martes, marzo 31, 2015


En el sufrimiento y el dolor
AMAR LAS DIFERENCIAS  (III)
Las diferencias están también marcadas por las limitaciones físicas producidas por la enfermedad o alguna deformación genética, también por algún accidente, heridas de guerra o las producidas por algún conflicto.
Cuando alguna persona queda limitada por algún suceso es fácil que encuentre la ayuda y la solidaridad de sus familiares, sus amistades y de los que estuvieron cerca del incidente. También habría que decir que en la mayoría de los casos estás ayudas empiezan a disminuir conforme avanza el tiempo. Suele haber un desgaste y un cansancio hasta en los mismos familiares.
Es necesaria la gracia de Dios
Querer a una persona, atendiendo a sus diferencias, y especialmente en estos casos de limitaciones físicas, exige necesariamente de la virtud de la caridad. Los esfuerzos humanos de altruismo y benevolencia duran poco. Es necesario acudir a Dios para que Él otorgue la gracia de la caridad, virtud que se arraiga en el centro del corazón y sale desde allí con toda la fortaleza del amor. Solo con esta virtud la persona puede adquirir el nivel de generosidad y disponibilidad que se requiere para atender a personas limitadas o trastornadas por algún incidente.
Toda persona tiene el deber de adquirir la caridad, por eso forma parte de los mandamientos que nos enseña la Iglesia. Adquirir esa virtud no es opcional, es una necesidad urgente para poder atender bien a las personas que sufren por una limitación, o por un trastorno que las afecta. El que posee la virtud de la caridad tiene capacidad para  aguantar los imponderables y contratiempos que surgen de las limitaciones humanas y la fortaleza para perseverar, sin angustias ni agotamientos, en una atención continua a las personas necesitadas.
La motivación principal de la caridad es el amor a Dios que se tiene por el amor de Dios que se establece en el corazón del que posee la virtud y por lo tanto aprenderá a amar como ama Dios. Así se entiende la petición que hace Jesucristo: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”
La Iglesia forma a los fieles para que amen como Jesucristo nos ama. Para lograrlo se requiere aceptar el mismo camino de Cristo. Él ha dicho: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”  y es el camino de la Cruz: “el que quiera venir tras de mi niéguese a sí mismo, tome su cruz y que me siga”.
El requisito indispensable para que Dios entre en el corazón de las personas es la virtud de la humildad: “Dios da su gracia a los humildes”.   El humilde se quita él y deja actuar a Dios: “Que Él crezca y que yo disminuya”. Los humildes son los que pueden identificarse con Cristo llevando, con alegría, el peso de la Cruz. Se convierten en instrumentos de Dios y están dispuestos a llevar la Cruz padeciendo con Cristo.
En el viernes santo vemos la mayor manifestación de amor de Dios con los hombres: Jesucristo que muere el la Cruz: “nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos”

Con el amor a Dios nadie se agota
La Caridad es una virtud que Dios entrega a los que son humildes. El peor enemigo de la Caridad es la soberbia que es lo contrario a la humildad. El hombre soberbio está perdido y no entenderá el sentido de la Pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo.  Huirá con miedo de todo lo que es dolor o sacrificio.
“El mensaje de la cruz es necedad para los que están en vías de perdición; pero para los que están en vías de salvación es fuerza de Dios” (1, Cort. 1, 18-19).
El que tiene Caridad persevera a pesar de los obstáculos que pueda encontrar. Tiene un amor que no hace “ascos” frente a las limitaciones humanas de quien exige un sacrificio constante para ser bien atendido.
La persona que lleva a Dios en su corazón sabe pararse bien delante del dolor físico o moral y no se escapa huyendo con temor despavoridamente. Sabe emplear su tiempo para atender al que lo necesita, y lo hace sin mentalidad de víctima, con una generosidad encomiable. Es el sacrificio constante de asistir muy bien, comprendiendo al  angustioso limitado que pide ayuda.  
Sin caridad no se aguanta y se suele pensar en la mala suerte de tener que atender a personas insoportables o a situaciones desagradables.  No se ve el momento en que termine ese via crucis para quedar “libre” de esa carga pesada.
El que tiene caridad, en cambio, tiene una calidad de vida muy grande, se le ve, a pesar de los contratiempos, con una alegría grande y un amor dispuesto a cualquier sacrificio. Con la caridad se es útil y eficaz en la solución de los problemas humanos y acicate para seguir luchando con optimismo y esperanza
Una persona que sabe amar merece todo el respeto y la consideración de los demás, pero ocurre también que muchos no reconocen las buenas intenciones y las obras de los buenos,  que terminan siendo atacados y odiados por defender la verdad y el bien. Es así como se repite nuevamente, con los seguidores de Cristo, el drama de la pasión. Lo podemos fácilmente ver a lo largo de la historia.
La contemplación de Cristo en la Cruz
Este viernes santo, mirando a Cristo crucificado, todos tendrían que preguntarse si son capaces de llevar el peso de la Cruz y si poseen realmente una sensibilidad de corredención.  El corredentor es el que está cerca del que sufre y con gran misericordia y comprensión, procura aliviarle el dolor.
El mundo del dolor tiene un espectro muy amplio: los que están en cuidados intensivos, los desahuciados, los que viven con una gran indigencia, los que han perdido todos su bienes, los que han sufrido un accidente, los que han perdido sus seres queridos, los perseguidos por la guerra, las víctimas del terrorismo, los que están secuestrados, los que han sido vejados, los calumniados, los que están en los calabozos, los que viven angustiados…
Si hay caridad la actitud del ser humano es redentora, crece el afán grande de recomponer, de curar, de sanar, tal como lo hizo Cristo con los enfermos y con los pobres.

