¿Qué hacer con los
cuadriculados?
EL CLUB DE LOS
REGLAMENTARISTAS
Hay muchas formas de perder
el amor y una de ellas es el encallecimiento del corazón que se vuelve rígido y
exageradamente duro con los demás. Severidad para el cumplimiento estricto de
las reglas y ausencia de comprensión con el prójimo.
Quien sufre de esta desviación, (que puede ser grande o
pequeña), se acostumbrará a mirar a las personas a través de las reglas y
se enfadará, sulfurándose de una
manera desproporcionada, cuando ve que no las cumplen como a él le parece. Con
ese modo de ser, drástico y anancástico,
el aparente ascetismo práctico de su conducta, creará anticuerpos y rechazos en
las personas del contorno.
Si no se cultiva el amor a
Dios y a los demás, con manifestaciones
prácticas y concretas de verdadera amistad, el corazón se desvía y se
achica. Se desvía hacia las reglas y
se achica por escasez amistades. No se concibe un amor sin amistad. Si se ha
perdido el amor, las amistades se pierden,
o se convierten en complicidades egoístas, o se convalidan por un sistema de “cumplir”
reglamentos.
Lo que
se siembra se cosecha
Si se ha sembrado amor se
cosecha amor y una cosecha de amor es rica en: verdaderas amistades, con nombre y apellido de personas que se quiere
de verdad. La auténtica amistad
tiene un influjo constante en el presente y para toda la vida. El influjo de
una amistad varía de acuerdo a las distintas épocas y circunstancias (situaciones en las que uno se encuentra), pero
nunca se pierde si se cultiva.
El amor auténtico tiene un
nivel alto. Existe una “onda vibrante”
de intensidad que no es un mero sentimentalismo. Si se rebaja el amor, desaparece
la vibración y el corazón empieza a llenarse de sentimientos efímeros, que se acaban enseguida, es
entonces cuando la persona, agotada por
falta de amor, pasará a vivir de
recuerdos o nostalgias, aferrándose al cumplimiento de los sistemas de funcionar que aprendió. Allí descansará su aparente “seguridad”,
que es más bien inseguridad.
Al que vive con esas
limitaciones le puede aterrar que le cambien los procedimientos o los sistemas
que siempre tuvo. Esto puede pasar a
todas las personas, aunque sean muy
mayores, cuando se disminuye el nivel de amor que se debería tener y se
deja crecer el amor propio.
El amor
en la tercera edad
Las personas que entran a la
tercera edad deben luchar para mantener alto, si es que lo tuvieron, el nivel de amor a Dios y a los demás, si no
lo hacen las limitaciones o achaques harán crecer de una manera
desproporcionada su amor propio y esa persona, al llenarse de amargura y de manías, termina quedándose sola. Nadie
lo llama ni lo va a visitar.¡, porque él mismo los espanta con su modo rígido de
ser, o de ver la vida.
La
necesidad de Dios durante toda la vida
Cuando la persona es joven
debe esforzarse en buscar a Dios para que dilate su corazón y pueda amar a su
prójimo. El mundo alejado de Dios, cambia la jerarquía de valores y termina
confundiendo a las personas. Dejarse llevar por la praxis habitual de los
procedimientos humanos puede traer un apego fuerte del corazón a la
funcionalidad (el crecimiento de la
burocracia o la importancia que se da a la imagen), en detrimento de las
relaciones humanas con un amor de amistad de calidad.
Desórdenes
que empañan el amor de amistad y lo pueden eliminar
Los desórdenes en los
acercamientos humanos ocasionados por desviaciones sensuales o sexuales, propias o de otros, han empañado y
desvirtuado la pureza y honestidad del amor de amistad. Es penoso darse cuenta
que algunos no lo descubren nunca: los que se han desviado por un desorden y
los que, en el otro extremo, se
aferraron a teorías o sistemas que les
impidieron tener verdaderos amigos.
