miércoles, abril 30, 2014


Santos y santones
ESTRELLAS FUGACES  (la deshumanización del ser humano)
Mientras la Iglesia canoniza a dos Papas Santos con la expectativa y el seguimiento de millones de personas en todo el mundo, un minoritario sector de la población liderado por un caudillismo liberal va “canonizando” a los santones fallecidos con grandes titulares y fotos a todo meter en las grandes cadenas del poder mediático, de influjo temporal y relativo en nuestras sociedades.

El seguimiento de los santos que canoniza la Iglesia
Quienes siguen con devoción las canonizaciones de los santos en Roma son personas que admiran los estilos de vida que ellos recomendaban. También puede notarse en esos seguidores un sentido común acorde con un afán noble de servicio desinteresado y generoso a los demás y un amor incondicional a la Iglesia y al Papa. Además se trata de millones de personas que llenan las plazas y parques para ver y aplaudir al Papa, sea quien sea, y gran parte de esa población son jóvenes. En las últimas jornadas mundiales de la juventud los periodistas calificaban a esas reuniones multitudinarias y entusiastas como fenómenos sociales colectivos. Son destellos de esperanza para poder construir la nueva civilización del amor.

El influjo mediático y paralelo de los santones
En otros sectores de la sociedad se camina en un clima inestable de amarguras y de angustias con la esperanza puesta en los logros humanos conseguidos con pequeñas escaramuzas de algún emprendedor de turno, que no quiere caminar con Dios y busca denodadamente que el pueblo lo “canonice” como el caudillo que los liberará del caos y la inestabilidad generado por los corruptos. A estos personajes, que serían los sofistas del siglo XXI, se les podría llamar: santones.
Los santones son personas “canonizadas” por los hombres interesados en poner a una persona sobre un pedestal por haber destacado en algo y haber influido en su contorno sin que sea necesaria una hoja de vida que responda a una conducta que esté en armonía con las virtudes cristianas. Son referentes sociales que responden a intereses políticos o a diversas corrientes ideológicas, casi siempre lejanas a los estilos de vida que la religión propone a través la Iglesia.
Quienes aplauden y “canonizan” a los santones son personas motivadas por propagandas mediáticas elaboradas por los propagadores de un espíritu liberal que reclama para todos el consenso social de la libertad absoluta. Empiezan enfrentándose a los sectores que ellos llaman conservadores porque “son los que impiden el progreso y la integración de los pueblos, al tener una mentalidad cavernaria que es además discriminadora y homofóbica, lejana a la inclusión de todas las personas en la vida social”. Así se expresan habitualmente.
Los que “canonizan” a los santones suelen utilizar frases lapidarias que las sueltan sin ningún escrúpulo calificando peyorativamente a quienes no piensan como ellos. No les importa comprobar la veracidad de sus afirmaciones ni manchar el prestigio o el honor de las personas. Son difamadores que piensan que sus intervenciones, están llenas de lucidez y son un buen aporte para el progreso de la sociedad.
Resentimientos sociales en busca de “reivindicaciones”
Quienes aplauden estas intervenciones suelen ser personas heridas por algo que les ocurrió en la vida y no supieron resolverlo.  Llevan en su interioridad un resentimiento perenne que crece cuando se rompe la costra y la herida queda al descubierto. Es entonces cuando sale la amargura y la crítica mordaz hiriente contra los que consideran enemigos de sus principios y por lo tanto de la sociedad.  Los santones y sus seguidores bailan con la misma orquesta. Entre ellos se motivan para que las protestas continúen y puedan sacar provecho de las revueltas que provocan. Son como los volcanes que cuando empiezan a echar humo anuncian destrucción.
Quienes “canonizan” a los santones enarbolan, mientras pronuncian sus discursos, la bandera de la libertad.  No les importa la verdad y habitualmente crean situaciones, con ayuda de los medios de comunicación, para que la opinión pública incline la balanza hacia planteamientos liberales que ponen en tela de juicio las enseñanzas doctrinales de la Iglesia en materia de moral y costumbres. Hacen alarde de estar en un país libre que debe funcionar al margen de la religión.
Muchos de estos liberales modernos, quieren entrar en escena buscando alguna candidatura para tener un pedestal, en alguna curul. Muchos de ellos son adalides heridos que practican una democracia cachivachera de frases gastadas, repetidas hasta el hartazgo, con un sonsonete ridículo y solo apto para un nuevo guión de los chistosos, que son los que sacan más partido de sus ocurrencias. Lo vemos a diario en nuestro país y nadie los para.