El hambre y la sed de Dios
En el mundo de hoy hay muchos insensibles que viven tranquilos en sus comodidades como si “la fiesta no fuera con ellos” No saben responder al querer de Dios y se refugian en teorías que tiene como sustento el puro egoísmo humano. Sacan la bandera de la libertad para defender sus derechos que en el fondo son sus placeres. Cuando se les habla de la Cruz y del sacrificio no entienden y se quedan mirando como con lástima pensando que esos planteamientos son de un pasado oscuro y ya han sido superados por el consenso de una sociedad libre de esas ideas cavernarias.
El plan de la redención a través del dolor y del sacrificio sigue siendo el mismo. La señal del Cristiano será siempre la Cruz, aunque le aterre al enemigo. Y el la Cruz está Jesucristo maltratado por la maldad humana. A pesar de todo lo que hace Dios el hombre sigue escogiendo el mal con el odio a lo más bueno, sin que haya una razón de por medio. El amor al desorden de la naturaleza, que es el pecado, provoca esas actitudes de rechazo.
El viernes santo es una oportunidad para la reflexión y la conversión. Los soldados brutales que le habían pegado a Jesús y se estaban burlando de Él, son los primeros en quedar desconcertados al morir Jesús y al producirse el terremoto gritaban desconsolados: “Era realmente el Hijo de Dios”  
Ojala muchos agnósticos, ateos y burlones de nuestros tiempos se topen con la realidad de un Dios que ha muerto en la Cruz por amor a ellos.
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*El próximo artículo: “amor a las diferencias” (IV)





jueves, marzo 26, 2015


El amor a los orígenes y a la tradición
AMAR LAS DIFERENCIAS (II)
Nuestros antepasados educaron a sus hijos con unos criterios distintos a los de ahora. Gracias a los esfuerzos y al amor lograron cosechar muchos frutos formando personas muy valiosas que las familias y la historia reconocen.
La integridad de la persona exige el reconocimiento y el agradecimiento de los valores que nos dejaron nuestros antepasados. Mirar atrás es también amar las diferencias: otras épocas, otros sistemas, otros planteamientos,  que dejaron unos frutos muy buenos en la formación de las personas, ¡cuánto cariño y amor pusieron muchos! para formar a los que vendrían después.
Las generaciones actuales deberían agradecer ese legado y preguntarse después si la educación de hoy ha superado a la de nuestros padres, abuelos y  maestros de antaño, o estamos todavía muy por debajo.  Se puede ver por los resultados.

