viernes, julio 30, 2010

Los que nos dicen la verdad son los que nos aman de verdad

EDUCAR CON LA VERDAD NO ES COACCIONAR

Educa con la verdad el que la lleva en su propia vida. La verdad sale con fuerza de un corazón ordenado, y la fuerza se llama amor.

Los hijos encuentran en la conducta de sus padres buenos, una gran libertad que les hace felices porque los llena de paz. Hay un entendimiento de la bondad de lo que los padres piden. A los hijos les parece bien y lo quieren, lo hacen propio. Lo que aprenden en el ambiente del hogar, con el amor y el ejemplo de los padres, es mucho más fuerte que lo que puedan ver o aprender en la calle. En la casa adquieren la fortaleza suficiente para ir contracorriente, cuando sea necesario. Esto solo sucede si el corazón de los padres está ordenado.

A la vuelta de los años, las personas mayores, agradecen el amor, el cariño y la transmisión de la verdad, de las personas que los han querido de verdad y con la verdad. Están felices con aquellas personas que han sabido preocuparse por ellos, consiguiéndoles el bien que necesitaban.

La transmisión del bien necesario

Si los padres aman bien a sus hijos no se quedarán callados; lo mismo podemos decir de un profesor con respecto a sus alumnos o de cualquiera que tenga amor a los demás. Hay mucho que decir y transmitir. Cuando hay verdadero amor no existen los agobios. Se encuentran los caminos y se llega al corazón de cada uno.

Llegar a la gente no es dominar el ambiente o las personas, tampoco es buscar una relación diplomática, para no tener problemas. No es una postura, un posicionamiento, una ubicación. No es tampoco obtener el respeto o la admiración de los demás. Es sencillamente el amor, que tiene unas dimensiones de profundidad y de calidad muy distintas. Es algo sencillo.

El vínculo de la indisolubilidad matrimonial es apreciado por los hijos como un tesoro que deben cuidar; debería ser apreciado de la misma manera por la sociedad. Cuando un hijo, que quiere mucho a sus padres, escucha hablar con ligereza sobre la ruptura de los vínculos matrimoniales, siente un rechazo fuerte en su interioridad, que es natural. No puede entender que las cosas sean así. Las explicaciones de una sociedad sin Dios, justificando una ruptura, lo entristecen y le pueden hacer mucho daño.

A los padres siempre se les ha recomendado que conversen con sus hijos, que hablen con ellos serenamente, de Dios y la religión, del origen de la vida, de la crisis de la adolescencia, del noviazgo, de la rectitud en los trabajos y de la ayuda que deben prestar al prójimo.

Los papás buenos, que quieren realmente a sus hijos, tendrán al mismo tiempo la inquietud de aprender a ser mejores esposos y mejores padres. Los padres no educan a los hijos porque las cosas están mal en la sociedad, los educan por amor. Cuando se quiere de verdad se cultiva en la interioridad los tesoros más preciados que sirven para la vida.

Lo mismo podríamos decir de los maestros con respecto a sus alumnos o de cualquier persona que pretenda ayudar a su prójimo. Las motivaciones principales son las que vienen de la auténtica caridad. Si se hace por otros motivos existirían muchas limitaciones y se quedarían muchas cosas sin hacer.

Las grandes verdades de la vida las transmiten las personas que más aman. Los hijos reciben las grandes verdades a través de las relaciones interpersonales de sus seres queridos. Las verdades creídas son más numerosas que las adquiridas. El hijo confía en la verdad recibida de sus padres sin poner nada en tela de juicio. El hijo percibe los principios morales en la conciencia y en la conducta de los adultos.

Si los padres o maestros no tuvieran la verdad en su interioridad, si no son personas sinceras, los consejos a los hijos o alumnos sonarían de otra manera y producirían en ellos un espíritu crítico precoz. En cambio cuando la interioridad es rica, las expresiones son de amor auténtico: se está diciendo la verdad con amor. Esto convence, aunque el hijo se encuentre en la crisis de la adolescencia. Se le está queriendo a él y por ese motivo se le dice la verdad. Se quiere que sea bueno. Esto lo percibe y lo valora el que es querido.