El desgobierno de las estrellas fugaces
Está claro que nuestras sociedades están desgobernadas(nadie lo niega), por la oclocracia, que es el gobierno de los peores. No hay más que mirar y escuchar a la mayoría de políticos. Es un verdadero circo con payasos que no hacen reír sino llorar. Lo lamentable es que la historia continúa con ellos, sin que nadie ponga el pie en el freno para cortar con el hipócrita sistema que los mantiene.
Hoy nos encontramos con personajes bisoños en moral que aunque destacan en alguna actividad, tienen una trayectoria original y adquieren el prurito de alejarse de la Iglesia tomando una postura agnóstica, que está de moda; así cumplen con los requisitos para ser auténticos santones. A sus seguidores no les importa si es ateo o creyente a su manera, si está casado o divorciado, si se emborracha o si se droga, o es ludópata… nada de eso les importa porque dicen que es “libre” y puede hacer lo que quiera.
A estos personajes variopintos les molesta que existan reglas o mandamientos que le impidan hacer lo que les da la gana. Viven con una actitud de rebeldía contra los que no piensan como ellos, se sienten atacados por los que respetan unas normas de conducta.


El espíritu de las masas  (la verdadera democracia es consecuencia del amor a la verdad)
Sin embargo cuando en la sociedad se habla de aprobación, podemos ver por contraste a las grandes mayorías que llenan las plazas en las canonizaciones de los santos, o cuando el Papa convoca a las multitudes para transmitir un mensaje, o cuando se realizan las marchas para defender la vida. El poder mediático y los principales líderes liberales que se autocalifican de demócratas, se esconden en estas ocasiones y se callan en siete idiomas. No quieren resaltar el éxito de esas actividades, las omiten o las minimizan. Igual le pasa a los seguidores de los santones, solo resaltan los artículos y escritos que van con sus planteamientos, los otros los ignoran aunque hablen de no discriminar a nadie. El sol no se puede cubrir con un dedo.

La corta fama de los santones
Cuando un santón fallece se escriben artículos y se exhiben fotografías de todos los tamaños, tratando de resaltar su vida y sus milagros. Los allegados más próximos lloran su partida; sin embargo la hoja de vida no hay que enseñarla demasiado, porque los vicios y los desarreglos podrían quedar al descubierto.
En cambio los santos que canonizan los Papas pasaron antes por una criba espectacular. Estudiaron y analizaron sus vidas al milímetro. Solo contaban las virtudes vividas de un modo heroico y la herencia de auténtico amor que dejaron a sus seguidores. También la fe en Dios y la correspondencia de amor que es obediencia al plan divino.

Hay una diferencia abismal: entre el santo y el santón
No es lo mismo recordar a un santo que a un santón. Las motivaciones de fondo son distintas. El santo dura siglos el santón desaparece como estrella fugaz. El santo dura en los corazones de miles o millones de fieles que persisten en su devoción. El santón deja solo un recuerdo sentimental que se acaba pronto y que algunas veces la historia lo voltea y así al que murió como santón  lo recordarán como bribón.
Que duro es vivir amargado y sujeto a un consenso efímero sustentado con ideologías que parecen manotazos de ahogado y que son enseñadas por los “notables” de turno y son aplaudidas por contratados que pagan para hacer bulto y aparentar que son personas comprometidas.
Desgraciadamente abundan  intelectuales mal vestidos y mal olientes que deambulan por las calles y en los foros, con sus barbas descuidadas, jurándose genios. Jalan a los amigos de las prebendas medrando donde pueden, para ser protagonistas, hundiendo a quien sea con tal de salir ellos. Es el triste cuadro humano de los que se olvidaron que el hombre, para ser hombre, tiene que ser persona.
Agradecemos sus comentarios

jueves, abril 24, 2014

El recuerdo de un hombre que nos quería mucho: San Juan Pablo II
EL MAL NUNCA ES CAMINO HACIA EL BIEN
Nuestros abuelos nos repetían para que estudiáramos más: “del pecado de ignorancia el demonio saca ganancia”. Este dicho tradicional tiene hoy más vigencia que nunca cuando constatamos estado de las personas y de los acontecimientos perniciosos que aumentan en el mundo.
No es necesario apelar a las advertencias de la Iglesia en su prédica milenaria para ser conscientes de lo que le pasa al hombre de nuestro tiempo y reconocer que la brújula que lleva ya no marca el norte a dónde debe llegar. Pareciera que el calentamiento global, al que se refieren los científicos, afecta principalmente a la cabeza del ser humano. Cuando el hombre pierde la cabeza es peor que los animales, porque la inteligencia se convierte en la servidora de sus bajezas.
La inteligencia sirve fundamentalmente para el conocimiento de la verdad, que da la capacidad (o idoneidad) para hacer el bien. Es una capacidad que debe desarrollar todo ser humano con la educación que recibe. Se educa esencialmente para que el hombre haga el bien y evite el mal, se llama: la formación de la conciencia. Esta educación, esencial para la felicidad y libertad del hombre, empieza en la casa y continúa en el colegio. Cuando se omite, o es deficiente, el hombre corre es riesgo de caer en alguna miseria moral, que lo puede esclavizar muchos años o toda la vida, sufriendo él las consecuencias de ese mal y haciendo sufrir a los demás.
En la visita que hizo al Perú el Papa Juan Pablo II, que será canonizado este domingo, estampó una frase que ha quedado grabada en la mente de todos los peruanos: “El mal nunca es camino hacia el bien”  Al decirla se separó de los papeles, elevó en tono de voz y subrayó cada sílaba con energía, mientras un mechón de su cabello caía sobre su amplia frente. En ese instante animaba a todos los que habían escogido un camino equivocado a enmendar el rumbo.
Hoy abundan los que han tomado un camino equivocado, unos no se dan cuenta y otros sí, unos persisten en el error con un voluntarismo feroz, otros estarían dispuestos a cambiar si se dieran cuenta de las cosas.