Hoy ¿se educa mejor?
En los tiempos actuales el miedo a exigir a los más jóvenes ha crecido considerablemente en muchos sectores de la sociedad.  A los papás les cuesta aconsejar a sus hijos adolescentes, no saben qué decir por el temor de que el chico pueda reaccionar mal y opte por alejarse de él o de la casa; otros no dicen nada y dejan que el hijo funcione de acuerdo al modo de proceder de sus amigos, o de los ambientes juveniles.
Los profesores en los colegios, tienen miedo de corregir a sus alumnos, por temor a enfrentarse con los papás que podrían considerar una intervención drástica como  un maltrato a sus hijos; además, la nueva sensibilidad social y algunas “pedagogías” modernas se están encargando de descalificar sistemáticamente a los sistemas antiguos de educación haciendo creer que, en esas épocas, todo el mundo funcionaba con el criterio de: “la letra con la sangre entra” y por lo tanto estaba permitido utilizar, para educar a los chicos, los golpes, los chicotazos y un enorme repertorio de castigos humillantes.
Por influjo de esas ideologías y de algunos medios de comunicación, un buen sector de la población, sobre todo los más jóvenes, piensan que en las generaciones anteriores todo fue castigo, discriminación y maltrato.
Los que hemos vivido más de un lustro hemos conocido sistemas educativos de antaño de gran calidad y personas admirables que supieron dejar un legado valiosísimo de virtudes y de conducta ejemplar. Mucha gente amigable, respetuosa y cariñosa con un afán grande de dar lo mejor de sí a los demás y que hoy merecen todo el respeto y la consideración de sus hijos y nietos.  Como en todas las épocas se dieron también abusos y maltratos determinados hogares y en instituciones educativas, pero no con la magnitud que señalan muchas ideologías liberales que están en boga en los tiempos actuales.

El maltrato y la inseguridad en los tiempos actuales
Como contraste podemos decir que no son pocos los que afirman que hoy, incluso con los sistemas modernos de educación, el maltrato al prójimo y la inseguridad ha crecido considerablemente. El problema de fondo está siempre en la educación.
Como avance positivo vemos que  hoy ya no se toca a los alumnos. En este campo se ha avanzado para que todo sea trasparente y se eviten injusticias que quedaban ocultas en otras épocas. Gracias a Dios en esto se avanzó pero, de ninguna manera se puede concluir que por eso, el pasado estuvo repleto de abusos, encubrimientos y de personas traumadas.
Parece que las generaciones actuales no quisieran reconocer los buenos resultados  en la formación y educación de los chicos de otra épocas. Solo se quiere señalar lo malo. Los discursos educativos son para que el pasado no se repita, aunque muchos papás en sus casas le dicen a sus hijos rebeldes: “cuando era chico los hijos respetábamos más a nuestros padres. ¡ Las familias estaban mucho más unidas, ¡en cambio ahora!!!”  Esta afirmación, que se oye a menudo en muchos hogares, es la nostalgia de una educación más centrada y acertada.
No se puede negar que existe, en el consenso general  de las generaciones actuales, una suerte de cargamontón contra estilos de vida que siguen, respetuosamente y con cariño, una tradición familiar, como si ésta fuera mala y obsoleta.
En nombre de la verdad y de la justicia las generaciones actuales deberían reconocer los sacrificios y méritos de sus progenitores y maestros. No se pueden callar. La tradición forma parte del ser de las personas. Quien va contra la tradición ataca injustamente a sus propios orígenes. Quienes nos precedieron no solo existieron, también nos legaron una conducta con una orientación de vida que no podemos, ni debemos soslayar. Es un tesoro inmenso que nos ayuda a conocer las diferencias de las personas en cuanto a las épocas y cómo la bondad, no es patrimonio de los tiempos sino de los corazones de las personas buenas que quieren de verdad a los suyos. Con nuestros antepasados tenemos una deuda de amor que debemos agradecer con creces. 

