jueves, octubre 29, 2015

miércoles, octubre 21, 2015

El cáncer de la individualidad
EL ARTE DEL BUEN ACOMPAÑAMIENTO

Acompañar a alguien es realmente un arte que exige de un esfuerzo personal y desinteresado del que quiere de verdad a una persona y sabe que esa dedicación es la mejor forma de aprovechar el tiempo.
El mundo relativista, infectado por los microbios del activismo y el consumismo inmoderado, motiva la indiferencia en el trato habitual entre seres humanos. No hay tiempo para atender a los demás. Cada uno persigue sus metas con el consiguiente deterioro de sus propias relaciones humanas.  Hoy se vive con la angustia del tiempo y de un modo individual, cada palo aguanta su vela. Es penoso ver personas desplazándose de un lugar a otro sin comunicarse con nadie.  Deambulan metidos en sus mundos virtuales, con unos audífonos que lo aíslan del contorno.

El crecimiento de la soledad
En los tiempos actuales la soledad de las personas ha aumentado considerablemente. Las grandes mayorías quieren paliar esa limitación con “la compañía” de aparatos electrónicos donde encuentran: juegos sofisticados, música impactante, y diversos programas interesantes para el entretenimiento.
No se dan cuenta que la excesiva dedicación a esa tecnología deteriora tremendamente la personalidad quitándole la capacidad para comunicarse con el prójimo en las relaciones humanas de paternidad, filiación y amistad auténtica.

Los acercamientos a través del mundo virtual son excesivamente pobres y, por lo general, nada edificantes. El usuario compulsivo de esos medios electrónicos suele ser un vicioso, y por lo tanto candidato para hacer desarreglos en su personalidad alterando su relación con el prójimo.

Con una dedicación excesiva al mundo virtual se pierde la oportunidad de una mejor realización como persona,  el usuario de marras suele quedarse bastante al margen del mundo cultural y de la profundidad intelectual del saber humano. Es fácil que navegue en el mundo virtual sin salir de lo superficial y con un escaso conocimiento de las personas con quienes debe interactuar. Los lenguajes melifluos se pierden en el ciberespacio y no aportan nada a las personas que lo utilizan. No existe la cercanía de las virtudes humanas para la transmisión de los valores entre las personas, todo se queda en una comunicación pasajera y muchas veces banal.

Los que están sumergidos en esos mundos a penas se dan cuenta del deterioro al que se están sometiendo. Esos espacios facilitan la metástasis de un cáncer silencioso que pronto acabará con ellos si no se detiene a tiempo. El hombre desprotegido queda expuesto a todos los peligros.



La inseguridad en las calles y en los hogares
La inseguridad que ha crecido en el mundo es la de las propias personas. No es, como se suele decir: falta de policías o de patrulleros. El peligroso es el hombre inseguro, tanto el agresivo como la víctima: los dos son inseguros.

Es evidente que existen sectores peligrosos que reclaman una constante vigilancia por parte de la policía, incluso se está pensando una posible participación de las fuerzas armadas para devolver a las calles la tranquilidad que está faltando. Las personas que quieren deambular sin angustias buscan un acompañamiento para protegerse de posibles agresiones.

El acompañamiento que se busca hoy es sobretodo de protección y en las relaciones afectivas es de posesión. En ambos casos estamos dentro del utilitarismo. Cuando el valor seguridad se coloca en primero lugar es índice de un exceso de agresividad entre los seres humanos. Es por eso que las personas exigen protección.

Lo mismo ocurre con la afectividad. Cuando falta amor entre las personas resalta el egoísmo y entonces las relaciones de enamoramiento son de amor posesivo (quiero a esa persona para mi) y ese querer va acompañado de una inseguridad (¿y si no dura?, ¿y si se va?…).  Esa actitud constante de inseguridad reclama protecciones. Y en vez de buscarla en las relaciones humanas virtuosas se busca en los sistemas y en los contratos con notarios y abogados. Se han multiplicado las cartas de garantía para asegurar una duración razonable de los compromisos.

Y si a todo esto se suma la soledad. La persona sola está perdida, puede caer en manos de cualquiera, para su desgracia. En muchos lugares del mundo las calles son peligrosas y a determinadas horas el peligro se multiplica. Existen zonas en las que no se puede transitar libremente y otras que exigen cupo si se quiere pasar tranquilamente por allí.

Pero también se encuentran solos los que no tienen el cariño de las personas que tiene ordenado su corazón. Ahora es urgente apostar por el orden del corazón de cada ser humano para que desaparezcan las agresiones, los lugares de violencia y el acoso.

