jueves, octubre 31, 2013


El desafío de los nuevos vientos
LA SALUD DE LOS CAMBIOS

Aferrarse a un lugar o a un puesto es síntoma de limitación o enfermedad. El que lo hace es porque no puede desenvolverse en otro lugar, le da miedo salir o tiene pánico de perder lo que había conquistado. Algo parecido sucede con el que se acostumbra a un modo de vivir o de ver las cosas y no admite cambios. Además quien vive con esquemas rígidos es fácil que pierda el sentido y la finalidad de lo que está haciendo y caiga en manías que espantan y alejan a los demás.

El amor, que siempre busca el progreso y la mejora de las personas y los sistemas, está sujeto a cambios, no a un estancamiento. La falta de habilidad o manejo de las personas para un nuevo sistema no puede ser obstáculo para implementar los cambios que sean necesarios. El mundo entero ha ido pasando de la máquina de escribir a las más sofisticadas computadoras, de la carreta a los automóviles. Quedarse con la tecnología antigua no es dable para ninguna persona y si hay que hacer la excepción, sería la que confirma la regla. Una persona estancada en sistemas o en costumbres que ya no están vigentes será vista como limitada, aunque se la respete mucho.

Todos los seres humanos nos tenemos que preparar para los múltiples cambios que trae la vida normal. Se trata de cambiar hacia algo mejor. Es el cambio para el progreso. Esta movilidad y actividad de cambio es propia de la persona sana y bien constituida, que sabrá situarse frente a las distintas circunstancias que aparecen.  Esa postura de relación no es una adaptación a la dejadez de un  permisivismo que acepta todo para no contristar, es más bien la inteligencia del que sabe estar en su sitio, con sus palabras y sus obras, interviniendo o callando según la ocasión. Es la prudencia de la intervención pronta o la abstención oportuna, y la humildad para esforzarse y aprender lo que no se sabe, o dejar, pasando a un segundo plano, que otro más hábil sea el que resuelva las cosas.


 La salud espiritual de las personas

Siempre es necesaria la salud espiritual para que las relaciones humanas sean adecuadas. Para acceder a ella es importante reconocer que los seres humanos estamos llenos de limitaciones y por eso resulta difícil establecer unas relaciones óptimas con el prójimo, incluso para el trato con Dios.

No obstante, para que los hombres nos llevemos bien, es imprescindible la mutua ayuda y la que otorga Dios al que la pide con humildad. El que tiene fe sabrá acudir enseguida al Espíritu Santo, que llega con toda la fuerza de su Amor, para alcanzarle al hombre las disposiciones iniciales  y luego la gracia para que persevere en la lucha. Cuando hay docilidad,  llegan siempre los frutos, que proceden fundamentalmente de la intervención divina. Luego el hombre de fe, al mirar los resultados positivos, deberá reconocer que casi todo lo puso Dios; como en el milagro de la pesca milagrosa, que fue obra de Jesucristo y no de los experimentados pescadores.


El arte de dejarse querer por quien realmente nos quiere

El acierto del hombre es dejarse querer y conducir por Dios. Parece mentira, pero es difícil dejarse querer por alguien que realmente que nos quiere. La experiencia nos hace ver que es más fácil querer que dejarse querer. Lo que ocurre es que quien realmente nos quiere nos alcanza lo que nos hace bien y nos exige para que seamos buenos. Nosotros en cambio, queremos tomar la iniciativa para que nos quieran como a nosotros nos parece, o sea que nos alcancen lo que nosotros queremos. Al tomar la iniciativa, sin darnos cuenta, nos pisamos el poncho, porque en el origen hay un punto de egoísmo: buscar la propia satisfacción y una libertad de autonomía que nos  puede llevar a encerrarnos en nosotros mismos, para caer luego en una terrible soledad. Nos equivocamos cuando decimos que realmente nos quiere el que nos deja hacer lo que nos da la gana. Tampoco seremos capaces de orientarnos a nosotros mismos. Nadie es buen juez en causa propia. Necesitamos un maestro que nos aconseje, nos oriente y nos guíe.

Cuando el hombre está dispuesto a dejar que Dios haga, interviene el Espíritu Santo con un amor dirigido a él. Dios le alcanza al hombre un amor de conquista para su corazón y lo capacita para querer correctamente. Esa persona que aprende a querer, por obra del Maestro, es la que dice la verdad y procura el mejor bien para todos.

