jueves, julio 30, 2009

Las Leyendas negras



LAS LEYENDAS NEGRAS DE LA IGLESIA
Por V ittorio Messori

La Inquisición
¿Qué sucedió realmente?

Lo primero que hay que decir es que el Tribunal de la Inquisición era de la autoridad civil y establecido por la autoridad civil. La Iglesia la observaba con una mirada escéptica y siempre moderando su rigor.

¿Porqué nació este Tribunal? Fue a iniciativa popular, que consideraba la herejía y a los herejes como un peligro público. Esto está tan lejos de nuestra mentalidad actual que no podemos entender porqué la gente consideraba una amenaza la herejía. Los historiadores y sociólogos lo pueden explicar. Quizás el pueblo temía el poder de los hechiceros, de los magos y consideraban que los herejes lo eran y que podían hacerles daño.

El hecho es que los consideraban como un peligro, del mismo modo que en culturas como la nuestra, que valoramos mucho la salud física, se consideraría peligroso a quien propagase enfermedades contagiosas o envenenara el ambiente. Para el hombre medieval, el hereje es el Gran Contaminador, el enemigo de la salvación del alma, la persona que atrae el castigo divino sobre la comunidad. La comunidad desea que sea aislado para defensa del pueblo. Solicita a los representantes de la Iglesia que examinen a los sospechosos de herejía y dictaminen si es hereje o no.

Por tanto, es totalmente falsa la imagen de un «pueblo» que gime bajo la opresión de la Inquisición y espera con ansia la ocasión de liberarse de ella. Ocurre justamente lo contrario: si a veces la gente se muestra irritada con el tribunal, no es porque sea opresivo sino todo lo contrario, porque es demasiado tolerante con personas como los herejes que, según el pueblo, no merecen la clemencia con que los tratan los frailes, representantes de la Iglesia que los examinan. Los jueces les conceden garantías legales y derecho de defensa. Lo que en realidad querría la gente es acabar con el asunto deprisa, deshacerse sin demasiados preámbulos de aquellas personas para las que los jueces multiplican las garantías legales.

En la gran mayoría de los casos y tal como prueban todas las investigaciones históricas, dicho proceso no terminaba con la hoguera sino con la absolución o con la advertencia o imposición de una penitencia religiosa.
(Cfr. pgs. 54, 57, 58 de su libro "Leyendas negras de la Iglesia")


El Caso Galileo
Según una encuesta del Consejo de Europa realizada entre los estudiantes de ciencias de todos los países de la Comunidad, casi el 30 % de ellos tiene el convencimiento de que Galileo Galilei fue quemado vivo en la hoguera por la Iglesia. El 97 % está convencido de que fue sometido a torturas. En realidad, Galileo no pasó ni un solo día en la cárcel, ni sufrió de ningún tipo de violencia física y murió plácidamente en su casa. Murió a los setenta y ocho años, en su cama, con la bendición del Papa. Era el 8 de enero de 1642, nueve años después de la condena y después de 78 años de vida. Una de sus hijas, monja, recogió su última palabra: ¡Jesús!. Esta es la historia.

Como sabemos, hasta entonces se creía que el sol daba vueltas alrededor de la tierra. Cuando Galileo descubrió que es la tierra la que da vueltas alrededor del sol, algunos ignorantes lo acusaron de hereje y de ir en contra de la Biblia. (Acusación completamente falsa originada en una interpretación equivocada de la Biblia). Muchos otros eclesiásticos, obispos y cardenales, pensaban que no había nada que se opusiese a la Biblia, apreciaban mucho a Galileo como científico y tenían amistad con él, hasta el extremo de alojarle en su casa cuando fue llamado a Roma para el proceso.

Después de la sentencia, erróneamente condenatoria, fue dictada por un Tribunal civil, no eclesiástico, aunque ciertamente se apoyó en la decisión equivocada de los eclesiásticos asesores del Tribunal. La sentencia le impuso como pena no alejarse de su residencia; esta prohibición se levantó muy pronto. Sólo le quedó una obligación: la de rezar una vez por semana los siete salmos penitenciales.

