La tragedia de
la incomunicación familiar
INCOMPRENSIONES
MORALES
La
diversidad de criterios y mentalidades del mundo contemporáneo ha creado una
suerte de incomprensión, permanente y tercamente
inamovible en la relaciones humanas entre personas próximas, que aumenta con el
consenso “moral” de la opinión de las mayorías en temas trascendentales. El tolera y calla, indigesta la
interioridad de las personas porque se ven impedidas de ayudar a los más
cercanos. Al estar reprimidos sin poder decir nada, se da paso a una crítica
interna atroz que termina generando con el tiempo, la indiferencia más cruel.
En
un mismo lugar y frente a los mismos hechos pueden convivir personas con
criterios totalmente opuestos en temas de fondo, que estarían plenamente de acuerdo con una uniformidad o formalidad, a estilos de vida cómodos e independientes, donde nadie se mete con nadie. Lo uniforme es acostumbrase a vivir sin meterse
en la vida de los demás, quedarse callados y no opinar sobre lo que hacen o no
hacen los que viven al lado.
Estas
características son típicas de una sociedad relativista. Al dejar de lado la
verdad, la moral se subjetiviza; cada
uno quiere imponer su modo de ver las cosas, para que se actúe según su
criterio. Si no lo consigue se quita de en medio, cayendo en la política de la no intervención, que
respeta las “verdades” de los demás sin darse cuenta de la incomunicación que
está generando. No querer actuar es aislarse y querer que todos hagan lo que yo quiero es conseguir que los demás se
alejen.
La moral y la comunicación
La
moral por sí sola no es comunicativa, no persuade, es como el semáforo: si está
verde se puede pasar, si está rojo hay que detenerse. Lo que persuade y
comunica son las personas que viven de acuerdo con la moral, si aciertan con
las leyes son libres y pueden conseguir muchos bienes. El bien de por sí es
difusivo, influye. El bien es superior al mal.
Cuando
las personas no viven de acuerdo con la verdad, o la ley moral, que es
universal, la “moralidad” de sus criterios, por el modo de ver las cosas,
oscila entre la tiranía y la “manga
ancha” o permisividad. La conducta que se deriva de estos criterios aleja a
la persona de las personas. Si a una persona no le parece como actúa la otra,
se pone a distancia y luego termina poniéndose a distancia de la mayoría, (de unos más y de otros menos), y se
queda rodeada por unos muros que fabrica con ese tipo de actitud.
Hoy,
lamentablemente, muchas personas que
están rodeadas de gente, no pueden comunicarse con nadie en los temas
trascendentes, los más profundos e importantes de los seres humanos.
La incomunicación en los
hogares
Se
puede ver claramente que en muchos hogares los padres pierden la comunicación
con los hijos y si ésta no se arregla a tiempo se cae en un tipo de relación de
“respetos” y “tolerancias” donde el permisivismo, pone una venda en los ojos,
que impide ver la vida del hijo “cercano”. Cuando se dan estas circunstancias,
las angustias y las incomprensiones crecen sin parar, los nervios y las
tensiones se alternan con el pesimismo y las depresiones. Vivir en vilo de un modo habitual crea
inseguridad y destruye la paz de los ambientes familiares.
Cuando
las cosas empeoran en el hogar se puede, por
cansancio, caer en la indiferencia, que es una grave enfermedad del corazón.
La indiferencia es tibieza total, falta de amor. El ambiente familiar se
construye con el amor entre los miembros de una familia. La indolencia de una persona, que
podría parecer madurez (mirar los
problemas y no sentirse afectado), es como bomba de tiempo que tarde o temprano termina estallando.
La
incomunicación consentida, como si se
estuviera por encima de los problemas, hace a las personas duras y
desalmadas. La costra que crece en el alma oculta una grave herida que si no se
cura ocurre lo que decía un famoso filósofo de la antigüedad: el hombre se convierte en un lobo para el
hombre.
La
falta de comunicación es un enfriamiento en las relaciones familiares que
produce intervenciones hirientes y amenazantes en las relaciones familiares: “no se metan conmigo”, “yo soy libre y hago
lo que me da la gana” y después: huidas
constantes sin avisar a nadie, silencios
prolongados, caras largas de aburrimiento y la construcción barreras o muros
para que no se metan en sus vidas. Un encerrarse en una privacidad absoluta
que es una verdadera esclavitud.
En
esas situaciones es fácil crear una “moral” subjetiva (para
demostrar que se hace algo bueno) pero no tiene peso cuando falta la
disposición de acercarse al prójimo rompiendo la barrera de la indiferencia y
de la incomunicación.
Los
que quisieran ayudar a un ser querido distante por esas circunstancias, se ven atados de manos y con una gran
mordaza en la boca. Estas situaciones hay que evitarlas desde los inicios con
relaciones familiares armoniosas donde haya una comunicación fluida en un
ambiente de paz y de amor. Qué difícil es tratar de arreglar una situación de
incomunicación originada por un mal acostumbramiento
en las relaciones familiares: cuando cada uno fue por su cuenta. El
relativismo tiene mucha culpabilidad al crear una conciencia de que da lo mismo comportarse de cualquier
manera con tal de no molestar a los demás.
Incomunicaciones sociales
Las
incomunicaciones sociales son situaciones absurdas de nuestra sociedad creadas
por el relativismo. En los ámbitos laborales, fuera del hogar, es ridículo observar los escenarios de las incomprensiones morales entre dos
sectores opuestos de la sociedad, el afán de protagonismo para brindar una buena imagen no deja de crear
situaciones que podríamos calificar de hipocresía
social, donde se ventilan las leyes o reglamentos, como criterios a tener
en cuenta, con una falta de rectitud total, y peor cuando se llama a los árbitros o facilitadores de
encuentros, que logran, como gran cosa,
conseguir una tregua para que en la
foto salgan las dos partes dándose la mano y sonriendo frente a las cámaras,
como si existiera un real acuerdo. ¡Cuánto tiempo se pierde! y ¡cuánto dinero
se gasta! en esas actuaciones de circo, que
engañan a la sociedad.
Los
sectores opuestos se autocalifican de moralizadores y se acusan mutuamente de
corruptos. A la hora de pelear desaparece el relativismo, ellos son los buenos
y los otros son los malos. Los “buenos” deben ir al poder y los “malos” a la
cárcel. Son juicios donde desaparece la tolerancia. No existe la verdad y mucho
menos la comprensión y el perdón.
Lo
que vemos en la calle tuvo que corregirse antes en la casa. Es un problema de
falta de educación. El éxito
social no es el éxito económico. No se educa para tener plata ni se vive para
tener. El hombre que busca tener para ser, se deshumaniza.
El
hombre tampoco nació para el placer y la diversión. Si se le da mucho placer y exagera
en sus diversiones crece inseguro y se lo puede llevar cualquier viento, crece sin fortaleza y no podrá resistir las
inclemencias de un clima hostil.
El
hombre no ha venido al mundo para hacer cosas. Ha venido para ser bueno. La
moral no es hacer cosas buenas sino ser persona buena. Solo siendo persona
buena se sabe cómo son las personas. Las cosas buenas dependen de las personas
buenas y no al revés. Las personas buenas son las que saben comunicarse y
ayudan a que todos estén comunicados. Esta comunicación de llama Unidad.
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