La misma actitud de dejarse querer la debe tener el ser humano con todos aquellos que tienen ordenado su corazón, o sea con todos aquellos que se están dejando querer por Dios y son distintos entre ellos. Hay una gran diversidad en los modos de los que saben amar y esa diversidad puede llegar a nuestra interioridad con una valoración generosa. La que es propia del amor ordenado.

Dios siempre quiere a todos sin excepción con sus particularidades, originalidades y ocurrencias. En cambio el ser humano que se aleja de Dios se encierra con su querer limitado, algunas veces le parece que no puede más, o que ya cumplió con sus obligaciones. Tiende a reducir sus espacios para el aumento de una afectividad más ordenada y profunda, se  asusta y le parece peligroso comprometer sus afectos. Habría que recordarle las palabras de la Escritura: “El que tiene miedo no sabe querer”


El querer práctico, afectivo y efectivo

Es difícil creer a una persona que dice que ama a Dios y al prójimo, si se la ve sola y abandonada, “se cosecha lo que se siembra.”  El amor auténtico no es una teoría, se nota y se palpa con la presencia del cariño humano. El amor de un cristiano no es un espiritualismo místico; debe llegar a todos con una fuerza irresistible que penetra en lo profundo del alma.

El crecimiento de la Iglesia es de ancha base y de una diversidad espléndida. El Papa Francisco habla de las periferias y de las fronteras. Nos pide llegar a la gente necesitada, con cariño humano y un acompañamiento para caminar junto a ellos, dentro de esta gran familia de la Iglesia, en la comunión de los santos.

El Santo Padre nos pide también que lleguemos a los que pensamos que son un desastre, a los que se fueron, a los que no conocen, a los que no creen, a los que visten zapatillas, blue jean y están en el facebook. A todos, sin excepción.

En la Iglesia, gracias a Dios, han aparecido últimamente cientos de movimientos de gentes que quieren hacer las cosas bien y entregar sus vidas por alguna causa noble, al servicio de Dios. Hoy no se puede avanzar sin mirarlos a ellos y conocerlos bien. Todos deben mirarse y conocerse, respetar la diversidad sin mezclarse ni entrometerse, cada uno en su sitio, pero conociéndose bien y interesándose mutuamente.

Hoy no podemos vivir a distancia, como si los demás no existieran, o pensando que eso no nos toca. No es época para grupos cerrados en una actividad exclusiva que no tenga una proyección mundial. Es una época donde todos debemos estar dispuestos a cambiar por el bien de la Iglesia.

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jueves, octubre 24, 2013


Para correr con la Iglesia
LA NUEVA MARCHA DE LOS TIEMPOS

Un automóvil antiguo puede ser valorado como una belleza por su estética, por los costos de su elaboración y por la nostalgia de los recuerdos en la época en que circulaba. Los carros de hoy poseen una tecnología más avanzada, son más veloces y funcionales  y han superado en muchos aspectos a los antiguos.

La presencia de un carro antiguo en las pistas es una originalidad que puede ser simpática pero  también peligrosa. Los tiempos han cambiado y esos carros antiguos no deben competir en las pistas con los actuales. Es igual que en las competencias deportivas, una persona mayor ya no puede competir con los más jóvenes, debe saber dar un paso al costado.

Dice el Papa Francisco que hoy es necesario en la vida ser brújula y veleta. Brújula para ir siempre hacia el norte de lo que Dios pide a los hombres y veleta para saber por dónde vienen los vientos. La verdad hay que llevarla pero no tirarla de cualquier manera, la veleta nos dirá el sistema y el momento conveniente para comunicar la verdad y el sistema adecuado de transmitirla. La veleta  indica  a los aviones si es conveniente aterrizar o no, y les dice también por dónde deben entrar. La veleta es la que orienta al hombre de hoy para que encuentre el mejor sistema de dirigirse a los demás.


No resistirse a los cambios

Los tiempos avanzan cada vez a más velocidad y eso hace que los cambios sean más frecuentes. A las personas mayores y a las que han tenido una formación fuerte, tal vez unida a situaciones más duras, como guerras o tiempos de escasez, les costará mucho más los giros que se están dando en los tiempos actuales. Existen mentalidades congeladas y bien arraigadas a costumbres de épocas pretéritas que no admiten fácilmente los cambios y anhelan el retorno, incluso  de todo el mundo, a lo que ellos siempre aprendieron y vivieron.