Muchos eclesiásticos importantes de entonces se manifestaron en contra. (El mismo Papa Juan Pablo II se ha manifestado en contra de aquella sentencia). Incluso el Arzobispo de Siena, uno de sus buenos amigos, lo llevó como su huésped a su residencia y lo trató con gran deferencia y amistad, lo mismo que muchos otros obispos y cardenales.

No se le impidió nunca proseguir con su trabajo y de hecho continuó sus estudios y sus investigaciones. En esa época, publicó su obra maestra, Discursos y demostraciones matemáticas sobre dos nuevas ciencias. Tampoco se le había prohibido recibir visitas, así que los mejores colegas de Europa fueron a verle para discutir con él. La falsa historia nos ha hecho creer que, después de su sentencia, exclamó: ¡Eppur si muove! ("pero -la Tierra- se mueve -alrededor del sol-). Todos nos sorprenderíamos mucho si supiésemos que hoy las investigaciones históricas están de acuerdo en afirmar que esta frase fue inventada un siglo después, en 1757, por Giuseppe Baretti, periodista brillante pero nada crédulo, en un relato sobre Galileo. A partir de ese momento, "pasó a la historia".

El caso Galileo es manejado por la propaganda que pretende demostrar la incompatibilidad entre ciencia y fe. Se pretende presentarlo como el defensor de la razón libre contra el opresivo oscurantismo clerical. No es así, la Iglesia, como demuestra la Historia, siempre ha fomentado la investigación científica, porque cuanto más avance la razón humana y más descubrimientos haga, más se acerca a la verdad de Dios.
La verdad es que Galileo era un hombre creyente y profundamente católico. Al final de su vida escribió: In tutte le opere mie non sará chi trovar possa pur minima ombra di cosa che declini dalla pietá e dalla riverenza di Santa Chiesa (En todas mis obras no habrá quien pueda encontrar las más mínima sombra de algo que vaya contra la piedad y reverencia que tengo a la Santa Iglesia).
(cfr pgs 117-120)



Hitler, los Nazis y la Iglesia.

Se ha discutido mucho, por ejemplo, acerca de la oportunidad de la firma en julio de 1933 de un Concordato entre el Vaticano y el nuevo Reich. En primer lugar hay que considerar que hacía pocos meses desde el advenimiento a la Cancillería de Adolf Hitler y por lo tanto no había revelado al completo el rostro del régimen, cosa que sólo se aprestaría a hacer inmediatamente después. Recuérdese que el mismo Winston Churchill escribió “Si un día mi patria tuviera que sufrir las penalidades de Alemania, rogaría a Dios que le diera un hombre con la activa energía de Hitler”.

Joseph Lortz, historiador católico de la Iglesia, que vivió aquellos años en Alemania, su país, dice: “No hay que olvidar nunca que durante mucho tiempo, y de una forma refinadamente mentirosa, el nacionalsocialismo ocultó sus fines bajo formas que podían parecer plausibles. Como se demostró en el mismo Proceso de Nuremberg, sólo muy pocos de los miembros de las altas esferas sabían lo que en realidad estaba sucediendo en los campos de concentración.
En cualquier caso, en lo referente al Concordato de 1933 cabe señalar que, con alguna modificación, todavía sigue vigente en la República Federal Alemana. Pronto comenzó la Santa Sede a protestar ante el Reich. Solo tres años después del pacto, la Santa Sede ya había presentado al gobierno del Reich unas 34 notas de protesta por violación del citado Concordato. Y como punto final a aquellas continuas violaciones, al año siguiente, en 1937, Pío XI escribió la célebre encíclica Mit brennender Sorge, q ue es una condena durísima al régimen nazi".
(cfr. pgs. 139, 140 y 142)
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viernes, julio 24, 2009

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Lo personal y la norma (Vocación magisterial)

¿QUIÉNES PUEDEN SER MAESTROS?