Las verdades más altas y más profundas no coaccionan cuando son transmitidas por personas honestas de una interioridad rica, al contrario facilitan la libertad. Las verdades de fe permiten a cada uno expresar de un modo mejor su propia libertad. Los ambientes sanos no son coactivos, no reducen la libertad. Las personas más jóvenes se nutren del humus cultural de los ambientes creados, que deben ser sanos para que las personas crezcan saludables y fuertes.

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jueves, julio 22, 2010

Los consejos de los santos

LAS CAMPANAS DE LA CONFESIÓN


Cuando en una ciudad o en un pueblo suenan las campanas todos entendemos que la Iglesia nos llama para que asistamos a Misa. Estas suelen sonar con suficiente tiempo para llegar puntuales. Así nos avisan que Dios nos está esperando.


Los santos cuando visitan un sitio hacen sonar con su prédica las campanas de la confesión, ya que es el sacramento que consigue nuestra libertad y nuestra alegría. Juan Bautista predicaba con urgencia la conversión de los pecados. Exhortaba a la gente para que se prepararan bien, porque iba a llegar Dios a sus vidas. Después de Cristo muchos santos han buscado con urgencia la conversión de los pecadores.


En el siglo XX San Josemaría Escrivá decía que valía la pena un viaje suyo a un país si una sola persona se confesaba. Hace unos días, el segundo sucesor de San Josemaría, Mons. Javier Echevarría, estuvo recordando lo mismo a las multitudes que vio en un viaje que fue una auténtica catequesis.


Hace un mes culminó en Roma el año sacerdotal y el Papa Benedicto XVI recordó a los sacerdotes que fueron a Roma la importancia de este sacramento.


En la fiesta del Corazón de Jesús culminó en Roma el año sacerdotal con una masiva asistencia de sacerdotes procedentes de 19 países. Han llegado más de nueve mil que se han acudido a las basílicas de San Pedro, San Pablos de Extramuros y San Juan de Letrán donde se han realizado las respectivas celebraciones. En la tarde del día 10 tuvo lugar la Vigilia en la Plaza de San Pedro con la presencia del Santo Padre y el día 11 a las 9.30 am el Papa Benedicto XVI presidió la Misa conclusiva del encuentro. Inmediatamente después de la Misa la Opera Romana Pellegrinaggi cerró en encuentro en el Castel Sant´Angelo.


La primera jornada del encuentro internacional de sacerdotes más numeroso de la historia ha quedado marcada por el llamamiento a la conversión y a acercarse al sacramento de la Reconciliación con Dios.


Ante los diez mil presbíteros que ya llegaron a la ciudad eterna para participar en la clausura del Año Sacerdotal, el cardenal Joachim Meisner, arzobispo de Colonia, recordó que así como la "Iglesia siempre debe ser reformada" ("Ecclesia semper reformanda"), del mismo modo el obispo y el sacerdote "siempre debe ser reformado" ("semper reformandus").


En la meditación que ofreció antes de la celebración de la Misa en la basílica romana de San Pablo Extramuros, reconoció que los sacerdotes, al igual que Pablo en el camino a Damasco, "tienen que caer de nuevo del caballo, para caer en los brazos de Dios misericordioso".


Por este motivo, "no es suficiente que en nuestro trabajo pastoral hacer correcciones sólo a las estructuras de nuestra Iglesia para que sea más atractiva. ¡No es suficiente! Lo que hace falta es un cambio de corazón, de mi corazón".

"Sólo un Pablo convertido pudo cambiar el mundo, no un ingeniero de estructuras eclesiásticas", aclaró al iniciar el congreso internacional de sacerdotes convocado por Benedicto XVI y organizado por la Congregación vaticana para el Clero.



Importancia de la confesión

El cardenal Meisner reconoció que "una de las pérdidas más trágicas" que la Iglesia ha sufrido en la segunda mitad del siglo XX ha sido "la pérdida del Espíritu Santo en el sacramento de la Reconciliación".


La escasa participación en este sacramento, comentó, "constituye la raíz de muchos males en la vida de la Iglesia y en la vida del sacerdote".

"Cuando fieles cristianos me preguntan: '¿Cómo podemos ayudar a nuestros sacerdotes?', entonces siempre respondo: 'Id a confesaros con ellos'".


Según el purpurado alemán, "allí donde el sacerdote deja de confesar, se convierte en un agente social religioso" y "cae en una grave crisis de identidad".