El arte del buen acompañamiento
Hoy, más que nunca, hace falta el acompañamiento del que sabe querer con un corazón ordenado. La buena compañía del amigo que quiere el bien y sabe dar la mano es esencial para que desaparezca la corrupción y la violencia.
La nueva civilización del amor, anunciada por San Juan Pablo II, no es una utopía, está al alcance de todos y depende de las respuestas de cada uno.

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miércoles, octubre 14, 2015

Orfandad global
AUSENCIA DE PATERNIDAD

La presencia del padre en el hogar es fundamental para la educación de los hijos. El padre no debe delegar esa función a otra persona. A él le toca junto a su mujer educar con amor a sus hijos. Es la tarea principal que tiene el padre y es más importante que los negocios.

Toda persona debe tener un padre que lo quiera, lo oriente y lo conduzca por buen camino en la vida, es esencial para el buen desarrollo de la personalidad. El padre no es más que un instrumento de Dios que participa de la paternidad divina. Recibe ese don de Dios para que con el amor a su esposa eduque a sus hijos. El papá necesita del amor de la esposa y de la ayuda de Dios para poder ejercer la paternidad. Es una paternidad que tiene como cimiento seguro la fidelidad matrimonial. El camino al Cielo de la mujer casada es a través del amor al marido y el camino del marido es con su esposa. De este caminar de los dos y del amor a Dios proceden la paternidad y la maternidad, que pone a los hijos en condiciones de ser ciudadanos del cielo.


La presencia del padre

El padre no debe faltar en la vida de la casa. Su presencia debe ser activa, constante, efectiva y afectiva. El hogar debe estar impregnado del amor del padre. Es el amor de fortaleza que da seguridad y de una inteligencia orientadora que tiene grandes dosis de comprensión. El abrazo y el beso del padre que comprende es la mejor motivación para recomenzar.

Los hijos bien formados recomienzan continuamente. Cuando hay ausencia de paternidad surgen en el hogar, sobre todo en los hijos, acostumbramientos negativos: vagancia, tardanzas, desorden, abandono, encierros, silencios, incomunicación, torpezas, insolencias, huidas, impurezas, engaños, etc.

La paternidad no es solo fortaleza y seguridad, es también un referente moral para la honradez y el espíritu de sacrificio. Los hijos deben ver que el padre saca  adelante el hogar con el esfuerzo y el sacrificio que pone en un trabajo limpio y honesto. La rectitud del padre en su ambiente laboral y ante las diversas circunstancias de la vida, se convierte en un cimiento de fortaleza y seguridad  para la estabilidad moral de los hijos.

La limpieza, rectitud y hombría de bien del padre, que además es de generosidad y de alegría, crea en los hijos una extraordinaria capacidad para recepcionar, con prontitud y anticipadamente, los valores más importantes para su formación como personas.


La ausencia del padre

Hay muchas maneras de faltar a la casa y de poner trabas a la paternidad. Cuando el padre habitualmente no está y no puede tener contacto con los hijos.  Los motivos de la ausencia pueden ser variados, sin embargo hay una diferencia grande entre el padre fiel y el infiel. Un padre fiel, que quiere mucho a su esposa y a sus hijos puede ausentarse de la casa  por motivos de trabajo. Si estos padres  mantienen su presencia a través de una comunicación que los une a todos, se puede decir que está ejerciendo su paternidad a distancia. Solo habría que recomendarle que venga a ver a su esposa y a sus hijos todas las veces que pueda y que trate, en la medida de lo posible, conseguir un trabajo que no lo aleje de su casa.

Es lamentable y censurable el padre infiel que  saca el pie del plato con una doble vida oculta, y trata de ejercer una “paternidad” de control, que no tiene los elementos esenciales de la auténtica paternidad, que exige de la fidelidad plena.  No se trata solo de estar en la casa sino de estar para la esposa y los hijos con el corazón ordenado y no partido.

La infidelidad conyugal es el cáncer del hogar que mata  la vida familiar y destroza a la sociedad, la hace insegura y agresiva. Los hijos sin control pueden hacer barbaridades con repercusiones serias y graves para toda la vida.

Tampoco ejerce la paternidad el padre que está metido en sus cosas y no tiene tiempo para los hijos, piensa que para ellos basta que se ocupe la madre y el colegio. Peor es el padre autoritario que maltrata a los hijos y los tiene pisados sin darles libertad. No hay paternidad cuando hay miedo y maltrato.


La paternidad espiritual

Existe también la paternidad espiritual de otras personas que con muy buena disposición ayudan y orientan al prójimo por el camino correcto. Pueden ser laicos, sacerdotes o religiosos. 

