viernes, abril 20, 2012


“Las uvas están verdes”
EL CÁNCER DE LA DEJADEZ
La falta de amor se llama flojera y ésta se puede dar en forma de pandemia cuando toda una sociedad la padece. Es posible encontrar poblaciones enteras con el cáncer de la dejadez avanzado, que ya está haciendo metástasis.
Cuando lo propio de la persona es trabajar, es muy desagradable observar gente desganada y sin ánimos para el trabajo. La persona se realiza y desarrolla sus capacidades trabajando con esfuerzo. Las virtudes crecen en los ambientes de trabajo. Es imposible que las virtudes crezcan cuando el hombre no pone esmero en hacer las cosas bien y todo le da lo mismo.
Abandonarse con la ley del mínimo esfuerzo es equivalente a corromperse. La malicia de la corrupción se inicia en el afán de querer conseguir algo sin el mérito propio, sin habérselo ganado.

Los apoyos que hacen daño
Crear un ambiente de padrinazgos para un tráfico de influencias es impedir el desarrollo de un pueblo y hasta de una nación entera. El paternalismo reinante de algunos sectores es el reflejo de esa inmadurez social que impide el desarrollo y conduce al caos total con muchas situaciones de injusticia.

Poblaciones emprendedoras y solidarias
Como contraste podemos observar en el mundo poblaciones enteras que se ganaron un merecido prestigio por su gente emprendedora y trabajadora. Fue admirable la reconstrucción y el progreso en Alemania después de la segunda guerra mundial. En oriente Japón impresionó al mundo, también después de la segunda guerra mundial, al convertirse en uno de los países del primer mundo por su desarrollo tecnológico. Hoy vemos la gran escalada de Corea del sur y los grandes pasos de la China Continental. Al margen del progreso técnico nos estamos fijando más bien en la voluntad y solidaridad de las personas.

Las causas del atraso y de la corrupción
Como contraste que clama al Cielo, vemos también en el mundo grandes poblaciones atrasadas, con gente quedada, sin iniciativa y esperando que otros los saquen del hoyo. Sin ir muy lejos en el mismo Perú después del terremoto que azotó un extenso territorio al sur de Lima hubo una reacción de solidaridad con la voluntad de ayudar para poder reconstruir de inmediato todo lo que se había perdido. Al pasar los días, el entusiasmo inicial de los que ofrecían ayuda fue disminuyendo considerablemente y la fuerza de voluntad de los mismos pobladores, para recomponer sus propias casas, había desaparecido casi por completo. El cuadro era dramático y patético: una desgana generalizada en las personas y todo derruido y abandonado.
Acostumbrarse a vivir sin el esfuerzo diario para sacar las cosas adelante es consentir en el cáncer de la tibieza que termina corrompiendo al hombre, porque lo deja sin amor. Una persona desalmada o desamorada es muy peligrosa, anida en su interioridad un resentimiento permanente y desagradable. Esa herida es como una bomba de tiempo que puede explotar en cualquier momento. La misma dejadez de la flojera no le permite reaccionar, vive como dormido o anestesiado, sin ganas de nada, prefiere acostarse y no hacer nada que levantarse para buscar trabajo. Se contenta con lo mínimo, como si no tuviera necesidad de nada.

La dejadez en los regímenes totalitarios
En regímenes totalitarios, donde no cuenta la iniciativa personal, se suele caer en  situaciones de dejadez o abandono que podrían llevar a lo que comúnmente se llama el síndrome de Estocolmo, una suerte de aceptación; es más una rendición que un acuerdo con el opresor de la libertad. 
Este síndrome ocupa el lugar de la distracción  (el corazón puede apegarse a cualquier cosa). Al no poder enfrentarse, se pasa del sometimiento a una aceptación que es como caer en lo fácil, un mecanismo de defensa del que opta por divertirse dentro de su propia falta de libertad y se contenta con una situación de mediocridad que en el fondo no debe querer.  Los regímenes totalitarios fomentan vagancias para debilitar la voluntad de los ciudadanos y además los incita a que caigan en vicios  para distraerlos con esas ataduras. Ofrecen pan y circo para contentar a las grandes mayorías, que suelen estar empobrecidas espiritualmente.

La dejadez en los países democráticos
En los regímenes democráticos, donde hay un mayor respeto de la libertad, es mucho más fácil alejarse del cáncer de la dejadez, sin embargo es necesario afirmar que existen otros peligros como el materialismo  consumista que lleva a situaciones de comodidad excesiva. El hombre que lo tiene todo y no necesita esforzarse en la vida, es un candidato óptimo para el cáncer de la dejadez.
De acuerdo a las consideraciones que hemos hecho podemos observar que existen diversas causas: históricas, sociales y personales para que este mal prenda y se quede como si fuera una costumbre arraigada, que es muy difícil extirpar.

Contra la tibieza la diligencia
La solución puede llegar cuando cada persona enfrenta en su ámbito particular cualquier situación de tibieza sin dejar que avance. La tibieza no es más que falta de amor. Los afectados se llenan de tristeza o de desánimo, falta de ganas para hacer las cosas. Las cosas no se deben hacer porque se tienen ganas sino porque son buenas y necesarias. Vale la pena luchar para adquirir una voluntad fuerte que haga que la persona sea decidida en las determinaciones que debe tomar cada día para perseverar en el camino correcto. El no a la tibieza es el al amor que no se queda en el sentimiento y se eleva por encima de los obstáculos para conquistar las metas más altas.
Agradecemos sus comentarios

1 comentario:

Anónimo dijo...

El cancer de la dejadez en las sociedades y los individuos tiene uno de sus origenes en la procastinacion -dejar para mañana- y en no fijar una agenda con prioridades que enfrentar. tambien en la falta de instituciones a nivel social para hacer comparaciones con casos de exitos en soluciones o mejores enfoques para similares problemas, igual a nivel individual.
AS