Orfandad global
AUSENCIA
DE PATERNIDAD
La presencia del padre
en el hogar es fundamental para la educación de los hijos. El padre no debe
delegar esa función a otra persona. A él le toca junto a su mujer educar con
amor a sus hijos. Es la tarea principal que tiene el padre y es más importante
que los negocios.
Toda persona debe tener
un padre que lo quiera, lo oriente y lo
conduzca por buen camino en la vida, es esencial para el buen desarrollo de
la personalidad. El padre no es más que un instrumento de Dios que participa de
la paternidad divina. Recibe ese don de Dios para que con el amor a su esposa
eduque a sus hijos. El papá necesita del amor de la esposa y de la ayuda de
Dios para poder ejercer la paternidad. Es una paternidad que tiene como cimiento seguro la fidelidad
matrimonial. El camino al Cielo de la mujer casada es a través del amor al
marido y el camino del marido es con su esposa. De este caminar de los dos y
del amor a Dios proceden la paternidad y la maternidad, que pone a los hijos en
condiciones de ser ciudadanos del cielo.
La
presencia del padre
El padre no debe faltar
en la vida de la casa. Su presencia debe ser activa, constante, efectiva y
afectiva. El hogar debe estar impregnado del amor del padre. Es el amor de
fortaleza que da seguridad y de una inteligencia orientadora que tiene grandes
dosis de comprensión. El abrazo y el beso del padre que comprende es la mejor
motivación para recomenzar.
Los hijos bien formados
recomienzan continuamente. Cuando hay
ausencia de paternidad surgen en el hogar, sobre
todo en los hijos, acostumbramientos negativos:
vagancia, tardanzas, desorden, abandono,
encierros, silencios, incomunicación, torpezas, insolencias, huidas, impurezas,
engaños, etc.
La paternidad no es
solo fortaleza y seguridad, es también un referente moral para la honradez y el
espíritu de sacrificio. Los hijos deben ver que el padre saca adelante el hogar con el esfuerzo y el
sacrificio que pone en un trabajo limpio y honesto. La rectitud del padre en su
ambiente laboral y ante las diversas circunstancias de la vida, se convierte en
un cimiento de fortaleza y seguridad
para la estabilidad moral de los hijos.
La limpieza, rectitud y
hombría de bien del padre, que además es de generosidad y de alegría, crea en
los hijos una extraordinaria capacidad para recepcionar, con prontitud y anticipadamente, los valores más importantes para
su formación como personas.
La
ausencia del padre
Hay muchas maneras de
faltar a la casa y de poner trabas a la paternidad. Cuando el padre
habitualmente no está y no puede tener contacto con los hijos. Los motivos de la ausencia pueden ser
variados, sin embargo hay una diferencia grande entre el padre fiel y el
infiel. Un padre fiel, que quiere mucho a su esposa y a sus hijos puede
ausentarse de la casa por motivos de
trabajo. Si estos padres mantienen su
presencia a través de una comunicación que los une a todos, se puede decir que
está ejerciendo su paternidad a distancia. Solo habría que recomendarle que
venga a ver a su esposa y a sus hijos todas las veces que pueda y que trate, en la medida de lo posible, conseguir un
trabajo que no lo aleje de su casa.
Es lamentable y
censurable el padre infiel que saca el pie del plato con una doble vida
oculta, y trata de ejercer una “paternidad”
de control, que no tiene los elementos esenciales de la auténtica paternidad,
que exige de la fidelidad plena. No se
trata solo de estar en la casa sino de estar para la esposa y los hijos con el
corazón ordenado y no partido.
La infidelidad conyugal
es el cáncer del hogar que mata la vida familiar y destroza a la sociedad, la
hace insegura y agresiva. Los hijos sin control pueden hacer barbaridades con repercusiones serias y
graves para toda la vida.
Tampoco ejerce la
paternidad el padre que está metido en sus cosas y no tiene tiempo para los
hijos, piensa que para ellos basta que se ocupe la madre y el colegio. Peor es
el padre autoritario que maltrata a los hijos y los tiene pisados sin darles libertad. No hay paternidad cuando hay miedo y
maltrato.
La
paternidad espiritual
Existe también la
paternidad espiritual de otras personas que con muy buena disposición ayudan y
orientan al prójimo por el camino correcto. Pueden ser laicos, sacerdotes o religiosos.
Al Papa se le llama Santo Padre porque también ejerce una
paternidad espiritual. En idéntica línea está la paternidad de las personas
entregadas a Dios, que son instrumentos que cumplen una misión apostólica con
las personas que el Señor les pone cerca. Este tipo de paternidad se sitúa en
un nivel distinto al de la paternidad del padre biológico.
El director espiritual
o el sacerdote no es el papá del dirigido, aunque éste no tenga padre. La
paternidad espiritual es distinta porque está abierta a todos los hombres y no
se restringe a personas concretas. En este tipo de paternidad el trato y los
procedimientos son diferentes.
La paternidad
espiritual no requiere del matrimonio pero sí requiere de Dios. También la
paternidad espiritual es participación de la paternidad divina. El padre espiritual
se capacita para ejercer la paternidad viviendo la castidad y por lo tanto entregando
su corazón entero a Dios. La entrega lo faculta para amar con limpieza y
fortaleza con un amor de padre y sin las familiaridades
de la paternidad biológica. Además es una paternidad que se extiende a todo
tipo de personas y se sitúa en un nivel distinto al de la paternidad del papá.
El padre espiritual mira el fuero interno de las
personas guardando el silencio de oficio de todo lo que le cuenta el que es
dirigido. No debe transmitir a nadie, por
ningún motivo, lo que escucha en una confidencia de dirección espiritual. Esta
paternidad se ejerce rezando por el
dirigido, dándole los consejos oportunos y acompañándolo, con afecto y cariño, en su camino.
Se produce entre el
director y el dirigido una auténtica amistad, con una fuerte reciprocidad, que es característica esencial de la amistad,
pero cuando se trata de la paternidad espiritual se llama correspondencia. El
director espiritual no busca para él una retribución o paga, es solo un instrumento de Dios, la
amistad es el amor humano y sobrenatural con una respuesta del amigo al querer divino. Está claro que
para que haya amistad deben funcionar los dos, igualmente para que haya
paternidad deben funcionar bien el padre y el hijo.
Los hijos que no
quieren recibir la paternidad que Dios les alcanza a través de sus instrumentos
se hacen culpables de las consecuencias de esos desatinos.
Cada persona debe tener
un papá y padres espirituales para tener una buena orientación en la vida con el
cariño varonil, que será consecuencia del ejercicio de esa paternidad.
No se debe olvidar la
distinción entre el papá y el padre espiritual. El primero mira
fundamentalmente a su hijo, con los demás
no tiene gracia de estado, en cambio el padre espiritual se debe a todos, y por lo tanto no debe tener amistades
particulares o ejercer padrinazgos con determinadas personas. Será padre para
todos; para eso tiene gracia de estado.
Agradecemos
sus comentarios
1 comentario:
Guauu hermosa reflexión! sin duda la paternidad correcta es lo que Dios quiere, y me recuerda lo que dice malaquias 4:6a, "El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres".
Publicar un comentario