Los
buenos deseos del corazón
¡QUE
TODO SALGA BIEN!
Es
la expresión que se usa habitualmente cuando se quiere a una persona, a una
familia, a un grupo de personas, a una ciudad, a un país y al mundo.
Son
los buenos deseos de un corazón que quiere lo mejor para su prójimo frente a
los acontecimientos que se presentan: un
cumpleaños, una fiesta, un aniversario, un evento cultural, un viaje, una
actividad deportiva, un acuerdo, una operación médica, unos exámenes, unos
trabajos, una negociación, unos resultados, una decisión importante.
Cada
persona puede distinguir en su interioridad el
calibre y la intensidad de sus deseos. Existen muchos modos de desear algo,
por ejemplo: desear aliviar el dolor que
se padece es distinto que desear la comida más apetitosa, desear que un ser
querido se cuide en el viaje es distinto que desearle una feliz Navidad.
Los
buenos deseos y las creencias
Los
buenos deseos pueden estar en el corazón de todas las personas, en cambio la virtud
de la esperanza la tiene el creyente que espera la fuerza divina, o gracia de
Dios, para que se cumplan los buenos deseos, que deben estar en armonía con el
querer de Dios.
Los
deseos humanos del que no tiene fe en Dios, son buenos pero pueden quedarse simplemente
en deseos. Las personas muchas veces se ven frustradas porque no se cumplen sus
deseos, algunos, que son un poco supersticiosos,
recurren a brujos, adivinos, chamanes,
gitanos para que les lean la suerte y puedan cumplirse sus deseos. Otros creen
en el influjo de los amuletos o en las cábalas para obtener grandes bienes.
Existen
también creencias de tradiciones popular que son supersticiones arraigadas en
pueblos enteros, por ejemplo: dar una
vuelta a la manzana en año nuevo para que se cumpla el deseo del viaje que
tanto se anhela, o colocarse ropa interior amarilla para que todo vaya bien en
el año, etc.
La
esperanza es un deseo del que tiene fe
En
cambio una persona con fe desea constantemente que las personas se porten de
acuerdo al querer de Dios y sean buenas. Le pide a Dios en su oración personal
lo que él, con sus fuerzas limitadas,
no puede alcanzar para ayudar a su prójimo: fortaleza,
constancia, comprensión, don de lenguas, etc.
Los
santos, que suelen estar identificados
con los sentimientos de Cristo, desean la conversión de las personas, para
que todos se salven, y puedan llegar al Reino de los Cielos, es el deseo de la
Iglesia, que con ese motivo fue fundada por Jesucristo, por eso se la llama “la
barca de la salvación”
Las
personas buenas desean lo mejor para los demás y especialmente para sus seres
queridos. La caridad, que es una virtud sobrenatural que Dios entrega al que se
la pide con humildad, ordena el corazón, para que la persona pueda tratar con
verdadero cariño a su prójimo. Una caridad sin afecto y estima no existe. El
que ama valora, se interesa y busca lo mejor para el otro. Desea y procura que
todo salga bien. Cada uno podrá notar si existen esos deseos, nobles
y cristianos, en su interioridad.
Los
malos deseos
Los
deseos también se pueden envilecer por la presencia del pecado en la naturaleza humana. El egoísta desea que a él le salga
todo bien (no le importa el prójimo), el envidioso desea que le vaya mal a la
persona que envidia, el lujurioso desea desordenadamente el placer sexual, el
goloso desea comer sin límites, el borracho desea seguir tomando, el ladrón
desea robar el banco, el que odia desea la destrucción de su adversario.
Los
malos deseos se multiplican cuando falta amor o hay un amor muy pobre en la
persona. La persona que achicó su corazón, por el apego a los bienes materiales, tiene deseos
de seguir incrementando su capital, no le interesa otra cosa que crecer
económicamente, o tener más cosas para él. Se vuelve malo.
La
persona que no combate la soberbia, tiene deseos de quitar del camino a quien
cree que le hace sombra. Es como Herodes que manda matar a todos los niños,
para quitar a Jesús de su camino, no quería nadie superior a él.
Los
malos deseos también proceden de la falta de templanza. La persona que termina
dándole a la comida y a la bebida un lugar importante en su vida, va a perder
la riqueza de las motivaciones trascendentes y no podrá ser feliz.
Hoy
es necesario repetir mucho que a la tierra no hemos venido para divertirnos.
Cada día se multiplican más los gurús del
amor humano, que predican la libertad absoluta como ideal para conquistar la
felicidad y ven con malos ojos cuando la Iglesia señala que existe un desorden
moral en las vidas que rompen sus compromisos para tomar un camino de
independencia total.
La
vida en la tierra no puede ser un escape de todo lo que parece contradictorio
para el placer y la comodidad. Ir a contrapelo y contracorriente, si se está en el camino del bien, libera
y no esclaviza. En cambio el que le da rienda suelta a sus sentimientos y rompe
sus compromisos porque se cansó es como el hijo que se escapa de su casa, en la
narración evangélica, con la herencia de su padre, creyendo encontrar la
libertad y lo que encontró fue una gran esclavitud.
Los
gurús de turno, con sus cartones de
psiquiatras o psicólogos, que van vendiendo sus teorías, (porque cobran) por el
mundo entero, son como los charlatanes de
las plazas que buscan capturar al transeúnte, para venderles un “producto mágico” que les va a curar
todos los males.
El
amor a la verdad y los deseos de bien
Cuando
se forma a una persona en el camino correcto aumentan sus deseos de bien de un
modo considerable. Esa conducta, sincera y franca, va acompañada de una lucha
por adquirir virtudes. Es la misma impresión que tienen los padres buenos que
educan a sus hijos diciéndoles la verdad con mucho cariño. Al ver que con la
receptividad mejoran como personas, la libertad y la alegría se han
multiplicado y la relación entre ellos se ha reforzado. Están unidos y ambos
tienen los mejores deseos para ellos y para los demás.
Desear
el bien para las personas es desear fundamentalmente que todos lleguen al
Cielo. El fin último debe marcar la conducta de cada día.
Con
estas consideraciones les deseamos que ¡todo vaya bien! con la protección y el cariño de nuestra madre la Virgen María.
Agradecemos sus comentarios