jueves, diciembre 26, 2013


Espaldarazo mundial al Espíritu Santo
EL HOMBRE DEL AÑO

El Papa Francisco ha sido elegido el hombre del año, no sólo por distintas  revistas y medios de comunicación de gran prestigio en el mundo, sino por la voluntad de millones de personas que están de acuerdo en otorgarle al Santo Padre esta designación o título mundial de reconocimiento por los méritos alcanzados.

Gente de todos los colores, ideologías, religiones y modos diversísimos de ser, dan su aprobación, porque les parece, en un consenso tácito y colectivo, y movidos por distintos criterios, que el hombre del año debe ser el que los ha removido hasta las entrañas en los temas esenciales de la vida, que además  los transmite con una facilidad admirable: el ejemplo y la coherencia de una vida cristiana.

Siguiendo a Jesucristo, según el espíritu genuino de los evangelios, va por delante abriendo camino con una sonrisa franca y sincera, sin temores ni rencillas, y sin que las investiduras se lo impidan,  para predicar, a tiempo y a destiempo, la misericordia y la comprensión que Dios tiene con todos los hombres, para rescatar a los que se han alejado, haciéndoles ver que la Iglesia es su casa.

Repite una y otra vez, que los pobres y los más necesitados, tienen prioridad, cita los textos bíblicos, la doctrina de la Iglesia y se aleja del marxismo y de las ideologías de odio y violencia, que todavía persisten en el mundo de la politiquería mundial.

Estamos observando que con el Papa Francisco hay, por encima de criterios doctrinales, filosóficos o teológicos, una verdad aceptada por todos, que sale de un hombre que convence y persuade, porque es de la Iglesia y quiere a la Iglesia con pasión.

Es la misma Iglesia que fundó Cristo y el Papa, que es el Vicario de Cristo, es fiel al legado que Jesús dejó en la Iglesia para transmitirlo a todos.  El espíritu del evangelio lo vive quien sabe difundirlo para todos, con el ejemplo de una conducta cristiana.

Jorge Mario Bergoglio fue un hombre que no quiso ser protagonista, siempre rechazó el boato y la ambición de poder, nunca se movió por el dinero ni por intereses partidarios, buscó ayudar al que lo necesitaba, le dio la mano al enemigo dejando de lado rivalidades y peleas, habló claro para advertir y aconsejar con un sentido común preciso y contundente, y en muchas ocasiones procuró reformar los corazones humanos, para que los hombres sean mejores personas.
¿A qué se debe o a quién se deben estás condiciones que encontramos en un hombre? ¿Será sólo, como dirían algunos, por ser el Papa? o ¿hay algo más? Empecemos por dar respuesta a estas preguntas con las palabras del mismo Pontífice cuando se dirigía a los cardenales y obispos el Brasil: "Ya se puede ser Papa, cardenal, obispo o sacerdote, si no se es santo, no sirve para nada"

¿Qué es ser santo?
Hoy es importante aclarar bien en qué consiste la santidad y a qué se está refiriendo el Papa cuando dice: sí no se es santo no sirve para nada. Estas palabras recuerdan a San Pablo cuando decía en la carta a los Corintios que si no había Caridad no había nada: "ya podría tener el don de la predicación y conocer todos los secretos y todo el saber; podría tener una fe como para mover montañas, si no tengo amor no soy nada”.

Estas palabras del apóstol de las gentes son muy útiles para aproximarnos a las consideraciones que queremos hacer en este artículo y aclarar el concepto de santidad que está bastante confundido en el mundo.

Está claro que el papa Francisco no será santo por ser nombrado el hombre del año, tampoco por el consenso colectivo de las mayorías, mucho menos por el protagonismo de una coyuntura al ser elegido Papa de un modo sorpresivo, tampoco por ser sudamericano o por tener habilidad para llegar a la gente.

Evidentemente todas las cualidades obedecen a algo que se es y que se tiene como propio, pero cuando escuchamos que él mismo dice que es un pecador y que necesita confesarse por lo menos cada 15 días, se está refiriendo a una realidad de su ser, y nos está haciendo ver que un santo no es un ser impecable y sin defectos.