Una vanidosa presunción
Habría que calificar como presunción vanidosa el pensar que la civilización de ahora es superior a la del pasado. Así se pensó a finales del siglo XIX con el racionalismo reinante que entregaba al mundo una civilización guiada por la razón. El Siglo XX rompió con esa “racionalidad” al darle al mundo dos guerras mundiales con millones de muertos.
Ninguna guerra se debe repetir, pero el hecho de que existieran en el pasado no nos da derecho a calificar a las generaciones de esas épocas como inmaduras, inferiores, o de gente que no supo hacer las cosas bien.
Cuando los noticieros de la televisión sacan solo lo malo, no dicen la verdad. La vida de una persona no son sus errores, aunque sean muy grandes. Los noticieros deberían sacar sobre todo las cosas buenas que hacen las personas. El hombre de hoy, por influjo de los medios, puede acostumbrarse a sacar solo lo malo y vivir imbuido dentro de sus propias críticas. Quien actúa así está tan ciego, como el político que presenta una hoja de servicios inmaculada y luego se dedica a condenar a sus adversarios como mentirosos y corruptos.
Quienes ven negativamente a las generaciones anteriores debería sondear antes su propio corazón para que vean lo que encuentran. Si tienen luz para ver tendrán un poquito más de respeto y comprensión con los que le precedieron.
Las personas inteligentes son las que saben continuar tantas cosas buenas que empezaron los anteriores y no romperlas con borrón y cuenta nueva porque les parece que no valen y que hay que empezar de nuevo.
Criticar el pasado como una época cargada de errores es un modo injusto de ver la realidad, y esa visión puede ser más grave y perjudicial que las injusticias que realmente se cometieron en esas épocas. Los odios y resentimientos destrozan la humanidad llenando los corazones de rencores.  Ese espíritu crítico que pretende ser humano es realmente anti humano. La comprensión y el perdón hacen grande a la persona y le dan la capacidad de conocer mejor la realidad.
*Continuará en el próximo artículo:  “Querer las diferencias” (III)
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miércoles, marzo 18, 2015


El amor libre, las uniones y la tradición familiar
AMAR LAS DIFERENCIAS  (I)
Existe una nueva sensibilidad en los tiempos actuales que reclama con fuerza la inclusión y rechaza la discriminación. En todo el mundo se levantan voces de protesta cuando se ataca los derechos que tienen las personas en ser reconocidas y aceptadas por sus semejantes. Es también una suerte de búsqueda, casi angustiosa, de comprensión que tendría que iniciarse en la tolerancia y un nivel de autoestima elevado para que nadie se quede herido por sentirse minimizado o no incluido.
Los líderes de la nueva sensibilidad son tan sensibles cuando se sienten afectados que corren el riesgo de discriminar a los que consideran discriminadores llamándolos homofóbicos, intolerantes y retrógrados, lo malo es que pueden incluir en esas críticas precipitadas, a personas buenas que, en su sano juicio, defienden los valores tradicionales de la familia y no atacan a nadie.

La verdad nos hace libres para poder amar
La opinión no debe tener nunca fuerza de dogma, lo opinable es variable. Las conquistas que puedan hacerse en nombre de la libertad deben respetar precisamente la libertad de las personas. Y el sustrato de la auténtica libertad es la verdad.
Decir que el ojo es para comer no va con la verdad y además es una estupidez que no tiene sentido, en cambio decir que una guitarra es una buena leña para el fuego, es tener mala intención con ese instrumento musical. El amor a las diferencias debe tener una intencionalidad correcta que responde a una rectitud de conciencia de acuerdo con lo que es bueno y verdadero.
Para amar las diferencias se debe tener en cuenta todo lo distinto, que se puede y debe querer del otro, amando a la persona, a quien se debe querer siempre. Dicho en otras palabras se debe querer a la persona con sus particularidades, incluso con sus errores y defectos, pero no querer los errores y defectos en sí, porque hacen daño a la persona que se quiere. Un padre quiere a su hijo vago pero no quiere que su hijo siga siendo vago. No se puede querer lo que va contra la persona.

El respeto y la valorización de las decisiones correctas
Si una mujer casada piensa que su trabajo principal es su casa y no sale de allí para poder educar bien a sus hijos, se la debe respetar y hasta venerar, también cuando ella no quiere ser como otras mamás “modernas” que se alejan de la casa para trabajar y luego salir con sus amigas. Éstas últimas no deben poner en tela de juicio a la mamá casera por el hecho de no alinearse con ellas. Tampoco sería justo sacar a relucir una teoría que ponga fuera de juego a la mamá tradicional, como si se hubiera retrasado con respecto a las demás.
Siempre los derechos de una persona tienen consecuencia en otras, para bien o para mal. Los que están casados no solo tienen el derecho de ser libres para sentirse bien en lo que ellos elijan, tienen también el deber de educar a sus hijos, aunque eso los “amarre” a no poder hacer muchas veces lo que les gusta. Sacrificarse no es perder la libertad, aunque el sacrificio sea constante.
El que entiende de sacrificio podría sacar doctorado en el amor, el que huye y busca solo su relativa “felicidad” se queda muy atrás y ni huele lo que es el amor, por lo tanto no está preparado para la vida.
Muchos de los que pregonan con énfasis unos derechos de amor libre no saben de los sacrificios de la vida familiar para la educación de los hijos y de la ejemplaridad que deberían tener en sus conductas para que tengan el prestigio y la admiración de sus propios hijos.
Además es necesario advertir que el exceso de sensibilidad es también exceso de debilidad y no precisamente una virtud deseable. Un hijo muy sensible preocupa a sus padres, aunque la sensibilidad pueda facilitar condiciones para el arte. Muchas veces el médico (siquiatra) tiene que intervenir para fortalecer a una persona que hace problemas de personalidad, por ser demasiado sensible; es cierto que también tiene que intervenir cuando la persona es demasiada violenta. Como podemos ver, en los extremos suele estar lo que se debe arreglar. Los líos los ocasionan mayormente los que están en los extremos, aunque lógicamente pueden haber excepciones.

