La transmisión
de la sabiduría
LA
PATERNIDAD DE LA AUTORIDAD
Se
dice de un médico que es una autoridad cuando sabe mucho de un tema de su
especialidad y se hace confiable. Además cuando posee una gran sabiduría, que combina el saber con la comunicación,
se dice también que es “una eminencia”
La certeza de quienes usan esas expresiones es firme y subraya, junto a la admiración, la cercanía de
esa persona instruida.
Se
pide que las “eminencias”, en el sentido
en el que estamos hablando, estén cerca. También podríamos decir que es
eminencia porque está cerca. Es en la cercanía donde se ve la sabiduría. El
bien es transmisible (difusivo), y si es más grande es más trasmisible,
pero requiere también de una persona grande: la eminencia, la autoridad, el que sabe. El que sabe da alegría
cuando: transmite, protege, ayuda, orienta, defiende. La cercanía
de la autoridad no es necesariamente física.
La sabiduría es de por sí
trasmisible (transciende
cuando va acompañada por la vida)
La
sabiduría de la autoridad es para el subordinado. Si fuera solo para él, ya no
sería autoridad, ni tampoco sabiduría. Un erudito en conocimientos no es una
autoridad con sabiduría.
Se
dice autoridad con relación a otro que se encuentra en un grado de inferioridad
(no es peyorativo,
quiere decir más abajo);
el superior transmite una sabiduría amando a los que la reciben para el bien de
ellos mismos. La jerarquía es para el servicio, no para lucirla. Es además para
un servicio desinteresado que eleva al subordinado.
Un
profesor tiene autoridad cuando sabe su curso y posee unas condiciones óptimas
para la transmisión de lo que conoce. La trasmisión podría ser personal, como
en el caso del profesor particular que tiene empatía con el alumno, es amigo de él y buscará lo mejor que tenga
para dárselo, y también puede ser social, cuando el profesor sabe manejar el aula y consigue que todos le hagan
caso, aprendan y desarrollen cualidades.
La paternidad (autoridad)
no es propia de la carne sino del espíritu
En
el caso de un padre de familia el reconocimiento que los hijos puedan tener de
él no es propio de los genes o de la sangre, sino de la autoridad. La autoridad
tiene más significación y esencia que la misma sangre. En este caso se trataría
de la paternidad, que no es la potestad
de ser padre, o lo que se llama también patria
potestad, que se ve como un derecho que tiene el padre para educar, tampoco
sería el paternalismo en sentido
peyorativo: el padre que lo hace todo y consigue todo para el hijo, -muchas
veces inmaduro e inútil-, que se
acostumbra a recibirlo todo y no valora nada.
Se
trata más bien del poder de la verdad
que un padre debe transmitir con amor. Así es como el prestigio de la
paternidad es autoridad: un derroche de amor que cura y edifica. El hijo recibe
todo para que sea mejor y lo acepta por la autoridad del padre que lo quiere de
verdad.
Se
puede decir que, en un padre, la
paternidad y la autoridad se identifican, ambas forman parte de la persona del
padre. Las personas, (como en el caso de
las personas divinas) se conocen por sus relaciones. Para el hijo el papá
debe ser todo un padre para él, (es el
hombre bueno que transmite cosas buenas para que el hijo sea bueno). No es el
protector o el facilitador “buena
gente” que busca estar cerca del hijo, por
su propia comodidad, para que el hijo lo considere o le pague después por
lo que haya hecho por él.
Es
importante añadir que el prestigio de la paternidad se tiene solo si existe
unidad de vida, una trayectoria correcta del padre en todos los aspectos y
situaciones, que va de acuerdo con la verdad e incluye también los errores que
cometa con las rectificaciones y arrepentimientos que le debe dictar la virtud
de la humildad, que también es la verdad y es fundamental para la autoridad.
La paternidad y la
autoridad desaparecen con la mentira (quedaría el autoritarismo,
el permisivismo, los engreimientos, el amor posesivo que es egoísta)
La
mentira destroza la autoridad. Una autoridad mentirosa pierde prestigio: esconde, manipula, juega con los
sentimientos de las personas, utiliza a la gente para su beneficio personal,
exagera, teoriza buscando acomodos.
El
mundo está lleno de charlatanes y
manipuladores, también de gente que busca medrar a como de lugar. Están buscando por todas partes la
oportunidad de salir en la foto.
La corrupción de la autoridad suele empezar por la corrupción de la
paternidad.
En
la historia podemos observar casos interesantes. El papá de Mozart se preocupó
más de la genialidad musical de su hijo que en formarlo como persona, lo promocionaba
para que sea oído en las cortes y él llevarse también las palmas. La amistad
que tenía el rey Enrique II con Tomás Becket era para utilizarlo a su servicio.
Le daba todo pero tenía que estar sumiso a él, lo mismo pretendió Enrique VIII
con Tomás Moro en Inglaterra. Al final, ambos reyes mataron a sus mejores
amigos porque no quisieron someterse a la aceptación de unas medidas que
afectaban a la pureza y sublimidad
de la doctrina católica.
Las
relaciones humanas deben tener siempre en su esencia a la verdad, (amistad, paternidad, amor conyugal). Relaciones armoniosas de
unidad, que es vivir de acuerdo con la verdad, es donde se debe poner el
corazón. Las relaciones humanas acertadas surgen del el amor que llevan las personas (un amor noble, leal y limpio), si no es así, es porque se ha
metido la mentira que envenena todo.
La
autoridad es el ejercicio del amor en lo que hay que transmitir desde una
jerarquía para enriquecer al súbdito o al subordinado. El súbdito nunca debe ser utilizado, ni menos explotado.
El
utilitarismo, la explotación, la tiranía, el acoso, son los síntomas más claros
de la corrupción de la libertad. Así se descubre la mentira y la falta de
unidad de vida de quienes ejercen mal la potestad o de quienes la han adquirido
sin merecerla.
Es
importante distinguir la moral de lo que es legal, y más en los ambientes donde
predomina el positivismo legalista. No se trata solo de conocer y aplicar las
leyes, se trata de ser personas
correctas y honradas, que buscan el bien para todos y saben cuándo deben
sancionar con la ley, y cuándo deben emplear la epiqueya porque el sentido común y la conciencia lo dictan así.
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