"Un sacerdote que no se encuentra, con frecuencia, de un lado o del otro de la rejilla del confesionario, sufre daños permanentes para su alma y su misión".

"Un confesionario en el que está presente un sacerdote, en una iglesia vacía, es el símbolo más impresionante de la paciencia de Dios que espera".



Confirmación del amor de Dios

En el confesionario, continuó, "el sacerdote puede echar un vistazo a los corazones de muchas personas y de ahí surgen motivaciones, aliento, aspiraciones para el propio seguimiento de Cristo".


La confesión, observó el cardenal, "nos permite acceder a una vida en la que sólo se puede pensar en Dios".


"Ir a confesarse significa hacer que el amor de Dios sea algo más cordial, escuchar y experimentar eficazmente, una vez más, que Dios nos ama".

"Confesarse significa recomenzar a creer, y al mismo tiempo a descubrir que hasta ahora no nos hemos fiado de una manera suficientemente profunda de Dios y que, por este motivo, hay que pedir perdón".


Dada la importancia de la confesión, el purpurado consideró que desde su punto de vista "la madurez espiritual de un candidato al sacerdocio para recibir la ordenación sacerdotal se hace evidente en el hecho de que reciba regularmente --al menos una vez al mes-- el sacramento de la Reconciliación".


De hecho, en este sacramento se encuentra "al Padre misericordioso con sus dones más preciosos, es decir, su entrega, el perdón y la gracia", concluyó.


Por Roberta Sciamplicotti

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viernes, julio 16, 2010

Mons. Javier Echevarría en el Perú

UNA VISITA INOLVIDABLE (11-17 de Julio del 2010)

El 11 de Julio por la noche llegó a Lima desde Guayaquil Mons. Javier Echevarría, Obispo Prelado del Opus Dei. Al día siguiente por la mañana visitó al Cardenal Juan Luís Cipriani en el palacio Arzobispal. Después de conversar con el Arzobispo de Lima le encantó ver el museo del palacio con muchos tesoros del arte colonial, y comentó que en esas obras se podía reflejar la fe de los cristianos, que era la fe que había en el Perú.

Más tarde se reunió con un grupo de sacerdotes que llegaron desde distintos lugares del país. Les dijo que todos deberían aprender del amor a Dios de los sacerdotes fieles, que eran, además la mayoría. Les contó que él, durante muchos años, tuvo el privilegio de ayudar Misa a San Josemaría Escrivá y que una vez le oyó decir: “¡Ay Señor!, debería pensar más en el amor que tú me tienes” y que en otra ocasión se postró y le dijo con mucha fuerza: “¡Señor gracias! ¿por qué me quieres tanto?” Estaba muy agradecido del amor que Dios le tenía.

El Prelado del Opus Dei quería hacerles ver a los sacerdotes del gran privilegio que tenían de ver bajar a Dios en sus propias manos y que de la fidelidad de cada uno dependía el fruto que se podía cosechar para el bien de muchas almas. Les animó a cuidar mucho a los seminaristas, queriéndolos mucho y haciéndoles ver que deberían estar decididos a ser sacerdotes santos. Dirigiéndose a un sacerdote que estaba en silla de ruedas le decía: “el Señor te confía todo, desde tu silla de ruedas puedes llegar a todo el mundo” A todos les pidió que rezaran mucho por el Papa y que no se asustaran de las campañas que se organizan contra la Iglesia. Les dijo que tenían que ser hombres de oración, dedicando más tiempo al Señor.

Tuvo también un encuentro en el campus Lima de la universidad de Piura, con chicos jóvenes. Habrían unos 700 entre escolares de los últimos años y universitarios. El Prelado les agradeció su presencia y les hizo ver que ellos eran el futuro de la Iglesia, que el Señor les tenía confianza ya que les hizo nacer en un país cristiano y en un hogar donde les han transmitido la fe. Les animó a leer siempre los Evangelios y a vivir con Dios, a ser sociales para servir, siendo instrumentos perseverantes y a preguntarse cada día ¿qué hice hoy por Dios? ¿qué hice por el Perú?, también les pidió que se acordaran de rezar por el Papa. Antes de darles la bendición les advirtió que no vayan por la vida con los ojos dispersos y que no se dejen engañar por lo que es contrario a la vida del cristiano, les dijo que la confesión estaba para levantarse de las caídas y que la oración era también para darse cuenta que el Señor está muy cerca.