Ser fuertes para luchar
La vida es dura y es necesario formar a las personas para que sean fuertes y no para que se queden débiles. La fortaleza es la virtud necesaria para conseguir que la persona adquiera delicadeza y finura. Insistir en la fortaleza no es maltratar al sensible, en cambio insistir demasiado en que hay que ¡tener cuidado con el débil! puede ser una buena cosa pero quizá, no sea la mejor ayuda para que el débil se fortalezca y además, sin querer, se podría estar discriminando al fuerte.
Es mejor decirle al demasiado sensible que debe luchar para ser fuerte, sin hacer comparaciones con nadie. Las comparaciones, como dice el refrán, son odiosas. Cada uno es cada uno y a las personas hay que quererlas como son, y a todos hay que pedirles que luchen para ser virtuosos.
La fortaleza es virtud humana, también es virtud cardinal (esencial) y don del Espíritu Santo. Jesucristo instituye el sacramento de la confirmación para hacernos soldados de Cristo. Jesucristo, que es modelo para todos los hombres es ejemplo de fortaleza muriendo en la Cruz por amor.
Atendiendo a las diferencias de las personas se debe formar a todos para la vida. Toda formación implica orden. El desorden y la informalidad son enemigos de la formación. La formación está más al lado de la fortaleza y la disciplina. Esta virtudes son también necesarias para la comprensión.
La persona fuerte que no se quiebra tiene condiciones para salir adelante y  ser apoyo para otros. Los extremamente sensibles pueden ser cómplices de sus debilidades y en vez de ayudarse se perjudican más, aunque también caben las excepciones. Lo mismo podríamos decir de los que se encuentran enredados en un problema. El juntarse no siempre es positivo. Todos debemos admitir que hay juntas que hacen mucho daño. No basta la libertad de querer juntarse para ser libres de verdad, de allí los errores que se cometen en uniones que nunca se deben dar y que luego pueden tener consecuencias muy penosas.
Amar para conocer las diferencia
Se conocen las diferencias de las personas cuando se las ama y cuando hay amor, la comprensión estará garantizada. La comprensión no es un engaño, tiene que ir de la mano de la verdad, no es cerrar los ojos para no ver lo malo. El permisivista que deja pasar no sabe amar. El engreimiento excesivo que crea personas egoístas, procede más del amor propio que del auténtico amor al otro.
Amando conocemos las diferencias y ese conocimiento, que camina con la verdad,   alcanza las pautas y criterios para orientar a las personas por el camino correcto. Lo demás podría ser, como está ocurriendo hoy: entrometerse atropellando, o lavarse las manos como Judas.
Las opiniones deben sustentarse en la verdad y no en la “democracia” el consenso de las mayorías, que reflejan las estadísticas, nunca ha sido un criterio correcto a tener en cuenta para la conducta de las personas, es solo comprobar las tendencias de las mayorías, que podrían ir bien o estar equivocadas. como lo hemos visto tantas veces en la historia.
*continuará en el próximo artículo.
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jueves, marzo 12, 2015

¿Qué hacer con los cuadriculados?
EL CLUB DE LOS REGLAMENTARISTAS

Hay muchas formas de perder el amor y una de ellas es el encallecimiento del corazón que se vuelve rígido y exageradamente duro con los demás. Severidad para el cumplimiento estricto de las reglas y ausencia de comprensión con el prójimo.

