El
esfuerzo humano para lo que se acaba y para lo que perdura
MONUMENTOS EFÍMEROS
A lo largo de la historia los seres humanos se vieron en
la necesidad de hacer fatigosos y complicados trabajos durante días enteros y hasta meses, para cumplir con algunas celebraciones
emblemáticas del calendario y satisfacer las
costumbres milenarias de los pueblos.
Cuenta la tradición, que para las grandes fiestas los artesanos de fama y renombre
eran contratados, con una cuadrilla de gente muy variada, para construir monumentos
gigantescos de gran belleza arquitectónica, que tendrían muy escasa duración. Esos trabajos lograban cambiar la imagen de la ciudad,
que era totalmente adornada, para recibir a los reyes o a grandes personajes de
la época. Revestían las casas con costosas telas, colocaban obeliscos, iluminaban las
calles para que tuvieran un especial esplendor, y en algún lugar vistoso se construía un enorme arco triunfal por donde pasaban personajes emblemáticos. La historia nos cuenta que así se procedía en España en los tiempos de Carlos V.
Lo que siempre ha llamado la atención es el fondo religioso de esos acontecimientos: el
estimulo a las virtudes y una invocación constante a Dios en las fiestas y en las celebraciones
oficiales. Todos estaban de acuerdo en construir esos monumentos que durarían unos pocos días o escasas horas. De las frases y mensajes que dejaban escritos,
en las franjas de los lienzos y en los escudos, se podía deducir que eran conscientes de la caducidad de la vida humana,
incluso para los reyes y las grandes autoridades de la nobleza.
Esas manifestaciones de arte efímero no solo se daban en España, se repetían igualmente en otros lugares del
mundo y con las mismas connotaciones religiosas. Tal vez impresionaba más cuando se trataba del fallecimiento de un personaje
importante.
Cuando moría un rey en España o un Virrey en el Perú, se construían grandes retablos y túmulos espectaculares. La escultura barroca fue un estímulo visual para la piedad católica y también un apoyo imprescindible para la
catequesis y la evangelización. El esfuerzo que se hacía, para darle realce a las celebraciones, era
impresionante, la gente quedaba muy removida con esos trabajos, que luego iban
a desaparecer.
Con mucho tiempo de antelación se diseñaban los planos; los artistas se
reunían y acordaban entre todos lo que
iban a transmitir. En las obras se reflejaba la intención de recordar a las personas que la vida aquí en la tierra era muy corta y que había que esforzarse para ganar la vida eterna. En los
enormes paños que se colgaban de los balcones
aparecían con notable frecuencia las tres
virtudes teólogales: fe, esperanza y caridad y epitáfios alusivos a la vida eterna, que era deseada para todos.
En el atrio de la catedral de Lima se levantaron
gigantescos aparatos arquitectónicos efímeros, adornados con figuras alegóricas insertadas en múltiples banderas y escudos diseñados por los mejores artistas. Al terminar las celebraciones se
desmontaban esas obras colosales y nadie
más sabía de ellas, quedaron solo para el recuerdo de los presentes. La historia
conserva algunos planos de esos monumentos y los relatos de los cronistas. Hay todavía mucho que estudiar.
Lo que hay en el fondo de los seres humanos
En esas manifestaciones del talento humano, podemos
apreciar lo que se encuentra en el fondo del hombre, cuando se trata de las
celebraciones de la vida y de la realidad de la muerte. Muchas cosas se pueden
celebrar pero después siempre vendrá la muerte. Se puede emplear el tiempo y lo mejor de la
capacidad humana para lo que se va a acabar. En todas las épocas, ahora también, el hombre se esfuerza enormemente para lo efímero, para lo que va a pasar, para lo que se va volando,
en un instante. Lo que preocupa es que el hombre de hoy se está alejando de la realidad y no quiere ver lo que viene
después. Está bien emplear el tiempo en construir monumentos efímeros, pero la cabeza tiene que estar en lo que perdura.
El hombre debe trabajar pensando en la vida eterna para que Que pueda encontrar
sentido a las cosas que está haciendo.
También la experiencia nos hace ver en la
historia como todo lo profano empezó siendo religioso. Los motivos de las grandes celebraciones
empezaron a variar. En España algunas tradiciones religiosas
han ido perdiendo su sentido genuino y se han quedado las costumbres de las
celebraciones, por ejemplo las fallas de Valencia. En América algunas procesiones se han cambiado por desfiles folklóricos que son presentados a los turistas más que a los fieles. El Carnaval de Río surguió como una manifestación de apoyo a la comida y a la diversión antes de empezar el ayuno que exigía el tiempo de Cuaresma. Hay que advertir que el esfuerzo
que se hace para la construcción de los carros alegóricos de las reinas y todo el despliegue del carnaval,
son también construcciones efímeras de los seres humanos que quieren disfrutar frente a
las exigencias de un rigor de disciplina y de orden. El Carnaval podría apoyarse en la frase de la Sagrada Escritura que dice:
"comamos y bebamos que mañana moriremos" La Escritura recuerda la proximidad de la
muerte, que el hombre olvida con frecuencia, especialmente en los últimos años, aunque cada día vea morir a muchos.
Hoy en todas las ciudades se hacen monumentos efímeros, por ejemplo cuando viene un artista famoso y se
construye un escenario monumental lleno de escenografías y reflectores, con luces de todos los colores. Se colocan
toldos que son verdaderas obras de arte, y todo solo por unas horas, que es lo
que dura el espectáculo. A todo el mundo le parece
bien que se gaste el dineroy se emplee el tiempo en esas construcciones que
luego no van a quedar.
Todo lo que hagamos en esta vida es efímero, desaparecerá en algún momento, también nosotros desapareceremos. Lo único que queda y le da sentido a todo lo trae la fe. Con la fe
sabemos que existe la vida eterna y trabajamos para ella. Sin la fe, nada vale
la pena. Cuando nos dan pena los que no tienen fe no los estamos marginando, ni
maltratándolos, estamos apenados porque los
queremos y quisiéramos que encuentren el sentido de
todo lo que hacen, para que consigan lo que realmente queda y perdura. La búsqueda constante de la vida eterna es lo que hace feliz
al hombre.
Agradecemos
sus comentarios.
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