El Papa reconoce sus debilidades y miserias y al mismo tiempo reconoce el poder de un Redentor, es por eso que ese hombre, elegido el hombre del año, acude a quien lo puede ayudar de verdad a ser santo y quiere ser santo porque se lo ha pedido Dios, para que pueda cumplir con el papel o la misión que el mismo Dios le ha dado en la tierra y que ahora millones aplaudimos.

Los santos y los santones

Es bueno establecer las diferencias para aclarar los conceptos. Al santón lo eligen los hombres porque destacó en algo que fue beneficioso para los hombres, el santo en cambio es el que corresponde a un querer de Dios y procura parecerse al modelo de santidad que Dios envió al mundo: Jesucristo.

Los santones no son necesariamente seguidores de Cristo, el santo sí. El mundo está lleno de santones elegidos por consensos colectivos y con unos seguidores que lo veneran con gran sentimiento y unción, sin que importe mucho si la hoja de ruta personal sigue o no los criterios de vida y las virtudes señaladas por Cristo para todos los hombres.

Hace años existían unas revistas que distinguían las vidas ilustres de las ejemplares. La primeras resaltaban los méritos de los héroes, los científicos, los  literatos, los deportistas o los artistas de mayor fama y prestigio. Las segundas, la vida de los santos: una conducta moral intachable con virtudes cristianas vividas de modo heroico.

Ojo que la santidad no es exclusividad para una sola persona o para una elite determinada, es para todos los hombres y el mérito está en saber corresponder a lo que Dios le da. Eso es lo que pide el Papa procurando ir por delante en esa lucha.

En el umbral de un nuevo año las palabras claras y contundentes del Papa Francisco, señalan el camino a seguir para hacer un mundo más humano y limpio, donde las personas se quieran de verdad.

¡Feliz Año 2014!

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jueves, diciembre 19, 2013


Los signos cristianos en el hogar
LAS CRUCES, LOS NACIMIENTOS Y EL TELEVISOR

El cuarto de mi abuelo parecía una capilla conventual, frente a su cama había colocado una urna con la estatua del corazón de Jesús y muchas estampas pequeñas al lado, que serían las que le iban dando y él las dejaba allí para rezar de vez en cuando con ellas; más arriba, colgado en la pared, lucía un hermoso cuadro de la Virgen María, del arte colonial cuzqueño y en el otro extremo de la habitación, cerca de un escritorio pequeño y encima de una mesita, descansaba, en una peana circular, un crucifijo negro y vistoso, que invitaba a la piedad.

Él era contralmirante de la marina de guerra del Perú, padre de una familia numerosa y un devoto caballero cristiano, de Misa dominical y comunión frecuente. En sus últimos años formó parte de la orden de los Caballeros de Colón.

Así cómo mi abuelo, muchos limeños, de principios del siglo XX, tenían en sus dormitorios objetos religiosos que motivaban la piedad: un cuadro de la Virgen o de algún santo, la fotografía del Papa actual, un crucifijo o el rosario en la mesa de noche y los que habían recibido de Roma, por algún aniversario, la bendición papal, la lucían en un cuadro, que también estaba colocado en algún lugar al alcance de la vista.

No sólo el dormitorio estaba decorado de ese modo, también en la sala y en los pasillos aparecía alguna medalla, un relicario, la estatuilla de algún santo, o una vela votiva; todo lo que hiciera falta para conseguir que los miembros de la familia se sintieran protegidos por la divina providencia.

Esta tradición pasó a la generación siguiente. Mis padres y los papás de mis amigos procuraban igualmente para sus hogares, una decoración cristiana: crucifijos en los cuartos, el cuadro de la última cena en el comedor, la palma de olivo, que se recogía de la parroquia el domingo de Ramos, colocada en algún lugar visible y por supuesto en la Navidad no podía faltar el nacimiento en el mejor lugar de la casa. Las fiestas y las celebraciones cristianas se vivían con mucho entusiasmo y en un clima familiar de unidad y libertad.

Nadie se sentía coaccionado con esas manifestaciones y celebraciones cristianas, era normal y natural vivir las fiestas del catolicismo juntos y en familia, sintiéndonos protegidos por las imágenes que habían en nuestros hogares. Recuerdo que me daba mucha tranquilidad, cada vez que salía de mi casa, ver que la puerta estaba resguardada con la estampa de un santo, para que los ladrones no entraran. No habían rejas ni cerco eléctrico, sólo había una estampa vieja y gastada. Que yo recuerde nunca hubo un robo.