Al Papa se le llama Santo Padre porque también ejerce una paternidad espiritual. En idéntica línea está la paternidad de las personas entregadas a Dios, que son instrumentos que cumplen una misión apostólica con las personas que el Señor les pone cerca. Este tipo de paternidad se sitúa en un nivel distinto al de la paternidad del padre biológico.

El director espiritual o el sacerdote no es el papá del dirigido, aunque éste no tenga padre. La paternidad espiritual es distinta porque está abierta a todos los hombres y no se restringe a personas concretas. En este tipo de paternidad el trato y los procedimientos son diferentes.

La paternidad espiritual no requiere del matrimonio pero sí requiere de Dios. También la paternidad espiritual es participación de la paternidad divina. El padre espiritual se capacita para ejercer la paternidad  viviendo la castidad y por lo tanto entregando su corazón entero a Dios. La entrega lo faculta para amar con limpieza y fortaleza con un amor de padre y sin las familiaridades de la paternidad biológica. Además es una paternidad que se extiende a todo tipo de personas y se sitúa en un nivel distinto al de la paternidad del papá.

El  padre espiritual mira el fuero interno  de las personas guardando el silencio de oficio de todo lo que le cuenta el que es dirigido. No debe transmitir a nadie, por ningún motivo, lo que escucha en una confidencia de dirección espiritual. Esta paternidad se ejerce  rezando por el dirigido, dándole los consejos oportunos y acompañándolo, con afecto y cariño, en su camino.

Se produce entre el director y el dirigido una auténtica amistad, con una fuerte reciprocidad,  que es característica esencial de la amistad, pero cuando se trata de la paternidad espiritual se llama correspondencia. El director espiritual no busca para él una retribución o paga, es solo un instrumento de Dios, la amistad es el amor humano y sobrenatural con una respuesta  del amigo al querer divino. Está claro que para que haya amistad deben funcionar los dos, igualmente para que haya paternidad deben funcionar bien el padre y el hijo.

Los hijos que no quieren recibir la paternidad que Dios les alcanza a través de sus instrumentos se hacen culpables de las consecuencias de esos desatinos.

Cada persona debe tener un papá y padres espirituales para tener una buena orientación en la vida con el cariño varonil, que será consecuencia del ejercicio de esa paternidad.

No se debe olvidar la distinción entre el papá y el padre espiritual. El primero mira fundamentalmente a su hijo, con los demás no tiene gracia de estado, en cambio el padre espiritual se debe a todos,  y por lo tanto no debe tener amistades particulares o ejercer padrinazgos con determinadas personas. Será padre para todos; para eso tiene gracia de estado.


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jueves, octubre 08, 2015

Entender y amar al Papa
EL EFECTO FRANCISCO

Apoteósico fue el recibimiento y la acogida que tuvo el Papa Francisco en los Estados Unidos. Removió a miles en las plazas públicas, en las calles y en todos los foros donde pronunció un discurso y en las iglesias donde predicó una homilía. Sus palabras, expresadas en todos los tonos, fueron enérgicas y claras, dichas con la vitalidad de un hombre convencido de su fe, que persuade a las personas con la verdad. Con una simpatía arrolladora se metió en el bolsillo a creyentes y a incrédulos con un estilo que trae desde el inicio de su pontificado. Los que lo conocen de antes dicen que han visto en él un cambio desde que salió al balcón el día de su elección. Era como si hubiera recibido del Cielo un don especial para convertirse en el Papa dulce, tierno, sencillo, con una sonrisa perenne y muy cercano a la gente.


Lo humano y lo divino en el Santo Padre

¿Cuál es el secreto del Papa Francisco? ¿Por qué tiene tanta acogida? ¿Es su personalidad, sus condiciones humanas…, o hay algo más…?
El Papa es fundamentalmente el Vicario de Cristo, tiene el don de la infalibilidad cuando trata de materias de fe y costumbres dentro de la Iglesia. El Espíritu Santo que asiste a la Iglesia asiste también al Santo Padre. No se trata solo de un hombre de gran personalidad y talento, hay evidentemente una gracia de Dios muy grande para los modos, y sobre todo para los temas de fondo.
San Josemaría Escrivá le agradecía al Señor por “el amor al Papa que has puesto en mi corazón”  y pedía a los fieles querer y obedecer al Papa quien quiera que sea, y no quedarse en los aspectos superficiales:  si es simpático o antipático, si es alto o bajo, si es italiano o africano, si habla de una manera o de otra. Del corazón de un buen cristiano no debe salir ni una palabra de crítica para el Papa. 
    
Al Papa se le debe querer no porque sea popular o mediático, sino porque es el Vicario de Cristo. Los que lo eligieron fueron instrumentos de Dios apoyados en la oración de la Iglesia Universal. Así ha sido con todos los Papas. Se dice que cada época tiene el Papa que necesita.   