Quien sufre de esta desviación, (que puede ser grande o pequeña), se acostumbrará a mirar a las personas a través de las reglas y se enfadará, sulfurándose de una manera desproporcionada, cuando ve que no las cumplen como a él le parece. Con ese modo de ser, drástico y anancástico, el aparente ascetismo práctico de su conducta, creará anticuerpos y rechazos en las personas del contorno.

Si no se cultiva el amor a Dios y a los demás, con manifestaciones prácticas y concretas de verdadera amistad, el corazón se desvía y se achica. Se desvía hacia las reglas y se achica por escasez amistades. No se concibe un amor sin amistad. Si se ha perdido el amor, las amistades se pierden, o se convierten en complicidades egoístas, o se convalidan por un sistema de “cumplir” reglamentos.

Lo que se siembra se cosecha
Si se ha sembrado amor se cosecha amor y una cosecha de amor es rica en: verdaderas amistades, con nombre y apellido de personas que se quiere de verdad.  La auténtica amistad tiene un influjo constante en el presente y para toda la vida. El influjo de una amistad varía de acuerdo a las distintas épocas y circunstancias (situaciones en las que uno se encuentra), pero nunca se pierde si se cultiva.

El amor auténtico tiene un nivel alto. Existe una “onda vibrante” de intensidad que no es un mero sentimentalismo. Si se rebaja el amor, desaparece la vibración y el corazón empieza a llenarse de sentimientos efímeros, que se acaban enseguida, es entonces cuando la persona, agotada por falta de amor, pasará a  vivir de recuerdos o nostalgias, aferrándose al cumplimiento de los sistemas de funcionar que aprendió. Allí descansará su aparente “seguridad”, que es más bien inseguridad.

Al que vive con esas limitaciones le puede aterrar que le cambien los procedimientos o los sistemas que siempre tuvo. Esto  puede pasar a todas las personas, aunque sean muy mayores, cuando se disminuye el nivel de amor que se debería tener y se deja crecer el amor propio.

El amor en la tercera edad
Las personas que entran a la tercera edad deben luchar para mantener alto, si es que lo tuvieron, el nivel de amor a Dios y a los demás, si no lo hacen las limitaciones o achaques harán crecer de una manera desproporcionada su amor propio y esa persona, al llenarse de amargura y de manías, termina quedándose sola. Nadie lo llama ni lo va a visitar.¡, porque él mismo los espanta con su modo  rígido de ser, o de ver la vida.

La necesidad de Dios durante toda la vida
Cuando la persona es joven debe esforzarse en buscar a Dios para que dilate su corazón y pueda amar a su prójimo. El mundo alejado de Dios, cambia la jerarquía de valores y termina confundiendo a las personas. Dejarse llevar por la praxis habitual de los procedimientos humanos puede traer un apego fuerte del corazón a la funcionalidad (el crecimiento de la burocracia o la importancia que se da a la imagen), en detrimento de las relaciones humanas con un amor de amistad de calidad.

Desórdenes que empañan el amor de amistad y lo pueden eliminar
Los desórdenes en los acercamientos humanos ocasionados por desviaciones sensuales o sexuales, propias o de otros, han empañado y desvirtuado la pureza y honestidad del amor de amistad. Es penoso darse cuenta que algunos no lo descubren nunca: los que se han desviado por un desorden y los que, en el otro extremo, se aferraron a teorías o sistemas que les impidieron tener verdaderos amigos.

Las personas que se mantienen distantes, por miedo a caer en esos desórdenes, o por temor a que otros piensen que sus relaciones humanas se vean como impropias, podrían quedarse sin descubrir lo que es una verdadera amistad. Esto sucedería si, como mecanismo de defensa y para no tener problemas, se acostumbraran a poner el corazón solo en el trabajo o en sistemas de funcionar habituales donde hay pocas ocasiones de hacer amigos por falta de tiempo.

Reglamentaristas anancásticos
Los reglamentaristas son los que cuidan más los sistemas que las personas. Viven para que los sistemas caminen y piensan que de ese modo se está cerca de las personas. Pueden conseguir la difusión de un sistema y hasta morir como héroes por haber luchado para que perduren los procedimientos o controles del sistema, pero en sus propias vidas se irá incrementando una amargura desagradable y una soledad prolongada. Esto ocurrirá si no pudieron advertir a tiempo que su conducta estaba adoleciendo de algo esencial, que forma parte del sentido de su vida: el amor de amistad.