¿Cualquiera puede enseñar?

No son pocas las personas que creen tener criterio suficiente para opinar en temas educativos como si fueran grandes expertos. Esta creencia, ampliamente extendida, nace de la facultad que toda persona tiene en su naturaleza, al menos en potencia, de cuidar y orientar a su prójimo. De allí que el amor al prójimo sea un deber que no se puede dejar de lado, especialmente cuando se trata de la propia familia. Es vocación de los padres, dentro del matrimonio, educar a los hijos. Todos tenemos deberes y responsabilidades de cuidar a los demás.


La técnica no suple a la vocación

Aunque el cuidado del prójimo sea un deber universal, es importante distinguir bien entre esa vocación, y la vocación específica que sólo algunas personas tienen para la enseñanza. No todos pueden ser maestros o educadores. La técnica no suple a la vocación. Donde se ha pretendido ignorar esta realidad tarde o temprano se sufren las consecuencias de estas falencias.


En muchos casos pueden aparecer factores que lleven a tomar decisiones de emergencia para poder paliar los problemas educativos con personas de confianza, o personas idóneas y exitosas en otros campos profesionales. Se pueden superar ciertos temporales sin sucumbir en momentos de zozobra, pero las tareas educativas no estarían dando los frutos adecuados.


Es cierto que existe en la actualidad una grave crisis en el sector magisterial. Uno de los motivos, que agrava la crisis, es que por un concepto erróneo de la inclusión, se ha permitido que ingresen al magisterio personas que no tienen vocación para la enseñanza. Hay muchos que ocupan los lugares de enseñanza porque no tienen otra cosa que hacer. Incluso se ofrecen puestos para llenar vacantes (en los lugares de menos recursos). Vivimos el drama del escaso nivel de muchos maestros.


Descubrir maestros

Descubrir un maestro es como descubrir un cantante o un futbolista. Es una persona con unas cualidades, (facultades), innatas para la enseñanza. No es solo el conocimiento correcto de la materia de especialización (matemáticas, lenguaje, historia, etc.).


Hoy se suele decir (más de los profesores universitarios que en los de enseñanza escolar): “conoce bien su especialidad pero no sabe enseñar”. Es más fácil dictar un curso en la universidad sin tener vocación de enseñanza, que en el colegio. Incluso se podría afirmar que para enseñar algo en la universidad casi no hace falta tener vocación de maestro, en cambio en la escuela el que no tiene vocación está perdido.


El verdadero maestro se encuentra en su “salsa” cuando está con sus alumnos: conoce bien a cada uno, ellos lo conocen a él, maneja bien el aula y sabe a dónde tiene que llegar. El buen maestro tiene un contacto constante con el alumno y un estilo personal valiosísimo que lo hace compatible con las normas generales. Necesita siempre un espacio de autonomía y libertad para su trabajo personal dentro de los lineamientos o filosofía de la entidad educativa en la que trabaja. Su estilo no debe provocar conflictos o divisiones, al contrario debe reforzar el ambiente de unidad con los demás profesores y los padres de familia.


Es alentador encontrar en algunos colegios al maestro que es el “alma” de la clase o del mismo colegio. Aquella persona que es el soporte, la ayuda necesaria, el criterio acertado. La persona que sabe bien lo que hay que hacer en cada momento concreto y hacia dónde se debe apuntar. El maestro que es respetado y querido por los padres de familia y los alumnos.

Las ocurrecias de los aficionados

En el fútbol está claro que el que sabe hacer muchas pataditas con el balón no es necesariamente un buen futbolista. En el sector educativo suelen haber muchos aficionados que han aprendido algo que les sale bien y piensan que eso es suficiente para educar a las personas. No es poco corriente encontrarse aficionados a la educación que fabrican una teoría con su experiencia y la quieren convertir en norma general.


