martes, enero 26, 2010

Queridos Amigos:

Les transcribimos a continuación el reciente mensaje del Santo Padre dirigido a los sacerdotes, en el año del sacerdocio, para que utilicen los sistemas digitales en sus comunicaciones y prédicas.

El mensaje del Papa es un buen estímulo para el trabajo que venimos realizando a través del Blog Adeamus, desde hace tres años.

Aprovechamos esta oportunidad para animarles a ser seguidores de este blog y seguir difundiendo los artículos entre sus amistades. Gracias a Dios el número de lectores va cada día en aumento.

Les encomienda siempre

P. Manuel Tamayo

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Mensaje del Papa para las Comunicaciones Sociales


Queridos Hermanos y Hermanas:


El tema de la próxima Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales - "El sacerdote y la pastoral en el mundo digital: los nuevos medios al servicio de la Palabra" - se inserta muy apropiadamente en el camino del Año Sacerdotal, y pone en primer plano la reflexión sobre un ámbito pastoral vasto y delicado como es el de la comunicación y el mundo digital, ofreciendo al sacerdote nuevas posibilidades de realizar su particular servicio a la Palabra y de la Palabra.


Las comunidades eclesiales, han incorporado desde hace tiempo los nuevos medios de comunicación como instrumentos ordinarios de expresión y de contacto con el propio territorio, instaurado en muchos casos formas de diálogo aún de mayor alcance. Su reciente y amplia difusión, así como su notable influencia, hacen cada vez más importante y útil su uso en el ministerio sacerdotal.


La tarea primaria del sacerdote es la de anunciar a Cristo, la Palabra de Dios hecha carne, y comunicar la multiforme gracia divina que nos salva mediante los Sacramentos. La Iglesia, convocada por la Palabra, es signo e instrumento de la comunión que Dios establece con el hombre y que cada sacerdote está llamado a edificar en Él y con Él. En esto reside la altísima dignidad y belleza de la misión sacerdotal, en la que se opera de manera privilegiada lo que afirma el apóstol Pablo: "Dice la Escritura: 'Nadie que cree en Él quedará defraudado'... Pues "todo el que invoca el nombre del Señor se salvará". Ahora bien, ¿cómo van a invocarlo si no creen en Él? ¿Cómo van a creer si no oyen hablar de Él? ¿Y cómo van a oír sin alguien que les predique? ¿Y cómo van a predicar si no los envían?" (Rm 10,11.13-15).


Las vías de comunicación abiertas por las conquistas tecnológicas se han convertido en un instrumento indispensable para responder adecuadamente a estas preguntas, que surgen en un contexto de grandes cambios culturales, que se notan especialmente en el mundo juvenil.


En verdad el mundo digital, ofreciendo medios que permiten una capacidad de expresión casi ilimitada, abre importantes perspectivas y actualiza la exhortación paulina: "¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!" (1 Co 9,16). Así pues, con la difusión de esos medios, la responsabilidad del anuncio no solamente aumenta, sino que se hace más acuciante y reclama un compromiso más intenso y eficaz. A este respecto, el sacerdote se encuentra como al inicio de una "nueva historia", porque en la medida en que estas nuevas tecnologías susciten relaciones cada vez más intensas, y cuanto más se amplíen las fronteras del mundo digital, tanto más se verá llamado a ocuparse pastoralmente de este campo, multiplicando su esfuerzo para poner dichos medios al servicio de la Palabra.


Sin embargo, la creciente multimedialidad y la gran variedad de funciones que hay en la comunicación, pueden comportar el riesgo de un uso dictado sobre todo por la mera exigencia de hacerse presentes, considerando internet solamente, y de manera errónea, como un espacio que debe ocuparse.


Por el contrario, se pide a los presbíteros la capacidad de participar en el mundo digital en constante fidelidad al mensaje del Evangelio, para ejercer su papel de animadores de comunidades que se expresan cada vez más a través de las muchas "voces" surgidas en el mundo digital. Deben anunciar el Evangelio valiéndose no sólo de los medios tradicionales, sino también de los que aporta la nueva generación de medios audiovisuales (foto, vídeo, animaciones, blogs, sitios web), ocasiones inéditas de diálogo e instrumentos útiles para la evangelización y la catequesis.


El sacerdote podrá dar a conocer la vida de la Iglesia mediante estos modernos medios de comunicación, y ayudar a las personas de hoy a descubrir el rostro de Cristo. Para ello, ha de unir el uso oportuno y competente de tales medios - adquirido también en el período de formación - con una sólida preparación teológica y una honda espiritualidad sacerdotal, alimentada por su constante diálogo con el Señor. En el contacto con el mundo digital, el presbítero debe trasparentar, más que la mano de un simple usuario de los medios, su corazón de consagrado que da alma no sólo al compromiso pastoral que le es propio, sino al continuo flujo comunicativo de la "red".