Eran también gratísimos los días cercanos a la Navidad cuando sacábamos las cajas para armar el nacimiento. Cada año había una novedad, alguna pieza nueva, un misterio más grande, una mejor iluminación, otra estrella, un corderito más, un cerro más alto... Todo contribuía para vivir con paz y alegría esos días inolvidables de intensa unidad familiar.

La presencia de la piedad cristiana en los papás
Esas manifestaciones de fe, de tradición hogareña, eran sencillas y discretas, nadie las veía como una imposición. Nuestros padres expresaban sus convicciones religiosas de un modo natural y todos vivíamos las fiestas y los acontecimientos religiosos con cariño, respeto y alegría.

Recuerdo, como si fuera hoy, cuando fui con mis padres a un congreso eucarístico celebrado en Lima, yo tenía solo 6 años, me impresionó gratamente la piedad de la gente y ver rezar a mi mamá con mucha devoción. Ella, que era muy piadosa, en octubre se ponía el hábito del Señor de los milagros, a nosotros nos parecía natural, como si fuera algo propio de todas las mamás, pensábamos que ella era muy buena rezando y haciéndonos rezar, además a todos en la casa nos gustaba ver la procesión cada año y comentábamos nuestros asombros con mucho respeto y veneración. Nunca nos sentimos forzados, al contrario, vivíamos felices sin que existieran alternativas distintas; tampoco, gracias a Dios, oíamos cuestionamientos a esas costumbres que se repetían anualmente.

La libertad en los ambientes cristianos
Cuando era niño me enteré que algunas familias tenían, para envidia nuestra, una capilla en su casa, ¡una Iglesia dentro de una casa!, ¡me parecía grandioso! A esas edades pensaba, de un modo natural, que todos deseaban el privilegio de tener una capilla en su propia casa. No es raro encontrar todavía en alguna casona limeña un lugar destinado a la capilla.

En los colegios la tradición de la casa continuaba: el crucifijo o un cuadro del corazón de Jesús o de la Virgen lucían en la pared del aula, junto a las fotografías de los héroes nacionales y al lado de los mapas y las laminas de biología y botánica que estaban al costado de la pizarra.

Las fiestas cristianas también se celebraban por todo lo alto, al menos en los colegios religiosos, aunque también en los estatales, por ejemplo en mi colegio, para el Corpus Christi, los niños colaborábamos en la preparación de los altares y de las alfombras de flores y aserrín, y esperábamos el momento emocionante de la procesión para ver pasar al Señor bajo palio, presente en la Custodia, que llevaba el sacerdote de un altar al otro hasta que volvía al Sagrario. Empleábamos toda una mañana entré la preparación, la santa Misa y la procesión, al final terminábamos exhaustos y hambrientos, porque para comulgar había que ayunar desde el día anterior. Nunca protestamos, además al final de la mañana todo era compensado con un potente desayuno: chocolate líquido, un chancay doble y un sublime grande; con esa ración todos quedábamos felices y nadie se quejaba. Recuerdo que para esas fiestas todos comulgábamos. Los sacerdotes se habían encargado antes de confesarnos. Así era nuestra libertad, participando en una tradición cristiana que nos envolvía y nos hacía muy felices. Hoy recordamos esos momentos con nostalgia.

La llegada del televisor a las casas
No hace mucho un conocido mío, muy buena gente, me enseñó su nuevo departamento. Se iba a mudar allí con su esposa y sus cuatros hijos. El edificio moderno tenía cerca de 20 pisos, el ascensor llegaba hasta el living que estaba decorado con pinturas abstractas de diversos colores, que hacían juego con los sillones, que estaban colocados frente a unos enormes ventanales que daban a un gigantesco parque. La vista era muy hermosa. La terraza junto al living y al bar se usaba como comedor, en el verano corriendo unas persianas quedaba al aire libre, la cocina en cambio era pequeña, ocupaba un rincón al lado del lavadero y de la puerta falsa. En cada uno de los cinco dormitorios había un enorme televisor de pantalla plana, adosado a la pared frente a la cama, y en las paredes la decoración variaba, los papás tenían unos cuadros de caballos y los chicos pósters de diversos cantantes y de corredores de autos. En la casa no habían crucifijos, ni cuadros de la Virgen, tampoco tenían el nacimiento para la Navidad.