Las experiencias exitosas en educación son fruto más de las personas que de los sistemas. Un maestro con vocación tiene un estilo personal y sabe perfectamente, que su estilo y sus cualidades son intranferibles (como los artistas). No pretenderá que los demás hagan lo mismo. Sin embargo el que no tiene vocación de maestro pretenderá (desde su miopía) uniformizar los estilos y quitarle autonomía al aspecto personal del maestro, sin entender que eso es lo que debe respetar.


Situaciones singulares

Son aquellas que surgen por la confluencia de determinadas circunstancias y que determinan ciertos parámetros o normas para establecer un sistema educativo que solo puede funcionar porque se dan esas circunstancias específicas y por lo tanto están sujetas a cambios o variaciones, que vendrían con el tiempo.


Son sistemas educativos que tienen éxito en un momento determinado (posguerra, hijos de exiliados, extrema pobreza, emigrantes, viajeros, etc.). Hay personas que han aprendido a enseñar en determinados momentos, o cuando existen determinadas circunstancias. Cuando las situaciones se normalizan, esos sistemas ya no funcionan. Son como las campañas que se hacen después de una tragedia, con el tiempo se van extinguiendo y desaparecen, aunque en los inicios hubo bastante entusiasmo. Algunos colegios han surgido así y luego se han quedado abandonados esperando una reforma estructural, o han desaparecido.


Profesionales de la educación

La carrera magisterial debe tener un nivel superior. Toda la sociedad, que es conciente, que el problema principal es la educación, se debe preocupar de la carrera magisterial. Profesores con verdadera vocación. No buscar alternativas con aficionados. Si en algún momento fue urgente, esta no es la solución. Hoy está de moda la capacitación.


Algunos piensan que basta con capacitar a la gente enseñándoles algunos procedimientos para tener éxito en los trabajos que van a realizar. Tal vez en el ejercicio de alguna actividad profesional la capacitación de las personas es suficiente. En cambio, cuando se trata de los maestros se requiere fundamentalmente una vocación con unas facultades específicas. Es urgente encontrar los maestros que la sociedad necesita para el progreso y desarrollo de los pueblos.




jueves, julio 16, 2009

Saber escarmentar en cabeza ajena
MORIR POR DESORDEN

Si bien la muerte es algo natural que puede venir en el momento menos pensado y debemos estar preparados para ese trance, morir por desorden no deja de ser absurdo y lamentable. Si en la sociedad no se valora la vida, las muertes prematuras y absurdas se multiplican por doquier.

Esperanzas de vivir
Gracias a los progresos de la ciencia médica las esperanzas de vida han aumentado. Si todo va bien se puede vivir más años y cada vez en mejores condiciones (con calidad de vida). Para que estos objetivos sean una realidad es necesaria una cultura de la salud y un amor grande a la vida, es decir: un orden en la forma de vivir (higiene, cuidado por la salud y buenas costumbres).La familia es la institución principal de la sociedad para asegurar el orden que cada persona necesita para cuidar la salud, el estilo de vida y lograr ser feliz.

El ciudado de la salud
(responsabilidad del hogar)
La familia, que se preocupa por el bienestar de sus miembros, debe adquirir una cultura necesaria en temas de salud (cuidado de la higiene, dietas balanceadas en las comidas, atención de los enfermos, visita periódica a los médicos, orden de vida, horarios adecuados). Saber poner los medios ordinarios, sin descuidos y los extraordinarios, cuando sean necesarios.

La familia tratará de evitar que en la casa surga un hipocondriaco (maniático que piensa que siempre está enfermo), o un imprudente que viva de una manera temeraria (no toma medicinas, no va al médico, no quiere saber nada con la salud).

Cuando una persona muere fuera de tiempo y por desorden, sus familiares y amigos tienden a cubrir su irresponsabilidad hablando de sus virtudes y de las obras buenas que dejó. En todo caso, si tienen que comentar sobre su temprana muerte, alcanzan a decir, a modo de epitafio, la famosa frase que suena a eufemismo: “murió en su ley”.

