Gratitud
para el año de la fe
EL AMOR
DE UN SACERDOTE
El sacerdote es una persona normal de carne y
hueso como cualquier otro mortal. La diferencia está en que Dios lo ha llamado
para que se entregue y le siga a Él dejando
otros caminos posibles. Por lo tanto debe comprometerse a obedecer en todo lo
que el Señor le pida y a identificarse con Cristo.
En virtud del sacramento del orden y como
consecuencia al corresponder a una vocación divina, se podría decir que el amor
de un sacerdote es el amor de Dios. Tendría que ser así. Todo sacerdote debe
ser santo para amar como Dios ama y poder ser un buen instrumento suyo en el
servicio a las almas.
El servicio a las almas no es una función o un
empleo en unas determinadas tareas. Es una vida de amor que influye en las
almas con una fuerza especial que da paz y libertad. ¡Cuánto se agradece en la vida el amor de un sacerdote por las almas! Quienes han estado cerca de un buen sacerdote
lo han podido comprobar. ¡Que fuerte y
grande es el amor sacerdotal! Es el
amor más grande porque es de Dios y es el amor que respeta todos los amores
nobles y se armoniza perfectamente con todos. La relación del sacerdote con las
almas se da de un modo natural y es necesaria para la armonía y orden de las
otras relaciones humanas.
La
gracia de Dios para amar más
El amor de Dios que lleva el sacerdote en su
propia vida va en armonía con los sacramentos que administra y el estado de
gracia que debe llevar consigo. Al ser para Dios y vivir para Dios debe tener a
Dios y dejar que Dios ame a través de Él. Es algo que debe conquistar a diario
luchando por ser mejor, con la ayuda de la gracia. Sus manifestaciones de
afecto estarán respaldadas por la pureza de su alma y de su cuerpo. El cariño
del sacerdote hacia lo demás debe ser limpio y puro. Como hombre que es y
consciente de sus pecados vivirá teniendo en cuenta ciertas medidas de
prudencia para no manchar su corazón y el corazón de las demás personas.
Al sacerdote no le queda otro camino que ser
santo para ser fiel todos los días al compromiso que ha adquirido con Dios. Todos
deben saber que el sacerdote es protegido por la gracia de su propia vocación
para poder cumplir con su misión, pero debe luchar poniendotodos los medios
humanos y sobrenaturales a su alcance. Además cuenta con la oración del pueblo fiel y
de toda la Iglesia que reza por sus sacerdotes.
La
acción del demonio contra los sacerdotes
Se debe tener en cuenta que los poderes del mal
se dirigen especialmente contra los sacerdotes para corromperlos. Corromper a un
sacerdotes es corromper a muchas almas. Un sacerdote corrupto hace mucho daño.
Los casos de pedofilia en algunos clérigos podrían calificarse de diabólicos.
La Iglesia, con la ayuda de la gracia de Dios y la asistencia de la Virgen
María, lucha incesantemente contra las insidias del maligno. Los sacramentos,
los sacramentales y los exorcismos son armas sobrenaturales contra ese mal que
se debe vencer.
El sacerdote, más que nadie, debe andar en
gracia de Dios para amar siempre con el amor de Dios. El sacerdote fiel es más poderoso que el
diablo. Dios lo protege de tal manera que el enemigo no podrá contra él.
El amor
de un sacerdote fiel
El sacerdote fiel agrada a Dios y a las almas.
Es un privilegio ser querido por un pastor que nos quiere colocar en la vida
eterna cuidándonos de todos los peligros.
La Iglesia agradece a los sacerdotes santos que
han conseguido que miles y millones se acerquen a Dios para ser felices en la
tierra y luego en la vida eterna.
Los fieles que hemos recibido, con creces, el amor sacerdotal, estamos
felices de ese privilegio y no cesamos de agradecerle al Señor los tesoros
adquiridos gracias a los sacerdotes
santos.
El compromiso de todo buen cristiano es cuidar a los sacerdotes
para que puedan cumplir siempre con la noble misión que Dios les ha encargado y
rezar para que no falten sacerdotes santos que sepan querer y conducir a las almas por el camino de la verdad que
lleva al Cielo.
Oh Señor
que dijiste a tus apóstoles: “la mies es mucha y los obreros son pocos, rogad al
dueño de la mies que envíe obreros a su mies”. Te pedimos que envíes a tu
Iglesia del Perú numerosos y santos sacerdotes.
Agradecemos
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