Después de ver todo eso sentí una profunda tristeza, que tuve que disimular, porque mi amigo estaba orgulloso y contento de la nueva casa que había conseguido para su familia, no era el momento para decirle que faltaba en la decoración alguna imagen que recordara que Dios está presente en la vida de todos y especialmente en la familia y que quitara los televisores de los dormitorios para que los que vivan allí no corran el peligro de perder su libertad, como ya ha pasado en varios casos. Aunque las decisiones dependen de cada uno siempre es bueno que nos ayuden a tomarlas correctamente, (sobre todo en la casa), porque no siempre estamos en condiciones de tomar una buena decisión. Es de sentido común. Pero en este caso, mis consejos los tuve que guardar para otra oportunidad, aunque veo que va a ser difícil que entienda. En esta época de relativismo son pocos los que entienden lo que es la auténtica libertad.

Además cuando llegué a mi casa me puse a pensar, recordando lo que ocurrió en muchos hogares desde que el televisor entró, primero al líving y después a los dormitorios. El televisor es indudablemente un gran invento, se podría hacer mucho bien a través de una buena programación. Pero, ¿Qué fue lo que ocurrió en los hogares desde que llegó el televisor? En muchas casas se perdió la tradición cristiana, en la medida en que el televisor ingresaba con más aplomo, los objetos de culto empezaron a salir o se convirtieron sólo en elementos para la decoración y no para la piedad, después, la vida familiar se deterioró, ya no se conversaba en casa porque todos estaban ocupados viendo sus programas preferidos. La vida de familia fue desapareciendo poco a poco de muchos hogares, con las excepciones del caso.

Que pena que los familiares de mi amigo no se encuentren en la propia casa con una imagen de la Virgen para poder verla y decirle algunos piropos o para sentirse protegidos por su admirable maternidad, o que no pudieran en el dormitorio contemplar a Jesucristo en la Cruz que se entregó por nosotros y luego nos invitó a seguirle, para que seamos libres y felices en la tierra y luego poder conquistar la eterna felicidad del Cielo. Que pena que los hijos de mi amigo no puedan sacar cada año las cajas donde se guarda el nacimiento para armar el Belén, con ilusión, cada Navidad. Cuantas cosas maravillosas, que son un verdadero tesoro se están perdiendo, cuando se quitan de la casa los tesoros de nuestra religión.

Yo me pregunto ¿hay ahora más libertad? cuando se ve a la gente aislada, apurada, metidas en sus propios mundos, donde cada uno quiere ir por su cuenta. Cuando se ve que algunos ni se hablan, y otros están peleados, otros no aguantan y se mandan mudar, ¿son acaso más libres? Encerrarse sólo a ver televisión en el propio cuarto ¿es ser libre?. ¿Se puede ser feliz así? ¿no se está perdiendo la comunicación familiar?

¿No habremos ido al revés? Me parece que las cosas hay que arreglarlas; ahora todo el mundo dice que la familia está en crisis. La crisis no consiste sólo en los odios y rencilla que llevan a la violencia familiar, también se puede decir que hay crisis cuando en la casa existe complicidad para el egoísmo, la frivolidad y la pereza, cuando se cambia la disciplina por el permisivismo y cada uno se encierra, con sus engreimientos en su propia individualidad. Estas crisis si no se combaten son como un cáncer que destroza los hogares y deja a las personas en una triste soledad.

No se puede vivir sin Dios en ninguna parte
San Josemaría Escrivá decía que "se ha expulsado a Dios de la sociedad como si fuera un intruso" y que hoy "mucha gente vive como sí Dios no existiera". Si han expulsado a Dios de la sociedad, es porque antes lo han expulsado de la casa y si lo han expulsado de la casa, es porque antes lo expulsaron del propio corazón.