Es lógico que los comentarios que se hagan sean siempre positivos y llenos de caridad, pero también es verdad que todos piensan que se murió porque no fue lo suficientemente responsable (o inteligente). Suele suceder con los fumadores que murieron de cáncer al pulmón. Cuando se les habló del peligro no hicieron caso. Se cierran tercamente y no quieren dar “su brazo a torcer” (no oyen razones). Tampoco faltan los comentarios de los que se las dan de “optimistas” y “comprensivos”: “pero también se pudo morir de cualquier otra cosa”

Es en los hogares donde se debe cuidar el orden de las actividades de sus miembros: levantarse temprano, no ser flojos, ser ordenados, no poner en peligro la vida imprudentemente, tener sanas y buenas costumbres. En todas las casa normales se advierte de los peligros de la calle y de los desarreglos de algunas personas, que pueden influir negatívamente en ellos. Los buenos consejos y los ejemplos de los seres queridos (fundamentalmente de los padres) evitan muchos desordenes en la vida. El origen principal de esos desordenes suele ser la ausencia de una vida familiar adecuada.


Desordenes de vida

El hombre ha nacido para vivir en sociedad y el núcleo principal donde tiene sus principales relaciones afectivas, es la familia (necesidad de ser amado y de amar). Cuando existen alteraciones en el hogar (abusos, maltratos, preferencias en el trato, violencia, indiferencia, etc) las personas, que no han tenido la fortuna de encontrar ambientes sanos y valiosos, pueden sufrir trastornos irreparables en su personalidad.

El individualismo, con el afán de autonomía e independencia, muchas veces procede de situaciones familiares inestables. Las personas que no encuentran en su hogar el ambiente de cariño y comprensión junto a las exigencias de una educación coherente, suelen sentirse inseguras y abandonadas. Es entonces cuando acumulan en su interioridad una carga negativa, que les hace daño a ellos y a las personas de su contorno. Con esas cargas salen de la casa a buscar “algo” en la calle con los “amigos” que se encuentren. Así empiezan las grandes tragedias.

Si analizamos detenidamente las trayectorias de vida de algunos “famosos” que han muerto de una manera violenta encontramos, (en la mayoría), tragedias familiares ocasionadas por personas conflictivas y desordenadas: conductas inestables, reacciones sorprendentes, gran inseguridad, violencias peligrosas, angustias, depresiones, necesidad de fármacos, (en los mejores casos); prostitución, promuscuidad sexual, alcoholismo y recurso a las drogas (en los casos más graves).

En estas situaciones, que son como un laberinto para el que las padece, surgen los odios y venganzas. Todo un mundo de conflicto e inestabilidad, encerrado en la interioridad de las personas, con un poder de destrucción.

El hombre que ha nacido para amar, debe darle a su existencia el logro de un amor ordenado. Si no lo consigue, se expone a que su desorden le quite el sentido a su existencia y se convierta en una persona peligrosa para él mismo (suicidio) y para los demás (amenaza de muerte).

El sexo desordenado violenta al corazón al punto de convertirlo en traidor. Los apegos egoístas de placer sexual crean un sentido de posesión (se creen dueños de los sentimientos de una persona) y si alguien pretende alterar este desorden (cambiarlo), la persona afectada es capaz de matar (al que se ha entrometido en la relación amorosa, o a la misma persona que “quiere”).

Hay que anotar que en estos casos, no se puede dar un amor auténtico. No se quiere a la persona en sí, se quiere el placer que se tiene con la persona y de un modo compulsivo y brutal. En estas desordenadas situaciones de conflictos amorosos, solo la muerte produce alivio. Los otros móviles, son secundarios, o de terceros (cuando hay mucho dinero de por medio).