Como gran Canciller de la universidad hizo un recorrido por todo el campus saludando a los profesores, al personal administrativo y de servicio. Todos le aplaudían a su paso y él se detenía con cada uno para tener algún detalle de cariño. La universidad de Piura había preparado la visita de su Gran Canciller con mucho esmero y enorme cariño. Todos quedaron felices con la visita del Prelado, porque veían en él un verdadero Padre.

El jueves 15 estuvo en Piura en el campus de la Universidad. Le recibieron en un encuentro general más de 6,000 personas, bajo los algarrobos tupidos en un intenso día de calor. Como en Lima hizo un recorrido por el campus deteniéndose en cada facultad para saludar a todos. Fue un verdadero impulso para toda la universidad y miles de personas que fueron a verle.

Mons. Javier Echevarría fue también a Cañete, al Valle Bendito, como lo llamó San Josemaría y tuvo una tertulia general en el Santuario de la Madre del Amor hermoso, donde está la Virgen que envió el Fundador del Opus Dei a la Prelatura de Yauyos. Un coro amenizaba a la gente mientras esperaban la llegada del Prelado. La tertulia se inició a las 11.00 am con el Santuario repleto, habrían unas 3,000 personas, la mayoría de la zona. El alcalde de Cañete le entregó la medalla de la ciudad, con un emotivo discurso que el Padre agradeció recordando a San Josemaría y a los obispos fallecidos Ignacio María de Orbegozo y Luís Sánchez Moreno Lira.

Cada vez que la gente aplaudía Mons. Javier Echevarría dirigía esos aplausos a Dios y a San Josemaría. Recordaba cuánto había rezado el Fundador del Opus Dei por esas tierras cañetanas. Pidió también rezar por el Papa, los sacerdotes y por los seminaristas, para que sigan llegando más vocaciones sacerdotales. Después de la tertulia el Prelado visitó dos obras corporativas del Opus Dei que hay en Cañete, Vallegrande y Condoray.

El Prelado del Opus Dei tuvo más encuentros en Lima con distintos grupos, siempre para hablarles de Dios y de los compromisos cristianos. El alcalde de Miraflores le entregó una medalla haciéndole hijo predilecto de la ciudad y le pidió rezar mucho por su distrito.

El viernes 16 hubo en el Colegio Alpamayo un encuentro multitudinario con unas 10,000 personas. Fue al aire libre en un estrado enorme que había sido colocado en la cancha de fútbol. La gente iba llegando con bastante anticipación y a las 4.00 pm, que era el inicio de la tertulia ya estaba todo lleno. Fue un encuentro muy emotivo, las preguntas giraron en torno a la familia: el número de hijos, la relación entre los esposos, el dolor por la enfermedad, la esperanza frente a las dificultades, la prudencia con la televisión, el pudor y la elegancia en el vestido, etc.

La visita del Prelado del Opus Dei ha sido para el Perú una bendición de Dios. Mons. Echevarría decía en su última tertulia, que tenía unos sentimientos encontrados por la alegría de estar en el Perú y la pena de tener que irse. Si Dios me da vida volveré lo dijo elevando la voz en medio del fuerte aplauso de la multitud.

Cuánto hemos rezado por su viaje, por los frutos que empezamos a cosechar y por su pronto retorno. Se oía decir a muchos: “¡Gracias Padre por haber venido y vuelve pronto!

jueves, julio 08, 2010

Un camino de la santidad en medio del mundo

UN RECUERDO Y UNA ESPERA


Los recuerdos de una realidad histórica


El 9 de Julio de 1953 llegó a Lima el padre Manuel Botas para empezar el Opus Dei en el Perú, con la bendición de San Josemaría Escrivá y 21 años después el 9 de Julio de 1974, aterriza en Lima el Fundador del Opus Dei, acompañado del P. Alvaro del Portillo, que era en esos años secretario del Opus Dei y después, cuando falleció San Josemaría fue su primer sucesor y el primer obispo Prelado del Opus Dei. También le acompañó el P. Javier Echevarría, actual Obispo Prelado del Opus Dei.


