Las heridas del
falso orden
REORDENAR
EL ORDEN
El
orden es una virtud que es consecuencia del amor de una persona. En la
naturaleza se puede apreciar el orden que puso el creador por amor a los
hombres. El orden tiene una direccionalidad, siempre apunta al ser humano. Para
cualquier persona ser ordenado debe significar ser mejor. El orden externo es
un reflejo de cómo se encuentra el corazón del hombre, no es solo la estética
de lo que se contempla sino más bien la finalidad de lo que se quiere: por qué lo hizo, qué intenciones tuvo y
hacia dónde se dirige.
En
esta virtud como en tantas otras se suelen dar interpretaciones sesgadas hacia
determinados aspectos que muchas veces se quedan en una simple caricatura y
entonces la virtud desaparece.
Cuando falta la virtud las personas pueden caer en la indiferencia y en
el cumplimiento rutinario de algo establecido. Cumplir con algo no es malo en
sí, lo malo es la situación de la persona que actúa de un modo maquinal o
rutinario, y al hacerlo, deja una estela de incomodidad para los otros. Quien
permite que la rutina le quite la virtud, ya no ve con claridad, y quizá ya no
le interesa lo que le pasa a las personas, y deja de tenerlas en cuenta. Se acostumbra a emplear la receta de rigor
a ojos cerrados. Cree que la medicina sin más es buena y basta.
El
orden de un libreto no es la virtud del orden. Para que sea virtud hay que
mirar cómo quiere la persona que realiza esa acción. Solo cuando se trata de los aspectos
sobrenaturales y por el bien de los fieles, la Iglesia enseña que los
sacramentos se dan cuando se hace lo que la Iglesia quiere; o sea, cuando se
aplica la materia y la forma, sin que tenga que ver el estado de gracia del
ministro. Se produce el efecto ex opere operato, por obra de lo obrado. En cambio en las virtudes humanas es
indispensable la integridad y la sinceridad de la persona que realiza la acción,
para que esta sea virtuosa y consiga los efectos convenientes. Nadie da lo que
no tiene.
La artificialidad de un
“orden” establecido
Sin
que las personas tengan mala intención, podrían caer en una situación esquemática o teórica, donde hay imagen,
todo suena bonito, pero no existe la virtud. Hay situaciones de orden
establecido que podrían caer en la crueldad, cuando no están conectadas con la
caridad: actuación ciega sin tener en cuenta lo que debe ser prioritario en las
personas: salud, disposición,
circunstancias personales o familiares, etc.
La
persona que ama de verdad tiene en cuenta las circunstancias, sabe lo que pasa
en el momento actual y se preocupa por el bien de las personas. Sabe medirlo
todo con cautela para poder aplicar, si
es el caso, la ley o el reglamento. Aplicar la ley sin más o hacer las
cosas simplemente porque son legales, no deja de ser una cortedad y una
ligereza, que podría ocasionar situaciones graves de injusticia.
En
los asuntos más triviales nos encontramos a menudo con cosas que están
ordenadas por personas que siguen unos parámetros personales o establecidos por
un sistema, que ocasionan incomodidades y hasta rechazos.
Cuantas
veces es necesario reordenar lo que otros han ordenado para nosotros, sin tener
en cuenta nuestra situación y nuestras reales circunstancias, (me refiero a cosas que tienen que ver con
nosotros, o sea que la persona puso su “orden” sin ver nuestra realidad o nuestras
circunstancias, sus ojos no estaban en nosotros sino en el orden que tendría
que ser. Enseguida pensamos que a esa persona no le interesamos para nada y
podría estar haciéndonos un daño irreparable.
El “reglamentarísmo” de la burocracia
Cuantos
funcionarios conocen perfectamente los procedimientos y reglamentos y se
esfuerzan por ser fieles a la letra de esas indicaciones que han recibido,
incluso hablan con un lenguaje oficial y no saben mirar las circunstancias de
las personas. Es muy difícil hablar con ellos porque solo están para recordar
lo que se debe cumplir. Les parece terrible que se falle en el cumplimiento de
lo establecido y velan para que eso no ocurra. Las circunstancias personales de quienes se acercan no son de
su incumbencia y no las quieren escuchar, son como máquinas o sistemas que “nunca
se equivocan” . La formación de un personal así estaría totalmente sesgada
y carente de virtud.
A
las personas hay que formarlas para que quieran a las personas y para que
tengan en cuenta las circunstancias de cada uno. Es allí donde debe apuntar la
inteligencia humana de un modo prioritario. La falta de comunicación en esos
aspectos aleja a las personas y el orden que se quiso poner, que puede parecer poderoso y conveniente,
sería un desorden considerable, que terminaría deteriorando la relación que
debe haber entre los seres humanos.
El
orden como virtud no es una imposición ni un reglamento, tampoco la manía
estética de la terquedad de un temperamento herido que quiere corregir sin más
lo que él considera que está mal y lo hace con un autoritarismo solapado.
Ocurre cuando las manías sustituyen a la virtud. Para defender el orden no se
debe malquerer a nadie con caras largas o mal humor y mucho menos con broncas o
gritos destemplados.
La delicadeza y el cariño
son propias del orden
El
orden es amor a los demás, conocer bien a las personas, buscar lo mejor para el
prójimo, querer desigual a los que son desiguales. Una persona ordenada tiene
en cuenta los distintos matices o variedades que hay en la vida de las
personas. No busca pasar a la gente por el mismo aro o por la misma medida. Una
persona ordenada a simple vista parece desordenada por la cantidad de asuntos
que mueve y la variedad de cosas que aprueba, sin hacer acepción de personas. El que ama encuentra para cada uno la respuesta
que debe dar y así ayuda a que las personas se sitúen bien. El que ama tiene
muchos amigos y gracias a su amor cultiva su amistad: eso es orden.
El
orden es inteligencia. La mejor definición de la inteligencia es la capacidad
de la persona para situarse bien. El que es ordenado sabe situarse bien, en el
sitio que le corresponde, sin meterse donde no debe y metiéndose donde debe. El
ordenado suele ser una persona con muchas iniciativas favorables a los demás.
El ordenado es el que resuelve la vida de las personas porque llega a los
matices de cada uno.
Agradecemos sus
comentarios.
1 comentario:
Padre M. Tamayo:
Como siempre muy interesantes sus artículos, este por cierto no se queda atrás.
Me ayudan a mirar lo que necesito mejorar y sobre todo se lo trasmito a mis hijos y amigos cercanos.
Gracias por su dedicación a enseñar y a difundir temas que no les sabemos dar la importaancia que tienen.
Saludos afectuosos.
Wilfredo Amayo C.
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