La muerte de los inocentes
Lamentablemente los desordenes de los seres humanos producen también la muerte de personas inocentes. Lo vemos todos los días en las carreteras (excesos de velocidad, borracheras, imprudencias, informalidad, descuidos, negligencias). Son muchas las víctimas inocentes que sufren las consecuencias de la irreponsabilidad de los seres humanos. (abortos, niños abandonados y descuidados, enfermos mal atendidos, etc.).

Dios es el dueño de la vida
Muchas personas no se acuerdan de Dios durante su vida, les parece que van bien y que no le necesitan. Bastantes pierden el tiempo y pierden las oportunidades que Dios les da para ser buenos y vivir honestamente al servicio de los demás. Tienen como una venda en los ojos y se portan mal poniendo en peligro su vida física o moral.

Algunos, gracias a Dios, reaccionan al final, cuando están enfermos dándose cuenta que la muerte está cerca y que Dios les espera para juzgarlos. Es entonces cuando se arrepienten de haber vivido desordenadamente y piden perdón. ¿No es mejor darse cuenta antes para vivir como Dios manda?

Es mejor arrepentirse al final que morir lejos de Dios, pero es mucho mejor arrepentirse antes y vivir siempre cerca de Dios. “El que pueda entender, que entienda”

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sábado, julio 11, 2009

Las torpezas de la chacota

IRONÍAS QUE MATAN

Uno de los síntomas claros de la crisis espiritual y de valores que vive nuestra sociedad es la tendencia de llevarlo todo al terreno de la broma sarcástica o perspicaz. El “vivo” que quiere ganar puntos, frente a los demás, lanza sin escrúpulos dardos hirientes a su víctima buscando ser popular dentro del grupo. Entra en una especie de competencia donde pierde el menos chacotero y gana el más grosero y atrevido.

El público más entusiasta de estas “pírricas competencias” de la vida diaria, podría ser semejante al de las barras bravas: ilusión de derrotar al adversario dejándolo mal, a cualquier costo, sin medir las consecuencias y por pura diversión.

Es una suerte de consentimiento a la “barbarie” matizado por el “espíritu de cuerpo” de “amistades” de ambientes informales donde todo es mediocridad, (lenguaje vulgar, astucia vanidosa, insolencia atrevida, carcajadas destempladas, volumen alto, “cochineo” constante).

La “filosofía” de esos ambientes queda muy bien expresada con una frase comercial que se ha puesto de moda: “cheleando la chacota es más chévere”


Líderes del cochineo

La vulgaridad que se ha extendido en muchos ambientes juveniles es una epidemia contagiosa, difícil de revertir cuando ha crecido mucho. Cuando los líderes del “cochineo” toman fuerza, los ambientes se vuelven agresivos y los muchachos se defienden creando mecanismos de defensa. Los que viven con cierta tensión, temiendo no ser aceptados por el grupo, podrían estar dispuestos a intervenir en acciones vulgares o violentas, para “ganar” puntos frente a los demás.

El irónico suele pensar que es muy gracioso y busca a toda costa tener pasaporte para utilizar sus puyas en sus intervenciones y poder sentirse ganador. Este tipo de actitud es propia de los imberbes (que todavía son infantiles en sus manifestaciones) o de personas que evidencian un cierto complejo de inferioridad y quieren llamar la atención con esas intervenciones desafortunadas.

La vulgaridad de los cómicos

Los programas cómicos del medio actual están llenos de esos microbios. En vez de proporcionar una diversión sana, fomentan con las ironías sarcásticas y el “cochineo burlón” una mentalidad mediocre donde la educación y el respeto a los demás brillan por su ausencia.

Es una pena que en nuestro país la “viveza criolla” la consideren algunos como un signo de inteligencia, cuando es exactamente lo contrario. En algunos ambientes, o con algunas personas, es imposible hablar en serio (todo es burla, fastidiar al otro, faltarle es respeto). Es la vanidad de hacerse el gracioso.

Los mismos medios de comunicación (Televisión, radio, periódicos, revistas) están llenos de vulgaridad y bajo nivel.