El Papa Francisco, enviado por la Providencia para estos tiempos, hace ver esta realidad y la explica con muchos ejemplos.

Hoy, para andar en la Iglesia, no sólo hay que mirar hacia delante, también es importante ver a los costados para establecer las relaciones humanas necesarias para seguir avanzando. En las épocas pretéritas quizá bastaba mirar el camino y andar para adelante arengando a los demás para que hagan lo mismo. El que quería seguía y el que no quería se quedaba postergado o cogía otra ruta distinta y tal vez opuesta. Así se avanzaba por los diversos caminos, sin una mayor comunicación, incluso ignorándose unos y otros. Además cada uno poseía una personalidad fuertemente marcada por un sistema de caminar exclusivo. Quien optaba por ese camino aprendía ese modo de andar como algo fijo que no debería cambiar.


El amor a la variedad dentro de la unidad

Hoy no cabe para ninguna persona un sistema único de caminar. Dentro de los caminos, que no son pocos, hay modos diferentes de andar.  En esta época la variedad consiste en que es necesario mirar a los lados para conocer bien esas diferencias. La educación está dirigiéndose, necesariamente, a la atención de las grandes variedades y diversidades que existen entre los seres humanos. Ya no se recorta a la gente con la misma tijera ni se hace pasar a todos por el mismo  aro. 

Una de las consecuencias de haber permanecido en esquemas antiguos de funcionar es el individualismo, que se presenta como una reacción del hombre que se escapa de ser encorsetado en unos modos o moldes fijos, que antes todos aceptaban y  ahora ya no. El hombre de hoy, por las circunstancias de la época, interpreta esos modos como autoritarios y de presión, (por ejemplo: los colegios que obligaban a rezar el rosario o a ir a Misa a todos sus alumnos y todos lo veían bien. En los tiempos actuales no es aceptado por nadie).

Hoy, más que nunca, es necesario fijarse, conocer e interesarse por todos, para no dejar a nadie en la periferia, para no ser personas que subrayan mucho el partidismo, que es una especie de nacionalismo doméstico que a su vez crea un espíritu de grupo cerrado y poco inteligente para los objetivos de la reevangelización.

Tener en cuenta a los otros no significa mezclarse o entrometerse, o perder la intimidad, es conocer bien al prójimo, que es el principal conocimiento que debe tener el ser humano. Un conocimiento que  será consecuencia  de la comprensión y del amor, que son propios de la caridad que tanto reclamaba el Papa Benedicto para las relaciones humanas, que se habían convertido en relaciones de oferta y demanda. El conocimiento de la caridad está lleno de salud y de alegría, da muchísimas satisfacciones al que lo tiene. Es poder querer de verdad, dando la mano y ayudando a muchos. Es acercarse y vivir junto a los demás para hacerles la vida agradable. Allí está la libertad.

El mundo padece la grave crisis de la falta de conocimiento del prójimo. Se debe a una mala relación entre los seres humanos, que persiste, a pesar de los avances tecnológicos con sofisticados aparatos para comunicarse, en los hogares y en los trabajos.

Amar es conocer y conocer es amar

La Iglesia siempre ha ido por delante para que los hombres, amando a su prójimo, conozcan mejor la realidad de sus propias vidas, costumbres, ambiciones e ilusiones. La Iglesia es cada vez más católica porque es universal, abre siempre sus puertas a la variedad, que en estos tiempos, ha crecido de modo notable.

La apostolicidad, nota característica de la Iglesia, incluye la inculturación que está a la vanguardia de la inclusión, tan reclamada en estos tiempos modernos. La inclusión no debe quedarse en el primer escalón de la tolerancia. La inculturación  es admitir las costumbres sanas de los hombres para que todos podamos amar esa variedad de culturas que hay en el mundo para enriquecer los conocimientos y mejorar las relaciones humanas.

La caridad, que predica la Iglesia desde tiempos de Cristo, supera con crisis a la débil tolerancia meliflua de un humanismo sin Dios, que termina yendo contra el hombre. Muchas tolerancias de hoy son arreglos superficiales para pintar la escenografía teatral del llevarse bien; esta actitud está más cerca de una diplomacia que tolera la hipocresía, que de la sinceridad del respeto y la estima real de las personas. Nadie se puede llevar bien si se cubre con la mentira de lo que es degradante.