El peor de los males
La ignorancia es el peor de los males, quienes la padecen se encuentran sumergidos en unas esclavitudes que producen parálisis (no se avanza nada) y enfrentamientos (peleas tontas); como la de aquellos países atrasados que no han podido desarrollar y otros enfrentados por una violencia cruel e inhumana. Suele darse, en estos casos, una suerte de complicidad, o consenso tácito, entre naciones orquestadas por intereses políticos y económicos, en trata de personas o “negocios” turbios, para obtener prebendas. Son los enarbolan la bandera del servicio y de la honestidad, llenándose los bolsillos sin escrúpulos, con las facilidades de una sociedad permisiva que vive, por ignorancia, en el libertinaje de la informalidad.
Siguiendo con más dichos populares; está muy claro que “en el país de los ciegos el tuerto es rey”. La ceguera es la ignorancia. Pareciera que hace unos días la luna se puso roja de la vergüenza que le dio al mirar la tierra y comprobar que el índice de ignorantes a crecido considerablemente. Ya no se ve la realidad, porque la miseria moral y la espiritual la tapan. La primera por todos aquellos que se encuentran sumergidos con alguna dependencia (o compulsividad) que los disminuye como persona y la segunda por todos aquellos que rechazan la verdad y no se dejan ayudar para que puedan entrar en el camino del bien.

La visita de un santo
En la década de los 80, cuando nos visitó Juan Pablo II, muchos peruanos estaban atrapados en organizaciones terroristas y eran deformados por sus líderes para que el odio crezca y puedan estar listos para matar, sin ningún escrúpulo, soñando con algún paraíso prometido. Como en todo movimiento subversivo: unos eran más fanáticos que otros. Daba penar comprobar que también formaban parte de esos grupos muchos inocentes que habían sido levados y que no tenían más remedio que alinearse, por las amenazas que recibían de sus captores. Ellos funcionaban con terror sin que comulgaran con esas ideologías totalitarias. Todos hemos sido concientes del daño inmenso que se hizo al país por la presencia de esos focos infecciosos que proceden de la ignorancia y del resentimiento.
Hoy, muchos sectores de la sociedad, con una desfachatez que clama al cielo, aplauden y premian a quienes lideraron o favorecieron estas corrientes de odio y violencia. El lobo se vuelve a presentar con vestidura de oveja y la ignorancia vuelve a permitir que la historia se repita y continúe el atraso, la inmoralidad y la violencia, como males endémicos difíciles de superar.
“El mal nunca es camino hacia el bien”  frase histórica pronunciada con fuerza por un hombre que nos quiso mucho diciéndonos la verdad, para que enrumbemos el camino. Solo nos queda confrontar nuestra conducta con la verdad de lo que debemos ser. Siempre el hombre está reclamándole al hombre y aunque todos sacan la bandera de la libertad, luego cuando llegan los resultados vienen las críticas, nadie está contento de las decisiones que toman los seres humanos, ¿será acaso que el hombre siempre se equivoca? y entonces ¿por qué se afirman con “tanta seguridad” los criterios personales?  ¿no será que el yo es el peor enemigo del hombre? 
Juan Pablo II, que será canonizado, con la aprobación, casi unánime de millones de personas, nos enseñó con su vida coherente y llena de amor un camino a seguir para lograr, con el tiempo, a establecer en la tierra la nueva civilización del amor.
Agradecemos sus comentarios


