viernes, diciembre 30, 2011

La Justicia y la Caridad en las relaciones humanas

DESPEDIDAS Y DESPIDOS

La despedida del año tiene unas connotaciones singulares en los distintos sitios del mundo: la quema del muñeco, el arrojar las agendas y calendarios a la calle, en algunos lugares se tira todo lo viejo. Es una suerte de renovación, dejando en el año que acaba todo lo que ya no interesa y se debe abandonar, lo que ya fue.

Estas acciones simbólicas quieren indicar el nacimiento de una nueva etapa más moderna, distinta y mejor que la anterior. Son deseos e ilusiones que pueden cumplirse o no, también se pueden dar en el año siguiente, grandes retrocesos o situaciones que nunca se imaginaron. Algunos recurren a los adivinos interesados en saber qué futuro les espera.

Es un modo de ver la vida. El fin de año es como una ventana para ver la realidad, reflexionar y rectificar los rumbos. Es el momento del perdón, de la reconciliación de hacer las paces, del “borrón y cuenta nueva”, también es el espacio ideal para la acción de gracias por el reconocimiento de todo lo bueno que se ha recibido y del aprecio y el cariño de los que nos quieren. Es un momento interesante para decidirse a ser mejores.

Cada persona debe asumir la responsabilidad de aprovechar bien esta circunstancia para el balance final y la elaboración de los propósitos para que en el futuro haya realmente prosperidad.

Cuando cada persona empieza su examen la primera pregunta que se hace es: ¿cómo me estoy portando?, la respuesta no es sencilla porque fallamos mucho en saber cómo somos; para poder contestarla tenemos que recurrir a los demás: ¿qué dicen los demás de mi? Al hacernos esta segunda pregunta la luz cae sobre nuestras relaciones con los demás.

¿Cómo nos portamos con los demás?

El tema de los demás es amplio y complejo: padres, hijos, esposos, abuelos, nietos, sobrinos, primos, amigos, colegas, autoridades, trabajadores, competidores, súbditos, enfermos, perseguidos, pobres, abandonados, discapacitados…..los que caen mal, los enemigos, etc.

En la relación con los demás deben predominar dos virtudes importantes: la justicia: constante voluntad de darle a cada uno lo suyo y la Caridad: amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. La Caridad va más allá que la Justicia porque es excederse en el amor.

De acuerdo a estas virtudes las primeras preguntas para un buen examen de conciencia serían: ¿realmente amo a Dios sobre todas las cosas? ¿quiero de verdad a las personas y por lo tanto me dedico a ellas sin buscar recompensa? ¿soy justo con todas las personas? ¿las conozco bien para saber qué es lo que les tengo que dar?

La honradez y la justicia en las relaciones humanas

La persona justa y honrada dice siempre la verdad porque la lleva dentro. La verdad es esencial para la comunicación con los demás. Si no se dice la verdad se está se está engañando y la mentira daña la relación con los demás, es un agravio y por lo tanto una falta de caridad y también de justicia.

Ninguna comunicación humana debe dejar herida a la persona. Muchas veces se oye decir que las verdades duelen. Sin embargo cuando la persona es sincera y quiere de verdad a su prójimo sabe bien cómo decir las cosas para que la otra persona las acepte. No se trata de fórmulas ni de estrategias para “ganarse” a la gente, sino de amor auténtico.

Hay personas muy habilidosas para convencer y con una actitud muy diplomática en el trato contentan a las personas haciéndoles ver que todo está muy bien y que no se tienen por qué preocupar. Quien escucha sale feliz en ese momento pero después… se da cuenta que sólo eran palabras, porque la realidad va por otro lado. Le han mentido con habilidad y buenos modales y al mismo tiempo han cometido una injusticia.

La caridad y la justicia son virtudes reales cuando están fundamentadas en la verdad. El verdadero amor a los demás impide manipularlos, utilizarlos o dejarlos de lado sin más, en cualquiera de las circunstancias de la vida y más aún cuando se trata de una persona cercana.

La persona lejana de la verdad suele ver los agravios o los errores de los demás como la única verdad que hay que tener en cuenta y junto a la indignación lleva el odio para castigar al culpable y que de ninguna manera haya impunidad. Está muy lejos del perdón (el perdón está dentro de la justicia con la caridad).

La importancia de conocer bien a las personas para poder amarlas

No se puede amar si no se conoce y si no se conoce es muy fácil fallar en la justicia, sobre todo cuando se tiene que tomar decisiones sobre otras personas. Es verdad que el mundo está lleno de personas “ambiciosas” que solo piensan en sí mismas. Por eso tiene prioridad educar personas que vivan desprendidas y tengan una constante voluntad de servir sin buscar recompensa.

En cualquier caso es importante conocer bien la realidad con la firme intención de amar y comprender. No es ético el conocimiento de la realidad para aplicar una justicia sin caridad, que lleva a un legalismo insano que castigue al que infringe la ley a como de lugar. Los que aplican así la ley suelen ser personas que siempre buscan sacar partido personal manipulando a la gente. Las cosas buenas hay que usarlas para el bien y no para el mal o para hacer daño. Lo bueno responde a lo que es realmente bueno, el bien es objetivo en todo el mundo y no solo a lo que está reglamentado por una ley humana. Donde está la ley también debe estar el perdón.

En el uso de las cosas buenas se debe ser justo con todas las personas. Otorgarle a una persona algo en base a una injusticia es perjudicial para todos. La acción injusta se extiende como en cadena malogrando muchas relaciones humanas (los que se callan, los que murmuran, los que critican, los que tienen envidia, los que esperan un momento para la venganza, etc.). Si uno ha sido injusto debe rectificar y pedir perdón. Esta actitud se debe tener en cuenta porque podría ser de un influjo mayor que el agravio que cometió. Muchas veces en las relaciones humanas somos sensibles para el agravio e insensibles para el arrepentimiento del que nos agravió.

Relaciones humanas en el mundo laboral

Estas consideraciones que venimos haciendo tienen enorme importancia a la hora de los despidos, tanto por parte del empleador como de los empleados. En una sociedad donde no van bien las relaciones entre los seres humanos pueden existir muchas limitaciones y pequeñas corruptelas en los modos de despedir a las personas.

Cuando las relaciones humanas funcionan bien es por las virtudes de las personas: se conoce bien, hay un aprecio y una estima mutuos, y entonces las cosas se conversan con tiempo para tomar las medidas oportunas y necesarias sin que nadie se perjudique.

El auténtico aprecio por las personas no queda en los modos de tratar, interesa mucho cómo está, cómo queda, cómo le va, cómo resolverá sus problemas, cómo está su familia y se le da la mano para ayudarla en todo lo que sea posible.

El amor auténtico nunca se pierde. Las verdaderas amistades duran toda la vida y a las personas que saben querer se les tiene un agradecimiento infinito.

