La esencia de un
verdadero regalo
REGALAR
NO SIEMPRE ES AMAR
Podría
parecer mentira que una persona regale algo a alguien sin amarlo; sin embargo
es necesario advertir que la mayor parte de regalos que se entregan a las
personas no llevan consigo el amor del que regala.
Las
costumbres y los sistemas han conseguido que todo funcione de un modo
automático y mecanizado, como si fuera el proceso de una fábrica que saca miles
de productos en serie y de buena calidad: todos
los chocolates salen deliciosos y lucen bien. La fabrica puede tener
ofertas y hacer grandes regalos. Los que son agraciados con los chocolates se
ponen felices con el regalo recibido y aunque haya recibido una caja llena de
bombones quizá no recibieron nunca el amor personal de alguien que los amaba.
Cuando
llega la Navidad son muchos los que se esmeran en hacer regalos motivados por
la abrumadora propaganda comercial y las grandes ofertas que aparecen en el
mercado. Las grandes mayorías se sienten obligadas a regalar algo, es además el
modo de expresar el “afecto” que se tiene por las personas y el corresponder a
los regalos que se han recibido. Así surgen también los famosos intercambios de
regalos en las familias y en las empresas. Estos sistemas pueden ser divertidos
pero no dejan de ser meros cumplidos, aunque puedan haber algunas excepciones.
Es
fácil entrar en el carrusel de los regalos y dejarse ganar por el
afán, casi compulsivo, de comprar
para regalar. Buena parte del presupuesto de alguna familia se va en regalos y
no regalar podría significar estar fuera del consenso general familiar y social y por lo tanto al que
no regala se le ve mal, y corre el peligro de quedar excluido del grupo familiar o social al que pertenece.
Como
podemos darnos cuenta, de acuerdo a lo
que estamos comentando, las motivaciones principales no tan santas y correctas. Regalar puede
convertirse en un saludo a la bandera o
en un sistema para quedar bien frente a los demás. No es el amor a los demás
sino el amor propio lo que prevalece.
Conquistar con los regalos
También,
por amor propio, las personas buscan
regalar para obtener una conquista. Cuantos han conquistado a sus amantes con
alguna valiosa joya. El regalo puede ser el punto de partida para el inicio del
amor, aunque esto pude ser peligroso cuando la persona valora más el regalo que
a la persona, o mide a la persona de acuerdo a los regalos, al dinero o a las
propiedades.
En
la educación de los hijos los padres tienen que tener mucho tino para no
conquistarlos a base de regalos. Los
hijos deben aprender a valorar las virtudes y hacer bien las cosas por amor a
la virtud y no por las prebendas o
regalos que les prometen como aliciente.
Los
futbolistas profesionales deben ganar los partidos por amor y lealtad a su
propio equipo y no por los ofrecimientos económicos de sus dirigentes. Hacerlo
todo por dinero tiende a corromper el corazón de las personas.
En
los mandamientos está claro que primero es el amor a Dios y éste debe ser real.
A cada uno le corresponde darse cuenta si su amor a Dios es auténtico o no.
Si
una persona se ama demasiado a sí misma buscará un Dios para sus cosas (Un Dios que lo engría); de ese modo
torcerá el sentido que debe tener su vida; si no cambia será siempre un egoísta y los demás terminarían
alejándose de él.
El
amor a Dios ordena el corazón del hombre, para que éste al querer, ponga
primero a Dios. Es la forma correcta de querer al prójimo y entonces los
regalos que se hagan serán consecuencia de un amor auténtico.
Los
regalos de cumplido suelen ser desorbitantes y desproporcionados; pueden
asombrar, pero luego se descubre
que había “gato encerrado”. Regalar no siempre es amar. Hay
regalos peligrosos como hay amores que matan.
El regalo más grande
El
mayor regalo que recibe la humanidad es la llegada del redentor en Belén. Allí
no hay baile, tampoco una mesa servida,
no hay jarana, carcajadas altisonantes, ironías, afán protagónico. Hay
silencio y oración.
Belén
es un establo para animales sin ninguna comodidad y dentro está una familia,
los esposos y un niño recién nacido. Los que entran se llenan de alegría. Se
alegran con la pobreza que acoge a la mayor riqueza: un Niño que es Dios y que viene por amor a nosotros, a traernos lo
que nos hace realmente felices.
Nunca
es tarde para descubrir el verdadero sentido de la Navidad. Es necesario quitar
el bosque del materialismo que va
unido a la bulla frenética del
activismo de gentes que de un modo casi
compulsivo buscan pasarla bien por encima de todo. Hablan del pavo, los chocolates, el panteón y el vinito
y se olvidan de hablar de Dios. Solo escuchan la insistente propaganda de
las ofertas navideñas y se olvidan de escuchar a la Iglesia que predica la paz
y la alegría que trae Jesús si es que sabemos acompañarle por el camino de la
Cruz.
Les
deseo una Santa Navidad muy unidos a la Sagrada Familia y junto a los tres:
Jesús, María y José reconstruyamos el 2015 la estructura de la familia
cristiana para que sea nuevamente la célula básica de la sociedad.
El
recordado y queridísimo Papa San Juan Pablo II expresaba con fuerza lo que tenía en el fondo de su corazón:
“Familia ¡se tú!” quería despertar el
sentido de la familia que se encontraba un poco adormilado en algunos sectores de la sociedad.
El
potencial que tiene la familia cristiana para la mejora de la sociedad es único
y de extraordinario valor. No dejemos que una sociedad, envenenada por el pecado, arranque los valores esenciales para la
libertad y felicidad de las personas.
La
Iglesia cuenta con la oración de todos los cristianos para que el influjo de la
Sagrada Familia, en los tiempos actuales,
sea el mismo que tuvo cuando nació el Niño Jesús en Belén.
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