Quitar lo que divide y acercarse a la gente
La nueva marcha para andar con la Iglesia en los tiempos actuales, exige de cada uno el esfuerzo por acercarse más a la gente y caminar con ellos. Para esto es necesario abandonar moldes obsoletos que impiden estos acercamientos.
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jueves, octubre 17, 2013


Los disfraces en el circo de los lobos
LOS LOBOS SE DISFRAZARON DE ABUELITA
Muchos como la caperucita siguen creyendo en la “abuelita” que es el lobo disfrazado de fiscal y justiciero que persigue todo tipo de corrupción “venga de donde venga”. Su tarjeta de presentación lleva ribetes de oficialidad; además en algunos países el lobo feroz ha adquirido carta de ciudadanía, cuando ellos y sus políticos avanzan con el “lema” internacional: “¡miente miente, que algo queda!”
 Los lobos disfrazados de abuelita incitan al atrevimiento y a la rebeldía de los insatisfechos que quieren un río revuelto para ganar alguito. Con maliciosa astucia se presentan como moralizadores, de los que, según ellos, se portaron muy mal y merecen ser apaleados. Sus víctimas son corderitos heridos y descuidados que caen en la trampa, justo en el momento oportuno, para los intereses de la jauría de lobos, que después de capturarlos los suben  al escenario con todos los reflectores prendidos, para que se vea lo malo que fueron y el castigo que deben recibir. Esos lobos, avejentados y vapuleados por la vida, son como los que querían lapidar a la mujer sorprendida en adulterio, según cuentan los Evangelios.

Mayorías engañadas
Los miles, que todavía son caperucita, suelen ser gente sencilla que está un poco resentida por algún inconveniente de la vida o porque creen que los culpables de los males son los que señalan los consensos de las grandes mayorías, orquestados y dirigidos por algunos medios de opinión pública, que no les importa el escándalo con tal de ganar rating.
Estas mayorías que son utilizadas por los lobos disfrazados de abuelita están al día en las pesquisas y en los “argumentos” que se ventilan para desacreditar a la víctima de turno. Algunos emulan a los lobos aprendiendo a tirar piedras ocultando la mano y mostrando en el rostro la sonrisa de la abuelita inocente y dulce.
Con esas removidas escandalosas los organizadores del circo consiguen puntos para el protagonismo y cada vez que pueden: una buena tajada para el bolsillo.
No son pocos los justicieros, lobos recalcitrantes, que buscan ser reconocidos como pro hombres notables, para moralizar el país y mientras obtienen la patente de corzo para sus punzantes intervenciones, van trepando a los escaños del poder por pura ambición personal, buscando prebendas que dicen merecer honestamente.
Los que forman parte de esta elite tienen ingresos de extraña procedencia, otros buscan testaferros para cubrir sus cuentas; abundan los que se dedican a medrar sin trabajar y de esas mayorías, que se van juntado con complicidad, proceden los que están listos para apedrear al que fue sorprendido en falta y hay que desacreditar. La vida privada de estos lobos suele ser una aventura oculta, hasta el día en que salta la liebre y se descubre, que debajo de un tapado incaico, aparece lo increíble: no era la abuelita, era el lobo disfrazado.
Esta es la realidad de muchos políticos actuales, sus esbirros y demás seguidores que quieren chupar de una mamadera con leche adulterada. Abundan las historias penosas y vergonzosas en nuestro país.
En los ámbitos literarios el lobo siempre fue malo: es el que asalta, mata, sorprende, actúa sigilosamente, roba,  se esconde y luego ataca por sorpresa.
Los lobos de hoy tienen un discurso persuasivo dirigido a los que no tienen tiempo de profundizar y a todos los que opinan con el consenso de un sentir común mediocre y astilloso. Ellos suelen criticar lanzando dardos punzantes, para herir al adversario, cuidando siempre que en el propio rostro se dibuje la forzada sonrisa hipócrita de la “abuelita”.
Los "artistas" del circo
Además, estos lobos de hoy, organizan los circos con escribidores que parecen estar recortados con la misma tijera y colaboran en los diarios que entregan sus páginas para ser manchadas por plumas irritantes. Es el modo que tienen de conseguir lectores “justicieros” y verdugos, que siguen a ojos cerrados a sus mentores amarillos.
 Los lobos de marras, con la tinta que sacan del hígado, viven en el chisme y a la murmuración criticando agriamente al que consideran adversario peligroso o chivo expiatorio. No importa mentir, exagerar o calumniar. No hay más que ver los tonos de los ataques y de los insultos que llueven con un cargamontón imparable, donde el perdón y la reconciliación brillan por su ausencia.  
Es una auténtica función de circo, llena de trucos y de trampas, para engañar a la gente sencilla, con cortinas de humo que ocultan la verdad. Siempre atizan a los ingenuos para conseguir formar un coro de indignados que apoyen sus maléficos propósitos.