El recuerdo de un hombre que nos quería mucho: San Juan Pablo II
EL MAL NUNCA ES CAMINO HACIA EL BIEN
Nuestros abuelos nos repetían para que estudiáramos más: “del pecado de ignorancia el demonio saca ganancia”. Este dicho tradicional tiene hoy más vigencia que nunca cuando constatamos estado de las personas y de los acontecimientos perniciosos que aumentan en el mundo.
No es necesario apelar a las advertencias de la Iglesia en su prédica milenaria para ser conscientes de lo que le pasa al hombre de nuestro tiempo y reconocer que la brújula que lleva ya no marca el norte a dónde debe llegar. Pareciera que el calentamiento global, al que se refieren los científicos, afecta principalmente a la cabeza del ser humano. Cuando el hombre pierde la cabeza es peor que los animales, porque la inteligencia se convierte en la servidora de sus bajezas.
La inteligencia sirve fundamentalmente para el conocimiento de la verdad, que da la capacidad (o idoneidad) para hacer el bien. Es una capacidad que debe desarrollar todo ser humano con la educación que recibe. Se educa esencialmente para que el hombre haga el bien y evite el mal, se llama: la formación de la conciencia. Esta educación, esencial para la felicidad y libertad del hombre, empieza en la casa y continúa en el colegio. Cuando se omite, o es deficiente, el hombre corre es riesgo de caer en alguna miseria moral, que lo puede esclavizar muchos años o toda la vida, sufriendo él las consecuencias de ese mal y haciendo sufrir a los demás.
En la visita que hizo al Perú el Papa Juan Pablo II, que será canonizado este domingo, estampó una frase que ha quedado grabada en la mente de todos los peruanos: “El mal nunca es camino hacia el bien”  Al decirla se separó de los papeles, elevó en tono de voz y subrayó cada sílaba con energía, mientras un mechón de su cabello caía sobre su amplia frente. En ese instante animaba a todos los que habían escogido un camino equivocado a enmendar el rumbo.
Hoy abundan los que han tomado un camino equivocado, unos no se dan cuenta y otros sí, unos persisten en el error con un voluntarismo feroz, otros estarían dispuestos a cambiar si se dieran cuenta de las cosas.

El peor de los males
La ignorancia es el peor de los males, quienes la padecen se encuentran sumergidos en unas esclavitudes que producen parálisis (no se avanza nada) y enfrentamientos (peleas tontas); como la de aquellos países atrasados que no han podido desarrollar y otros enfrentados por una violencia cruel e inhumana. Suele darse, en estos casos, una suerte de complicidad, o consenso tácito, entre naciones orquestadas por intereses políticos y económicos, en trata de personas o “negocios” turbios, para obtener prebendas. Son los enarbolan la bandera del servicio y de la honestidad, llenándose los bolsillos sin escrúpulos, con las facilidades de una sociedad permisiva que vive, por ignorancia, en el libertinaje de la informalidad.
Siguiendo con más dichos populares; está muy claro que “en el país de los ciegos el tuerto es rey”. La ceguera es la ignorancia. Pareciera que hace unos días la luna se puso roja de la vergüenza que le dio al mirar la tierra y comprobar que el índice de ignorantes a crecido considerablemente. Ya no se ve la realidad, porque la miseria moral y la espiritual la tapan. La primera por todos aquellos que se encuentran sumergidos con alguna dependencia (o compulsividad) que los disminuye como persona y la segunda por todos aquellos que rechazan la verdad y no se dejan ayudar para que puedan entrar en el camino del bien.

La visita de un santo
En la década de los 80, cuando nos visitó Juan Pablo II, muchos peruanos estaban atrapados en organizaciones terroristas y eran deformados por sus líderes para que el odio crezca y puedan estar listos para matar, sin ningún escrúpulo, soñando con algún paraíso prometido. Como en todo movimiento subversivo: unos eran más fanáticos que otros. Daba penar comprobar que también formaban parte de esos grupos muchos inocentes que habían sido levados y que no tenían más remedio que alinearse, por las amenazas que recibían de sus captores. Ellos funcionaban con terror sin que comulgaran con esas ideologías totalitarias. Todos hemos sido concientes del daño inmenso que se hizo al país por la presencia de esos focos infecciosos que proceden de la ignorancia y del resentimiento.
Hoy, muchos sectores de la sociedad, con una desfachatez que clama al cielo, aplauden y premian a quienes lideraron o favorecieron estas corrientes de odio y violencia. El lobo se vuelve a presentar con vestidura de oveja y la ignorancia vuelve a permitir que la historia se repita y continúe el atraso, la inmoralidad y la violencia, como males endémicos difíciles de superar.
“El mal nunca es camino hacia el bien”  frase histórica pronunciada con fuerza por un hombre que nos quiso mucho diciéndonos la verdad, para que enrumbemos el camino. Solo nos queda confrontar nuestra conducta con la verdad de lo que debemos ser. Siempre el hombre está reclamándole al hombre y aunque todos sacan la bandera de la libertad, luego cuando llegan los resultados vienen las críticas, nadie está contento de las decisiones que toman los seres humanos, ¿será acaso que el hombre siempre se equivoca? y entonces ¿por qué se afirman con “tanta seguridad” los criterios personales?  ¿no será que el yo es el peor enemigo del hombre? 
Juan Pablo II, que será canonizado, con la aprobación, casi unánime de millones de personas, nos enseñó con su vida coherente y llena de amor un camino a seguir para lograr, con el tiempo, a establecer en la tierra la nueva civilización del amor.
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jueves, abril 17, 2014