Las personas que se mantienen
distantes, por miedo a caer en esos
desórdenes, o por temor a que otros piensen que sus relaciones humanas se vean
como impropias, podrían quedarse sin descubrir lo que es una verdadera
amistad. Esto sucedería si, como
mecanismo de defensa y para no tener problemas, se acostumbraran a poner el
corazón solo en el trabajo o en sistemas de funcionar habituales donde hay
pocas ocasiones de hacer amigos por falta de tiempo.
Reglamentaristas
anancásticos
Los reglamentaristas son los que cuidan más los sistemas que las
personas. Viven para que los sistemas caminen y piensan que de ese modo se está
cerca de las personas. Pueden conseguir la difusión de un sistema y hasta morir como héroes por haber luchado
para que perduren los procedimientos o controles del sistema, pero en sus
propias vidas se irá incrementando una amargura desagradable y una soledad
prolongada. Esto ocurrirá si no pudieron advertir a tiempo que su conducta estaba
adoleciendo de algo esencial, que forma parte del sentido de su vida: el amor
de amistad.
El amor de amistad tiene un
síntoma claro: la cercanía de los amigos, las
personas que llaman, que visitan, que vienen, que quieren, solo por el hecho de
ser amigos, sin que medie nada que no sea solo la amistad.
No cabe que uno diga que ama
a Dios si no tiene verdaderos amigos. Los amigos no son las personas conocidas, tampoco los colegas o los que se acercan por un
interés distinto, sino los que vienen a verlo a él y están a su lado de un
modo habitual; las personas que lo buscan por el único motivo de ser amigos.
El amor de amistad es una
cercanía recíproca que puede darse entre esposos,
padres e hijos, maestros y alumnos, mayores y menores. Una verdadera
amistad no está reglamentada ni tiene fronteras, no obedece a teorías, es
personal e intransferible y para todas las personas sin excepción. El amor de
amistad es totalmente lícito y natural. Nadie tiene derecho a impedirlo.
Los reglamentos y controles
que pudieron servir en un momento para resolver situaciones coyunturales o de
emergencia, pueden perjudicar las buenas relaciones humanas que deben existir
entre las personas y la atención a otras situaciones de emergencia que deben
tener prioridad, aunque se salgan de los esquemas habituales. En la parábola del buen samaritano se explica con mucha claridad que la motivación
principal de la buena conducta no es precisamente lo que estaba reglamentado.
La ley
natural y la conciencia
Con excepción de los
mandamientos de la ley de Dios, que se
expresan en la persona como ley natural y fundamento de la moralidad y de la
conciencia, el servirse solo de reglamentos y controles pueden ser útiles
para una función de algo determinado y cuando se logran los objetivos ya no
serían necesarios.
En la generalidad de las
cosas se puede decir que el ser humano progresa cuando tiene la responsabilidad
de adquirir los hábitos buenos que son las virtudes que le exigen constantemente un nivel de amor
cada día más alto y por lo tanto un acercamiento virtuoso a las personas.
Los cuidados que sean
necesario para hacer bien las cosas, cada uno los debe poner responsablemente, confiando en el buen
proceder de los demás. Un amigo confía siempre en su amigo.
Es muy difícil que lo impuesto
con una reglamentación exagerada persuada a las personas para que opten por el
camino correcto. Algo impuesto a la fuerza podría durar un tiempo y al final
terminaría derrumbándose totalmente.
Toda persona es educable para ser libre y la libertad consiste
precisamente en haber elegido lo mejor. Estas decisiones humanas se dan en un
clima de amistad y confianza.
Es necesario y urgente
cultivar el amor de amistad para que haya progreso en la sociedad. La verdadera
amistad es una fuerza que aguanta todo y no un clavo pintado en la pared, es la
delicadeza y la finura de las relaciones humanas tejidas con la comprensión y
el perdón. Es tener fe en la construcción de la nueva civilización del amor.
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