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jueves, diciembre 22, 2011

El hombre necesita ser

RESCATADO PARA QUE PUEDA AMAR

Cuando las cosas no salen bien en una sociedad se aspira que llegue alguien que ponga orden, una mano dura que reestablezca la justicia castigando a los que se han portado mal. El que llega debe ser muy fuerte y valiente para tomar decisiones si es que quiere conseguir que las cosas cambien para bien.

La llegada de Jesucristo al mundo fue distinta: nadie quiso recibir a sus padres para que Él pudiera nacer en un sitio digno, es más, la autoridad mandó matar a todos los niños para matarlo a Él, más tarde fue maltratado por todos: abofeteado, escupido, coronado de espina y crucificado. Nunca nadie recibió más oposición que Jesucristo y a pesar de todo consiguió poner orden en millones de corazones a lo largo de la historia.

Es que Jesucristo no vino para hacer justicia sino que vino a traer la justicia para que cada hombre sea justo, vino para que el hombre aprenda a darle gloria a Dios y la gloria que el Señor quería era que todos se salvaran y para lograrlo tenían que conocer al redentor y dejarse guiar por Él.

Jesucristo trata al hombre con amor y le enseña a amar. El hombre aprende de Jesucristo el amor de benevolencia: dar regalos, ser generoso y el sufrimiento por amor: el dolor, la cruz. El hombre no podía amar porque sus pecados se lo impedían y Jesucristo viene para rescatarlo y darle poder para que luche contra su pecado y así conquiste el amor, que luego tendría que repartirlo a los demás.

La primera obligación del hombre es amar a Dios y la segunda a su prójimo, empezando por la familia.

Los hombres emprendedores del mundo han luchado por sacar adelante una carrera, un trabajo, unos proyectos, etc. Es maravilloso ver la capacidad que tienen los hombres para hacer cosas admirables en beneficio de la sociedad. El hombre estudioso y trabajador puede ser muy eficaz y llegar a grandes metas; sin embargo Jesucristo le recuerda que tiene un prójimo y que su principal obligación es con el prójimo.

Las relaciones humanas tienen prioridad por encima de otros logros y son determinantes para la felicidad de los hombres y la mejora de la sociedad. El hombre que no lucha con orden falla habitualmente en las relaciones humanas: peleas familiares, laborales y sociales. Descontentos de unos con otros: contiendas, juicios, conflictos sociales y guerras. El hombre no puede arreglar solo sus conflictos con el prójimo, necesita la ayuda de Dios.

Dios viene para que el hombre mejore sus relaciones con Él y con los demás: “amaos los unos a los otros como yo os he amado” Dios padre envía al Hijo para que los hombres vean como ama el Hijo a Dios Padre y así aprendan a amar a todos. Nadie es mejor ejemplo que Jesucristo para enseñarnos lo que es el amor.

El hombre empieza a amar a Dios cuando lo trata. En la oración el interlocutor es Dios. El hombre se va dando cuenta, si conversa de verdad con Dios, que Él lo sabe todo y por lo tanto no se le puede esconder nada y además al conversar con Él siente la intensidad de su amor y se da cuenta que quiere lo mejor para él.

El hombre que no reza oculta siempre algo en sus relaciones con los demás. El que reza no puede esconder nada porque sabe que Dios lo ve todo y en el trato con Él aprende a ser sincero. El hombre está hablando con la Verdad y Dios le transmite la verdad.

En poco tiempo descubre que Dios se dirige a él de modo personal como si fuera el único y luego cuando se mira a sí mismo ve que tiene un amor que Dios le ha dado y que es exclusivamente suyo, con matices y modos propios, incluidos sentimientos, pasiones y todo tipo de emociones.

Todo eso es propio de cada uno, el hombre se da cuenta que Dios lo quiere más que nadie. La relación que se establece es íntima, intensa y única. Es como si hubiera un idioma único, propio y exclusivo para dirigirse a Él.

La oración personal y la oración de la Iglesia

Los modos personales de dirigirse a Dios engarzan perfectamente con la liturgia, Es como un coro donde se pueden distinguir las voces que cantan en el mismo tono, de cada voz particular. Así también, el trato íntimo con Dios en la liturgia, no pierde el encanto de su individualidad, al contrario la liturgia eleva esas particularidades que son como arreglos que mejoran la comunicación. Es una especie de elevación del hombre que participa de un ambiente divino.

Quien está haciendo su oración no quiere interrumpir ese momento íntimo de conversación exclusiva con Dios. La elevación se da de tal manera que se vive feliz en esos instantes de intimidad. Es una experiencia intransferible que es muy difícil de contar: “el corazón tiene razones que la razón, por muy brillante que sea, no llega a captar” (Pascal), las certezas de la fe son mucho más fuertes que las de la razón e incluso que las evidencias. Son convencimientos que están muy distantes de cualquier tipo de duda o temeridad. Es la seguridad de la humildad que es la verdad. “El Señor ha escondido la verdad a los sabios y entendidos y la ha revelado a la gente sencilla”

En la sencillez de Belén está la familia que fue rechazada por todos y que ahora se ha convertido en la familia más famosa del mundo. La Virgen María, una mujer pobre y con poca cultura, le agradece al Señor en el Magnificat todo lo que le había dado, la esclava del Señor, canta con júbilo lo que más tarde será una gran verdad: “me llamarán bienaventurada todas las generaciones” Ella, recibe de Dios el amor que trasciende en su Pureza y Virginidad, para que sea la criatura que más sabe amar en el mundo. Ella colabora con el Redentor en el rescate del hombre para que pueda amar y sea feliz. También se podría llamar bienaventurado el que sabe amar a Dios y a los demás, como Dios nos ha amado.

Entonces podemos afirmar que Jesucristo viene para que el hombre al ser rescatado pueda amar y ser muy feliz.

¡Felices Fiestas de Navidad junto a la Sagrada Familia de Jesús María y José!

viernes, diciembre 16, 2011

¿Los chicos están preparados para la vida?

LAS NOTAS NO SON TAN IMPORTANTES

Un viejo amigo me decía con cierta preocupación mirando las calificaciones brillantes de su hijo adolescente: “no me preocupan las notas sino su actitud frente a la vida” Su hijo era de los mejores del salón y se jactaba de ello, pensaba que con sus buenas notas tenía el futuro asegurado y en el presente usaba su buena imagen de estudiante para hacer su “santa” voluntad. Al igual que otros compañeros suyos, estaba convencido que las buenas notas eran como la patente de corzo para poder organizar las actividades que quisiera con sus amigos y que siempre tendría el permiso y la autorización de sus padres.

Efectivamente en estos tiempos muchos papás se conforman con las buenas calificaciones de sus hijos, incluso le dicen: “yo te doy permiso para lo que quieras con tal de que saques buenas notas”. El alumno exitoso tiene permiso para todo y el que saca bajas calificaciones encuentra en esas promesas la motivación principal para estudiar y luego poder hacer lo que le da la gana.

Como se puede comprobar a primera vista, la orientación no es del todo correcta y podría ser, como luego se puede comprobar, es muy peligrosa para el futuro de los chicos.