Viernes Santo

EL DOLOR SERENO
“¿Cómo se puede estar sereno si duele?” diría quien está sufriendo.  A primera vista parece imposible que la serenidad y el dolor se pudieran dar a la vez. Sin embargo la vida nos muestra personas valiosas que han llevado sus dolores con discreción y no los han manifestado para no hacer sufrir a los demás.
Existen también en el mundo innumerables personas que no aguantan: se quejan, gritan, chillan, patalean, lloran estrepitosamente, y algunos terminan desmayándose porque no pueden más.  Muchos asocian el dolor con la desesperación y cuando alguna persona tiene estos síntomas se dice de ella: ¡pobrecita! ¡cuánto está sufriendo! ¡cuánto dolor tiene! y se apela a la compasión o al consuelo como un deber del que está cerca a esa persona desesperada.
En cambio la persona que, a pesar de sus dolores, se muestra serena, puede dar la impresión de que no sufre y de que está tranquila. Quienes la observan pensarán que no necesita ni asistencia ni consuelos y la dejan sola. Otros, la mirarán con envidia pensando que no tiene problemas. No se percatan que el dolor que lleva dentro está controlado por la existencia de una relación de amor, seria y profunda, con la persona que más ama,  y por lo tanto lo que trasciende hacia afuera es el triunfo de su lucha que se nota en la esperanza de vivir con el consolador que siempre da paz. No tiene la comodidad de ser sustituido, tiene la seguridad del que lo ayuda a luchar con amor para vencer, aunque persista el dolor. Si el amor es grande ya no hay dolor, todo se convierte en amor. El amor lo puede todo.  Ese es el dolor sereno del que sabe amar.
El que por un gran amor no se queja del dolor no es tonto ni masoquista, tampoco el vanidoso que busca que vean su heroísmo para que lo cataloguen alto; su amor persuade y cautiva, aunque también puede causar envidia.

Dios escoge el camino del dolor para redimir a los hombres
Los que no entienden que el dolor sereno es la piedra de toque del amor, tampoco comprenderán que Dios lo haya escogido como medio para redimir a los hombres. A San Josemaría le gustaba una poesía que canta así: mi vida es toda de amor y si en amor estoy ducho, es por causa del dolor, porque no hay amante mejor que aquel que ha sufrido mucho”
El amante más grande es Jesucristo, le siguen la Virgen María y todos los que se parecen a ellos llevando la Cruz del dolor con amor.

La serenidad en la Pasión
En las escenas de la Pasión de Cristo, que son cruentas y dolorosas, la única desesperación que vemos es la de Judas, que termina suicidándose. En cambio en el Calvario, el cuadro dramático de dolor está lleno de serenidad.
Jesucristo, a pesar de la situación en la que se encuentra, no se desespera. No se ve en Él la amargura de la ira o el afán de venganza por lo que le han hecho; al contrario perdona a sus agresores y se entrega a Dios Padre con una generosidad conmovedora y además nos entrega a su Madre para que la cuidemos y nos cuide. Sufrió lo indecible pero permaneció sereno. Nunca dejó de tener comunicación con su Padre, hasta expirar, y así fue y es modelo para todos.
Al pie de la Cruz la Virgen María es otro ejemplo de serenidad, tampoco se desespera al ver sufrir a su Hijo que tanto amaba, aunque tenía un enorme dolor en su corazón. Su amor y su fe eran tan grandes que estaba convencida que Dios nunca la abandonaría y aunque las circunstancias eran aterradoras, ella no perdía la calma. Además, en la misma cruz, acepta ser la madre de los asesinos de su hijo, ¿qué madre aceptaría una cosa así? ¿no es acaso una manifestación inmensa de amor que lleva consigo el perdón?
En las relaciones humanas de los hombres suele estar presente el dolor y a través de él se conquista el amor. El ser humano crece y se perfecciona con el dolor que es permitido por Dios. Muchas veces el hombre se queja y le pide a Dios que le quite el dolor, “¡es que duele” gritaría el que sufre y a nadie le gusta eso.
Algunos santos, por amor, le han dicho al Señor cuando ven sufrir a otro: “Señor: ¡quítale el dolor a esa persona y dámelo a mi! Cuantas madres prefieren sufrir ellas antes que sus hijos.
San Josemaría Escrivá decía que la cruz de Cristo no la podemos llevar con resignación sino con garbo y alegría, deportivamente, decía que resignación era palabra poco generosa. La vida de la Iglesia está llena de mártires que han sabido dar su vida por amor a Dios aceptando situaciones de dolor y perdonando a sus agresores. Han sabido poner la otra mejilla después de haber recibido una agresión en la primera.
Al que vive lejos de Dios le parece absurda la senda de la expiación que lleva consigo la aceptación y el ofrecimiento del dolor. Basta con pensar que Dios escogió esa vía para hacer la redención para tener la certeza que así se consiguen los tesoros más grandes que el hombre pueda conquistar en la tierra.
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jueves, abril 10, 2014