Corazones limpios
En los corazones de las personas no deben existir resentimientos, ni heridas que hieran a los demás. Se puede ver, en los modos de expresión, lo que hay en el fondo del corazón. El lenguaje tosco, vulgar y agrio no es de personas coherentes y buenas.
 Impresiona favorablemente comprobar en la historia universal el papel que tiene  la Iglesia, ahora con el Papa Francisco, en la difusión del espíritu cristiano, para purificar, con la gracia de Dios, y la colaboración de cada uno, los corazones de las personas, con el fin de que no quede en nadie ni una pizca de resentimiento que impida la comunicación y el amor auténtico entre los seres humanos.
La limpieza del corazón se extiende a erradicar todo tipo de pecado. Este propósito exige una lucha constante del hombre por ser mejor que lleva implícita el respeto, el buen trato, el perdón y la comprensión con las personas, siempre mirando el camino honesto de la fidelidad, que es el amor a la verdad.
Al final los disfraces caerán, los lobos habrán perdido la fuerza del ataque despiadado y cruel, algunos se darán cuenta que la razón que los movía eran “globos” hinchados por una pasión desordenada y tal vez tejida por algunos inconvenientes de la vida. Ojala se arrepientan y a través del camino del perdón descubran la luz que les faltó en la vida para ver la verdad.
Como es de esperar, al final de los tiempos, triunfará la verdad que dará libertad a las personas que supieron purificar su corazón pidiendo perdón y perdonando, con la misericordia que Dios les entregó, para ser buenos como Él. La libertad de poder ver a Dios cara a cara.

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viernes, octubre 11, 2013


UN PASO AL COSTADO
En diversos sectores de la sociedad se le pide a una persona que de un paso al costado cuando no están contentos con su conducta, su trabajo o sus actitudes, o por otras circunstancias que no aconsejan su permanencia.
Es una expresión que puede utilizarse  con propósitos distintos que van desde el mandato imperativo para expulsar a alguien hasta el consejo más cariñoso y delicado cuando se le pide que se aleje por su propio bien. En otras situaciones esta expresión es también motivo para la buena reflexión de quien está pensado retirarse de un trabajo por distintos motivos.
Nos encontramos fácilmente frente a un abanico de posibilidades. Un paso al costado puede emplearse de modo correcto o incorrecto, para ser justicia o para cometer una grave injusticia.  También se emplea por razones “políticas” cuando alguien debe dejar su trabajo o apartarse del grupo al cual pertenece, aunque sean brillantes sus planteamientos. De una manera distinta también lo utiliza el que huye de una responsabilidad o compromiso adquirido.