Cuando no funciona la conciencia para las decisiones de cada día

Cuando en los chicos se unen unas aspiraciones egoístas con alguna pequeña ignorancia en su formación moral, la ceguera es atroz porque la conciencia se debilita hasta tal punto que deja de responder a la realidad. El objetivo principal de una formación espiritual, (que no puede ser optativa porque es necesaria para todos los hombres) es conseguir que cada persona tenga una conciencia que funcione bien y responda con acierto frente al bien y al mal como debe ser.

La falta de conciencia es una falta de respuesta a la realidad, que podría ser muy grave por las consecuencias que trae para la propia persona. Es tener el peligro cerca y no darse cuenta. Se pierde la capacidad de reacción y de defensa frente al mal. Es como jugar frontón sin pared, la bola no retorna y se pierde. Así ocurre con el que no tiene conciencia, está como ido o anestesiado, frente a una realidad agresiva y amenazante. Su situación es grave aunque al chico le parezca que no pasa nada.

Cuando son muchos, y tal vez la mayoría, los que se encuentran en esta situación, el consenso entre ellos los une en una mala complicidad, les parece que se están ayudando y no alcanzan a darse cuenta que se están perjudicando. Es necesario hacer sonar las alarmas de emergencia para combatir este mal que ahora se ha convertido en endémico.

Muchos jóvenes están en capacidad de entender la teoría de lo que se les aconseja pero no reconocen que ellos están dentro de esos cuadros peligrosos. Piensan que saben cuidarse bien y que no les va a pasar nada, sacan a relucir sus buenas notas y algunas cualidades que realmente tienen. Les molesta que los cuestionen y que piensen, sobre todos sus padres, que ellos no son maduros y responsables en sus decisiones.

Quieren demostrar que ellos siempre se portan bien porque no cometen excesos y que hacen lo mismo que sus amigos más cercanos que “también son buenos”. Es por eso que, frente a los requerimientos de sus padres, suelen decir, con un voluntarismo inconsciente: “pero eso, ¿qué tiene de malo?” reflejando en esa expresión una notable inseguridad, que ellos no perciben claramente.

Cómo remendar las conciencias juveniles

La primera respuesta, para amainar las inquietudes de las quejas, que son propias de la inmadurez juvenil, es hacerles razonar de una manera serena, para que se den cuenta que los seres humanos nos portamos bien no solamente cuando no hacemos cosas malas, sino cuando hacemos lo que tenemos que hacer.

Es importante formar a los chicos, desde muy pequeños, en el orden, y conseguir que ellos adquieran una jerarquía de valores propia y de acuerdo a la realidad. Por ejemplo: que se levanten siempre a la hora, que tengan su cuarto ordenado, que no se tumben en los sillones o en la cama, que sepan hacer, ellos mismos, pequeños sacrificios.

No es buen sistema corregirles de un modo negativo y con cierta ira para obligarles a portarse bien y repetirles las cosas machaconamente y con tono de queja: “¡siéntate bien!”, “¡no pongas los pies en los muebles!” “¡no se habla con la boca llena!” Lo único que se consigue con este sistema es que el chico piense que es distinto a lo que se quiere conseguir de él y a la larga terminará cuestionándolo todo.

Educar a los hijos es una obra de arte que los papás deben elaborar con paciencia en las distintas etapas de la vida. Deben pensar que poseen una vocación que es una capacidad para lograr una amistad que está fundamentada en el amor. Es una cualidad que todos los padres deben cultivar y que exige, para su desarrollo, esfuerzo y sacrificio constante. Nadie nace sabiendo. Una de las primeras condiciones, necesaria para la educación de los hijos, es la presencia de los padres en el hogar.

El éxito de la tarea educativa en la casa dependerá del tiempo que los padres pasen con los hijos. “Los hijos son más importantes que los negocios” decía, con gran sabiduría, San Josemaría Escrivá.

Algunos padres dedican mucho tiempo a sus hijos cuando son niños y cuando llegan a la adolescencia ya no tanto. Los educadores notamos que los papás de los niños de primaria acuden a las reuniones con mucho entusiasmo, pero luego cuando están en media, poco a poco van desapareciendo de las reuniones. Este desinterés está motivado también por la distancia que pone el adolescente con sus rebeldías, entonces a los papás les puede parecer que la presencia de ellos no resuelve nada y que al contrario, son un estorbo. Viven sin saber qué hacer con su hijo rebelde y despistado. Algunos cometen el error de cerrar los ojos y se refugian en el trabajo esperando, sin hacer nada, que las cosas se resuelvan solas.

Si un papá ve que su hijo adolescente no tiene hábitos buenos, (virtudes), para hacer frente a la vida, debe tratar de acercarse y procurar una amistad con él, teniendo muchas conversaciones donde el chico se sienta comprendido y querido. Debe tener mucha paciencia frente a las respuestas inmaduras y tal vez hirientes, del chico que no sabe razonar y poco a poco, sin nerviosismos, ni violencias, ir conduciéndolo con los argumentos razonables a una mejor disposición. Es mejor contar anécdotas de otros casos que señalarles lo que ellos han hecho mal. No es pedagógico recordarles constantemente sus deberes, especialmente cuando no los cumplen.

Para fomentarles la responsabilidad es bueno preguntarles, con mucha confianza, en esas conversaciones amigables: “¿qué has pensado hacer?” para que él mismo pueda darse cuenta de sus elecciones y aprenda a rectificar honestamente. Con esas conversaciones atinadas terminará dándose cuenta que para ser feliz en la vida no bastan las buenas notas. Es importante apuntar más alto.

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jueves, diciembre 08, 2011

La soledad de la incomunicación

EDUCAR PARA COMUNICAR

Hoy se da en el mundo una significativa paradoja: el gran progreso tecnológico de los medios de comunicación y la escasa, y muchas veces conflictiva, comunicación entre los seres humanos.

Comunicación con Dios

No son pocos los que han empeorado su comunicación. Empecemos por los que se han alejado Dios: Algunos lo han expulsado de sus vidas como si fuera un intruso y otros son descuidados en sus prácticas de piedad: no van a Misa, rezan cuando se acuerdan o no rezan nada, viven alejados, aunque creen en Él, son flojos desde el punto de vista espiritual y no son conscientes de lo que significa no tener una buena comunicación con Dios.

Comunicación entre familiares

En los ámbitos familiares la comunicación entre los seres queridos ha ido perdiendo terreno. Muchos matrimonios se han roto por peleas o descuidos en el trato entre marido y mujer, algunas veces por excesos de trabajo o desavenencias que no se supieron superar. En otras familias, donde solo cuidan las reglas externas de cortesía, en los temas más íntimos se encuentran distanciados y a veces indiferentes.

Cada vez son más los hogares donde la tolerancia está en el límite, porque al ir cada uno su cuenta, nadie tiene tiempo para interesarse por la vida de los demás. En algunas casas viven peleados, en una especie de guerra fría, con un resentimiento que no quieren curar, llevan la herida abierta per secula seculorum, sin que nadie tome la iniciativa para lograr un acercamiento que los una.

