El vacío y
el miedo como futuro
LA DEPRESIÓN DEL LIBERAL ECLÉCTICO
El relativismo de los tiempos actuales ha creado,
con sus argumentos liberales, espacios donde entran personas
con un talante intelectualmente desafiante, para criticar y poner en tela de
juicio algunas costumbres y criterios de otras épocas, que se habían
considerado siempre como valores tradicionales.
Hoy, con
el influjo de la autonomía de la conciencia, el hombre ya no mira tanto la
ley moral sino a su propio criterio, que lo forma con lo que va recogiendo del sentir
común y de la sensibilidad social predominante.
Sin embargo cuando en la sociedad se pierde el
sentido del pecado, y el hombre ya no se siente culpable, de inmediato pasa a
pensar que en la historia se escondieron muchos culpables que abusaron de su
condición para cometer atropellos e injusticias, y que ahora se les debe acusar
para que nadie quede impune y los errores de la historia no se repitan.
Estaríamos de acuerdo con esas afirmaciones
siempre y cuando la conciencia pueda distinguir claramente entre el bien y el
mal, con un criterio objetivo de acuerdo a la ley moral, que es universal y
para todos los tiempos. Con esa
premisa puede censurarse para que
no se repita más: el nazismo con el holocausto, la
barbarie de Stalin, la bomba atómica y las guerras mundiales, el terrorismo
como sistema, la trata de personas y las manipulaciones genéticas, el aborto y
la eutanasia etc.
Pero resulta que, al esconderse la verdad de los
criterios morales establecidos por la ley de Dios y al haberse perdido el
sentido del pecado, el hombre, sin ser muy consciente, empieza a cambiar de
mentalidad. Si ya no se siente culpable le parecerán anticuados los 10
mandamientos y adquirirá una actitud permisiva y tolerante con una apertura
proclive al eclecticismo. De este modo quien está de acuerdo con la condena del
nazismo y la bomba atómica, no vería mal que se aceptara el aborto y la
eutanasia.
Como hay un desconocimiento de la ley moral a
muchos les puede parecer que es cuestión de opiniones, como si se tratara de un
debate entre liberales y conservadores.
La
ingenuidad (o ignorancia religiosa)
al no conocer los efectos negativos del pecado.
Hora se puede decir, sin temor a equivocarse, que la aparente buena voluntad del ecléctico
se irá deformando poco a poco, al chocar con la realidad. En una primera
instancia defiende aperturas e incluso las rebeldías
de los que buscan romper los moldes tradicionales.
Su postura o determinación es más
teórica que práctica. Luego la vida le hará pasar, poco a poco, en sus
propias relaciones humanas, de la indulgencia a la falta de tolerancia. Y al
final terminará descubriendo que no puede seguir pensando como lo venía
haciendo, porque la naturaleza humana va por otro lado. Entra en una suerte de
angustia existencial.
Cuando una persona no vive de acuerdo con la
verdad objetiva, y no tiene en
cuenta las implicaciones morales en los actos humanos, tendría serias
dificultades para pensar con claridad y dar una buena opinión para juzgar
determinados hechos o situaciones. Necesitaría antes, como todos, luchar contra el propio egoísmo personal y descargar de
su interioridad posibles resentimientos que le impedirían tener comprensión y
misericordia con los seres humanos. En ellos se da una paradoja interesante:
quieren tener una gran apertura y se sienten tremendamente intolerantes. Es
entonces cuando fuerzan una postura de tolerancia que es artificial. El
voluntarismo no puede crear el amor. Nada que esté fuera de la realidad puede
crear el amor.
La cabeza caliente y el hígado gigante
convulsionan a las personas y las hacen esclavas de sus propias limitaciones. Ese
desorden origina un automaltrato
habitual y un fastidio crónico con unos pesos encima, bastante aplastantes, que no dan cabida a la libertad.
Hoy, más
que en otras épocas, muchas personas mayores, por ese tipo de complicaciones, parecen adolescentes en crisis, con la desventaja de que han
pasado años y la crisis, de la cual nunca
salieron, a tomado cuerpo causando daños irreparables en su personalidad.
Cuando se juzgan las cosas desde una situación
de crisis, se buscan culpables a como de lugar. Una situación de crisis es la
que tiene un hombre o muchos hombres, que viven con graves limitaciones humanas
y no son libres. El malestar que llevan va generando en ellos, con el tiempo, un resentimiento amargo y
hasta odioso.
Las personas que se encuentran en esas
situaciones quisieran escapar de esa sujeción y empiezan a elaborar teorías que justifiquen su conducta y
la decisión que han tomado, para luego solicitar la patente de corzo que
les de derecho a condenar y a excluir a los que consideran causantes de sus
“desgracia” Se convierten en
los indignados de turno.
Quienes optan por el liberalismo absoluto (sin reglas ni normas) van
cayendo paulatinamente en un considerable desánimo que los lleva tarde o
temprano a la depresión.
Primero viven con la ilusión de sus teorías,
considerándose creativos, con un estilo de vida original que se fue formando
con sus gustos y opiniones, todo al
margen de reglamentos o normas externas, que siempre rechazaron y
combatieron, y después caen en una desorientación total, han perdido la brújula
y ya no les importa nada. Viven cargados de amargura.
Muchos dicen que son católicos pero no
practicantes; otros que practican algo, pero no están de acuerdo con lo que la
Iglesia enseña, también existen los que les gusta, por snob, llamarse agnósticos,
para tomar una postura sin compromiso y
distante. Todos ellos ocupan un espacio cómodo donde reina la tolerancia y la
indulgencia, hasta que empiezan las limitaciones y se ponen a incordiar, para
terminar luego en la desilusión y el fracaso. Así son los liberales eclécticos
que van camino de la depresión con un pesimismo total que termina envolviéndolos.
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