¡SALUD!!! (al
inicio del año)
Es
la palabra que más se oye pronunciar al empezar el año. Son diversas las
situaciones y las intenciones de las personas que la emplean. Encontramos una
gama amplísima que va desde el puritanismo extremo de quien no prueba una gota
de licor al “borrachín” más alegre
que la pronuncia mientras ingiere un nuevo trago animando a que los otros
también lo hagan, como señal de felicidad.
Todas
las personas buscan la felicidad pero no todas aciertan en encontrarla. Es
cierto que muchas cosas diversas pueden ser ocasión de felicidad pero hay
algunas que son esenciales para estar felices de verdad.
La
salud, en su sentido más estricto, es motivo de felicidad para todos. Se
agradece llegar a fin de año con salud e iniciar así el año que empieza. Muchas
personas lo primero que le piden a Dios es la salud propia y de los seres
queridos. Sin embargo a pesar de los buenos deseos, algunos que empiezan el año
con salud pueden perderla en los meses siguientes, recuperarla después, si Dios
quiere, quedarse limitado con alguna deficiencia, o irse de este mundo porque
le llegó su hora. Solo Dios sabe y nos pide a todos estar preparados para
cualquier eventualidad.
Los
adivinos de turno sacan en estos días sus predicciones incluyendo en su lista fatídica
de futuros fallecidos a algún famoso que ya le toca despedirse de este mundo.
Esas profecías baratas suelen fallar, como la de los Mayas que profetizaron el
fin del mundo para el pasado 21 de diciembre. No hay que hacer caso a esas
cábalas ni creer tampoco en supersticiones, como la de dar una vuelta a la manzana con una
maleta para que llegue el viaje deseado, o la de usar ropa interior color
amarillo para tener buena suerte en el año que empieza. Dejemos de lado esas supecherías
y volvamos al tema de la salud que es más importante.
El sentido de la salud
Se
trata de ver la salud en su sentido más genuino y amplio, que incluye al hombre
en su dimensión corporal y espiritual.
Muchas
veces los ecologistas se quedan cortos con una visión sesgada de la salud
porque no incluyen la vida moral del hombre. Lo mismo le ocurre a quienes están
demasiado preocupados por su propio cuerpo y hacen verdaderos sacrificios para
no enfermarse o para conservar una línea saludable, que les permita tener una
vida más ágil y sin las complicaciones de posibles achaques. Estas personas que
cuidan al milímetro lo corporal, se olvidan de los aspectos espirituales que
incluye la idoneidad de la conducta humana, que es consecuencia del orden y de
la disciplina en el amor.
Como
dice un antiguo refrán: “mente sana y cuerpo sano” o aquel otro de origen italiano: “cuando
el alma está bien, el cuerpo baila”. El hombre de hoy, que quiere ser feliz a toda costa, no sabe
tener una buena jerarquía de valores para encontrar la verdadera felicidad y
entonces pone el acento en los sustitutos: ídolos,
licor, drogas, amoríos…etc. que son siempre un engaño. Nunca se puede
lograr la felicidad con lo que es perjudicial para la propia salud y por lo
tanto para la auténtica felicidad.
En
estos días de fiesta, -suele ocurrir en
todo el mundo-, muchas
personas, en vez de buscar lo que realmente vale para ser feliz, le rinden
culto a lo efímero y superficial, por no decir a lo frívolo y perjudicial.
Ponen el acento en bagatelas y crean
un consenso general para que todo el mundo haga lo que está de moda.
La
felicidad nunca podría venir de los desarreglos que ocasionan los egoísmos
consentidos. Quienes se encuentran en esas situaciones viven ciegos metidos en
un mundo que solo salpica lodo y produce lesiones que pueden persistir muchos
años. Tolerar a quien vive así es renunciar al amor y llenarse de angustias y
desasosiegos.
El engaño y el daño de los
excesos del licor (un
consenso absurdo)
Con
estos esquemas actuales, a la hora de la
celebraciones, encontramos como algo normal, a quien habitualmente hace
alarde del licor, repitiendo una y otra vez las excelencias de esa afición, sin
darse cuenta que está haciendo de “fósforo”
para encender una llama que crece más para la malicia que para la virtud.
Sin
llegar a los extremos de un puritanismo exagerado, es fácil advertir que esos
alardes, a favor del licor, no son
apropiados. En el mejor de los casos se asemejan al hombre que se ve en la
necesidad de repetir constantemente y en voz alta, que él es muy hombre. Quienes
lo escuchan no dejarán de mirarlo con cierta compasión y en algunos casos con
preocupación. Esos alardes, con matices
de rebeldía, para marcar bien una simpatía por el trago, suenan a
mecanismos de defensa de una personalidad herida, que tal vez necesite evaluar
mejor su jerarquía de valores para subir el nivel de sus comentarios y lograr
que sean un poco más atinados.
En
otros casos nos encontramos con quienes están en el consenso impuesto y sin ninguna
reflexión solo repiten lo que comenta la mayoría y hacen esos alardes por el prurito
de seguir a los demás. “¿Dónde va Vicente?, donde va la gente”
Hacia la conquista de la
verdadera paz
Si
atendemos a la salud del ser humano, es preciso llegar a las metas más altas,
que serán siempre marcadas por la riqueza de una interioridad ordenada.
Al
empezar este año el Papa Benedicto XVI advierte: “es necesario renunciar a la falsa paz que prometen los ídolos de este
mundo y a los peligros que la acompañan…” Todos somos conscientes de las consecuencias negativas que
trae el licor, cuando el hombre lo
valora demasiado y no corrige costumbres impropias que lo deterioran a él y a
su familia.
Nos
preguntamos todos los años, ¿porqué tanto alarde?, ¿porqué tanta
veneración? ¿Acaso no se puede
tomar con la moderación debida y decir: ¡salud! saboreando la calidad de esos
productos con la alegría de una celebración y sin hacer mayores comentarios? y luego emplear las alabanzas y
comentarios elogiosos para lo más valioso y profundo, que es lo que da más
felicidad.
Que
empecemos el año con la auténtica salud y que perseveremos en ella
conduciéndonos por el camino correcto, que debe ser siempre ejemplar y
edificante.
¡Feliz
año 2013!
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