También la relación entre enamorados se ve afectada por el cáncer de la incomunicación social. Suelen reclamarse mutuamente los tiempos y los afectos que no se reciben entre ellos. Cada vez son más los que desean recibir y no saben dar.

El individualismo social, que está imperando en el mundo, encripta a las personas en sí mismas, las encierra y las vuelve egoístas. Esas mentalidades son demasiado yoístas. Al ego lo ponen demasiado alto. Sus manifestaciones afectivas con fuertes cargas de egocentrismo contaminan la sensibilidad y dan cabida resentimiento. Viven heridos. Cada uno defendiendo sus exagerados y muchas veces equivocados “derechos”

Parece que ahora los novios que se van a casar tienen que firmar un contrato para que la otra parte se comprometa a respetar sus derechos. Es absurdo que se tengan que dar estas situaciones que reflejan desconfianza, poco amor y una relación mediocre entre dos personas que se deberían querer mucho, entregándose el uno al otro para toda la vida.

Comunicación entre padres e hijos

En la relación padres-hijos la comunicación se hace cada día más difícil. Parece que la brecha generacional es como una muralla que impide la relación entre jóvenes y mayores. Los hijos sueñan con una precoz independencia y los padres sufren las consecuencias de esos proyectos. Otros papás no quieren entrar en conflicto con sus hijos y se rinden permitiéndoles todo. El resultado de esta falta de entendimiento es la triste realidad de una juventud bastante desorientada, muchas veces desbocada y hasta perdida, salvo honrosas excepciones.

El trato entre parientes se ve afectado por los mismos microbios. Solo interesa el que es útil para los beneficios mutuos. Se ha perdido la noción de familia. Las casas se han convertido en locales donde uno duerme y tiene sus comodidades. En vez de ser el lugar de la generosidad y del servicio es el lugar del egoísmo donde se adquiere el derecho de ser “libre” para hacer lo que venga en gana. Con esta mentalidad el mundo del hogar también resulta competitivo, se quiere sobresalir por encima del otro pariente y lógicamente se multiplican las peleas y se hace ascos a los planteamientos de los mismos hermanos cuando no están en la línea de lo que uno quiere. Cuando falta amor se cae en la tiranía del propio ego.

Comunicación entre amigos

El campo de la amistad se trasforma en una suerte de complicidad para los caprichos o antojos personales. Decir: ¡mis amigos! podría ser como un grito de rebeldía. Se estaría diciendo en el fondo: “quiero hacer lo que me da la gana”, “quiero ser libre, tener todos los permisos y que nadie me controle” Lógicamente, con esta mentalidad los papás podrían parecer unos fiscales y tiranos que quieren imponer sus ideas en contra de la libertad de sus hijos.

Cuando alguien manifiesta sus preferencias en personas que no son de la familia: prefiere salir con sus amigos antes que con sus padres y hermanos, les dedica más tiempo a sus amistades y además pone más interés y cariño en ellos que en sus familiares, no se da cuenta de lo que está haciendo con su propia familia. Esos afanes, de aparente “libertad” lo ciegan y al mismo tiempo lo van envileciendo, si es que no reacciona a tiempo.

Lógicamente los de la familia no podrían mirar con simpatía ese tipo de andanzas, de los que no saben que la caridad y el cariño empieza por los de la casa. Cuando ocurren estos desórdenes se podría estar dando una mala relación o una mala comunicación entre padres e hijos. (hacemos esta consideración suponiendo que la familia funciona bien, que están los padres en casa y tratando de formar a sus hijos con un cariño grande hacia ellos).

Las decisiones que se tomen con libertad no deben perjudicar las relaciones familiares. Se debe conversar y llegar a un entendimiento con argumentos razonables y sensatos. No se debe permitir ni al padre posesivo, ni al hijo desalmado. Las relaciones familiares deben entrar en armonía con las relaciones de amistad que los miembros de una familia tengan con otras personas. Los amigos no deben ser algo oculto o secreto, al margen de la familia. A la hora de la duda siempre tiene preferencia la familia. Y esta decisión debe partir de cada uno. A todos les debe interesar que las comunicaciones y relaciones se den muy bien.


Cuando se comunica para ganar y no para amar

La sociedad utilitarista instrumentaliza la amistad para fines de beneficio personal o de grupo. No es el amor auténtico por la persona. Hay un interés de fondo que predomina como motivación principal. Como dice el refrán: “no es el amor al chancho sino al chicharrón”

Todas estas situaciones, que son reales en nuestra sociedad, elevan la inseguridad. Hay miedos en la casa, en el trabajo y en la calle. Esta intranquilidad de muchos puede ser, en algunos casos, una verdadera esclavitud. Existen ambientes donde hay habitualmente presiones, imposiciones, agresiones y hasta lesiones físicas. Son lugares donde hay más guerras y conflictos que paz. Hombres que viven metidos en laberintos donde no pueden tener libertad. No les basta decir: hagan lo que quieran y no se metan conmigo, porque también serían esclavos de las conductas impropias de los demás y de la soledad que se genera cunado no hay una buena comunicación.

Relaciones fluidas y armoniosas

El hombre es un ser que ha nacido para amar y vivir en sociedad. Toda persona debe aprender a relacionarse con los demás y conseguir que las relaciones sean fluidas y armoniosas. Para lograrlo es necesario formar a la persona con los valores que existen para su progreso espiritual. No es cuestión de diplomacia sino de auténtico amor.

La persona transmitirá lo que tiene dentro. Es preciso llenar la interioridad de cada uno con motivaciones nobles y trascendentes, para que puedan amar como debe ser: sin egoísmos y preocupándose de servir y ayudar a los demás. Toda persona debe ser portadora de la verdad y no de la mentira y la artificialidad.

Es necesario educar para lograr que la persona pueda comunicar algo valioso. Hoy, cuando se está dando un notable progreso en las técnicas de comunicación, es necesario que los contenidos sean valiosos. Llenar de contenidos valiosos a los medios de comunicación es un gran reto en los tiempos actuales para la mejora de la sociedad.

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jueves, diciembre 01, 2011

El contraste de la ironía fina

EL CIUDADANO BURLÓN

Fue difícil encontrar el título, sin embargo éste, aunque parezca propio de un cuento o chiste, es el que mejor indica lo que pretendo decir. Es la figura que se encuentra en muchos ambientes limeños que han pasado, con los tiempos, de la fina y elegante ironía a la burla irrespetuosa, algo grotesca y bastante desatinada.

Hasta en los acentos y estilos de una modalidad simpática de ser se ha metido el “cáncer” del maltrato al prójimo, propio de una sociedad que está perdiendo los papeles de la decencia y el decoro. Todo depende de lo que se lleva dentro, que lamentablemente cada vez está más devaluado.

La fina ironía limeña, propia de nuestros abuelos, que con una sana picardía sazonaban las conversaciones en las tertulias familiares, no tiene nada que ver con los puntillazos del cochineo hiriente lanzados como exabruptos que proceden de una interioridad alterada y muchas veces herida.

