Las debilidades del
resentimiento
AMAR LAS DIFERENCIAS (IV)
Cuando
vemos que a los partidarios del amor
libre no se les puede ni tocar, porque
se sienten heridos y reaccionan de modo violento, estamos observando la debilidad
de un voluntarismo que busca “crear”
una verdad como si fuera un dogma para que todo el mundo acepte. Y al que no
acepta lo miran como a un infeliz discriminador y retrogrado, y lo convierten automáticamente en un potencial enemigo.
Ese
tipo de conducta refleja la herida de resentimiento que llevan en la
interioridad de un modo habitual.
Las personas heridas actúan atacando porque piensan que los demás
habitualmente lesionan sus derechos. En los tiempos actuales existe una
pandemia de heridos que se sienten
despreciados y discriminados habitualmente, deambulan por el mundo con el arma
cargada pensando que tienen derecho a disparar.
Esa
conducta es semejante a la de algunos fundamentalistas,
que cuando se sienten heridos, atacan con furia y son capaces de matar, creen
que tienen la patente de corzo para
insultar y denigrar a los que no piensan como ellos.
Los
abanderados defensores del amor libre no se dan cuenta que, al
poner énfasis en esos pretendidos derechos,
están olvidando otros, que son, para
ellos y para todos, mucho más importantes y cuando se colocan en los
primeros lugares, como debe ser, los que son falsos caen por su propio peso para el acierto y la ganancia de
todos.
Los ataques de los que
realmente discriminan
La
discriminación y el desprecio por el prójimo ha existido en todas las épocas.
Es un mal que solo se puede vencer con planteamientos personales de lucha. Toda
persona debe esforzarse por querer a su prójimo. Si no hay verdadero afecto y
estima por las personas el corazón no funciona y el hombre falla en su trato
con los demás. Herirá habitualmente a su prójimo, aunque haga propósitos de
reconciliación.
Decirle
negro, indio, serrano o cholo a alguien es considerado un insulto. Esta
claro que una persona que emplea en su lenguaje habitual estos términos para
referirse a los demás lo hace con un afán discriminatorio y atenta contra la
dignidad de las personas. Quien conoce bien la realidad del momento sabrá
decir: hombre de color, habitante de la
sierra, mestizo…etc. y se cuidará de no ofender a nadie con una actitud
discriminatoria.
Los
que se sienten afectados por algún tipo de discriminación, son los que hoy reclaman
igualdad de trato para todos, y argumentan, incluso
con citas bíblicas, que todos somos iguales y que por lo tanto debemos
respetarnos y aceptarnos, sin poner trabas a los estilos de vida que cada uno
quiera elegir. De acuerdo a estos requerimientos parece que son justas y
saludables sus propuestas y lo serán cuando se trata del bien de las personas.
Sin
embargo afirmar que cada uno es libre para escoger la opción de vida que desee
y que nadie se debe entrometer en sus decisiones, no es necesariamente apuntar
al bien de las personas. A los que
piensan así, (habrán
pensado poco), habría que hacerles ver que todas las personas necesitan de
los demás para realizarse como personas, de lo contrario no tendría sentido la
educación.
Una
cosa es la imposición y otra, bien
distinta, la orientación. El que orienta lo hará siempre de acuerdo a la
verdad y al bien. Todo ser humano necesita ser orientado (aconsejado) y formado de acuerdo a la verdad, para que sus
elecciones sean acertadas.
Un
padre no puede dejar de educar a sus hijos. Tratará de transmitirles los
criterios acertados para que ellos los asimilen y puedan portarse bien en la
vida, de acuerdo a esas pautas que recibieron en su formación. Es de suponer
que esos criterios y pautas apuntan al bien.
La incoherencia de aceptar
cualquier estilo de vida para la sociedad y la familia
Los
reclamos de una sociedad liberal (que
cree en la libertad absoluta), pretenden abrir puertas para cambiar las
costumbres tradicionales que se consideran obsoletas y de otras épocas. Se pone
el acento en que lo pasado ya fue y que la adaptación del hombre de hoy debe
ser para la modernidad; es una suerte de complejo
de inferioridad que busca el status de
lo que es actual (lo
que está de moda) con
una vehemencia desproporcionada que arroja tierra a lo antiguo.
La
sociedad liberal suele ser permisiva
y anti ley. Busca paradójicamente que todo el mundo tenga aceptación en los distintos
sectores de la sociedad y que esa aceptación sea total, para cualquier estilo
de vida que se escoja.
El
error y la debilidad de esta propuesta está en haber dejado de lado la noción
objetiva de bien y de mal. Cuando esto ocurre y el criterio es meramente “democrático” se conseguiría, por
consenso, que los drogadictos tengan
sus espacios para consumir la droga cuando deseen, los prostíbulos tendrían una zona dentro de la sociedad para
funcionar legalmente, los Gay alcanzarían
un status de normalidad para ejercer
derechos de matrimonio y educación de unos hijos que no son suyos, los sacerdotes casados obtendrían un
permiso para seguir ejerciendo su ministerio, los sacerdotes Gay podrían vivir juntos y seguir siendo sacerdotes,
los terroristas podrían alcanzar el
derecho de ser respetados como una fuerza política levantada en armas, los
colegios tendrían que aceptar profesores
y alumnos Gay, que ejerzan sus derechos como tales, sin que nadie los
discrimine.
Las
familias tendrían que aceptar, entre sus
miembros, parientes con opciones de vida distintas: los hijos tendrían que aceptar a la querida de su papá, los padres
tendrían que respetar a la hija lesbiana que trae una amiga lesbiana a su casa,
las familias tendrían que aceptar al profesor de educación física que es Gay y
enseña a sus hijos, un padre debería aceptar que un hijo suyo cambie de sexo y
que otro pueda llegar borracho a su casa porque le gusta tomar. Si seguimos la lista nos
encontraríamos con situaciones impropias que
nadie aceptaría en el fondo de su conciencia aunque la sociedad haga
propaganda y saque carteles a favor del amor libre.
La
experiencia siempre enseña que aunque todo el mundo se ponga de acuerdo en
aceptar lo que es contra natura, el
deterioro y el caos que se origina termina
derrumbándolo todo.
En
estos temas elementales de sentido común no cabe la ingenuidad de pensar que
todo se puede aceptar. Es necesaria y urgente la formación de la conciencia
para que las personas sepan aceptar el bien y rechazar el mal.
Con
la formación se combate a la malicia del que se encuentra suelto en plaza pensando que la libertad consiste en dejar rienda suelta a la espontaneidad y que
cada uno es libre para determinar si algo es bueno o malo al margen de una ley
moral. Craso error.
Agradecemos sus comentarios
*Próximo artículo: “Amor a
las diferencias V”
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