Razones y conveniencias para dar un paso al costado
En muchos casos existen razones para dar un paso al costado. Toda persona debe saber cuándo es conveniente quitarse de en medio. Nadie debería aferrarse a un trabajo y menos a un puesto o cargo. Todos pueden ser sustituibles, nadie es indispensable.
Una persona inteligente sabrá delegar y preparar a sus sucesores con humildad y sencillez, para que lo reemplacen con ventaja, cuando sea conveniente.  Sabrá también que es importante retirarse a tiempo y alegrarse de ser sustituido por otro que puede ser mucho mejor que él.
Si se trata de alguien que no actuó con corrección, debería reconocerlo con hidalguía y ponerse en la disposición de dar  un paso al costado, sin anidar en su interioridad ningún tipo de resentimiento.
Actuar con corrección no solo se limita a cuidar los límites del bien y del mal. Puede ser que una persona, por los motivos que sean, no tenga la suficiente capacidad para resolver determinados asuntos, o que sus planteamientos, por muy brillantes que parezcan no encajan para lo que realmente se quiere en una empresa. Los jefes o dueños de la empresa ya no quieren contar con él porque tienen otras opciones que consideran mejores. Todo esto debe darse dentro de la más estricta justicia para que los cambios que se quieran hacer no perjudiquen a nadie.
Las finalidades deben estar claras y también los compromisos. ¿Qué fue lo que se le propuso? y ¿qué fue lo que se aceptó? ¿Qué se esperaba de esa persona? ¿Cómo fue su desempeño? o simplemente le llegó la hora de darle paso a otro que viene para el reemplazo.
El dar un paso al costado podría ser un acto de sensatez y honradez para facilitar aspectos positivos para otros proyectos, o un beneficio para más personas. Nadie, con su conducta debería amarrar su participación o intervención como condición para que todo camine, tampoco debe supeditar su trabajo a modos propios y originales que podrían perturbar o paralizar los proyectos de otras personas. La inteligencia no solo debe mirar a lo que siempre se ha pensado que se debe hacer, también es importante mirar a los costados y ver que otros pueden tener mejores proyectos o modos de trabajar.
Si alguien no está cumpliendo con sus compromisos no puede seguir como si no pasara nada. Si se encuentra en esas condiciones no tiene derecho exigir nada. Primero debe arreglar su situación. Si está en falta, lo correcto es reconocer el fuera de juego, y  tener la hidalguía de irse, si no desea cumplir con lo que se comprometió. Si se quiere quedar debe arreglar antes las cosas y dar garantías de querer hacer las cosas bien.
A las personas hay que ayudarlas para que sean fieles a su compromisos, no a que corten rápidamente y se manden mudar. La fidelidad no es solo perseverancia, responde también al cumplimiento de unos compromisos y es una conducta. Una persona fiel es la que ama correctamente y se esfuerza por cuidar bien su corazón para que ame con corrección. El que se equivoca, si sabe rectificar con un arrepentimiento sincero, podrá ser fiel y llegar a buen término.
Cuando Dios le entrega a Moisés las Tablas de la Ley, le recuerda que los Mandamientos son la misma ley natural, que es para todos. En nuestra naturaleza está el deber de amar con orden, por la existencia de esa ley.
Amar con desorden es contra natura y desequilibra a la persona, la corrompe. Esta realidad no es solo para los cristianos, es para todos los hombres. Se puede sanar de una herida con la ayuda de la gracia de Dios y con la perseverancia en una terapia para ir consiguiendo recuperar lo que se había perdido. Algunas veces ese tratamiento impide una dedicación como se tenía antes. Es como el lesionado que no puede jugar hasta que recupere,  y en otros casos ya no debe jugar porque la lesión lo ha limitado para siempre y tendría que dar necesariamente un paso al costado.
En las diversas instituciones y en todos los trabajos suelen haber reformas que implican un cambio de personal. Tanto lo que entran a formar parte de un proyecto como los que salen deben tener humildad e hidalguía. Nadie debería entrar atropellando o pisando fuerte para luego aferrarse al puesto o a los cargos o querer “trepar” a costa de los demás. Tampoco se debería salir de un trabajo “echando chispas” por la ira de haber sido separado, guardando grandes resentimientos.
Saber entrar y saber salir de un trabajo o de un cargo es una obra de arte que le toca a cada uno. La persona que habitualmente teje todo con amor a Dios y a los demás no tendrá problema para adecuarse bien a un trabajo y para dar un paso al costado cuando sea conveniente.

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viernes, octubre 04, 2013


El prestigio de ser bueno
EL LIDER OCULTO
Cada día aumentan en nuestra sociedad los falsos líderes que se presentan como si fueran los auténticos conductores de grandes o pequeñas masas. Suelen ser “encantadores de serpientes” que construyen su popularidad con estructuras endebles que parecen de acero y son de plomo. Parece que empiezan bien, pero al poco tiempo se complican, más tarde se derrumban y al caer perjudican a personas buenas y a instituciones o empresas donde trabajan.  
No queremos referirnos ahora al liderazgo de los proyectos que se escriben en un papel, que podrían ser brillantes desde el punto de vista empresarial, tampoco a la calidad de productos en los mercados, ni a la eficiencia de los resultados obtenidos o de los que se podrían alcanzar.
Nos queremos referir fundamentalmente a las personas, a la trayectoria de sus vidas, al conocimiento que tienen de la realidad y de las demás personas, a su ámbito familiar, a sus intenciones y a lo que puede haber en el fondo de sus corazones y saber qué es lo que realmente les mueve.