Y es que muchas personas de hoy, hay que reconocerlo con hidalguía, suelen padecer de una suerte de desequilibrio interior por influjo de un desarreglo social imponente. Quienes buscan adaptarse a una sociedad desadaptada pierden la brújula y el rumbo y sin que se den cuenta les puede parecer que sus intervenciones son normales y graciosas por el aparente éxito de sus manifestaciones frente a los demás; tal vez se deba al aumento del nivel de tolerancia por parte de los otros, que indicaría, en estos casos, lo contrario a una valoración. Se le deja ser como es, para no complicar más la existencia y evitar peleas. Se le responde con el si pues del consenso general y todo queda en nada o en algo peor que eso: un considerable desprecio que no se exterioriza.

A nadie le gusta, en su sano juicio, que lo cochineen, burlándose de él y dejándolo mal parado frente a los demás. Si al hombre cansado, golpeado y desanimado no se le cuida, se le podrían escapar esas manifestaciones irónicas desatinadas, que serían como mecanismos de defensa. Buscaría sentirse más fuerte atacando primero, para que no lo gane otro con un ataque más agresivo, llamando la atención con una especie de rebeldía cortante y agresiva, que además es antiestética. Muy lejos de la fina y simpatiquísima ironía del hombre gracioso que busca llenar de buen humor el ambiente con toques picarescos que no hieren y que además elevan el ambiente.

Parece que en nuestra sociedad existiera una especie de competencia para fastidiar a los demás. El que fastidia más es el que gana. Es una pena constatar que en algunas familias o en grupos sociales, solo se habla de modo superficial. En muchos ambientes resulta muy difícil introducir un tema serio y profundo. En cuanto empiezan a conversar salta enseguida el chiste o la broma fácil del que no tiene nada que decir y malea el ambiente de esa manera.

Cuando la televisión coloca las propagandas de cervezas suelen aparecer, como ambientes típicos de los jóvenes, las juergas llenas de bromas y ligerezas. Sin caer en mojigaterías ni candideces, es preciso afirmar claramente que esos ¡no son ambientes de calidad! ¡son más bien mediocres!

De los que hablan insultando constantemente a terceras personas

No son pocos los que hablan habitualmente de los demás de un manera peyorativa y zafia. No es que estén indignados o tengan algún motivo para hacerlo, son modos de hablar irreverentes que se han hecho costumbre. Quien emplea un lenguaje de esa naturaleza trasluce una vanidad enfermiza que busca la complicidad de su interlocutor. Cree que emplear lisuras o insultos, es síntoma de virilidad o de estar más a tono con los estilos de la época. Aunque puedan darse esos consensos, es totalmente antiestético y de muy mal gusto hablar de esa manera. Mucho peor si se trata de una mujer.

Manejar un lenguaje limpio, respetuoso y rico en contenidos

El resumen de todas las virtudes humanas es la delicadeza en el trato. El hombre fino y virtuoso no es el maniático finolis que exagera las formas refinadas de conversar llamando la atención con sus originalidades. El virtuoso es el que sabe estar en su sitio y actúa con tino y prudencia. Manejará un lenguaje limpio y rico, lleno de contenido que persuade al interlocutor. No necesitará recurrir a términos ligeros y burdos para hablar con sus amigos. Lo hará de un modo natural y sobre todo sabrá ser oportuno para decir las cosas y para callar cuando sea conveniente.

El exceso de bulla y los tonos elevados de voz son también signos de decadencia. La virtud lleva al silencio y a la ponderación, como complemento, en los modos de expresarse. Callando cuando es oportuno y ponderando bien las cosas se transmite un clima de serenidad que es necesario para acertar en el teje y maneje de las relaciones humanas.

Las cortesías pueden ser superficiales y artificiales

Si bien una persona puede manejarse con un sistema rico en amabilidades y atenciones no por eso se puede decir que ama. Las cortesías son también procedimientos para quedar bien. Una persona que abunda en cortesías no necesariamente está transmitiendo valores. En cambio quien tiene una interioridad rica posee una maravillosa mercancía para las relaciones humanas apropiadas.

Se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que el hombre que posee una interioridad rica suele ser fino y delicado al expresarse y cuida mucho no herir a nadie.

No podemos olvidar que la educación peruana ocupa los últimos lugares si la comparamos con la otros países del mismo continente. Estas estadísticas nos deben hacer reflexionar para darnos cuenta que fallamos mucho en el trato humano. Si quisiéramos progresar y ocupar mejores niveles en el mundo, es imprescindible mejorar la calidad de trato con los demás y declarar persona no grata al burlón de turno, sea peruano o extranjero.

Ya no queremos esos modos arrogantes que son propios de patanes que no quieren saber nada con el respeto a los demás. El esfuerzo por ser más delicados será también una prueba fehaciente de nuestro amor a la patria que no debe quedarse en patrioterismos desaliñados de euforias colectivas, que muchas veces traen insultos grotescos contra los extranjeros.

El amor a la patria es también el amor al mundo de la persona respetuosa y amable que sabe querer realmente a los demás, porque posee una interioridad rica en virtudes gracias al esfuerzo que ha puesto para querer y servir a todos.

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jueves, noviembre 24, 2011

La contemplación del último respiro (al terminar el mes de los difuntos)

JUNTO AL QUE SE VA A MORIR

Todos nos vamos a morir sin embargo vivimos como si ese momento no fuera a llegar. No nos gusta pensar en la muerte y cuando lo hacemos nos llenamos de miedo e incertidumbre. Acostumbramos a leer en los periódicos o a escuchar en los noticieros de la televisión las muertes que ocurren en el mundo, algunas catastróficas y otras inesperadas y vemos que alrededor de cada muerto hay personas, su entorno familiar o sus amistades, con diversas reacciones y filosofías de vida.

Estar al lado del que se va a morir no deja de sorprender y estremecer a cualquiera, es un recuerdo que no se borra así no más, muchos evaden esas situaciones y prefieren recordar a sus familiares y amigos con una imagen de los mejores momentos de su existencia. Pueden no darse cuenta que esos instantes, junto al umbral de la muerte de alguien que está por partir, son esenciales para entender lo más profundo de la vida.

Un recuerdo entrañable

Tuve la dicha de estar al lado de mi padre cuando dio el último respiro y luego se apagó como una velita que deja de dar luz. Con una gran paz nos dejó con la esperanza de volvernos a ver en unos años. Mientras contemplaba su rostro, en esos primeros instantes de su deceso, mil pensamientos, estremecidos por la emoción inevitable del momento, pasaban por mi mente mezclados con las oraciones de petición pronunciadas con una fe que quería aumentar. En esos momentos me invadían muchos recuerdos, pensaba si estaría encontrándose con Dios, o si estaría dando cuenta de su vida, también pensaba cómo reaccionarían los demás al enterarse del fallecimiento, y de lo que habría que hacer después…

Traigo a colación estos recuerdos para centrar el tema de nuestro análisis en esos momentos que podemos vivir junto a un ser querido que se muere. Quisiera extender esos instantes a los días previos a la partida definitiva que constituyen el último tramo de la vida, para unos más largos que para otros.

