Cuando la amabilidad está demás
LA
MECANIZACIÓN DEL TRATO
Quién
no se ha quedado decepcionado y hasta mortificado si al llamar por teléfono
escucha la respuesta “amabilísima” de
la grabadora que no nos deja comunicarnos con quien queremos hablar. Peor es
cuando llamamos a una empresa y la grabadora nos da opciones para marcar y
vamos pasando de una a otra y cuando, después
de un largo recorrido, llegamos a la que nos interesa, nos puede suceder
dos cosas: que suene el timbre sin que nadie nos conteste o recibir la
respuesta de una persona que habla automatizada a mil por hora, con frases
aprendidas de memoria, pidiéndonos opciones que no nos interesan. Con ese
sistema se nos hace imposible dar las explicaciones para encontrar la solución
que buscamos.
Eso
no solo ocurre con el teléfono. Pasa igual en las oficinas cuando nos reciben
personas que están como robotizadas,
nos dicen frases esteriotipadas o nos hablan con un lenguaje técnico para
impresionarnos, y cuando planteamos una dificultad para que la resuelvan nos
repiten de memoria el reglamento que se convierte en una barrera para nuestras
aspiraciones.
Un
día fui a un cementerio para rezar y como faltaba media hora para abrir, según el reglamento, el portero no me
dejó entrar; yo tenía que regresar para dictar una clase, pero el portero,
amparado en el reglamento, era incapaz de hacerme pasar. Para llegar al
cementerio había tenido que cruzar toda la ciudad en medio del tráfico. Ninguna
razón entraba en su cabeza. Estaba mecanizado y su “fidelidad” a la letra resultaba incongruente. Necesitaría un poco
más de luces para que su cabeza pudiera entender las razones y un poco más de
virtudes humanas para pechar con la propia responsabilidad la excepción que confirma la regla.
Otro
día fui con un aparato malogrado a la ventanilla de una oficina de atención al
público. Me recibieron con una gran amabilidad y me agradecieron por haber ido
hasta allí y tener confianza en ellos. Luego mientras explicaba lo que le
ocurría a mi aparato la persona amable miraba su computadora y parecía más
interesada en lo que leía que en mi explicación. Cuando terminé mi escueta
información sacó del libreto tres
posibles explicaciones que escuché atentamente. Regresé a mi casa con la
esperanza de que mi aparato funcionara con la aplicación de alguna de las
opciones que me habían alcanzado. Pero no tuve suerte. Volví con la intención
de explicarle a la persona que me atendió amablemente que ninguna de las
opciones que me dio, pudo arreglar mi aparato.
Al
llegar a la oficina muy amablemente me orientaron hacia otro empleado, a pesar de que pedí hablar con el anterior,
tuve que aceptar con las disposiciones establecidas. El empleado de turno me
saludó con frases parecidas al anterior y luego mientras yo daba la explicación
miraba atentamente su computadora y cuando terminé de explicarle volvió a
decirme las tres opciones del libreto.
Yo le dije que ya las había escuchado, las había aplicado y que no había
conseguido solucionar mi problema. Me replicó diciendo que una de esas opciones
tenía que ser y que probara con otros aparatos parecidos al mío y que si
tuviera alguna dificultad podía volver a la oficina porque nosotros “estamos para servirle y atenderle con mucho
gusto”
No
salí tan convencido esta vez, las dudas me restaban la paz, sin embargo quise creer lo que me
habían dicho y opté nuevamente por hacer caso a los consejos recibidos. Al regresar
a casa pensaba que con la amabilidad se puede persuadir, pero en ese momento yo no quería ni
amabilidades ni que me convenzan en lo que tendría que hacer, solo quería que
arreglaran mi aparato. Como era de
esperar tampoco tuve suerte, el aparato seguía fallando. Volví a la oficina
para presentar mi reclamo. Me sentía mortificado por el sistema que me había
hecho perder un tiempo que no tenía.
Al
llegar tuve que pasar nuevamente por todos los procedimientos burocráticos para
llegar a una ventanilla donde estaba un tercer empleado que no sabía nada de mi
caso. Hizo los saludos respectivos que me sonaron falsos y procedió de la misma manera. Ya experimentado fui decidido
a que se tomara otra medida para que se arregle mi aparato de una vez por todas.
El empleado al ver mi actitud consultó a otro empleado que parecía más
importante y decidieron hacer una revisión profunda a mi aparato. Me fui con un
primer alivio de esperanza.
Cuando
pasaron los días fui a recoger mi aparato con la esperanza de encontrarlo
arreglado. Pase por los procedimientos de rigor y caí en una ventanilla donde un
cuarto empleado que no me conocía me saludó amablemente y me entregó mi
aparato. Le habían hecho una “limpieza”
y ya no tendría por qué fallar. Me fui ingenuamente contento, pensando que todo
estaba solucionado.
Al
cabo de unos días mi aparato presentó la misma falla. Sentí indignación y
cierta impotencia. Empecé a pensar qué podría hacer y me acordé de un amigo que
conocía a una persona que tenía un alto cargo en esa empresa. Lo llamé, le
conté lo que me había pasado y me dijo que llamaría de inmediato.
Cuando
fui a la empresa, esta vez recomendado,
me atendió una persona con una amabilidad verdadera, se interesó por mi aparato
y en ese momento encontró cuál era la falla y me entregó otro nuevo. Por fin se
había solucionado mi problema y me sentí muy contento.
Busqué
al amigo no para hacer una injusticia sino para que se haga justicia. Pensé en los
miles que son mecidos por los rigores
de un sistema lleno de amabilidades pero
sin la llegada humana que toda persona necesita para ser bien atendida. La
mecanización es siempre un estorbo, las personas necesitamos de la atención de
los seres humanos que entienden los que nos está pasando y nos ayudan a salir,
cuanto antes, de nuestros problemas.
Agradecemos sus comentarios
1 comentario:
La atencion personalizada es siempe mejor alternativa que la burocratica. Por eso es necesaria la concurrencia de muchas empresas para dejar la menos eficiente por la mas eficiente. La solucion de por la via de contactos especiales nos resuelve en lo personal pero no contribuye a mejorar los sistemas y calidad de vida prque no tiene en cuenta el bien comun.
AS
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