Sin Caridad no hay nada
LEALES SIN AMOR
Cuando se pierde el amor es que ha invadido la pereza que puede tener múltiples manifestaciones y afectar de diversas maneras. La tibieza es tan grande y tan compleja que al enquistarse en la interioridad de la persona la paraliza para el amor o la inquieta para una febril actividad  (activismo) que ha extraviado su sentido original.
El amor es lo que realmente debe darle sentido a todo los que se hace, cuando falta, todo empieza a desordenarse y a desmoronarse. El hombre no puede vivir solo con sus experiencias siendo leal a las costumbres que aprendió. En todo momento debe renovar su amor para que las cosas tengan sentido. El amor se conquista y se estrena cada día.
El amor no es algo que se escapa y se pierde sin que la persona sea culpable. Son las malas decisiones y los descuidos las causas principales de la pérdida del amor. Cuando alguien dice: “se me fue el amor….ya no amo como antes” está expresando las consecuencias de sus errores y descuidos. En otras palabras: está poniendo en evidencia que es un pecador. La solución lógica la tiene a la mano: acudir a Dios para pedir perdón y recomenzar. Este tendría que ser el camino normal para todos salvo poquísimas excepciones.

Las apariencias engañan
Sin embargo resulta más penosa la persona que dice amar a Dios, que todo está muy bien y que no tiene nada que cambiar y en realidad ha perdido el amor y se ha quedado con los esqueletos: sistemas, costumbres, procedimientos, experiencias, formulismos y funciona con esos mecanismos creyendo llevar la razón. No se da cuenta que ya no ama. Su vida ya no tiene vida y va encontrando barreras en las relaciones humanas, que él mismo las fue poniendo con sus criterios, sin darse cuenta.
Cuando se pierde el amor las lealtades pueden convertirse en manías: un empeño voluntarista en querer en conservar algo porque ¡siempre lo hizo así y no debe cambiar!, o no querer entrar en un nuevo sistema por una suerte de lealtad al antiguo. Sucede a menudo con personas de la tercera edad. Ninguna persona debe dejar de cultivar el amor. A través de él logra su mejor adaptación y armonía para las relaciones humanas. Cuando se renueva el amor nunca se pierde, siempre se gana y se hace ganar a todos.
El que sigue cultivando su amor tienen seguidores. El que deja de cultivarlo se va quedando solo con sus ideas y sus sistemas o rodeado de cosas sobrevaloradas por él  que los demás mirarán con desdén.
No se debe olvidar que lo que se hace sin amor pierde su sentido. Los primeros síntomas son las dificultades para comunicarse bien. Surge una alteración, acompañada, a veces, de nerviosismo, se eleva el volumen, se subrayan los criterios, se repiten los consejos, aparece el temor de no ser escuchados: “¡No me hacen caso!”

Las inquietudes de una mala comunicación
Quien se encuentra atrapado con esas limitaciones puede no darse cuenta que su modo de comunicar suena estridente y duro. El interlocutor se pone a distancia, no le parece lo que le dicen o las maneras que emplea. También ocurre que cuando hay un bajo nivel de amor en el que comunica, sus argumentos suenan a refrito, algo caduco u obsoleto, que solo provocan un bostezo o una sonrisa de compasión. No tiene la mordiente del acierto.
Cuando hay una desconexión con la realidad actual el sentido común parece avejentado (lógica de personas viejas). Son argumentos que ya no calzan. Además, es evidente que cuando se pierde el amor lo que se conserva se asemeja a un desván donde hay cosas superfluas y descuidadas. Lo natural se desvirtúa, no convence, aunque estén elaborados los argumentos que en otras circunstancias tuvieron vigencia y validez.
Lo peor es que quien padece de esta enfermedad  no se da cuenta de sus limitaciones y se cierra defendiendo a capa y espada sus criterios, que le parecen los razonables, porque forman parte de su experiencia y piensa que todos los deberían  acatar y valorar. Para él lo que dicen los demás suele equivocado, aunque existan opiniones y evidencias contrarias.
Esta cerrazón, que es causada fundamentalmente por la tibieza, produce una ceguera de tal magnitud que la persona  no puede conocer la realidad (por falta de amor), luego la soberbia (que ha crecido porque no se ha combatido la tibieza), trae terquedad y amargura. Si la persona, que está atrapada en estas limitaciones, no encuentra ayuda para cambiar, se vuelve insoportable.

