La estética de
los afectos humanos
LA
DISTANCIA ELEGANTE DEL CARIÑO
Lo
bello suele ser lo más atractivo y también lo más elegante. Cuando contemplamos
los afectos humanos nos gusta ver que las personas se quieran con un cariño
elegante y edificante, que es a la vez tonificante para todos.
En
los ámbitos familiares el cariño profundo, sin simplezas ni ligerezas, eleva el
ambiente del hogar. El cuadro que se contempla tiene sus particularidades en
cuanto a la belleza y a la atracción. Es como cuando se contempla distintas
obras de arte y todas tienen calidad. La calidad de las relaciones humanas en
los hogares, cuando el amor es limpio y ordenado, posee una belleza
indescriptible y emocionante, que es acicate para toda la sociedad.
Cuando
los miembros de una familia procuran darle lo mejor a sus seres queridos la
capacidad de comunicación, inherente a la naturaleza humana, adquiere un
desarrollo increíble. La transmisión es una suerte de entendimiento con una
amplitud de comprensión que conmueve. Las personas vibran al encontrarse tan
conectadas como queridas y con un conocimiento por el otro de enorme categoría
humana. El apreciar que el otro
nos quiere de verdad porque nos conoce bien es tener una gran seguridad que se
convierte en fortaleza. ¡Qué alegría se siente al ser fuertes por el amor limpio
que nos une!
Cuando
se sabe tener una comunicación fluida, por el conocimiento que procede del amor,
las manifestaciones de afecto son ordenadas y elegantes. Están muy lejos de la
chabacanería y de los tratos superficiales de los acercamientos sensuales a la
vista de todos. Se sabe dar un buen abrazo o un beso cariñoso sin la melosidad
y el desatino de la falta de virtud. Se encuentra la distancia conveniente de
la relación elegante y fina, que se expresa en manifestaciones de cariño sanas y
limpias, sin los vicios pegajosos de los arrumacos melifluos. Así son libres
las personas y mucho más felices.
La
falta de virtud en las manifestaciones de afecto es también una falta de
control que conduce a un desorden. Es cuando la persona se deja llevar sin más
por los impulsos de su cuerpo o por un ambiente flojo de pérdida de tiempo
donde lo frívolo o lo superficial encuentran espacio. Encontrarse a una persona
colgada o enganchada a otra persona
es antiestético a primera vista y puede tener connotaciones negativas en la
interioridad de ambos, sobre todo cuando se ha perdido la distancia que en toda
relación pudorosa se debe dar. Estas consideraciones son válidas para todas las
relaciones humanas, también entre marido y mujer cuando están a la vista de
todos.
Se
puede apreciar y establecer las diferencias entre una pareja de esposos que
están juntos manifestándose el cariño de un modo fino y elegante y unos esposos
que se manifiestan el cariño de un modo impudoroso y hasta agresivo para los
demás. Cuando los padres manifiestan su cariño noble y sano delante de los
hijos se cuidarán de no tener ligerezas o simplezas entre ellos, que nunca
serán más amor, porque la manifestación externa del amor tiene también un nivel
elegante de categoría humana.
En
las relaciones con los demás familiares existe también una sana distancia
dentro de un clima de delicadeza y respeto. Las personas son distintas y la
inteligencia es la que sabe distinguir las diferencias para lograr el trato
adecuado y armonioso. Nunca se dará paso a la chabacanería o a unas
familiaridades antiestéticas. Está claro el antiguo refrán que afirma que “los juegos de manos son de villanos” No es virtuoso ver entre los hermanos y
primos acercamientos con matices de sensualidad, o preferencias en
manifestaciones de cariño más “aparatosas”, tampoco golpes “cariñosos” que podrían ocasionar
molestias, o juegos que estén en el límite de lo que podría calificarse como mañosería. Se saldrían del cuadro de un ambiente familiar sano,
expresiones o burlas con referencias o connotaciones sexuales.
El
clima del hogar debe ser sano en todas sus manifestaciones y expresiones. La
casa es sagrada y querida. Es el lugar donde se pone la delicadeza y finura,
que son expresiones de amor ordenado y libre. Cuando se arregla la casa es para
que los seres queridos estén mejor y sean felices. El arreglo de la casa no se
queda en la decoración, es también el arreglo de las personas que dan un clima
sano de verdadero cariño que es fortaleza y seguridad. La pureza protege a las personas. La
impureza ataca, descuadra y corrompe.
La
relación entre los parientes debe ser de una extrema pureza. Los chicos
aprenden de los grandes. Los padres deben cuidar que en la casa todo sea sano,
que no existan lugares ocultos donde se esconden los que no se portan bien. Que
todo sea claro y trasparente y que cada uno sepa que la honestidad y rectitud
no solo hacen una buena conducta digna de imitar, sino que crean también un
clima de auténtica libertad.
Por
eso decimos que el cariño más grande tiene una elegante distancia que permite
quererse con libertad y que proyecta en todo el hogar y en la sociedad un
cuadro bello de una unidad inquebrantable.
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