El papa Benedicto XVI decía que lo que hace falta en la sociedad es Dios, "con Él no se pierde nada, se gana todo" y el papa Francisco pedía a los jóvenes en Brasil: "allí donde no hay fe, ¡pon fe! y tu vida tendrá un sabor nuevo" Seamos sinceros y volvamos a meter a Dios en nuestros corazones, para que esté en nuestras casas y la sociedad se vuelva nuevamente cristiana.
Cuando nos encontramos en el umbral de la Navidad no está demás repetir que: No hay Navidad sin Jesús. Tampoco tiene sentido una casa, un hogar, sin la presencia de Dios. Para que Dios esté dentro de las casas debe estar antes en los corazones de las personas. Solo así puede encontrar el hombre su verdadera libertad y la consiguiente felicidad.

A todos mis amigos en estas fiestas de Navidad les propongo: ¡Pongan a Dios en sus corazones para que lo tengan en casa con toda la familia!
Con el calor de Jesús, María y José, que tengan una ¡Feliz Navidad!




miércoles, diciembre 11, 2013


Ignorar al hermano
LOS CAÍNES DEL SIGLO XXI
Caín mató a su hermano Abel por envidia. Abel era el exitoso, lleno de cualidades lo hacía todo bien y agradaba a Dios. Caín era el fracasado, le salía todo mal, se sentía incomprendido, rechazado por todos y se llenó de odio. Cuando le pareció que el éxito de su hermano era la causa de sus fracasos, no aguantó y lleno de ira le quitó la vida. Es que la carga de su resentimiento fue creciendo con el tiempo hasta el hartazgo; el desenlace pudo ocurrir en cualquier momento, hasta que llegó: matarlo le llevó solo unos pocos minutos.
Caín, ¿ es discriminado?  ¿o tiene envidia?
Tal vez ahora, en el siglo XXI, algunos se pondrían del lado de Caín al sentirse desplazados o discriminados y tendrían ganas de eliminar al exitoso más cercano que se lleva las palmas y hace sombra, aunque sea hermano. El envidioso ve al exitoso como egoísta, abusivo y mala persona, así justifica las razones de su resentimiento y de sus acciones. Caín podría sentirse discriminado por su hermano Abel, pero la Sagrada Escritura dice que fue envidioso.
El envidioso vive fastidiado y herido  contra el hermano, lo rechaza y no acepta ninguna obra buena que pueda hacer. Siempre encuentra motivos para darle las espaldas y alejarse, agrandando sus críticas de un modo exagerado y hasta ridículo.
Abel, ¿es bueno?  ¿o es sobrado y egoísta?
Si ponemos el reflector en Abel observamos que hoy se puede dar una interpretación diferente. En estos tiempos Abel podría ser mirado como el sobrado que se cree superior a los demás. Algunos críticos contemporáneos le habrían exigido ponerse más a  nivel Caín y no destacar tanto para que su hermano no se sienta mal.
Parece que para Caín, y los que hipotéticamente piensan como él, el brillo de su hermano impediría su inclusión.  Los envidiosos quieren forzar las situaciones para que las cosas se vean como ellos quieren. Pero al final la realidad termina aclarándolo todo. En cualquier sitio del mundo: nadie debe dejar de mejorar porque otro no mejora, aunque sea su propio hermano. En todo caso se podría admitir que el que mejora o empeora puede influir para bien o para mal en sus hermanos.

Se ama mejor cuando se es mejor
La preocupación por los demás, y más la del hermano, exige de la persona, que realmente sabe amar, una mejor preparación y una constante voluntad de hacer las cosas bien. Ese esfuerzo tendrá su fruto, que son las obras buenas reconocidas. Como dice el refrán: “obras son amores y no buenas razones”
Ese es el sacrificio de Abel que Dios acepta. Abel no deja de lado a su hermano, quiere que éste progrese y le vaya bien. Las causas del fracaso de Caín están en el mismo Caín y no en Abel.