También en el mundo digital, se debe poner de manifiesto que la solicitud amorosa de Dios en Cristo por nosotros no es algo del pasado, ni el resultado de teorías eruditas, sino una realidad muy concreta y actual. En efecto, la pastoral en el mundo digital debe mostrar a las personas de nuestro tiempo y a la humanidad desorientada de hoy que "Dios está cerca; que en Cristo todos nos pertenecemos mutuamente" (Discurso a la Curia romana para el intercambio de felicitaciones navideñas, 22 diciembre 2009).


¿Quién mejor que un hombre de Dios puede desarrollar y poner en práctica, a través de la propia competencia en el campo de los nuevos medios digitales, una pastoral que haga vivo y actual a Dios en la realidad de hoy? ¿Quién mejor que él para presentar la sabiduría religiosa del pasado como una riqueza a la que recurrir para vivir dignamente el hoy y construir adecuadamente el futuro?


Quien trabaja como consagrado en los medios, tiene la tarea de allanar el camino a nuevos encuentros, asegurando siempre la calidad del contacto humano y la atención a las personas y a sus auténticas necesidades espirituales. Le corresponde ofrecer a quienes viven éste nuestro tiempo "digital" los signos necesarios para reconocer al Señor; darles la oportunidad de educarse para la espera y la esperanza, y de acercarse a la Palabra de Dios que salva y favorece el desarrollo humano integral.


La Palabra podrá así navegar mar adentro hacia las numerosas encrucijadas que crea la tupida red de autopistas del ciberespacio, y afirmar el derecho de ciudadanía de Dios en cada época, para que Él pueda avanzar a través de las nuevas formas de comunicación por las calles de las ciudades y detenerse ante los umbrales de las casas y de los corazones y decir de nuevo: "Estoy a la puerta llamando. Si alguien oye y me abre, entraré y cenaremos juntos" (Ap 3, 20).


En el Mensaje del año pasado animé a los responsables de los procesos comunicativos a promover una cultura de respeto por la dignidad y el valor de la persona humana. Ésta es una de las formas en que la Iglesia está llamada a ejercer una "diaconía de la cultura" en el "continente digital". Con el Evangelio en las manos y en el corazón, es necesario reafirmar que hemos de continuar preparando los caminos que conducen a la Palabra de Dios, sin descuidar una atención particular a quien está en actitud de búsqueda. Más aún, procurando mantener viva esa búsqueda como primer paso de la evangelización. Así, una pastoral en el mundo digital está llamada a tener en cuenta también a quienes no creen y desconfían, pero que llevan en el corazón los deseos de absoluto y de verdades perennes, pues esos medios permiten entrar en contacto con creyentes de cualquier religión, con no creyentes y con personas de todas las culturas.

Así como el profeta Isaías llegó a imaginar una casa de oración para todos los pueblos (cf. Is 56,7), quizá sea posible imaginar que podamos abrir en la red un espacio - como el "patio de los gentiles" del Templo de Jerusalén - también a aquéllos para quienes Dios sigue siendo un desconocido.


El desarrollo de las nuevas tecnologías y, en su dimensión más amplia, todo el mundo digital, representan un gran recurso para la humanidad en su conjunto y para cada persona en la singularidad de su ser, y un estímulo para el debate y el diálogo. Pero constituyen también una gran oportunidad para los creyentes.

Ningún camino puede ni debe estar cerrado a quien, en el nombre de Cristo resucitado, se compromete a hacerse cada vez más prójimo del ser humano. Los nuevos medios, por tanto, ofrecen sobre todo a los presbíteros perspectivas pastorales siempre nuevas y sin fronteras, que lo invitan a valorar la dimensión universal de la Iglesia para una comunión amplia y concreta; a ser testigos en el mundo actual de la vida renovada que surge de la escucha del Evangelio de Jesús, el Hijo eterno que ha habitado entre nosotros para salvarnos.


No hay que olvidar, sin embargo, que la fecundidad del ministerio sacerdotal deriva sobre todo de Cristo, al que encontramos y escuchamos en la oración; al que anunciamos con la predicación y el testimonio de la vida; al que conocemos, amamos y celebramos en los sacramentos, sobre todo en el de la Santa Eucaristía y la Reconciliación.


Queridos sacerdotes, os renuevo la invitación a asumir con sabiduría las oportunidades específicas que ofrece la moderna comunicación. Que el Señor os convierta en apasionados anunciadores de la Buena Noticia, también en la nueva "ágora" que han dado a luz los nuevos medios de comunicación.


Con estos deseos, invoco sobre vosotros la protección de la Madre de Dios y del Santo Cura de Ars, y con afecto imparto a cada uno la Bendición Apostólica.


Vaticano, 24 de enero 2010, Fiesta de San Francisco de Sales.


BENEDICTUS PP. XVI

viernes, enero 22, 2010

Movidas astutas para ganar o proteger

EN EL UMBRAL DE LA CORRUPCIÓN

No todo lo irregular o informal es corrupción. Pueden haber medidas que se tomen en determinadas circunstancias que favorecen a grupos o personas teniendo en cuenta la epiqueya (la interpretación benigna de la ley favorable a las personas).