El que critica al Papa no es un buen católico

Es importante hacer estas consideraciones y precisar bien los criterios porque mucha gente dice: “¡Este Papa sí, es mejor que los anteriores!  y otros lo critican o expresan sus reservas porque no les gusta tanto.  Se puede decir que quienes se expresan de esas manaras se han quedado en una visión humana y han perdido, o no tienen, la visión sobrenatural suficiente que debe tener un buen católico.
Para el cristiano, el Papa vivo, el que está vigente, sea quien sea, es el mejor de todos, y el que trae al mundo lo que Dios quiere para los momentos actuales. Dios ha querido este Papa y a este Papa tenemos que querer y obedecer. Después de este Papa vendrá otro y será el que Dios quiera, en ese momento ese Papa será el mejor de todos y lo querremos tanto como a este y como a todos los Papas anteriores.   

Si un católico se siente herido por lo que el Papa dice, debería revisar un poco su vida. Es muy probable que tenga que cambiar en algunos aspectos relacionados con su vida cristiana. Algo está mal en su interioridad y no se ha dado cuenta o no lo quiere reconocer.

Los relativistas de hoy no han descubierto que la verdad lleva consigo una suerte de apertura para que todos se salven. La verdad es la expansión del amor y por lo tanto los que impiden que el amor de Dios llegue a todos, se están sesgando con un relativismo que Benedicto XVI calificaba como la tiranía del yo. Al hombre que se le suben los humos a la cabeza puede creerse “la última chupada del mango” y pone todo, menos sus ideas, en tela de juicio, y se siente con “autoridad” para criticar al Santo Padre, y “pontificar” con sus argumentos, que el Papa debería o la Iglesia debiera…hacer tal o cual cosa, está, al menos, demostrando con su conducta, que no ha llegado al nivel del cristiano que debería ser.

El papel todo lo aguanta. La verdad no está solo el Papel impreso con criterios y bellísimos ensayos, filosóficos o teológicos. La verdad está en la vida y en esa Tradición de criterios y costumbres que se transmite con el amor de las personas de generación en generación y que la Iglesia reconoce y que constituye también una fuente para la fe de los creyentes que siguen al Vicario de Cristo que habla en el presente en nombre de Dios.

La sintonía del Papa con el pueblo no es publicitaria, se trata de la comunión de los santos, muchos están unidos de un modo sacramental, identificados con Cristo y otros reciben el influjo de muchas vidas que aman bien, porque están con la verdad y por eso persuaden para que haya cercanía y pueda haber descubrimiento, para que luego se produzca la conversión, que es la respuesta a la verdad y por lo tanto la ruptura con la esclavitud y la llegada de la libertad.

El Santo Padre con su conducta quiere ascender a todas las personas a un nivel de comprensión para que se logre la ecología global del ser humano. Para eso es necesario que muchas personas dejen de lado las disquisiciones del yo, que no son más que piruetas intelectuales inyectadas de un espíritu crítico con el disfraz de un aparente buen espíritu, que reclama mesura y prudencia al Santo Padre, y a los que le siguen fielmente para darle la vuelta al mundo con el auténtico y genuino espíritu cristiano.   

El mundo de hoy no necesita de “Gurús” especialistas en temas emblemáticos, que además se llenan los bolsillos con sus conferencias de alto nivel intelectual. El mundo necesita a Cristo, que va por todos los sitios, sin nada y lleno de gratuidad, para dejar el tesoro de una vida de amor.
Dejemos los foros de los palabreos humanos, que han sido creados por los nuevos sofistas de la historia, para aquellos que se dirigen a determinadas elites, buscando más para ellos que para los demás. Son los que usan toda la mercancía de la ética cristiana para sacar provecho personal pensando que hacen una gran labor para la colectividad. Ahora le toca de nuevo a Jesucristo y a sus seguidores, los apóstoles, que tiene el mandato del Señor de “¡No llevar nada! y predicar la palabra con el ejemplo de un desprendimiento real. Como dijo el Papa Francisco en Brasil: “no tengo oro ni plata pero tengo a Jesucristo…”

El Papa recorre el mundo predicando a Jesucristo y anima a los cristianos para que le sigan sin miedo y decididamente. Ahora nos pide de modo especial la misericordia. Es la llamada que el Papa le hace al mundo y a cada persona individual. Nadie tiene derecho a maltratar a otro con una condena, por muy grandes que hayan sido sus errores. Dios nos está dando oportunidades para perdonar, no las desperdiciemos. El que condena siempre pierde y el que perdona gana y hace ganar a todos. Secundemos al Santo Padre en el año de la misericordia con un corazón que perdona más.

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jueves, octubre 01, 2015