El perfil del envidioso
La Escritura hace ver la nobleza de un corazón ordenado. Seguramente Abel estaba preocupado por su hermano, pero Caín con su gran resentimiento no querría acercarse a él y mucho menos hacerle caso. El corazón herido fabrica una distancia, en cambio el corazón entero y limpio busca la cercanía y la unidad.
El hermano resentido podría decir muchas cosas pero en realidad su conducta es disfuncional: Se aparta habitualmente de la familia, se encierra en su mundo, tiene  planteamientos originales, no participa de las reuniones familiares y cuando por algún motivo está presente, prefiere no intervenir. Vive haciendo acepción de personas con  juicios temerarios constantes. Se acerca al que le puede dar algo para su provecho y al que está dispuesto a escuchar sus críticas para encontrar apoyo y justificar las razones de su envidia. Huye del que quiere ayudarlo de verdad para sacarlo de esa situación esclavizante.
Consecuencias de la envidia
Si la envidia persiste se pueden perder los mejores amigos (en la familia o fuera de ella), que son los que dicen la verdad y quieren ayudar. El envidioso que sigue en su terquedad no le gusta que le contradigan en el motivo de su envidia, prefiere alejarse del que le aconseja y arrimarse a otro que esté de acuerdo con su “política” o modo de llevar las cosas.
Cuando la envidia motiva las decisiones de una persona, éstas, por muy buenas que parezcan, han tenido un punto de partida infeliz y tarde o temprano meterán al envidioso en un laberinto.
El rechazo por envidia complica la existencia y facilita las huidas. El que habitualmente está huyendo no es libre, puede caer con facilidad en una neurosis pensando que los demás están en contra y que además lo persiguen para hacerle daño (es penoso cuando piensa que son los de su  casa). A veces se pone en una situación tan conflictiva que impide que su propia familia lo pueda ayudar.
Al que está herido por la envidia le preocupa mucho coincidir con alguien con quien no congenia, busca despacharlo cuanto antes o quitarse de en medio por el camino más corto.  Si en un grupo humano hay uno de su cuerda, le dirigirá la palabra a él y tratará de ignorar a los demás. Suele tener problemas en las relaciones sociales.
Un mal de la época
El siglo XXI está lleno de Caínes: gente resentida con una autoestima herida e inflada que pone lejos a sus hermanos, e incluso arroja piedras contra su propio tejado. Las agresiones familiares han crecido en todas las ciudades, muchas de ellas motivadas por estas situaciones de envidia que no han sabido manejarse correctamente y a tiempo.
En el hogar, desde niños, los seres humanos deben aprender a compartir y a querer lo mejor para los demás. Lo deben aprender del ejemplo de los padres que se deben querer entre ellos, sin egoísmos, sin ambiciones individuales al margen de la familia. En la familia cada uno debe querer lo mejor para los demás y alegrarse de los éxitos de los otros.  
La vida de familia no es una encerrona en la casa. Nunca el egoísmo será amor, y si en una casa los padres son egoístas, tendrán un “amor” posesivo, se creerán dueños, propietarios, de los demás y eso hace mucho daño.
Si una familia se encierra en sí misma también es egoísta y no se pude decir que haya amor. El amor es un bien difusivo, cuando se tiene se expande, trasciende, llega a muchos más y da siempre libertad.
Lo mismo podemos decir de un país, si hay auténtico amor, éste llega a los demás países, no se encierra en un “nacionalismo” que siempre es mediocridad y cortedad. En cambio el patriotismo, que es el verdadero amor a la tierra de los orígenes y sus costumbres, es también el amor a las demás naciones con sus costumbres. El envidioso tiene problemas para aceptar la vida y costumbres de determinados países, tal vez por envidia.
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jueves, diciembre 05, 2013


Estrategias de los malos periodistas
ESCÁNDALOS FARISAICOS
Se llama escándalo farisaico al que es motivado para buscar una reacción que produzca un conflicto con el fin de atacar y hundir a una persona o a un planteamiento establecido o que se quiera establecer.
Es jugar sucio para sacar provecho, “en río revuelto ganancia de pescadores”, aprovecharse de una situación que es desfavorable para otras personas,  ganar a costa de las heridas ajenas, o provocar contiendas para ver  qué se puede sacar después.
El escándalo farisaico lo suelen utilizar las persona mediocres que buscan ganar las contiendas hiriendo el honor y la fama personas con juicios temerarios o con auténticas calumnias que podrían estar apoyadas por el consenso de un poder mediático, de acuerdo a los intereses de algunos grupos. Se llama farisaico porque es una hipocresía: el que acusa utiliza un poder, no para hacer el bien sino para hundir al adversario. La astucia obedece a una intención malévola: hacer bulla para ganar protagonismo, aunque se perjudiquen otros.
Tiene muy poca calidad moral la persona que busca enfrentamientos para sacar provecho, peor si se trata de una autoridad que por su investidura debería buscar la concordia y los entendimientos entre las personas.