En las relaciones humanas se dan muchas situaciones humanitarias de ayuda entre las personas, que son normales y loables, aunque puedan afectar en algo a la ley. Por ejemplo: Permitir que alguien salga antes de su trabajo porque lo amerita una urgencia, no aplicar un castigo merecido porque se escogió la vía del perdón, ocultar un error ajeno porque publicarlo sería peor para todos.

Medidas políticas distantes de la ética (ataques y defensas)

En los ambientes políticos (cargados de corrupción), es donde se originan las exageraciones que tienen como fin atacar al adversario. Si le encuentran un matiz irregular en alguna de sus acciones, lo podría calificar, sin más, de corrupto. Suelen ser ambientes de “competividades enfermizas y malsanas” donde todo vale: la mentira, la exageración, la manipulación, el ataque y la deshonra.

En estas épocas, habría que aconsejar a las autoridades y a las personas que tengan algún cargo de responsabilidad, que sean buenos y que también lo parezcan. No es para menos; hoy por hoy las miradas de muchos están torcidas, por estar infectadas de un sistema corrupto de desconfianza y de sospecha. También habría que aplicar el dicho popular:“piensa el ladrón que todos son de su condición”

Debemos afirmar con claridad que estos modos de ver injustos, donde no hay perdón ni caridad, son degradantes y nefastos; y estarían también en el umbral de la corrupción.

Cuando salpican las acciones innobles de un sistema donde campea la corrupción

El mundo, rico y valioso, de gestiones humanitarias de ayuda y caridad, se está perdiendo en muchos ambientes y es sustituido por un clima de tensión y rivalidad más proclive a la guerra que a la solidaridad.

Dos enemigos grandes de los ambientes sociales son la desconfianza y la falta de autonomía. Como nadie se fía de nadie, se instalan todo tipo de controles. En un ambiente así, habría que andar protegidos con una poderosa armadura, por los ataques persistentes de un sistema inquisidor, que irresponsablemente y sin que existan motivos fundados, lanza piedras a mansalva. Hoy mucha gente vive solo para defenderse.

Estas situaciones provocan la expansión de la política de la no intervención. Muchas personas, de conducta intachable, se abstienen de actuar para no ser atacados injustamente por redes manejadas por sistemas de corrupción.

Las minas sembradas en los trabajos más nobles y delicados, han estallado muchas veces, hiriendo a inocentes, que han visto mancillada su honra y la de su familia, al ser acusados de corruptos por políticas irresponsables. No son pocos los que se encuentran condenados e incapacitados por las injusticias de una política competitiva y sucia.

Los errores humanos los pueden cometer las personas más buenas

Cualquiera puede verse involucrado, de la noche a la mañana, en una situación de corrupción sin ser corrupto, por un pequeño error cometido tratando de hacer el bien. Es verdad que una autoridad o un funcionario deben conocer bien el terreno que están pisando. Pero también es verdad que nadie está libre cometer errores y debe existir para todos un derecho al perdón y a la limpieza del camino. No está bien que las personas queden con un expediente manchado que nunca lo puedan limpiar, aunque hayan sido muy graves sus errores.

Si queremos establecer criterios para poder discernir mejor en temas de corrupción, habría que distinguir entre las acciones y las motivaciones de fondo. Quien juzga debe saber que cometer un error no es sinónimo de corrupción. Frente a los errores se rectifica y se pide perdón. Un error grave podría tener consecuencias graves. Habría que ver los motivos y las circunstancias que dieron origen al error y ver cómo se arregla todo.

Hay errores que se cometen por proteger a los demás (ocultar una falta), podría ser algo noble, aunque tenga alguna una consecuencia negativa, que habría que resolver. Los hijos de Noé ocultaron la embriaguez de su padre. No significa que fueran cómplices de las borracheras de su padre. Lo ocultaban para que el padre no perdiera el honor y ellos, además, procurarían curarle de ese defecto. Algunas veces la prudencia pide ocultar un error porque es mejor para todos y otras veces la misma prudencia indica que es necesario que se conozcan bien las cosas, por el bien de todos. De allí que el que juzga debe de actuar con criterio a la hora de aplicar la ley.

Las leyes son una falsilla necesaria para juzgar una conducta. Se entiende que las leyes están a favor de los hombres y no en contra, los que las aplican deben estar en la línea de querer el bien. Se supone que son personas buenas que juzgan queriendo el bien (lo correcto, la verdad).

Cuando las leyes no se viven dentro de un país, hay que pensar que el nivel de corrupción es elevado. Y cuando además se comprueba el dicho popular “hecha la ley, hecha la trampa” tenemos que pensar que existen en la sociedad miles de trampas y muchísimos tramposos. Las trampas están en el umbral de la corrupción.

