La jugarreta de
la mano negra
LOS
COLORES DE LA CONSPIRACIÓN
Sin
que haya mucha conciencia de lo que se está haciendo un porcentaje bastante
elevado de reuniones se han convertido en verdaderas conspiraciones. Las vemos
en los distintos campos del quehacer humano: gubernamental, político, empresarial, comercial, deportivo,
eclesiástico y domestico.
Hacer
lobby para hablar de terceros podría
ser beneficioso para todos cuando se trata de ver posibilidades humanas y
posibles cambios de personal para mejorar las instituciones, las empresas o a
las mismas personas. Los cambios deberían darse con normalidad, por distintos
motivos coyunturales, y sin cometer injusticias con preferencias, discriminaciones o silencios administrativos inhumanos.
Toda
persona es cambiable, nadie puede atribuirse
para sí el privilegio de ser considerado vitalicio, es importante saber dar un paso al costado o retirarse cuando
las circunstancias lo aconsejen. Las razones serán siempre de sentido común.
Motivaciones
para las reuniones
El término “lobby”
proviene de inglés, y quiere decir: “vestíbulo”,
representando el modo en que los grupos de presión consiguen un encuentro con
los miembros del Estado, o con los de un organismo importante, para obtener
beneficios.
Se hace lobby
en distintos ámbitos o sectores de la sociedad; lo hacen diversos grupos, con
intereses variados, con el fin de obtener una influencia que beneficie un
negocio o conseguir un
posicionamiento social más atractivo para los clientes o seguidores.
Cuando
en los distintos sectores sociales se conjugan las intenciones sanas con el
buen trato entre las personas, todo sale muy bien. Las buenas relaciones entre
los seres humanos son indispensables para que las cosas caminen sin que se
generen conflictos. Dentro de las buenas relaciones pueden haber situaciones de
dolor o contradicciones que suelen superarse de un modo sensato y cordial,
respetando siempre a las personas y a sus familias, con la trasparencia de la
sinceridad y una lealtad sin fisuras.
Las peleas y los conflictos
en las relaciones humanas
En
los lugares donde las virtudes humanas se han perdido, (en esta época por el influjo de un
relativismo banal, que expulsa la verdad y los criterios de bien y de mal de la
sociedad), aparece el cáncer del maltrato y del atropello.
En
esos sectores, descuidados e informales,
las relaciones humanas entran fácilmente en conflicto por cualquier nimiedad:
se ve gente peleada que permanece
años resentida y distante, incluso dentro de las mismas familias.
En
ese clima, enrarecido y maleado, va
tomando cuerpo la “cultura de la muerte”
con el crecimiento de la inseguridad y la violencia, que va aumentando de día
en día creando un ambiente de zozobra entre los pobladores, que viven
angustiados sin encontrar salida a ese problema social, que es como un cáncer
con metástasis.
En
las sociedades relativistas, dominadas por el equívoco principio de la libertad absoluta, surgen mecanismos de defensa que se consideran,
equivocadamente, como la solución
definitiva para evitar conflictos mayores: represión,
un fuerte contingente militar, más armas, más cárceles, reglajes, controles,
etc.
En
estas sociedades, donde la inseguridad
está a la orden del día, las reuniones que se organizan se convierten en
verdaderas conspiraciones. Quienes las integran apenas se dan cuenta de lo que
están haciendo. Les parece normal
aliarse con unos, para ir contra otros.
Hoy,
se puede decir, que el 80% de las
reuniones están motivadas para ir contra sistemas,
ideologías, organizaciones o personas. Se busca una alianza para un
enfrentamiento, o para desacreditar y expulsar a personas.
No
es raro encontrar clanes que buscan
reforzar una postura organizando tretas
para derrotar a un adversario y dejarlo fuera de juego. Se han sofisticado los sistemas para urdir en la vida privada de las personas
y descalificarlas de inmediato: chuponeo,
ampays, reglaje, trampas, calumnias, informes adulterados y exagerados que constituyen
verdaderas persecuciones.
Los clanes de los
conspiradores
Los
clanes de los conspiradores terminan siendo verdaderas mafias y éstas se han multiplicado en los distintos sectores
sociales. La lealtad que se pide, para estas
organizaciones, no tiene en cuenta la verdad y el bien. Es un compromiso de
consenso para obtener beneficios por
caminos “legales” con
interpretaciones originales de la norma, que no miran el bien de las personas
sino los procedimientos para obtener ganancias.
El
Papa Benedicto XVI decía, lamentándose,
que las relaciones humanas ya no son de fraternidad, gratuidad y caridad, son ahora
de oferta y demanda. Estas relaciones, propias
del economicismo, van contra el hombre, fomentando primero la separación y
luego la pelea.
El
lenguaje técnico que se suele emplear
en diversas reuniones de trabajo parece aséptico,
en una primera instancia, pero luego, si las relaciones humanas no son virtuosas,
se crea automáticamente una insana rivalidad
que, en algunos casos, llega a los insultos
y muchas veces a la violencia.
Estas
situaciones, de escaso nivel humano,
ahuyentan a las personas mejor
preparadas que no quieren intervenir para
no entrar en conflicto; optan por la política
de la no intervención, guardando un silencio irresponsable, con una interioridad cargada de indignación.
El
relativismo es una crisis que crea un fastidio
en la interioridad de la persona que no se define al quedarse en un término
medio, incómodo, que contradice a sus
mismas afirmaciones contundentes de la libertad absoluta. Se pronuncia como
dueño de la verdad con un fuerte subjetivismo y autonomía de conciencia, pero a
la vez es melifluo y dubitativo en
sus decisiones.
Dentro
de esta mentalidad cada hombre se convierte en un pequeño dictador o tirano, que
al dogmatizar sus opiniones relativiza los dogmas.
Quien
está esclavizado por el relativismo
liberal, se dedica a las jugarretas de
la conspiración con sus “amistades”, que son más bien cómplices para la obtención
de beneficios. Saben conchabarse para tramar y asechar por lo bajo con
una mano negra, que se mueve
astutamente, guiada por los colores de
su organización.
Cada
organización manipula de acuerdo a
sus propios intereses y entra en competencia con otras organizaciones o con
grupos disidentes de la propia organización. No prima la fidelidad y la
lealtad, las traiciones están a la orden del día y los tránsfugas se
multiplican.
Un
primer paso es recuperar el compromiso con la verdad para darle luz verde a las virtudes humanas que
mejoran la relación entre las personas. Al crear un clima de amistad y solidaridad
las reuniones ya no serán conspiraciones, aunque continúen los diversos colores
de los intereses humanos.
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