La crueldad del estricto cumplidor
El viento que hiela el alma endurece el corazón y enrarece el carácter de los seres humanos haciéndolos agresivos e hirientes con el prójimo. Quienes se encuentran en estas situaciones confunden la lealtad  con una bandera que debería estar en el mástil para que todo el mundo la vea.  No se dan cuenta que lo que importa es la conducta de las personas, que todo el mundo ve. Solo el amor enciende la luz en las mentes y los corazones dándole sentido a todo los que se hace, y que debe hacerse para la gloria de Dios. El cumplidor sin amor termina siendo cruel.
San Josemaría Escrivá advertía en todo momento del peligro de una “caridad oficial” de procedimientos y formulismos donde se ha perdido el cariño verdadero y actual por las personas. También señalaba el error de los que cumplían sin amor y jugando con la palabra cumplimiento decía: cumplo y miento. El que cumple sin amor no está cumpliendo, está mintiendo. En su vida hay una hipocresía que ha hecho metástasis y lo peor es que el interesado puede no percibirlo por falta de advertencia.
Cuando en los ambientes están personas “cumplidoras” (algunas con doble vida) que han perdido el amor, se puede formar fácilmente una suerte de consenso o complicidad con manifestaciones irónicas o silencios conscientes, queriendo demostrar a todos que “la vida es así y hay que tirar para adelante”. Esa sería la lealtad para el cumplidor que perdió el amor.
Es necesario romper los “castillos” humanos de quienes persisten en seguir viviendo en unas lealtades a sistemas que lo paralizan todo. Con qué fuerza está hablando el Papa Francisco y señala algunos ambientes de la Iglesia donde existen personas que tiene la responsabilidad de conducir a la gente y han perdido el amor. Se han enquistado en un lugar sin moverse y no están dispuestos a cambiar.
Unámonos a la oración del Papa para pedir a Dios que no deje que el mundo peque contra el Espíritu Santo. Es un pecado horripilante del hombre que quiere expulsar a Dios de su vida, de su familia y de la sociedad. Del hombre pecador que le dice a Dios: “¡Fuera, tú no tienes sitio aquí!!!!  Es una aberración provocada por el diablo, que no quiere perder la guerra para que triunfe el mal.
Agradecemos sus comentarios

jueves, abril 03, 2014


Consensos que buscan una apertura hacia el permisivismo
EL ESPEJISMO DE UN HUMANISMO SIN DIOS
 Un progresivo rechazo al matrimonio y a la familia
En el mundo actual la ignorancia religiosa en materia de moral y de costumbres ha aumentado considerablemente. Hoy muchos católicos no cumplen con el precepto de ir a Misa todos los domingos y fiestas de guardar. Además este progresivo alejamiento de Dios está generando un rechazo al matrimonio y a la familia tradicional.
Frente a estas coyunturas de la modernidad no faltan los que piensan que, en poco tiempo, el matrimonio y la familia podrían desaparecer y que, para amainar la situación, la sociedad debería encontrar fórmulas de tolerancia y permisivismo, buscando controlar situaciones difíciles e irreversibles, que eviten romper con la tradición de una “legalidad” que todavía aparece como responsable y necesaria.
Se busca una ley que se adapte a los tiempos y que sea permisiva a las situaciones que se dan en el momento. Una suerte de liberalidad de las normas que siempre han existido para la protección de la unidad familiar. Son los modos de pensar que van calando en una sociedad que se aleja de Dios. Cuando no se vive como se piensa, se termina pensando como se vive.

La familia como valor cristiano
En cambio quienes miran a la familia con la experiencia de la fe y de la tradición, quisieran cuidarla como un tesoro que se debe conservar para todas las épocas, sufren cuando perciben las amenazas de una sociedad que quiere prescindir de ella, o que busca modificarla con argumentos que terminarían quitándole el sentido tradicional de su esencia: unión estable entre el hombre y la mujer con el fin de procrear y educar a los hijos.