Los que utilizan la ley para perjudicar y ganar

Las leyes aplicadas por los corruptos maltratan a las personas y son una tremenda injusticia que todos deben deplorar. El mal policía utiliza la ley para sacar un soborno. El que está dispuesto a pagarle al policía deplora la multa, en cambio al policía no lo ven tan malo porque le cobra menos. En esta situación se encuentra la mayoría. Hay como un acuerdo tácito. Cuando la policía y el pueblo prefieren el soborno ambos han ingresado, (con el pensamiento o con los hechos), en el terreno de la corrupción.

Un buen policía podría poner una multa o perdonarla, sin ganar nada él. Lo que le debe interesar al buen policía es la seguridad del automovilista. Habría que aspirar a este nivel que aún parece una utopía. El automovilista correcto no es el que desea pagar las multas sino el que se esmera en manejar con corrección.

No es una novedad de nuestro medio afirmar que el hombre de a pie, criollo e informal, quiere ser astuto para aprovechar las situaciones y sacarle provecho a todo, con engaños, chanchullos y trampas.

Existen muchos piratas y ladronzuelos, que no les importa perjudicar a una persona, dándoles “gato por liebre” y con el arte de la charlatanería ser hábiles para “dorar la píldora” y convertirse en extraordinarios negociantes. Ganan ellos y pierden los demás. Estas personas, ¿no están acaso en el umbral de la corrupción? Y muchos otros, hace tiempo que han caído en ella.

Hay que enseñarle al hombre el amor a la virtud y procurar que sea virtuoso. No basta con que las cosas se arreglen, los que tienen que arreglarse son las personas. Se podría conseguir que las cosas funcionen bien y lo que habría que conseguir es que las personas funcionen bien. Los controles pueden ayudar y perjudicar, depende de cómo se manejen. El “gran experto” en controles no suele ser el gran líder de las personas. Si no se tiene confianza se está perdido. Más le engañan al desconfiado que al que confía.

Es necesario el liderazgo del ejemplo y la virtud para persuadir a los demás a ir por el mismo camino.

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viernes, enero 15, 2010

El dolor y la alegría son expresiones de un amor elevado

LA FUERZA DE LA MELANCOLÍA


Pareciera que la clave del éxito del hombre actual estuviera en su capacidad de ser emprendedor, comunicativo y abierto a la relaciones humanas. Es el modelo que nos alcanza la sociedad contemporánea.

Todos desean que las personas sean expresivas y estén siempre alegres en el trato con los demás. Si encontramos una cara triste o seria nos parece que esa persona tiene problemas o alguna irregularidad en su personalidad que debería corregir. Lo mismo podríamos decir de las personas poco comunicativas.

Conforme avanzamos en la vida vamos variando nuestras nociones acerca de la alegría y la felicidad. En los primeros años nos fijamos más en las expresiones de gozo externas y después, si hemos alcanzado cierto grado de madurez, podremos captar la riqueza de la interioridad de las personas a través de expresiones que se acercan más a la melancolía que a la hilaridad.

Hemos querido subrayar de modo expreso la melancolía, porque podremos encontrar verdaderos tesoro en esas “minas” de la interioridad de ciertas personas valiosas que no brillan con el esplendor de los éxitos humanos de la competitividad o del argollismo, al contrario, por fuera parecen seres especiales, y hasta enigmáticos, que marcan una diferencia con el resto, sin que existan desprecios o timideces por parte de ellos; sin embargo, desde el fondo de su interioridad trascienden, poco a poco, los efectos de los altos ideales que se trazaron, para el bien de muchos, incluso de toda la humanidad.

Antes de avanzar en nuestro análisis quisiéramos hacer una distinción importante para advertir que existe también una melancolía enfermiza que se debe combatir y que la poseen algunas personas que han entrado en un estado de depresión y presentan en su aspecto una tristeza profunda y permanente que hace que no encuentren gusto en nada y permanezcan en un pesimismo constante. Estas personas, que no son pocas, necesitan ser aconsejadas y tal vez requieran de un tratamiento psiquiátrico, para que puedan salir de ese estado de limitación y angustia existencial.

Una vez hecha la aclaración continuemos con la fuerza de la melancolía de las personas que se han trazado altos ideales en la vida y se encuentran, por lo tanto, en un nivel distinto de los demás, sin que ellos se lo hayan propuesto. Los que no los entienden podrían pensar que éstos están “fabricando” una postura con la que estarían “castigando” o descalificando a los demás, y que en el fondo sería pura vanidad. (Es lo que ocurrió, por ejemplo, con algunos comentarios que surgieron en torno a la conducta del Padre Pío de Pietrelcina, que luego fue canonizado por el Papa Juan Pablo II).

Las personas que poseen un nivel alto de profundidad y que casi tocan, día a día, la realidad de la existencia humana, tienen también una escala de valores distinta del resto de los hombres y procuran vivir de acuerdo a ella. Tienen, por tanto, una fuerte unidad de vida, fundamentada en la realidad.

A diferencia de estas personas especiales, el hombre de a pie, común y corriente, va por la vida con unos ideales que están mediatizados por sus ambiciones humanas y por muchos factores de competividad a nivel familiar, profesional y social; hace lo que puede dentro de una maraña de dificultades y presiones, para salir, si puede, como triunfador, con la conquista de una medalla que a la larga resultaría efímera para él y tal vez para las demás personas de su contorno. Así pasan por la vida las grandes mayorías.

