“Las uvas están verdes”
EL
CÁNCER DE LA DEJADEZ
La
falta de amor se llama flojera y ésta se puede dar en forma de pandemia cuando
toda una sociedad la padece. Es posible encontrar poblaciones enteras con el cáncer de la dejadez avanzado, que ya
está haciendo metástasis.
Cuando
lo propio de la persona es trabajar, es muy desagradable observar gente
desganada y sin ánimos para el trabajo. La persona se realiza y desarrolla sus
capacidades trabajando con esfuerzo. Las virtudes crecen en los ambientes de
trabajo. Es imposible que las virtudes crezcan cuando el hombre no pone esmero
en hacer las cosas bien y todo le da lo mismo.
Abandonarse
con la ley del mínimo esfuerzo es
equivalente a corromperse. La malicia de la corrupción se inicia en el afán de
querer conseguir algo sin el mérito propio, sin habérselo ganado.
Los apoyos que hacen daño
Crear
un ambiente de padrinazgos para un
tráfico de influencias es impedir el desarrollo de un pueblo y hasta de una
nación entera. El paternalismo reinante
de algunos sectores es el reflejo de esa inmadurez social que impide el desarrollo
y conduce al caos total con muchas situaciones de injusticia.
Poblaciones emprendedoras y
solidarias
Como
contraste podemos observar en el mundo poblaciones enteras que se ganaron un
merecido prestigio por su gente emprendedora y trabajadora. Fue admirable la
reconstrucción y el progreso en Alemania después de la segunda guerra mundial. En
oriente Japón impresionó al mundo, también
después de la segunda guerra mundial, al convertirse en uno de los países
del primer mundo por su desarrollo tecnológico. Hoy vemos la gran escalada de
Corea del sur y los grandes pasos de la China Continental. Al margen del
progreso técnico nos estamos fijando más bien en la voluntad y solidaridad de
las personas.
Las causas del atraso y de
la corrupción
Como
contraste que clama al Cielo, vemos
también en el mundo grandes poblaciones atrasadas, con gente quedada, sin
iniciativa y esperando que otros los saquen del hoyo. Sin ir muy lejos en el
mismo Perú después del terremoto que azotó un extenso territorio al sur de Lima
hubo una reacción de solidaridad con la voluntad de ayudar para poder
reconstruir de inmediato todo lo que se había perdido. Al pasar los días, el
entusiasmo inicial de los que ofrecían ayuda fue disminuyendo considerablemente
y la fuerza de voluntad de los mismos pobladores, para recomponer sus propias casas, había desaparecido casi por
completo. El cuadro era dramático y patético: una desgana generalizada en las
personas y todo derruido y abandonado.
Acostumbrarse
a vivir sin el esfuerzo diario para sacar las cosas adelante es consentir en el
cáncer de la tibieza que termina corrompiendo al hombre, porque lo deja sin
amor. Una persona desalmada o desamorada es muy peligrosa, anida en su
interioridad un resentimiento permanente y desagradable. Esa herida es como una
bomba de tiempo que puede explotar en cualquier momento. La misma dejadez de la
flojera no le permite reaccionar, vive como dormido o anestesiado, sin ganas de
nada, prefiere acostarse y no hacer nada que levantarse para buscar trabajo. Se
contenta con lo mínimo, como si no tuviera necesidad de nada.
La dejadez en los regímenes
totalitarios
En
regímenes totalitarios, donde no cuenta
la iniciativa personal, se suele caer en situaciones de dejadez o abandono que podrían llevar a lo que
comúnmente se llama el síndrome de
Estocolmo, una suerte de aceptación; es más una rendición que un acuerdo
con el opresor de la libertad.
Este
síndrome ocupa el lugar de la
distracción (el corazón puede apegarse a cualquier cosa). Al no poder
enfrentarse, se pasa del sometimiento a una aceptación que es como caer en lo
fácil, un mecanismo de defensa del que opta por divertirse dentro de su propia falta de libertad y se contenta con
una situación de mediocridad que en el fondo no debe querer. Los regímenes totalitarios fomentan vagancias para debilitar la voluntad de
los ciudadanos y además los incita a que caigan en vicios para
distraerlos con esas ataduras. Ofrecen pan
y circo para contentar a las
grandes mayorías, que suelen estar empobrecidas espiritualmente.
La dejadez en los países
democráticos
En
los regímenes democráticos, donde hay un mayor respeto de la libertad, es mucho
más fácil alejarse del cáncer de la dejadez, sin embargo es necesario afirmar
que existen otros peligros como el materialismo
consumista que lleva a situaciones
de comodidad excesiva. El hombre que
lo tiene todo y no necesita esforzarse en la vida, es un candidato óptimo para
el cáncer de la dejadez.
De
acuerdo a las consideraciones que hemos hecho podemos observar que existen
diversas causas: históricas, sociales y
personales para que este mal prenda y se quede como si fuera una costumbre
arraigada, que es muy difícil extirpar.
Contra la tibieza la
diligencia
La
solución puede llegar cuando cada persona enfrenta en su ámbito particular
cualquier situación de tibieza sin dejar que avance. La tibieza no es más que
falta de amor. Los afectados se llenan de tristeza o de desánimo, falta de ganas para hacer las cosas. Las
cosas no se deben hacer porque se tienen ganas sino porque son buenas y
necesarias. Vale la pena luchar para
adquirir una voluntad fuerte que haga que la persona sea decidida en las
determinaciones que debe tomar cada día para perseverar en el camino correcto.
El no
a la tibieza es el sí al amor que no se queda en el sentimiento y se eleva por
encima de los obstáculos para conquistar las metas más altas.
Agradecemos sus comentarios
1 comentario:
El cancer de la dejadez en las sociedades y los individuos tiene uno de sus origenes en la procastinacion -dejar para mañana- y en no fijar una agenda con prioridades que enfrentar. tambien en la falta de instituciones a nivel social para hacer comparaciones con casos de exitos en soluciones o mejores enfoques para similares problemas, igual a nivel individual.
AS
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