El amor de amistad tiene un síntoma claro: la cercanía de los amigos, las personas que llaman, que visitan, que vienen, que quieren, solo por el hecho de ser amigos, sin que medie nada que no sea solo la amistad.
No cabe que uno diga que ama a Dios si no tiene verdaderos amigos. Los amigos no son las personas conocidas, tampoco los colegas o los que se acercan por un interés distinto, sino los que vienen a verlo a él y están a su lado de un modo habitual; las personas que lo buscan por el único motivo de ser amigos.

El amor de amistad es una cercanía recíproca que puede darse entre esposos, padres e hijos, maestros y alumnos, mayores y menores. Una verdadera amistad no está reglamentada ni tiene fronteras, no obedece a teorías, es personal e intransferible y para todas las personas sin excepción. El amor de amistad es totalmente lícito y natural. Nadie tiene derecho a impedirlo.

Los reglamentos y controles que pudieron servir en un momento para resolver situaciones coyunturales o de emergencia, pueden perjudicar las buenas relaciones humanas que deben existir entre las personas y la atención a otras situaciones de emergencia que deben tener prioridad, aunque se salgan de los esquemas habituales.  En la parábola del buen samaritano se explica con mucha claridad que la motivación principal de la buena conducta no es precisamente lo que estaba reglamentado.

La ley natural y la conciencia
Con excepción de los mandamientos de la ley de Dios, que se expresan en la persona como ley natural y fundamento de la moralidad y de la conciencia, el servirse solo de reglamentos y controles pueden ser útiles para una función de algo determinado y cuando se logran los objetivos ya no serían necesarios.

En la generalidad de las cosas se puede decir que el ser humano progresa cuando tiene la responsabilidad de adquirir los hábitos buenos que son las virtudes  que le exigen constantemente un nivel de amor cada día más alto y por lo tanto un acercamiento virtuoso a las personas.

Los cuidados que sean necesario para hacer bien las cosas, cada uno los debe poner  responsablemente, confiando en el buen proceder de los demás. Un amigo confía siempre en su amigo.

Es muy difícil que lo impuesto con una reglamentación exagerada persuada a las personas para que opten por el camino correcto. Algo impuesto a la fuerza podría durar un tiempo y al final terminaría derrumbándose totalmente.  Toda persona es educable para ser libre y la libertad consiste precisamente en haber elegido lo mejor. Estas decisiones humanas se dan en un clima de amistad y confianza.

Es necesario y urgente cultivar el amor de amistad para que haya progreso en la sociedad. La verdadera amistad es una fuerza que aguanta todo y no un clavo pintado en la pared, es la delicadeza y la finura de las relaciones humanas tejidas con la comprensión y el perdón. Es tener fe en la construcción de la nueva civilización del amor.


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miércoles, marzo 04, 2015

Humildad para una disponibilidad inteligente
ESCOBITA NUEVA, ¿barre mejor?

Los cambios o relevos que vemos en los distintos sectores de una sociedad presentan unas características similares que se van repitiendo a través del tiempo. Nada es nuevo bajo el sol y por eso la historia se repite.

La noticia de un nuevo equipo de personas para desempeñarse en unos trabajos determinados capta la atención de la gente y motiva comentarios de toda índole que van desde los más asombrosos y sorpresivos hasta los escépticos y dubitativos o los totalmente indiferentes.

Todo cambio debe apuntar a una mejora para la persona que cambia, para el lugar que deja y para el nuevo puesto que va a ocupar. Quienes determinan los cambios deben ver todo en su conjunto para decidir en conciencia que es lo mejor para todos. También es verdad que los cambios obedecen a determinadas leyes, reglamentos, o incluso costumbres, como por ejemplo la jubilación a una edad determinada o el criterio político de la no reelección.

Los microbios de las ambiciones humanas
Cuando el egoísmo o las ambiciones humanas se meten para dejar u ocupar puestos o lugares, todo se distorsiona, porque fácilmente entran ingredientes que hieren a las personas afectadas, que muchas veces, para evitar sufrimientos, no tienen reparo en buscar privilegios, tarjetazos, favoritismos, varas, “arreglos”, etc.