El tiempo que no se supo aprovechar (al lado del que está por partir)

La velocidad y la prisa de los tiempos juegan en contra para la valoración de esos momentos de compañía al ser querido que está por partir. Alguna vez se oye el consejo de un padre a su hijo adolescente que suena como manotazo de ahogado: “anda a visitar a tu abuelo porque ya no lo vas a ver más”. El chico que no está acostumbrado a tratar con su abuelo porque no lo ve habitualmente, escucha y entiende que tiene por delante un deber que le cuesta, tal vez mirará al abuelo con un sentimiento herido y con ganas de que todo pase rápido para salir de esa incomodidad. Todavía no está en capacidad de valorar los espacios de los últimos momentos de la existencia en la tierra de un ser querido.

Pero antes que el nieto están los hijos y cuando éstos son padres y también mayores, suelen estar enganchados en los trajines de una modernidad desordenada, tratando de hacer compatibles sus correrías con la búsqueda espacios para estar al lado del ser querido que se está muriendo. Suelen tener conciencia de ese deber y luchan por estar allí. Lo trágico es cuando no se dan cuenta del sentido que tienen esos momentos finales, para ellos y para el que se va. Cuando todo ocurre rápido las conciencias no podrían justificar las omisiones de esos espacios para estar con el ser querido que se muere, con la realidad del escaso tiempo que se tiene. Es como el que llega tarde y busca justificarse con el tráfico “que es infernal”. Es verdad que el tráfico es terrible, pero….

Las relaciones humanas en el umbral de la muerte

Para otras personas los nerviosismos y las correrías podrían convertirse en una especie de cortina de humo para llevar esas situaciones sin mayores compromisos y apremios, con una sensación de prisa que sería más bien de huída. Hoy muchos están acostumbrados a huir de las cosas costosas y procuran adornarlo bien para que no parezca una falta.

Se podría decir que las situaciones más corrientes fluctúan entre dos extremos: el de un cumplidito al enfermo que ya no está en condiciones de conversar y luego…a salir corriendo, y el de la angustia sentimental de estar allí al lado, bloqueado con el excesivo cansancio que trae la pena de esa situación. Son dos limitaciones que impiden aprovechar ese tiempo de oro para el ser querido y para sus deudos.

Para el que se está muriendo, si tiene fe, se dará cuenta que esos momentos, antes de partir, son muy buenos para que se den, en la medida de lo posible, las mejores relaciones humanas con sus seres queridos y amistades. Hay personas que lo hacen muy bien. Sin embargo hay que tener en cuenta que el que se está muriendo padece grandes limitaciones y entonces son los seres queridos quienes deben procurar que esos momentos sean muy buenos para todos.

Si en la vida se festejan los cumpleaños y los grandes acontecimientos de las personas, al final de la vida, cuando se acerca el gran acontecimiento de la vida eterna, el ser querido que va a partir, se debería ir también con la fe y el cariño de los suyos, que en ese momento estarían a su lado enteros y con excelentes disposiciones para darle la mejor de las despedidas. No es que haya que hacer nada extraordinario, solo la conciencia de lo que está pasando en la realidad y de lo que se viene después. Es un espíritu de fe y esperanza del que pueden participar todos: grandes y chicos, los hijos, los nietos, las amistades, etc.

Los cuidados paliativos en el umbral de la muerte no se reducen a los aspectos físicos y medicinales para aliviarle el dolor al enfermo. La calidad de vida se teje también con las relaciones humanas de calidad por parte de los seres queridos y las amistades que son conscientes de esos momentos delicados y llenos de contenido. Es un esfuerzo de todos para despedir al que se va con un hasta luego lleno de esperanza y amor.

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jueves, noviembre 17, 2011

Los que tendrían que estar indignados

PERSEGUIDOS POR BUENOS

Existen en el país persecuciones implacables que son organizadas por verdaderas mafias compuestas por delincuentes de cuello y corbata que actúan como si fueran los verdaderos moralizadores que necesita el país. Juegan totalmente a su favor y no tienen reparo en destrozar el honor y la buena fama de las personas. Ya no se trata solo de los que tiran la piedra cerrando los ojos, sino los que se organizan para destruir a alguien molesto para ellos. Y la causa de la molestia es que dice la verdad.

Para las mafias, el que dice siempre la verdad se convierte, para ellos, en un personaje peligroso que habría que acosar, al menos para que se calle, y si insiste en querer defender la verdad, habría que llenarlo de acusaciones falsas, a ver si alguna prende, con algún “abogado” experto en triquiñuelas y sin ninguna moral, que consiga con sus influencias ilegales, aplastar al defensor de la verdad acusándolo de corrupto.

Los periodistas malos que están dentro de un poder mediático enfermo, encuentran en esos asuntos sus negocios para llenarse los bolsillos. Solo tienen que convencer a las masas haciendo el milagro de convertir mentiras en “verdades”. Lo vemos todos los días: el pueblo puede canonizar a un delincuente o condenar a un santo influido por los medios. Ya ocurrió con Jesucristo hace siglos.

Para lograr estos objetivos los mafiosos, que no son pocos, buscan personas que los puedan apoyar ofreciéndoles beneficios y ayuda. Unos entran a formar parte de esas cadenas de influencia y otros son utilizados para resolver asuntos del momento, obtienen su parte y se retiran. Lamentablemente en nuestro país la corrupción la llevan muchas personas en la sangre, casi desde la infancia, es lo que han visto siempre y ha sido el modo que han utilizado para salir adelante: el engaño, la trafa, la astucia, la pillería, como sistema de vida. Luego, cuando llegan a escalar a puestos de más relevancia, empiezan a extender sus redes con personas de su calaña con quienes tratan de armar un botín que pueda ir creciendo con disfraces de moralidad.

Algunos malos periodistas, abusando de su profesión, cobran por sacar bien o por no sacar mal en los medios, a los ambiciosos que viven pagándole a ellos para tener una buena prensa que los apoye. Muchos de ellos forman parte de estas redes de influencia tejida con actos de corrupción.

Cuando se busca la expulsión de los buenos

Dentro de este mundo de corrupción el hombre que dice la verdad se ve aplastado, tarde o temprano, por una sarta de mentirosos que le van inventar historias nefastas y calumniosas para asustarlo y sacarlo de en medio, o para corromperlo y que aprenda a jugar sucio como ellos.

El que dice la verdad no usará nunca las mismas armas. No armará una mafia con sus amigos, como harían los delincuentes que forman bandas para enfrentarse a otras bandas. El que tiene la verdad va solo con la verdad, que podría parecer endeble y raquítica frente a los recursos que utilizan esas mafias de indeseables. El hombre honrado que sabe escuchar la verdad termina creyendo en ella. La verdad es un bien y el bien es de por sí es difusivo, decía Santo Tomás de Aquino. La verdad se defiende por sí misma y tiene unas calidades increíbles. El mal se ahoga en abundancia de bien. Los testimonios de la historia son elocuentes.