La estancia de San Josemaría en el Perú fue de sumo provecho para darle un impulso a la difusión del mensaje que San Josemaría repetiría por todo el mundo, “un secreto a voces: estas crisis mundiales, ¡son crisis de santos!” El mismo Arzobispo de Lima, que a la sazón era el Cardenal Juan Landázuri reconoció y agradeció la labor apostólica que el Opus Dei estaba haciendo en el Perú en beneficio de la Iglesia, para que muchas personas pudieran buscar la santidad en medio de sus quehaceres cotidianos.


Un dato significativo es que en julio de 1974, San Josemaría Escrivá se reunió en Lima con un grupo de sacerdotes para animarles a que impulsaran el apostolado para que creciera el número de vocaciones sacerdotales en el Perú. “El Perú no puede quedarse sin sacerdotes”, les decía. Los sacerdotes y obispos que pusieron en práctica, con mucha fe y esperanza, aquellos consejos de San Josemaría, cosecharon en las dos décadas siguientes, los frutos esperados: promociones numerosas de sacerdotes peruanos, que hasta la fecha siguen aumentando, a pesar de los inconvenientes y las dificultades que nunca faltan.


El año 1996 volvió a Lima Mons. Javier Echevarría, esta vez como Prelado del Opus Dei, y al constatar el crecimiento de los frutos apostólicos en el Perú no dejaba de agradecer al Señor y a la intercesión de San Josemaría esos milagros de conversiones y vocaciones que se habían multiplicado.



Una espera con gran esperanza


Siguen pasando los años y ahora estamos en el umbral de otra visita del Prelado del Opus Dei al Perú. Como hace 14 años se han previsto unos encuentros familiares con grupos pequeños y otros más numerosos de personas que desean escucharle para mejorar y reforzar sus compromisos cristianos. Es un tiempo de gracia y esperanza que se prepara con mucha oración. Es también la oportunidad para agradecerle al Prelado del Opus Dei su amor a la Iglesia y a nuestro país.


Los recuerdos, tan gratos de los años anteriores, y del influjo grande de santidad que trae la visita del Prelado del Opus Dei, “el bien de por sí es difusivo”, decía Santo Tomás de Aquino, nos dispone a prepararnos bien para poder recibir esos tesoros que enriquecen nuestra interioridad haciéndonos mejores cristianos y mejores instrumentos de Dios en esta tarea universal de la evangelización.


El mundo necesita de Dios. Con esta urgencia estamos esperando la visita del Prelado del Opus Dei con la certeza del influjo de un gran bien espiritual para miles de personas que será, en palabras de San Josemaría, como “una inyección intravenosa en el torrente circulatorio de la sociedad”


Esta visita se da en Julio, cuando se va a cumplir un aniversario más de las Fiestas Patrias. Es un regalo de muchos valores trascendentales para nuestro país, que puede hacer feliz a muchísimas personas y a familias enteras.


Les encomendamos especialmente a todos ustedes para que no se pierdan la oportunidad de estar, aunque sea unos minutos con el Prelado del Opus Dei en esos encuentros familiares. Lo van agradecer toda la vida. Vale la pena superar cualquier dificultad para asistir.

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jueves, julio 01, 2010

Respeto a las personas y a los reglamentos

LITURGIA, TRADICIÓN Y FÚTBOL

Gracias a los adelantos de la tecnología hemos podido apreciar, al detalle, todas las incidencias del campeonato mundial de fútbol África 2010. La magia de la televisión ha permitido que podamos conocer mejor las costumbres de los distintos países y con respecto al fútbol, la gran variedad que ofrecen los equipos con sus jugadores, sus esquemas tácticos y sus estilos de juego. El panorama colorido de comunicación ofrecido por la televisión día a día, durante un mes, ha reforzado vínculos de hermandad a nivel mundial. Quizá no sean vínculos profundos y estables, pero son indudablemente vínculos que apuntan a la unión de todos los pueblos.

Los sudamericanos estuvimos muy unidos a los equipos que nos representaban. Era interesante encontrar en el Perú una adhesión casi general al equipo chileno, a pesar de nuestro pasado histórico de conflictos bélicos y nuestra situación de límites en discusión. También los peruanos, a través del fútbol, pudimos admirar nuevamente a la vieja Europa de tradiciones y costumbre ancestrales, fuente de nuestra cultura; al mismo tiempo tuvimos la oportunidad de descubrir, en el fútbol oriental asiático, a jugadores habilidosos que parecían recortados con la misma tijera, pero con un arte distinto para tocar el balón, y quedamos embelezados de los encantos del continente africano, cuna de algunos futbolistas que están colocados en distintos equipos emblemáticos del mundo. Los africanos nos encandilaron con sus vuvuzelas y la magnifica organización del mundial, que todos pudimos apreciar.