Urge elevar el nivel con personas cultas, que tengan virtudes humanas, que sepan expresarse con un lenguaje constructivo y respetuoso. Se equivocan los que diseñan una sociedad informal que admite la zafiedad y la vulgaridad entre los ciudadanos, como un estilo de vivir normal. No son signos de juventud, son indicadores de una indigestión moral y de una crisis social preocupante.

La competencia de un protagonismo efímero

El bacán de turno suele ser rebelde. En sus intervenciones trata de oponerse a lo establecido, eleva la voz, pone caras, quiere hacer caer en ridículo al otro, se ríe a destiempo y grotescamente. Si los bacanes son muchos, se forma enseguida un grupo, en el que se extiende rápidamente un ambiente de compadreo vulgar, donde los insultos y las bromas pesadas no tienen límite.

Es una competencia de protagonismo para no perder. En esos ambientes difícilmente se reconocerá la bondad o la calidad de planteamientos serios y nobles. Si alguien intentara colocar un tema de mayor trascendencia lloverían enseguida las críticas y las burlas.

Lamentablemente en nuestra sociedad muchos jóvenes (y también mayores) se ven limitados y hasta incapacitados para tocar en sus conversaciones temas serios o profundos. La vulgaridad se ha extendido tanto que todo debe ser chacota, ¡siempre chacota! y si es con cerveza, mucho mejor. El que quiere elevar el nivel queda como un nerd.

Siempre se llega a la conclusión de que el problema principal de todas las crisis está en la educación. Al observar estos ambientes juveniles de sarcasmo y de burla, tenemos un síntoma claro de falta de cultura y falta de verdadero amor por los seres humanos.

No es una utopía conseguir una civilización de respeto y cultura. Es la civilización del amor que anhelaba el Papa Juan Pablo II y es la sociedad que reclama el Papa Benedicto XVI con la Encíclica Caritas in veritate.

Hoy habría que advertir que estar más cerca no significa necesariamente quererse bien y respetarse mutuamente.

Urge la Caridad y la Verdad para que nuestra sociedad se articule bien y los seres humanos podamos vivir realmente como hermanos.

Es necesario hacerle la guerra a la vulgaridad (al cochineo y al sarcasmo burlón) y curar a nuestro país de esa terrible infección.

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sábado, julio 04, 2009

  • El ambiente familiar
    AMORES Y ODIOS DENTRO DEL HOGAR

    Siempre se ha dicho que la familia es la célula básica de la sociedad. Si camina bien toda la sociedad funciona. Para que camine bien la familia es necesaria una armonía y estabilidad en las relaciones familiares. Dicho en otras palabras, que la afectividad de cada uno esté ordenada y que todos puedan amarse sin mayores problemas.

    Los conflictos vienen por el desorden de la afectividad, cuando no se ama lo que se debe amar. Si el amor es un derecho es porque es un deber. Antes de exigir el derecho se debe cumplir con el deber. El cumplimiento del deber exige esfuerzo y sacrificio (son premisas para que el amor al prójimo sea auténtico). Toda persona debe evitar siempre el egoísmo (amor propio) y con más razón en su casa, con los suyos. Se puede decir que está en el camino correcto, la persona que en vez de buscar amor, busca amar.

    Cuando no se ha derrotado el egoísmo, éste sale en sus múltiples manifestaciones: engreimientos, caprichos, exigencias desordenadas, imposición, posesión, (ser demasiado propietario de las cosas), buscar ser el centro de las atenciones, discusiones, divisiones: juntándose a unos y separándose de otros, “amistades” particulares o apegos desordenados, condenar con la indiferencia a la propia familia, hacer dentro de la casa un “ambiente” artificial, original y poco natural, o ser demasiado duros y fríos con los familiares, o ser personas liantes y escandalosas dentro de la casa.

    El ambiente del hogar debe estar construido por el orden de los corazones de sus habitantes. Si hay exigencias de auténtico amor en cada uno, el clima será de libertad. Todos se encontrarán felices de estar juntos, porque se quieren de verdad.