Los malos periodistas
En los últimos tiempos existe un poder mediático que utiliza descaradamente estos procedimientos con la triste política del enfrentamiento o el acorralamiento a las personas, tratándolas como si fueran delincuentes, sin tener pruebas irrefutables para esos maltratos. Tampoco al delincuente se le debe maltratar.
El que “levanta la liebre” o “provoca el incendio”  con intenciones maliciosas,  puede no ver las consecuencias de su nefasta intervención cuando el escándalo se difunde a personas que nada tienen que ver. La persona acusada puede ser menos culpable y hasta inocente si la comparamos con el que propicia el escándalo.
Para botón de muestra basta un ejemplo: Hace unos días un radio local hizo un escándalo acusando a un equipo finalista, en el campeonato descentralizado de fútbol, de querer boicotear la realización del partido en el pueblo donde el equipo adversario había elegido jugar, porque no ofrecía garantías para los jugadores y para el público. Ese estadio está situado a 3,900 metros sobre el nivel del mar y tiene objetivamente muchas deficiencias si se le compara con otros escenarios.
Los periodistas de la radio hablaban en tono de indignación diciendo que el equipo limeño no tenía derecho de rechazar esa cancha y lo acusaban de mover sus influencias para que el ministerio del interior prohíba jugar allí. Armaron un escándalo por la radio para convencer a la gente y llegaran a creer que equipo limeño quería abusar de un equipo provinciano.
El comentador decía: “el tema está caliente, está que saca chispas… con la intención de conseguir más ráting para su programa, creando un clima de polémica entre dos equipos que no están peleados. Además decían, convenciendo a sus entrevistados, que la actitud del equipo limeño le estaba haciendo daño al fútbol nacional.
Los comentarios estaban dirigidos para que la gente se indignara contra el equipo limeño por abusivo y desatinado. Todo lo hacían en base a conjeturas, y luego se descubrió que las cosas no fuero como las presentaban.
Resulta que ambos equipos habían firmado el acuerdo para jugar en ese escenario. Todo estaba ok para que se realizara el partido en la fecha señalada, pero resulta que en ese pueblo había un paro de los trabajadores y el ministerio del interior quitó las garantías por ese motivo. Jugar el otro escenario podría ser favorable para el equipo limeño y para cualquier equipo del mundo, a nadie le gusta jugar a 3,900 metros de altura, pero el tema no era ese.
Los periodistas de marras cambiaron las circunstancias inventando movidas del equipo limeño, pero no tuvieron la hidalguía de pedir perdón, cuando se fueron dando cuenta que las cosas podrían no ser así, se fueron contra el ministerio del interior con los mismos calificativos y exageraciones.
En el programa del día siguiente ellos no habían hecho nada, solo informaban objetivamente como profesionales imparciales, se lavaron las manos como Pilatos. Habría que volver a oír lo que dijeron el día anterior, el escándalo y las acusaciones que hicieron,  ¿Quiénes son los que le hacen daño al fútbol peruano?  Los periodistas ¿no tienen nada que ver?  Son campeones en canonizar a un futbolista sin saber el daño que le hacen y luego no tienen escrúpulo en atacar a dirigentes, entrenadores y futbolistas, de acuerdo a sus criterios. ¿quiénes ganan?  ¿acaso no pierden todos?
El Perú necesita profesionales mejor preparados y autoridades de un nivel más alto. La mediocridad se puede apreciar en las continuas peleas precedidas por las críticas donde se acusan unos a otros. El fútbol necesita llegar al nivel profesional de los países del primer mundo. Las canchas para los equipos de primera división deben tener las condiciones que se exigen a los estadios a nivel internacional. Eso no quita que un equipo de primera por inclusión, labor social y para contentar a las poblaciones alejadas, se vaya a jugar un partido de exhibición en el pueblo más alto de la cordillera andina.
Las personas son las que importan y los jóvenes son el futuro. Todo nuestro esfuerzo debe ir para educar bien a nuestra juventud. Que los chicos no vean peleas, jugadas sucias, sino entendimientos, respeto y concordia. Gente que diga la verdad con delicadeza y no haga alharacas con escándalos.
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