Espaldarazo
mundial al Espíritu Santo
EL HOMBRE DEL AÑO
El Papa Francisco ha sido elegido el hombre del
año, no sólo por distintas
revistas y medios de comunicación de gran prestigio en el mundo, sino
por la voluntad de millones de personas que están de acuerdo en otorgarle al
Santo Padre esta designación o título mundial de reconocimiento por los méritos
alcanzados.
Gente de todos los colores, ideologías,
religiones y modos diversísimos de
ser, dan su aprobación, porque les parece, en
un consenso tácito y colectivo, y movidos
por distintos criterios, que el hombre del año debe ser el que los ha
removido hasta las entrañas en los temas esenciales de la vida, que además los transmite con una facilidad admirable:
el ejemplo y la coherencia de una vida cristiana.
Siguiendo a Jesucristo, según el espíritu genuino de los evangelios, va por delante
abriendo camino con una sonrisa franca y sincera, sin temores ni rencillas, y sin que las investiduras se lo impidan, para predicar, a tiempo y a destiempo, la misericordia y la comprensión que Dios
tiene con todos los hombres, para rescatar a los que se han alejado,
haciéndoles ver que la Iglesia es su casa.
Repite una y otra vez, que los pobres y los más
necesitados, tienen prioridad, cita los textos bíblicos, la doctrina de la
Iglesia y se aleja del marxismo y de las ideologías de odio y violencia, que
todavía persisten en el mundo de la politiquería
mundial.
Estamos observando que con el Papa Francisco
hay, por encima de criterios doctrinales,
filosóficos o teológicos, una verdad aceptada por todos, que sale de un
hombre que convence y persuade, porque es de la Iglesia y quiere a la Iglesia
con pasión.
Es la misma Iglesia que fundó Cristo y el Papa, que es el Vicario de Cristo, es fiel al
legado que Jesús dejó en la Iglesia para transmitirlo a todos. El espíritu del evangelio lo vive quien
sabe difundirlo para todos, con el ejemplo de una conducta cristiana.
Jorge Mario Bergoglio fue un hombre que no
quiso ser protagonista, siempre rechazó el boato y la ambición de poder, nunca
se movió por el dinero ni por intereses partidarios, buscó ayudar al que lo
necesitaba, le dio la mano al enemigo dejando de lado rivalidades y peleas,
habló claro para advertir y aconsejar con un sentido común preciso y
contundente, y en muchas ocasiones procuró reformar los corazones humanos, para
que los hombres sean mejores personas.
¿A qué se debe o a quién se deben estás
condiciones que encontramos en un hombre? ¿Será sólo, como dirían algunos, por ser el Papa? o ¿hay algo más? Empecemos
por dar respuesta a estas preguntas con las palabras del mismo Pontífice cuando
se dirigía a los cardenales y obispos el Brasil: "Ya se puede ser Papa, cardenal, obispo o sacerdote, si no se es
santo, no sirve para nada"
¿Qué es
ser santo?
Hoy es importante aclarar bien en qué consiste
la santidad y a qué se está refiriendo el Papa cuando dice: sí no se es santo no sirve para nada.
Estas palabras recuerdan a San Pablo cuando decía en la carta a los Corintios
que si no había Caridad no había nada: "ya
podría tener el don de la predicación y conocer todos los secretos y todo el
saber; podría tener una fe como para mover montañas, si no tengo amor no soy
nada”.
Estas palabras del apóstol de las gentes son muy
útiles para aproximarnos a las consideraciones que queremos hacer en este
artículo y aclarar el concepto de santidad que está bastante confundido en el
mundo.
Está claro que el papa Francisco no será santo
por ser nombrado el hombre del año, tampoco por el consenso colectivo de las
mayorías, mucho menos por el protagonismo de una coyuntura al ser elegido Papa
de un modo sorpresivo, tampoco por ser sudamericano o por tener habilidad para
llegar a la gente.
Evidentemente todas las cualidades obedecen a
algo que se es y que se tiene como propio, pero cuando escuchamos que él mismo
dice que es un pecador y que necesita confesarse por lo menos cada 15 días, se
está refiriendo a una realidad de su ser, y nos está haciendo ver que un santo
no es un ser impecable y sin defectos.
El Papa reconoce sus debilidades y miserias y al
mismo tiempo reconoce el poder de un Redentor, es por eso que ese hombre, elegido el hombre del año, acude a quien
lo puede ayudar de verdad a ser santo y quiere ser santo porque se lo ha pedido
Dios, para que pueda cumplir con el papel o la misión que el mismo Dios le ha
dado en la tierra y que ahora millones aplaudimos.
Los santos
y los santones
Es bueno establecer las diferencias para aclarar
los conceptos. Al santón lo eligen los hombres porque destacó en algo que fue
beneficioso para los hombres, el santo en cambio es el que corresponde a un
querer de Dios y procura parecerse al modelo de santidad que Dios envió al
mundo: Jesucristo.
Los santones no son necesariamente seguidores de
Cristo, el santo sí. El mundo está lleno de santones elegidos por consensos
colectivos y con unos seguidores que lo veneran con gran sentimiento y unción,
sin que importe mucho si la hoja de ruta personal sigue o no los criterios de
vida y las virtudes señaladas por Cristo para todos los hombres.
Hace años existían unas revistas que distinguían
las vidas ilustres de las ejemplares. La primeras resaltaban los méritos de los
héroes, los científicos, los literatos, los deportistas o los
artistas de mayor fama y prestigio. Las segundas, la vida de los santos:
una conducta moral intachable con virtudes cristianas vividas de modo heroico.
Ojo que la santidad no es exclusividad para una
sola persona o para una elite determinada, es para todos los hombres y el
mérito está en saber corresponder a lo que Dios le da. Eso es lo que pide el
Papa procurando ir por delante en esa lucha.
En el umbral de un nuevo año las palabras claras
y contundentes del Papa Francisco, señalan el camino a seguir para hacer un
mundo más humano y limpio, donde las personas se quieran de verdad.
¡Feliz Año 2014!
Agradecemos
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