    La libertad en el hogar
    Los problemas empiezan cuando las exigencias de un modo de proceder ya no parten de un corazón ordenado. El desorden del corazón, si no se corrige a tiempo, puede crear ambientes difíciles que deterioran la convivencia con antipatías y distancias.

    Las personas deben saber que las diversidades (modos de ser, gustos, opiniones diferentes) no deberían enrarecer el ambiente, ni crear tensiones. El amor auténtico es el amor a la diversidad, por lo tanto una persona que ama sabe crear muchos espacios de libertad, en atención a la diversidad que ve cuando ama a sus seres queridos. La caridad, indispensable para el trato con las personas en el hogar, consiste en tratar diferente a los que son diferentes, a cada uno como es, y como le gustaría que lo traten.

    Dentro de la casa los seres queridos se deben encontrar libres, tener espacios para ejercer una justa autonomía (privacidad), sin que ningún miembro de la familia viole esos espacios. Es compatible esta justa autonomía con la vida en familia y la participación plena en los asuntos familiares. Estar integrado en una familia no es vivir dentro de la casa una especie de “comunismo” o uniformidad con respecto al estilo de vida. El clima sano se llama libertad.

    Lo que cada uno debe evitar es la autonomía absoluta, que le podría llevar a encerrarse en su casa y poner muros contra sus seres queridos, o buscar una independencia tan grande y total, que le trastoque la jerarquía de valores que debe tener y le impida poner en primer lugar a su familia en las elecciones que tiene que hacer cada día.

    Cuando falta un auténtico amor a las personas de la casa, surgen desviaciones en el trato que apuntan a objetivos distantes y extremos. Es entonces cuando aparecen en el hogar, distintas posturas que no deberían darse y que son difíciles de cambiar cuando ha pasado el tiempo.

Los desaciertos o desatinos en las relaciones familiares pueden proceder de:

Los que se cansaron y patearon el tablero, por diversas razones, (que a veces no las comunican a sus seres queridos), no quieren saber nada con los de su casa (perdieron interés, se apagaron y exigen que no los molesten) suelen apartarse de la casa sin decir nada (grandes silencios). Piensan que son libres cuando son independientes y que nadie debería meterse en sus asuntos.

Los que están inquietos y quieren hacer reformas en la casa: Le parece que todo está mal y se debe cambiar. Toman la iniciativa de organizar la vida de los demás (imponen criterios, critican habitualmente los modos de proceder o de actuar de los demás, son muy duros y poco comprensivos con la gente). Con actitudes exigentes crean, sin quererlo, ambientes de acorralamiento, reduciendo los espacios de libertad deseados por los demás. Hay amores que matan. Si falta una auténtica caridad, con muy buenas intenciones se podría crear un ambiente bastante difícil, que podría terminar en distanciamientos y separaciones.

Los que viven incómodos pero son tolerantes. Pueden tener en casa un reformador que está tras ellos o uno que ha pateado el tablero que castiga a los demás con su indiferencia. Sufren dentro de su casa los problemas y situaciones familiares y no se atreven a intervenir. Les parece que una intervención podría ser un atentado contra la libertad de los demás. Aguantan todo y suelen ser aceptados por los demás porque no son problemáticos. Son la mayoría.


Los hogares necesitan:

  • Personas que hagan de su casa un hogar agradable donde los demás se sientan felices. (Sencillez, serenidad y alegría).
  • Personas interesadas en la vida de los demás para ser siempre apoyo y poder orientar las cosas por el camino correcto, aunque eso implique sacrificio y dolor. (Saber aconsejar con tino y caridad).
  • Personas que valoran mucho a sus seres queridos y saben dar con su presencia espacios de libertad, sin imponer nada. (valorar sus trabajos).
  • Personas que no estén aisladas dentro de su casa (o encerradas en sus cosas) y que tengan una comunicación constante con los demás.

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