Cuando las personas fuerzan las cosas para encontrar situaciones favorables a ellos, es muy difícil que se den disposiciones de servicio para las nuevas tareas que van a desempeñar y al faltar éstas se pierde la alegría y la libertad.

Lamentablemente en todos los sectores de la sociedad se recurre a los “arreglos” de los que pueden influir para favorecer a una persona o a un grupo determinado. Los que piensan más en su propio beneficio que en el de los demás, no dejan de insistir para estar cómodos en un puesto que los favorezca. Nadie quiere ir donde las papas queman.

Buscar lo mejor para uno, en el mundo que vivimos, podría parecer lo más lógico y acertado. El error está cuando no se sabe qué es lo mejor y más conveniente, o cuando no se descubre que es mejor dar que recibir. El amor a Dios y a los demás abre un mundo de posibilidades donde los generosos y abnegados resultan ser los más felices.

Las presentaciones del curriculum vitae
No es lo mismo un clavo clavado en la pared que la pintura de un hermoso clavo pintado en la misma pared. De un clavo se puede colgar algo, de la pintura nada.

Los curriculum son como pinturas que  lucen muy bien. Muchas personas son artistas para presentarse, actúan muy bien, y también son como los candidatos políticos que ofrecen mucho más de lo que pueden dar.

El que se presenta para un puesto coloca en el curriculum que envía, sus talentos y busca con sus ofrecimientos algún trabajo que se adecúe a sus preferencias. Al “yo” lo ubica en un pedestal bastante elevado. El que lee esa magnífica historia se preguntará impertérrito: ¿será verdad tanta belleza?

La ayuda de los amigos
Para conseguir un puesto siempre existen los amigos que ayudan y echan una manito, hablándole al jefe sobre las virtualidades de su pata. Así también se consigue ser candidato para una elección. Se hace lobby y se conversa vanidosamente exaltando las propias cualidades al amigo y éste lo hará luego con el que toma las decisiones, diciéndole  además que su amigo recomendado “nos va a ayudar a todos porque es nuestro amigo”. Así se amarran las cosas para que todo quede “en familia” De este modo la lealtad queda parcializada y la amistad distorsionada. Estas limitaciones los perjudican a ellos, a terceros por las injusticias que se cometan contra ellos y los proyectos que se hagan, con esas complicidades, nacerán torcidos. Lo peor es que no se dan cuenta de esas deficiencias.

El amigo leal es el que quiere el bien honesto y procura hacerlo crecer para difundirlo entre todos. A la hora de trabajar su amor al prójimo lo hace querer con la verdad, para que sus amigos mejoren con él. Es un circuito de amor donde brilla la justicia y el correcto proceder.

El sello de la oficialidad
Los que quieren aprovecharse de los cargos para beneficio propio también presentan las cosas de un modo oficial y de acuerdo con las leyes, de tal modo que todo parezca legal y justo. Así llegan muchos candidatos a ser elegidos. Ellos se presentan como los mejores y por lo tanto “¡todo va a mejorar!” Siempre se ve en los flamantes elegidos las personas capaces de arreglar lo que no pudieron hacer los anteriores: “escobita nueva, barre mejor”

Los que empiezan una nueva gestión anuncian y pregonan cambios y reformas para contentar a los descontentos con régimen o gestión anterior. Suelen  entrar pisando fuerte con nuevos aires. Comienzan con una luna de miel, luego empiezan a desarrollar sus proyectos; después de muchos intentos algunos pocos consiguen un éxito relativo con un gran desgaste que los saca de carrera porque han caído considerablemente en las estadísticas y deberían dar un paso al costado.  Los que no tuvieron éxito y cometieron errores podrían terminar enjuiciados y algunos hasta en la cárcel. Es lo que sucede habitualmente con los políticos. En las empresas puede pasar algo similar.

Los modos correctos de proceder
Los cambios son buenos cuando las personas lo son. La persona buena siempre está dispuesta para servir donde haga falta, salvo que existan serias razones que lo impidan. Todo trabajo exige sacrificio, disposición de servicio y la alegría de ser sustituido por otro cuando las circunstancias lo aconsejen. El que llega a un nuevo puesto debe tener la humildad de reconocer el esfuerzo y el trabajo de los que los han precedido y tratar de continuar las obras que hicieron los anteriores. La disponibilidad no debe ser vanidosa sino humilde y generosa. La historia nos ha demostrado que escobita nueva, no barre mejor.


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