Los que viven el heroísmo de una existencia diferente (para salir del montón se requiere una buena dosis de heroísmo), tienen que asumir las exigencias de una respuesta sincera a la realidad (no inventan una existencia artificial. No se trata de una originalidad para llamar la atención). Son respuestas nobles a unos valores nobles y reales. Además hay que tener en cuenta que lo más rico del ser humano se cultiva en lo más profundo de la interioridad de cada persona y tiene, en todos los casos, una proyección valiosa y eficaz, para la mejora de la humanidad.

Sucede como en las minas. Lo que es más rico y profundo no suele estar en la superficie y a la vista de todos. Lo más valioso no suele tener el brillo de la artificialidad, de lo que está pintado o maquillado, de lo que parece por las formas arregladas. Es algo mucho más profundo que responde al sentido de la vida, y que se suele expresar con la fuerza de la melancolía de quien puede tocar esos tesoros y se convierte en un excelente repartidor de los mismos.

Aunque estemos tratando de las respuestas heroicas de unas pocas personas que lideran en este campo, la realidad de la melancolía buena surge de las profundidades de la naturaleza humana, cuando es cultivada convenientemente. Cuando el hombre responde bien a la realidad de su existencia y es profundamente honrado, es entonces cuando le duele el estado de los demás al percibir los errores y desviaciones de conductas o actuaciones humanas desafortunadas.

No es una actitud altanera de menosprecio o de resentimiento, de sentirse incomprendido. No se busca la comprensión, sino que los demás entiendan el sentido de sus vidas y la realidad de sus existencias (que vivan de acuerdo con la verdad). Esta es la motivación más fuerte.

El melancólico de ideales altos es un ser reflexivo que tiene diversos chips en el alma con temas vivos convertidos en grandes metas de asuntos humanos, que podrían parecer insuperables a la vista de la mayoría y que él está dispuesto a sacarlos adelante a pesar de percibir sus evidentes y grandes limitaciones personales. De allí la melancolía.

Percibir al mismo tiempo la pequeñez humana, propia y ajena, con todas sus limitaciones y la grandeza y cercanía de los valores eternos, produce en la persona buena un conflicto interior casi delirante. Se siente el dolor de las heridas sangrantes y la conciencia de apuntar a lo alto con la fuerza de la melancolía y la realidad de una ayuda superior que permite levantarse siempre con una gran esperanza, que también se transmite.

Es por eso que el desprecio de sí mismo es compatible con una acción de gracias constante. “Se va avanzando en medio de un mar donde se mezclan el dolor y la alegría, el camino y la contradicción. Los obstáculos se ven desde una plataforma de triunfo…es un canto a la esperanza desde la esperanza. Es un afán de conquista desde la conquista, sin que esto signifique coto o propiedad. Es más bien una amplitud ordenada desde una profunda unidad. .. Es un ir sin parar en una dirección concreta con el más estricto realismo para conquistar lo mejor desde lo mejor, para muchos… Es la presentación de unos regalos inmerecidos junto a una responsabilidad de dar más, que obliga a desentrañar del fondo del alma, no se sabe qué cultivo que sigue germinando sin parar.(vid. “Los cantos de sí a Dios” pág XV-XVI).


La melancolía de los santos

En este cuadro podemos situar a muchos santos que han influido en el mundo desde una aparente huida con un estado de constante reflexión y sumisión a un estilo de vida sobrio de riguroso ascetismo. El santo cura de Ars sufría al ver las cantinas, los bailes frívolos y el lenguaje vulgar de los habitantes de su pueblo. Logró combatirlos, a pesar de sentirse sin condiciones para la tarea que realizaba, presentando unos ideales espirituales que parecían inalcanzables. En unos años el pueblo había cambiado. Gracias a él subió el nivel social y económico de Ars, que todo el mundo terminó reconociendo.

Santa Rosa de Lima vivía entregada a la contemplación y el sacrificio en un cuadro de silencio y aparente soledad. Su fortaleza espiritual fue para la protección de los débiles y para la alegría de todos los que escogieron un camino similar. Enseñó a conquistar los valores más altos a través del sufrimiento y del dolor. No era una enferma mental, ni una persona con problemas, al contrario, su gran realismo y deseo de bien la convierten en una mujer tremendamente lúcida y de gran fortaleza espiritual. Tenía la fuerza de la melancolía.

A San Josemaría Escrivá le gustaba un sencillo poema donde veía reflejada su vida: mi vida es toda de amor y si en amor estoy ducho, es por causa del dolor, porque no hay amante mejor, que aquel que ha llorado mucho” Él distinguía entre la alegría del animal sano y la alegría del hijo de Dios que sabía llevar el peso de la Cruz con garbo. En la expresión de su rostro se reflejaba el dolor y la alegría, la fuerza de la melancolía, como en el rostro de Jesús.