Al mal hay que enfrentarlo con el bien, lo dijo el recordado papa Beato Juan Pablo II en Ayacucho.

El prestigio humano de la persona que defiende la verdad

En la Iglesia hay testimonios valiosísimos de perseguidos y algunos han dado la vida por defender la verdad. Ser perseguido por defender la verdad es un honor, “os perseguirán por causa de mi nombre”. Los títulos académicos, los premios que da el mundo, el reconocimiento de las obras humanas por parte de los humanos no son nada al lado del prestigio de la persecución por defender la verdad y cumplir con el deber y los compromisos.

En este mes de Noviembre, de los fieles difuntos, debemos mirar al premio que da Dios y no al premio de los hombres. Parecía que Cristo al final había fracasado y fue todo lo contrario, triunfó con la Cruz. A todos nos llama Dios para que triunfemos junto con Cristo en la Cruz. Esta invitación no es a una resignación sino más bien al único camino que libera y trasforma, que es el camino del bien y es además el único seguro.

Dios es nuestro gran defensor en el juicio que nos tocará con Él, si es que sabemos corresponder estando a su lado. La Iglesia no predica por gusto. Tiene una misión muy clara: difundir la verdad de la revelación donde se encuentra la suerte de cada uno de los hombres. El hombre que ama la verdad debe saber escuchar a la verdad. La Iglesia no quiere apropiarse de la verdad, como dicen algunos opositores, lo que hace es señalarla y decir que está allí, muy cercana y que todos podemos conocer. La Iglesia nos dice: ¡vengan a verla y comprueben ustedes mismos que es verdad!

La verdad de la persecución de los buenos

Pero ahora nos estamos refiriendo a la verdad de una corrupción instalada en muchos sectores de la sociedad que andan impunes cometiendo delitos contra los hombres de bien que son honrados y emprendedores. Querer manchar a todos y creer que todos están torcidos no deja de ser una maldad. Una persona buena sabe que hay personas buenas. El mejor modo de conocer a las personas es ser bueno. El bueno no es el ingenuo y cándido que está en la luna. Es el hombre que hace el bien y se enfrenta con el mal. Ese que por querer defender la verdad es acusado de malo. No es el que se autodefiénde poniéndose disfraces de bondad, sino el que es realmente bueno por su interioridad sana, por sus virtudes, sus obras y su trayectoria. El realmente bueno no se considera bueno porque ve que aún tiene muchos defectos, en cambio el que nos es bueno, lanza todo tipo de luces para que la gente piense que está en el camino correcto y que por lo tanto crean es mejor que los demás.

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viernes, noviembre 11, 2011

El mundo interior del verdadero hincha

LA SALUD DE LA HINCHADA

Cuando estábamos en el colegio los sacerdotes y los maestros nos enseñaban los gritos característicos para hacer barras a nuestros equipos: “¡jip, jip, jip, hurra, hurra, hurra!, “¡un latigazo por aquí, chajuí…un latigazo por allá, chajuá, chajuí, chajuá….!”, y gritando hasta la afonía pretendíamos ganarle a la otra barra que buscaba corear más fuerte que nosotros. Eran situaciones de competencia y alegría que nos entusiasmaban y nos hacían felices al margen de cómo quedaran los equipos en competencia.

Los que pudimos participar en alguna contienda deportiva recordamos que las barras que nos hacían desde el público nos llenaban de optimismo y de un sano coraje para vencer el partido.

Cuando asistíamos al estadio nacional para ver los partidos solía estar el famoso pecoso Ramírez, que dirigía las barras de todo el estadio con el arte y la disciplina del que sabe persuadir a las masas. Era tal el ambiente de entusiasmo por corear a favor del equipo, que se involucraba hasta el más apático. Todo era muy grato y saludable.

La corrupción de las barras

Cuando los hinchas de ayer vemos las barras bravas de hoy nos entra una amarga indignación. Es como si se hubieran colado delincuentes en nuestra propia casa, que aunque estén a favor de nuestro equipo, no los queremos, “no me defiendas compadre” con esos modos burdos, sucios y brutales.

Que alegría nos daba acudir al estadio con nuestra familia para ver los partidos en ambientes emotivos pero totalmente sanos, donde también se comía, como en los circos, palomitas de maíz, chocolates y alguna gaseosa. El que estaba con más hambre podía encontrar un pan con chicharrón, o a la salida del estadio los famosos anticuchos calientitos.

Las barras bravas que originan ambientes animalescos, con trogloditas de caras pintadas y tatuajes, que dan rienda suelta a sus instintos y pasiones, es un atraso considerable que causa indignación y protesta.

El conocimiento y las pasiones del verdadero hincha (un mundo interior intenso)

Todas las personas tenemos pasiones. Si están orientadas hacia el bien serán buenas y aceptables. Da gusto ver una persona que es hincha acérrimo de su equipo. Lo que no son hinchas pueden tener dificultades para entender las euforias de un hincha. Se puede decir que ser hincha de un equipo le aporta a la persona el poder desarrollar su capacidad de querer y de defender lo que se quiere. Forma parte de una realidad cultural que no se puede soslayar bajo ningún aspecto y que constituye también una tradición con un peso significativo y legítimo.

Ser hincha no es darle prioridad a la actividad deportiva, es conocer con la inteligencia las excelencias que se encierran en las pasiones deportivas, que son motivaciones válidas para vibrar, exultar y unir a las personas contagiadas con los mismos sentimientos de adhesión, que son en definitiva de amor.

La profesionalidad del deportista y del hincha

Para un tenista o para un saltador de garrocha es muy importante el silencio para poder concentrarse. El hincha que entiende el espíritu deportivo guardará el más estricto silencio y disfrutará viendo la concentración y el esfuerzo del deportista que admira.

Cuando un hincha está viendo un partido en el estadio, o a través de la televisión, tiene una psicología de concentración donde se juntan, al mismo tiempo, una fuerte admiración de cualidades, que percibe con unos buenos grados de pasión, que lo capacitan estar en los detalles, defendiendo con una simpática vehemencia, sus ideales deportivos, o la camiseta del equipo preferido, con verdadero cariño. Son enfoques subjetivos que tienen fundamento en la realidad. El hincha adversario verá con buenos ojos a su rival y comprenderá muy bien sus vehemencias pasionales dentro de un juego que tiene esas connotaciones. Todo se da dentro del marco de un juego que divierte.

Al que no es hincha le costará entender los movimientos y expresiones de la hinchada, además le puede parecer ridícula o exagerada la conducta del hincha acérrimo. El que no entiende demasiado las competencias deportivas suele vivir en un mundo distinto y a veces quiere acentuar una exagerada indiferencia para que quede claro que no le interesa nada. Esa actitud negativa podría alejarlo de los entusiastas hinchas que vibran con el equipo de su preferencia. Siempre serán poco atinadas las criticas contra las aficiones deportivas hechas por quienes no les gusta el deporte.