Hemos vuelto a comprobar la formalidad y orden de un deporte que contribuye al desarrollo de las virtudes humanas y va acorde con el desarrollo y progreso de la sociedad. Para poder triunfar es necesario un orden y disciplina de equipo y jugadores unidos a su entrenador, una dedicación y concentración de cada uno, para cumplir con los compromisos adquiridos, que luego tendrá repercusiones en miles o en millones, que siguen los partidos con gran interés. Se podía apreciar una alegría natural y espontánea de jugadores, dirigentes, público y países enteros, que vibraban y saltaban con expresiones de júbilo y distintas manifestaciones colectivas de entusiasmo.

También se podía comprobar la garra y valentía de los jugadores, muy lejana de la violencia sucia, que está sancionada y castigada por los reglamentos y que todos lamentan cuando se produce. Todos abogaban por un juego limpio y lleno de fortaleza a la vez. Se podía apreciar, en estos campeonatos, la obediencia incondicional al árbitro durante el partido y a las leyes de los reglamentos establecidos. La autoridad es la que manda y no se discute. Todos debían acatar las decisiones que se tomaban en momentos de tensión y de lucha.

Es interesante observar la organización previa a los campeonatos: los estadios con las mejores comodidades, las canchas en perfecto estado, las pelotas nuevas, los uniformes de los jugadores y la iluminación de la cancha, con una distribución de cámaras de televisión para captar todos los detalles. Para cada partido había un ritual que se cumplía al pie de la letra. Los jugadores entraban en fila acompañados de unas mascotas, forman delante de sus pabellones, se cantaban los himnos y a la hora en punto estaba el árbitro haciendo sonar su silbato para el inicio del encuentro. Era una liturgia completa que nadie discutía y a todos les parecía bien.

En el fútbol existen equipos emblemáticos que llevan una tradición a través de la historia. Suelen ser los más fuertes, los que siempre ganan, los que ocupan los primeros lugares.

La tradición se lleva en el mismo juego. Es una técnica que se aprendió con los años y que se ha heredado de jugadores de los mismos países. Es muy difícil que un país nuevo, que nunca jugó fútbol, adquiera esa tradición. A veces aparecen equipos bien constituidos con un planteamiento interesante de juego, pero luego termina imponiéndose la tradición. Se nota que es algo que está dentro de la misma antropología del ser humano. Los hombres no podemos dejar de lado la tradición, la valoración de lo que viene de antes. Hay como una línea de continuidad que se conjuga con los elementos nuevos que aparecen (mejores chimpunes, mejor comida, canchas de más calidad, etc.)-

El fútbol nos enseña a respetar a las personas y a la ley. A ser formales. A querer la unidad dentro de la más grande diversidad. A nadie se le deja jugar sin uniforme o vestido de cualquier manera, los entrenadores y los periodistas deportivos suelen ir con sus elegantes ternos, se empieza y se termina a la hora en punto, se festejan los goles con grandes abrazos, se hacen gestos de agradecimiento a Dios y se reza por decisión personal. Los paraguayos se pusieron de rodillas en la tanda de penales, antes de ganar la clasificación a los cuartos de final. La FIFA no ha podido evitar los signos religiosos de los jugadores. Al Espíritu Santo no se le pueden poner puertas. El que se mete contra la Iglesia termina perdiendo. La Tradición es elocuente, también en el fútbol.

La universalidad del fútbol es un toque de campana para despertar a los que todavía no han descubierto al rey de los deportes y para sancionar a los que quieren convertir el fútbol en una actividad violenta para destruir al hombre y a la sociedad. Las mal llamadas barras bravas son anti-fútbol, y la informalidad de algunos futbolistas, no tienen nada que ver con los campeonatos emblemáticos de un fútbol serio y constructivo, que une a los hombres más variados en una actividad de diversión que fomenta el crecimiento de las virtudes humanas y contribuye con la mejora de la sociedad.

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