Podemos terminar nuestro comentario fijándonos en el patético cuadro de Jesucristo en el huerto de los Olivos, cuando está rezando y sudando sangre antes de ser capturado por Judas y sus amigos. Todo lo que empieza a suceder a partir de allí refleja también la fuerza de la melancolía. Luego, Jesús va a dar la vida para traernos la felicidad. Esa es la finalidad. No es el dolor por el dolor, eso sería masoquismo. Es el dolor por el amor que nos hace libres y felices. Por eso San Pablo dice más adelante “Yo vivo, pero no vivo yo sino que es Cristo quien vive en mi”

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viernes, enero 08, 2010

Perfeccionismo y santidad
LOS ANANCÁSTICOS (II) y los santos

Nos podría parecer a primera vista que un perfeccionista es una persona que aspira a la santidad por la rectitud de su conducta y la disciplina que pone para hacer bien sus trabajos. Si embargo no llegamos a captar las desviaciones que podría haber sufrido en los fines y en las intenciones. Es probable que haya ido perdiendo la noción clara de las cosas y no que no se de cuenta del estado en el que se encuentra.

El perfeccionista es una persona que no siempre actúa con motivaciones rectas. La aparente corrección que pone o exige que se ponga en los trabajos, responde más bien a un deseo de éxito personal que puede estar camuflado por un formalismo de servicio. Su amor al prójimo pudo desvirtuarse por el apego excesivo a las reglas. Sus exigencias, duras y descarnadas, habrían ido eliminando la caridad, que pudo haber tenido en una etapa anterior, y ahora la habría perdido.

Es que la caridad tiene como característica prioritaria la comprensión y la delicadeza, que le puede faltar al anancástico, aunque él piense que la tiene, porque actúa, según dice, para el bien de los demás y con los criterios correctos.

Es difícil hacerle ver el posible desvío de su rectitud de intención. La argumentación que presenta en cuanto a lo que deben ser las cosas, puede ser clara y objetiva, pero falla en la comprensión, en ser más abierto y en dar los espacios de libertad que se deben otorgar normalmente.

Su actitud, dura y un poco exagerada, le quita claridad al conocimiento que pueda tener de las personas, (las describe como él las ve, respondiendo a esquemas, reglas, o ideas que ha ido fijando en su mente con el transcurso de los años). No las conoce como realmente son, tampoco las puede querer. La relación con el prójimo se queda en una oficialidad formal.

Con su conducta, reglamentaria, y algo desalmada, según el parecer de la mayoría, produce distancias. Se trata de un alejamiento, que no ocurre por la exigencia de los temas, sino por las actitudes que él tiene en sus modos de proceder (aislarse de los demás, contestar con brusquedad o secamente, silencios de incomunicación o desatinos al intervenir exageradamente). Los que se alejan lo tendrán como una persona especial, un poco enferma, que necesitaría un tratamiento psicológico, o la ayuda de alguna persona que le entienda.



La salud espiritual de un santo

Una persona que actúa con una conciencia recta y es exigente en su vida porque quiere hacer las cosas bien no es necesariamente un anancástico, aunque puedan apuntar a lo mismo en la valoración de las cosas y en los criterios morales.

Los santos, o las personas correctas y ejemplares en sus conductas, que aspiran siempre al bien, son los que han aprendido a querer. Suelen ser líderes que tienen unos seguidores que valoran y admiran el estilo de vida que reflejan, aunque pueden tener también enemigos que se oponen. Los santos son incómodos para los que no quieren vivir una vida de exigencia y acicate para los que quieren hacer las cosas bien, decía San Josemaría Escrivá.

Las motivaciones de los santos son trascendentales, no buscan nada para ellos. Hacen las cosas por Dios y por los demás. Su amor es tan elevado que están llenos de una real comprensión. Marcan las pautas de una vida de amor con el esfuerzo y el sacrificio personal, con metas bastante elevadas, que son asequibles por la ayuda de lo sobrenatural.

Si se pierde el amor se desvirtúa todo (“si la sal se torna insípida…”)

Si se pierde la línea de la lucha por la santidad, que estará marcada siempre por la caridad, se podría caer, con exigencias parecidas, en la vía donde se genera una tendencia anancástica. Se puede empeorar queriendo “mejorar” cuando se emplea un camino riguroso y duro, donde falta el amor y la virtud.

Todas las tendencias desordenadas se corrigen con la reconquista del auténtico amor, renunciando al yo y al modo “yoísta” de hacer las cosas (excesiva confianza en sí mismo y desconfianza en los demás) y se corrigen también por la docilidad a un tratamiento adecuado (en la dirección espiritual y si es necesario acudiendo al psiquiatra). El anancástico que no se cura entra ciegamente a situaciones de “heroísmo” como si fueran de virtud y allí se puede desgastar en un activismo estéril y doloroso.