Está claro que hay asuntos más importantes que tratar y que el deporte no puede colocarse en el primer lugar. Si han ocurrido problemas por las hinchadas desbocadas habrá que buscar las soluciones adecuadas para corregir esos errores. La solución no será nunca caricaturizar el deporte o burlarse de los deportistas o de los hinchas, como si esas conducta fueran un atraso social que se debe superar.

Si el mundo está revuelto y enfermo es porque el hombre se ha alejado de los valores. Esta crisis entra también en el ámbito deportivo donde también hay bastante corrupción, tanto en los dirigentes como en los hinchas y en los mismos jugadores.

Hoy también es necesario recuperar el deporte y sus disciplinas para lograr una sociedad más ordenada y solidaria. La rectitud y honradez del deportista es la base para su competividad. Nadie debe encontrar en el deporte un medio para obtener un beneficio personal desordenado, al contrario, el buen deportista es el que está entregando siempre más de sí y gozando constantemente de su propia generosidad.

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jueves, noviembre 03, 2011

La triste repercusión de un culebrón mediático

LAS VERDADES Y LA VERDAD

La prensa amarilla siempre nos tiene embelezados con historias tejidas con medias verdades y pasiones humanas exaltadas por resentimientos que nunca se curaron. Utilizan todo para “hacer noticia” con tal de vender y crear expectativas que son motivadas más por el morbo que por un interés social.

Los periódicos y los noticieros de la televisión hacen eco de su veracidad y honradez, sin embargo las grandes mayorías están convencidas de que mienten. A muchos periodistas no les importa la verdad o la mentira, con tal de llegar a las masas e influir en ellas. Algunos hasta calumnian atentando fácilmente contra el honor y la dignidad de las personas.

En el mundo existe una conducta llamada correctamente política y un consenso llamado “verdad mediática” creado por la prensa y los medios de información, con un influjo poderoso en la opinión pública. Suelen ser dos formas modernas que admiten la mentira, defendiéndola y protegiéndola, como si fuera una verdad. Lamentablemente muchas personas son conducidas por derroteros falsos y peligrosos como si fueran caminos correctos.

Todo esto ocurre cuando se pone en circulación el sofisma o cuento chino de que existen varias verdades y que cada uno puede tener la suya. Un sencillo razonamiento filosófico podría aclarar, sin mayores profundidades, que la verdad es una sola. Si los hombres tenemos dos ojos nadie puede afirmar que tenemos tres o diez, sin que mienta. Solo dice la verdad el que está con la verdad. La verdad manda. El que está en la mentira no tiene otra verdad, está en el camino equivocado y debe rectificar.

El que está con la verdad no es un arrogante, soberbio y discriminador por el hecho de tener la verdad y defenderla. Los culebrones mediáticos lanzan siempre conjeturas como quien lanza un anzuelo a ver si pescan ingenuos para que “piensen” como ellos. Si tienen éxito estirarán la “historia” que los hace “creíbles” aunque dañen el prestigio o la fama de personas. Eso no les importa demasiado.

Cuando se discute sobre la verdad la actitud del que no la tiene suele ser agresiva, insultante, irreverente y desafiante. El que la tiene suele ser más bien delicado, fino y bastante más comprensivo, aunque tenga que sufrir situaciones adversas de violencia. Jesucristo que decía “Yo soy el camino, la verdad y la vida” no reaccionó con agresividad cuando fue maltratado y violentado. En la historia hay muchos testimonios heroicos de personas que han defendido la verdad dando sus vidas.

Sin ir muy lejos, en los últimos días han estado meciendo a los limeños con una historia que nunca terminaba y que llenaba los titulares de todos los medios. Era una “investigación” que buscaba una verdad desconocida para todos, con afirmaciones irresponsables que herían a personas que parecían implicadas en delitos graves, creando un ambiente controvertido de inseguridad y sospecha en la opinión pública.

Era realmente penoso todo lo que llegaba sobre la conducta de los protagonistas de una triste historia a través del poder mediático. Estaba claro que la intención de fondo del periodismo amarillo era escandalizar para vender, ellos insisten en“blanquear” la imagen diciendo que buscan siempre la verdad.

Al final, nadie debería afirmar que los protagonistas reales de esa historia eran personas ejemplares y dignas de ser imitadas. Lo que han hecho o lo que han dicho ellos, aunque los medios carguen las tintas de acuerdo a sus indagaciones y conjeturas, no puede ser considerado como correcto. Hay muchas equivocaciones en el camino.

El escándalo mediático vende

Hay que tener en cuenta que hoy, para los medios, si los enamorados se portan bien y los padres se llevan bien con los hijos y con los enamorados de los hijos, la historia no tiene gracia. La gente tiene que portarse mal para que tenga un interés periodístico. Deben aparecer los vicios: borracheras, drogas, sexo escandaloso, asesinatos, amenazas, odios, violencia, para que sea interesante.

La verdad es que en esta historia todo es triste. Dos enamorados bastante desorientados en cuestiones elementales de la vida, que no parecía que se querían tanto, tenían entre ellos distancias y peleas, las familias no se trataban y parecían enemistadas; los compañeros de clase guardaron silencio.

Qué pena que un padre no quiera a la enamorada de su hijo y hasta sospeche de ella. Nada de lo que sale es ejemplar, sin embargo el poder mediático crea un líder que hace declaraciones como si poseyera una gran experiencia en educación familiar, crea también en la víctima una imagen de “ángel bueno”, solo porque cayó y murió, y por otro lado deja la sospecha de que fue asesinado, creando otra imagen, la de una mujer egoísta y fría, que además era la enamorada pero parecía más bien la asesina.

Hay muy poco que rescatar en esta historia tal como nos la cuenta el periodismo. Es un caso más, y muy penoso, entre otros similares que no han tenido una repercusión mediática de ese calibre.

Si sucesos como este se repiten en la vida, habría que ver qué se hace para corregir los errores. La conclusión no puede ser solo la identificación de todo un pueblo unido sentimentalmente a las víctimas de una historia contada como una telenovela barata. Si todo fuera ficción el pueblo se uniría de la misma manera. El Papa Benedicto XVI decía hace poco que hoy “la grabación de un acontecimiento, alegre o triste, puede ser consumida como espectáculo y no como ocasión de reflexión” (Congreso Mundial de prensa católica, Octubre, 2010).

Conclusiones

La única conclusión que deberíamos sacar es ser más conscientes de la urgencia de rescatar a la familia, para cuidar mejor a los hijos y conseguir que éstos se porten bien.

A todos nos duele mucho que sucedan estas cosas. Nos unimos en el dolor de los que han sufrido pérdidas irreparables y les pedimos que reflexionen para que cada uno vea en qué puede mejorar, para ser mejor prójimo de los demás.

Deseamos, desde este portal, que en los corazones de las personas no queden resentimientos y odios. El éxito y la felicidad de una persona no consiste en derrotar al adversario, meterlo en la cárcel, y cuidar que no salga de allí. La felicidad se tiene cuando se sabe perdonar y se logra hacer el bien, para poder construir, desde la familia, la nueva civilización del amor.

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