El auténtico líder
El auténtico líder es la persona inteligente que conoce bien sus limitaciones y a través de ellas se da cuenta de la valía de otros que podrían ser mejores que él. El conocimiento de la calidad de las personas lo llena de entusiasmo y lo motiva a esforzarse para conseguir el mejor rendimiento de cada uno.  Es el maestro que está al lado del discípulo acompañándolo, como pide el Papa Francisco, en cada paso que de.
El auténtico líder sabe bien que es ave de paso, no buscará apegarse a los puestos o a las personas como si fueran de su propiedad. Transmitirá su experiencia sin imponer nada, en un clima de cordialidad, libertad y amistad. Un buen líder es como un padre que quiere que sus hijos sean mejores que él, preparará bien a sus sucesores y dejará la escuela de un ejemplo que perdura y trasciende al tiempo. Al líder se le recuerda con cariño toda la vida.
Por su categoría humana, el buen líder conoce las posibilidades de las personas y dónde es necesario apretar o soltar para que los discípulos aprendan y esté unidos entre ellos. Sabrá contar con ellos sin ningún temor buscando que se den unas relaciones humanas armoniosas tejidas por el respeto mutuo y la admiración constante. El buen líder es el que sabe preparar gente creando ambientes gratos donde se conjuga la disciplina y el trabajo serio con la camaradería de una sólida fraternidad.

El falso líder
El falso líder es la persona impulsada por un amor propio desmedido que busca el protagonismo y ser la sal de todos los platos, por encima de todo, no le gusta que otros le hagan sombra, siente que está llamado a ser redentor de los demás con su presencia y sus sistemas. Está tan ensimismado en su yo y tan seguro de sus criterios, que duda que los demás puedan tener éxito sin su injerencia o control.  Podría ser exitoso en el campo de su especialidad pero suele tener ocupada su inteligencia dentro de los parámetros de sus propios criterios, elaborando teorías “geniales” para ganarse la aceptación y la aprobación de los demás. Esta preocupación, cargada de vanidad, le impide ver la realidad y lo aleja de las personas. Ejerce su liderazgo con una suerte de obsesión enfermiza porque quiere poner su marca y que nadie le gane la posta. Busca compulsivamente el éxito mirando casi exclusivamente la utilidad de las personas con quienes negocia prometiendo ofrecimientos o compensaciones a cambio de lealtad a sus proyectos.  
El falso líder hace bulla, revienta cohetes, llama la atención, su afán de protagonismo tan grande que termina metiéndose en el trabajo de los demás imponiendo sus ideas o sistemas y creando un ambiente de rechazo en la interioridad de muchas personas. Con su imposición hace lo posible para tapar la boca y arrinconar en una dolorosa esclavitud a quienes no piensen como él, sin dejar que se manifiesten. Lamentablemente hoy muchos viven pisados y amenazados por estos “líderes” que buscan más guardar su imagen  y prestigio que la suerte o el futuro de las personas que trabajan con él o para él.

El liderazgo oculto
El verdadero liderazgo no se impone. Tampoco es consecuencia de la aplicación de sistemas que enseñan a tener éxito y no dicen nada del servicio y la generosidad que se debe tener con las personas, no como consecuencia de una política sino por el verdadero aprecio a cada persona en concreto. Nunca será un auténtico líder el  que crea un liderazgo para brillar por encima de los demás llevando una conducta de arrogancia y una actitud altiva de una falsa superioridad.
Termina siendo detestable el que se cree la divina pomada y se pone por encima de los demás porque está convencido que es mejor que el resto o porque piensa que es de un status o condición superior.
La gente buena descubre al que es bueno de verdad, al que no hace acepción de personas y da la mano a todos, al que está dispuesto a servir y es a todo terreno, al que no hace ascos con nadie y sabe perdonar y comprender, al que es sencillo y humilde y sabe ponerse cerca de todos. El que es así tiene la autoridad y el prestigio del verdadero líder. Todos quisieran ser como él porque es atractivo su agradable modo de ser, respetuoso y educado.  Es el líder que no busca llamar la atención y que los demás terminan iluminándolo por ser realmente bueno.

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