Un desvío en un camino ascético, cuando se pierde amor, podría llevar a estas complicaciones con repercusiones a terceros. La vida es mucho más rica que los esquemas y éstos si pierden la riqueza del sentido que los originó, podrían crear situaciones conflictivas y deplorables. Son como las pastillas que han perdido su fecha de vigencia, es necesario renovarlas y quizá con los mismos componentes. El procedimiento de la renovación sería la actualización de la caridad, que siempre tiene en cuenta la finalidad y las circunstancias, “todo por amor, nada por la fuerza”.

En anancástico de marras tiene dificultad para entender los matices o las variaciones que se puedan hacer, teniendo en cuenta las exigencias de la verdad y de la ley. Le cuesta mucho comprender las situaciones que aconsejan utilizar el voluntario indirecto para resolver ciertos problemas morales. Reclama lo blanco o lo negro, no entiende de combinaciones o de matices que dependan más de las circunstancias. Le da miedo apartarse de la letra y no da su brazo a torcer. Suele ser bastante terco.

El tener una actitud tan proclive a los procedimientos y a las leyes les quita una visión más general y real de la vida, y les motiva a presentar “teorías” bastante idealistas donde conjugan los esquemas fijos con invenciones, que extraen de su lógica particular como si fueran reales y las exponen como criterio definitivo y seguro (nos cuentan “cuentos”). Parecen brillantes y bien preparados en sus presentaciones. Poco a poco se van notando las deficiencias.

Si no se corrigen a tiempo pueden crear con sus conductas, si tienen voz de mando, verdaderos laberintos, ya que no pudieron preveer antes, una mejor solución, por falta de visión. En algunos casos por “colar el mosquito se tragaron el camello” implicando a otros en aventuras que luego tienen un final triste.

La sociedad desordenada e informal necesita santos, no “manos duras” o sistemas rigurosos y estrictos para arreglar las cosas. Las leyes morales las saben cumplir las personas que saben amar.

El Papa Benedicto XVI reclama en su encíclica “Verdad y Caridad”, las virtudes esenciales que toda persona debe tener para hacer el bien y evitar el mal. Todos debemos reconocer que nos falta crecer en Caridad para que todo mejore.

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sábado, enero 02, 2010

Predicciones para algunos jóvenes (en el inicio del año)

LA GENERACIÓN DEL CHE CHA CHÁ (Chela, Chacota y Chat)

Está surgiendo en nuestra sociedad una generación de aluvión que llamaríamos “La generación del che cha chá” que estaría conformada por una sustanciosa mayoría de jóvenes que dan culto a la cerveza, a la chacota y al chat.

La combinación de estas tres actividades, a las que suelen dedicar bastante tiempo, les estaría perjudicando en sus propias vidas, sin que la mayoría lo advierta. No se dan cuenta del daño que se hacen entre ellos y del tiempo perdido inútilmente.

En cuanto a los estudios y a los trabajos, los más listos podrían salir victoriosos después de sortear muchos peligros, los demás suelen quedarse varados en el camino con intentos infructuosos de conseguir algo, a pesar de las recomendaciones familiares.

Ya los estamos viendo (hay chicos que no quieren estudiar, desocupados que no consiguen trabajo, inmaduros, asustados, frustrados, deprimidos, adictos y dependientes que no se valen por sí mismos, algunos con deseos de suicidio , etc.).

Mundos cerrados para lo trascendente

Dentro de esos mundos juveniles no hay tiempo para consideraciones filosóficas ni para recorrer las historias de los antepasados. Estos chicos imberbes ya no podrían recitar los versos de Manrique que hacen referencia al paso rápido del hombre por la tierra: “nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir”, ahora tendrían que decir “nuestras vidas son los huaicos que adelantan el morir destruyendo.

Quizá pueda ser un poco exagerada la comparación pero nadie puede negar que las nuevas generaciones están pasando por la vida de una manera extravagante y desordenada, dejando de lado tradiciones, costumbres y buenos modales, y sin lograr esforzarse en construir para el futuro un andamiaje de sólidas estructuras.

Lo importante para ellos es vivir y aprovechar al máximo el presente, sin mayores consideraciones del pasado. Los mejores, que estudian y se especializan en alguna disciplina, buscan decididamente hacerla compatible con el confort y el placer, (buena ropa, comida rica, instrumentos electrónicos y si se puede una 4x4 para desplazarse, con espacios generosos para las vacaciones y los viajes).

Solo motivaciones extrínsecas (dinero y placer) con un toque de algunas intrínsecas (cursos, becas), para estar en el nivel deseado por la sociedad, son las aspiraciones de la mayoría y nada más. Para quedar bien se suele agregar un matiz social de ayuda altruista, logrando salir en las “fotos” como solidarios y tolerantes.

Las ayudas sin auténtica caridad personal son muy superficiales y no bastan

No son pocas las organizaciones sociales de ayuda que responden a planteamientos políticos y suelen estar infectadas con las jugarretas de sus miembros para aprovecharse de algo; o también, en algunos casos, con lamentables maniobras de corrupción hechas por lo bajo.