La ley no debe adecuarse a los tiempos sino los tiempos a la ley
Para el desarrollo de nuestro análisis es necesario advertir la existencia de dos premisas que no pueden modificarse, por la misma ley y por las experiencias de miles y millones a través de la historia: la primera es que no se puede llamar ley a lo que va contra el hombre, aunque exista un consenso en la sociedad relativista.
En este punto habría que advertir que cuando la presunción del hombre quiso crear, en distintas épocas de la historia, leyes sin categoría moral (que no apuntaban al bien y a los medios buenos) para solucionar problemas coyunturales, éstas hicieron mucho daño y con el tiempo hubo que eliminarlas. Pongamos por ejemplo la ley del talión, o la ley del revolver, en épocas pretéritas.
La segunda premisa es que el hombre que hace de su conciencia ley termina fracasando tarde o temprano. La historia nos enseña que aunque la venganza fue permitida y legislada, como medida de justicia en una época determinada, no se puede decir, en conciencia, que fue la solución para que la sociedad camine correctamente; tampoco lo fueron, en su momento, las leyes sobre la esclavitud, o aquellas otras que eran discriminatorias y apuntaban a tener una sociedad más ordenada y culta,  sin la chusma, -diría Hitler con sus más insignes científicos-, de una raza que la contamine.”
En tiempos de Jesucristo, el consenso social, atizado por los poderes estatales, gritaba eufóricamente, con un fanatismo pasional:  ¡crucifícale, crucifícale!. La miopía de la época, motivada por los opositores a Cristo (hoy sucede lo mismo) no les dejaba ver la realidad.
Dentro del contexto actual, hay que reconocer valiosos progresos en el tema de los derechos humanos, pero también hay que admitir que existen consensos que buscan una “liberalización” de leyes que cuidan y defienden la estructura familiar. Con estos “modernos” criterios ya no se educa a quienes deberían conseguir, cumpliendo con su vocación y  misión, formar una familia correctamente constituida, para bien suyo, de sus seres queridos y de toda la sociedad en su conjunto.
Hoy muchas personas se encuentran motivadas para la individualidad, para hacer sus mundos sin necesidad de una estructura familiar que los proteja, quedan a la suerte de las opiniones más originales que deseen tener, aunque no respondan a valores tradicionales. Surge así, casi por obligación, el tener que tolerar cualquier estilo de vida que se elija, aunque vaya contra determinados principios morales. Como impera el relativismo, ya no cabe defender posturas. Este error de criterio está trayendo consecuencias nefastas a la humanidad y fundamentalmente a la familia.

Los vínculos virtuosos de una auténtica unidad familiar
El que tiene una familia unida por los vínculos virtuosos del amor humano, se siente atacado por posturas agresivas que surgen de criterios desaforados con respecto a la moral familiar. Es evidente y muy razonable que unos papás que tienen una familia bien constituida, no quisieran meter en el seno del hogar a alguien que distorsione el sentido de unidad y comunión que puede existir en su propia familia y que constituye un derecho sagrado para todos. 
Un estrafalario dentro de la casa no pega, a no ser que cambie y se alínie con los modos y costumbres familiares. Nos estamos refiriendo a una alineación virtuosa, la que es propia de las personas unidas dentro de una familia, con una unidad de virtudes humanas y no la que surge de tolerancias o consensos de un falso respeto, que permite conductas irreverentes o situaciones impropias.
La estructuración de la familia obedece a principios y criterios que responden a la realidad antropológica de las personas y apuntan a la felicidad del ser humano, que es sumamente difícil de conseguir sin la familia.
El ataque frontal a las estructuras familiares está generando, por el consenso global, motivado por los medios, un espejismo de libertad en las conciencias marcadas fuertemente por la duda y no por la verdad (ausencia de formación) y en la conciencia de  personas imberbes, que son los jóvenes que no tienen experiencia de la vida (son la mayoría) y que son fáciles de manipular por los que manejan los millonarios “negocios”  sucios,  que corrompen al hombre pornografía, drogas, alcoholismo, ludopatía, etc.
Quienes tienen familiares atrapados en estas esclavitudes contemporáneas no saben cómo hacer y viven angustiados con una falta de libertad que se extiende a toda la familia.
Pienso que todos estaremos de acuerdo con el Papa Francisco cuando señala que el mundo actual padece de una miseria moral y espiritual que afecta directamente a la familia: “esta crisis llega cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor. Si consideramos que no necesitamos a Dios, que en Cristo nos tiende la mano, porque pensamos que nos bastamos a nosotros mismos, nos encaminamos por un camino de fracaso. Dios es el único que verdaderamente salva y libera” (Papa Francisco, Mensaje de Cuaresma).
La sociedad, y cada persona, debe mirar y reconocer nuevamente el valor de la familia: el amor entre el hombre y la mujer y la educación de los hijos, como la célula básica que la sociedad necesita para el verdadero progreso del hombre.
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