viven unda doble crisis: la económica y el falso crecimiento espiritual de quienes saben vivir sin tener.

Muchos de ellos están indignados porque no saben vivir en tiempos de escasez, son incapaces de aceptar trabajos o sueldos reducidos que no sean de "su nivel". Cuando los "humos" se suben a la cabeza es muy difícil hacerlos comprender que ellos no tienen la razón. Se ha producido como un engreimiento generalizado, que ahora se ha convertido en una crisis social. No son maduros ni para su país ni para salir al extranjero. Chocan fácilmente con la realidad pensando que ellos llevan la razón.
Antes de terminar este breve análisis es necesario advertir que sólo se le puede quitar la confianza a una persona para un trabajo determinado cuando hay faltas graves: inmoralidad, corrupción, vagancia, incumplimiento de un compromiso. Las mejores personas son las que saben dar la mano para ayudar a corregir los errores del prójimo, siempre con una buena dosis de una confianza que no puede estar ausente.
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jueves, mayo 02, 2013


Poner bien los acentos
SON MÁS IMPORTANTES LOS PÁJAROS QUE LA JAULA

Cuando a San Josemaría Escrivá le querían enseñar una casa, unas instalaciones o unos edificios, solía decir, con una intención pedagógica: “Son más importantes los pájaros que la jaula”
Esta afirmación era también una advertencia para evitar el peligro, que existe en todas las personas, de convertir los medios en fines. No son las personas para las casas sino que las casas son para las personas. Las personas deben estar siempre por delante de cualquier proyecto. Se hacen las cosas bien cuando se quiere el bien de las personas, que debe ser real y no teórico. Para que sea real es preciso conocer a las personas y sus circunstancias. El conocimiento correcto es el que conduce al amor. En cualquier proyecto que tenga que ver con personas debe estar presente el amor ordenado de quienes lo ejecutan.
Si hoy ponemos el reflector en lo que es vivienda encontramos verdaderas maravillas: unos departamentos esplendorosos con todo tipo de comodidades, unas casas de playa fabulosas y muy bien decoradas, una siembra de edificios, cada día más altos y más espectaculares, clubes sociales con piscinas y pistas deportivas de calidad, centros comerciales y tiendas muy bien puestas. Las propagandas que salen en las revistas y el la televisión de los inmuebles e instalaciones presentan una gran variedad y señalan un progreso espectacular.
Como se puede ver hay jaulas magníficas, también en sectores populares se pueden notar progresos significativos en cuanto a las viviendas. 
Y los pájaros…..¿cómo están?  La bellísima decoración de la casa ¿es un reflejo de la felicidad de las personas? Debería serlo. También hay que reconocer que es mucho más fácil conseguir que una casa sea bella que conseguir que una persona sea bella. En la casa el proyecto de belleza depende del hombre que trabaja en eso. La belleza de la persona depende del amor y de la dedicación personal que reciba y de la obediencia libre a los proyectos que han hecho papa él.
Toda persona debería ocuparse y preocuparse más de la belleza de las personas que de la belleza de la casa. No son preocupaciones antagónicas ni mucho menos opuestas, caminan juntas pero es el amor a las personas lo que motiva los medios que se deben conseguir. Primero es la criatura y después es el vestido.
Cuando se invierten las prioridades se produce, a la larga un descalabro o un descarrilamiento. Lamentablemente hoy muchas cosas funcionan sin una finalidad clara, de las más elementales a las más sofisticadas. La burocracia, atosigante e inútil, es una consecuencia de ello. Todo un papeleo inútil, sellos y copias fotostáticas, oficinas que son para perder el tiempo, toda una organización super complicada.  Cuando falta amor al prójimo lo fácil se hace difícil, se cae en minucias que a la larga terminan siendo corruptelas, porque ocurre, lo que se puede preveer si se mira con perspectiva, “se cuela el mosquito y se traga el camello” o lo que es doloroso e injusto en las relaciones humanas: “se ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”
Las cosas son sencillas y rápidas cuando hay un nivel alto de amor. No hay un detenerse en minucias. Se sabe conjugar los consejos con la responsabilidad personal, las opiniones con la verdad, la teoría con la práctica. La mayor parte de las complicaciones que una persona puede tener surgen del amor propio, son bolas que crecen, puras razonadas: un darle vueltas a las cosas, o sacar “cortinas de humo” para distraer la atención, con argumentos que son mecanismos de defensa, elaborados por la vanidad, por el terrible miedo de quedar mal.
Cualquier regla o sistema debe ser un medio para la libertad de las personas, no para encorsetar, o hacer pasar por el aro a alguien, porque así está establecido en el sistema, o porque sería consecuencia de lo que suelen decir los malos funcionarios: “la máquina nunca se equivoca”  Los horarios son para las personas y no las personas para los horarios. Es necesario poner el reflector en cada persona con sus particularidades especificas para poder servirlas en lo que sea necesario.
El Papa Francisco señala claramente el rumbo que debe tomar la Iglesia en los tiempos actuales. No hay ninguna variación en cuanto a la doctrina, sí hay una precisión para poner prioridad a algo que posiblemente se está descuidando, o está pasando desapercibido y es importante. El Papa Francisco dice: “En la actual situación la Iglesia necesita transformar sus estructuras y modos pastorales orientándolos de modo que sean misioneros. No podemos permanecer en un estilo “clientelar” que, pasivamente, espera “que venga el cliente”… tenemos que estructurar el sistema para ir hacia donde nos necesitan, donde está la gente.
Poner bien los acentos o los puntos sobre las íes,  dando prioridad siempre a las personas con las características propias de cada uno y las circunstancias que acompañan. Es la tarea de todos los que quieren lograr puntos de unión y enlace para trabajar en conjunto los temas más importantes para la felicidad de los seres humanos. Los que viven en la soledad o en constante conflicto no pueden resolver los problemas humanos que aquejan a la sociedad. Para la buena comunicación es necesario el conocimiento y éste solo es posible con el amor. No existe otro camino.
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