Para muchos jóvenes la ayuda social no es más que un “saludo a la bandera”, aunque afirmen con certeza que se están preocupando por el prójimo. Para que el servicio a los demás sea auténtico, en cualquiera de sus manifestaciones, es necesaria una coherencia de vida y un corazón ordenado; no el insulso sentimentalismo de quienes quieren satisfacer su propio ego con una dádiva, uniéndose a un grupo ruidoso que organiza el ambiente, para sentirse luego los grandes benefactores.

No podemos negar que existen también muy buenas iniciativas de personas coherentes que dan su tiempo y su vida para ayudar a los demás, dejando de lado sus diversiones y otras actividades, porque tienen un verdadero amor al prójimo. Son las excepciones que confirman la regla.

El influjo del desorden social

La sociedad “atomizada” se cierra en unos mundos artificiales y sumamente egoístas. El permisivismo irracional de los que no dicen nada por miedo, o el de los que afirman que ahora los tiempos son distintos y echan tierra a los criterios y normas morales, es el culpable de la destrucción de la misma sociedad.

En los sectores más pudientes los jóvenes pueden vivir en un mundo a parte, donde parece que sólo existen ellos. Muchos no suelen tener una sólida responsabilidad social porque viven sumergidos en sus actividades lúdicas, donde no faltan la chela, la chacota y el chat.

Es difícil que tengan tiempo para mirar la vida y las situaciones difíciles que podrían estar pasando otras personas de su propio país. Sus actividades superficiales les impiden aprovechar ocasiones preciosas para acercarse a la historia, a la gente y a los maravillosos recursos que existen, y luego compartirlos con todos viviendo unidos.

Además, cuando estos chicos frecuentan ambientes donde campean las bromas, las ironías, o el lenguaje hostil lleno de groserías y hasta de insultos, se acostumbran a estilos de vida un tanto agresivos y burlescos. Es muy difícil que puedan asumir la responsabilidad de un trabajo serio donde tendrían que responder con un nivel de conducta y conocimientos que apunten a unas metas más elevadas en la vida social y profesional.

Si alguno pretendiera hacer compatible un trabajo serio con una vida desordenada tendría que vivir tapándose los ojos para no ver la realidad o escondiendo sus angustias para que nadie se de cuenta. Tarde o temprano llegaría la fuerte descompensación que terminaría destruyéndolo. (¡Cuantas familias se han destruido!).

En los sectores menos pudientes los integrantes del che cha chá, estarían sufriendo peores consecuencias: resentimiento social creciente, aumento de la violencia y de la delincuencia en las calles, pandillaje juvenil, barras bravas, etc.

Nadie puede negar que en todos los ambientes de la sociedad han aumentado los desórdenes: el alcoholismo, la violencia y la delincuencia (drogadicción, ludopatía, etc.). Podemos constatar fácilmente la existencia de muchos jóvenes desocupados y sin ninguna proyección, ni orientación de vida, para poder superar estos problemas.

Las angustias de los padres de familia

La preocupación de los padres de familia que quieren realmente a sus hijos va creciendo cada día más, “¿Qué podemos hacer con este huayco que se ha venido encima?” se preguntan muchos. “¿cómo hacerles ver a los más jóvenes la realidad? . Algunos piensan que es cuestión de tiempo, que los jóvenes con los años cambiarán. Lamentablemente hay muchos que no ven, aunque hayan pasado los años, la mejoría de sus hijos, al contrario, ven que empeoran.

Coger el toro por las astas

Nadie que quiera hacer las cosas bien puede quedarse con los brazos cruzados. La guerra no la puede ganar la inmoralidad: la destrucción de las personas, la desaparición de la familia y la corrupción de la sociedad. Es necesario el resurgimiento de una legión de ciudadanos sensatos, que no tengan miedo ni “pelos en la lengua” para decir la verdad a todos los vientos.

En primer lugar hay que señalar las consecuencias de este desorden que estamos padeciendo, que además está muy maquillado por los que dicen que todo está muy bien y sabemos que es mentira. El exceso de propaganda de los que defienden sus negocios es como una cortina de humo que no deja ver la realidad. Esto no quiere decir que no existan muchos trabajos e iniciativas valiosas (hay que señalarlas también, pero sin que impidan ver la realidad en su totalidad)

En segundo lugar es necesario formar a los jóvenes para que puedan ser útiles en todos los terrenos, que conozcan la realidad tal como es.

Estos objetivos deben tener como meta prioritaria la enseñanza de la verdad, lo que el hombre debe ser como persona. Las virtudes que debe alcanzar. Para que los jóvenes no crezcan en un mundo de artificialidad donde abundan los cumplidos.

En cuarto lugar, usar la tecnología moderna (Internet, chat, televisión, teléfono, agenda electrónica) sin chelas ni chacotas. Y lograr que la educación ocupe los mejores espacios de los medios de comunicación.

Los padres de familia y maestros no deben olvidar que el ejemplo es el mejor predicador. El esfuerzo y la lucha por la unidad y coherencia de vida es “coditio sine qua non”, condición indispensable, para conseguir las metas a las que se quiere llegar.

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