Los tesoros del
hogar
AMOR
DE ABUELA, MADRE Y HERMANA
Todos
los seres humanos necesitan, y con más urgencia a los hombres, el
amor de la abuela, de la madre y de la hermana. Ese amor que viene de arriba
fortalece tremendamente el corazón haciéndolo noble, limpio y libre. Es el amor femenino del hogar, que no tiene una connotación sexual, el
que remueve la fibras más profundas de la interioridad de las personas para que
sean buenas y virtuosas.
Las
mujeres que tienen esos papeles, en las
distintas etapas de su vida, deben tener una trayectoria ordenada que puede
haber sido muchas veces modificada por los cambios y conversiones que han
experimentado. La vida enseña a rectificar y la persona que sabe pedir perdón
para poder vivir la fidelidad de su vocación, se hace inmediatamente idónea
para el ejercicio de su papel.
En
la misma antropología del ser humano encontramos ese amor de mujer que es
propio del hogar, porque es el ejercicio de la maternidad. Es la respuesta
diáfana a la misma naturaleza humana que le pide a la mujer el amor más limpio
y más noble para los seres queridos. Esta inclinación natural, que lleva
consigo una bondad, es reforzada por la presencia de lo sobrenatural, (la ayuda
de Dios a través de la gracia).
Las
madres traen al mundo a los seres humanos. No son máquinas de producción, son
madres con unos sentimientos de ternura y protección para los hijos y también
para los hijos de los hijos. El sentimiento maternal de protección y cuidado se
puede extender a más personas. Las mujeres son buenas cuidadoras. Lo podemos
notar en las enfermeras o asistentas sociales, también en las empleadas del
hogar.
La
ternura y el cariño que ponen en el trato de sus seres queridos es único y
tiene un enorme valor. El fácil que los demás se acostumbren a ver a las
mujeres en ese modo de ser y se queden pensando que son así, son sus modos, son cosas de mujeres, y no logran ver que esos dones, los
ha recibido la mujer para inyectar en los miembros de un hogar, la pureza del
amor.
Las
personas jóvenes tardan en valorar los maravillosos sentimientos de amor de las
abuelas y de las madres y pueden, con su
actitud desalmada y desaprensiva, ocasionar penosas situaciones de dolor. ¿Quién no ha hecho sufrir a su madre o a su
abuela? Cuando pasan los años
duele mucho el haber sido así. La intransigencia juvenil en este campo es un
error que se debe corregir. No se debe que pensar que todos los jóvenes deban
ser así y que por lo tanto sean lógicos sus alejamientos o rechazos.
El
permisivismo de la época crea una mentalidad de falso respeto, que es también
dejar que los jóvenes no descubran a tiempo el valor de esos amores que los
hace grandes. La abuela, la hermana y la madre están en la misma línea del amor
salvo excepciones que confirman la regla.
La
abuela y la hermana también son imagen de la ternura. La limpieza de cariño en
las manifestaciones de afecto donde hay una ausencia total de sensualidad. Es
un cariño que tonifica y que defiende, es de protección y da seguridad. A la
hermana se la quiere limpia y sana, se la cuida y se la quiere siempre en casa.
La mujer de la casa es esencialmente mujer para el mejor prójimo que está en la
familia. Su lealtad y fidelidad se convierten en un canto de alegría y de
acción de gracias, también de belleza. Allí está la libertad y desde allí se
conquista el mundo.
Cuánto
de debe agradecer a las abuelas que con sabiduría guardan las cosas de la casa
para sus seres queridos. Son doblemente mamás y refuerzan siempre la
maternidad.
El
amor incondicional del madre es lo más importante en un hogar. Todos
recuerdan y valoran el cariño de
su madre. Sin madre es muy difícil que exista hogar. Todos llegan al mundo por
una madre y todos deben permanecer en el mundo llevando el cariño de la madre.
La Madre cobija, protege y fortalece.
No
dejemos que los ataques a la familia destruyan estos tesoros que tenemos en
casa para la felicidad de todas las generaciones.
Dios
también quiso resaltar a su Madre dándole la calidad de Virgen. Tampoco en ella
están presentes los aspectos sexuales y es la imagen más grande del amor humano
que lleva el título de Madre del Amor Hermoso.
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