lunes, marzo 29, 2010

Ataques a la Iglesia católica

Ataques del poder mediático a la Iglesia Católica

Dolor del Santo Padre en Semana Santa (II)
CLIMA ARTIFICIAL DE PÁNICO MORAL

Rafael Navarro-Valls, catedrático de la Universidad Complutense y Académico numerario de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, publicó ayer un documentado e interesantísimo artículo acerca del "clima artificial de pánico moral" (El Mundo), que ilustra la "artificialidad" de esa situación de la opinión pública ante los genéricamente llamados casos de pedofilía entre clérigos católicos.

Como somos colegas universitarios y nos conocemos desde hace largo tiempo, le he pedido autorización para publicarlo aquí, completo, y ha aceptado encantado. En nombre de los habituales de este blog, se lo agradezco.

Este es el texto:

Un tribunal de la Haya decidió en julio de 2006 que el partido pedófilo Diversidad, Libertad y Amor Fraternal (PNVD, siglas holandesas) , “no puede ser prohibido, ya que tiene el mismo derecho a existir que cualquier otra formación”. Los objetivos de este partido político eran: reducir la edad de consentimiento (12 años) para mantener relaciones sexuales, legalizar la pornografía infantil, respaldar la emisión de porno duro en horario diurno de televisión y autorizar la zoofilia. El partido acaba de disolverse esta misma semana. Al parecer, ha contribuido decisivamente la “dura campaña” lanzada desde todos los frentes, internet incluido, por el sacerdote católico F. Di Noto, implacable en la lucha contra la pedofilia.

Esta buena noticia - cuyo protagonista es un sacerdote católico - coincide con otra mala, protagonizada también por sacerdotes de esta confesión. Me refiero a la tempestad mediática desatada por abusos sexuales de algunos clérigos sobre menores de edad. Estos son los datos: 3.000 casos de sacerdotes diocesanos involucrados en delitos cometidos en los últimos cincuenta años, aunque no todos declarados culpables por sentencia condenatoria. Según Charles J. Sicluna – algo así como el fiscal general del organismo de la Santa Sede encargado de estos delitos-: “el 60% de estos casos son de ‘efebofilia’, o sea de atracción sexual por adolescentes del mismo sexo; el 30% son de relaciones heterosexuales, y el 10%, de actos de pederastia verdadera y propia, esto es, por atracción sexual hacia niños impúberes. Estos últimos, son unos trescientos. Son siempre demasiados, pero hay que reconocer que el fenómeno no está tan difundido como se dice”.

Efectivamente, si se tiene en cuenta que hoy existen unos 500.000 sacerdotes diocesanos y religiosos, esos datos –sin dejar de ser tristes, - suponen un tanto por ciento no superior al 0.6%. El trabajo científico más sólido que conozco de autor no católico es el del profesor Philip Jenkins, Pedophiles and Priest, Anatomy of a Contemporary Crisis (Oxford University Press). Su tesis es que la proporción de clérigos con problemas de desorden sexual es menor en la Iglesia Católica que en otras confesiones. Y, sobre todo, mucho menor que en otros modelos institucionales de convivencia organizada. Si en la Iglesia Católica pueden ahora resaltar más - y antes- es por la centralización eclesiástica de Roma, que permite recoger información, contabilizar y conocer los problemas con más inmediatez que en otras instituciones y organizaciones, confesionales o no.

Hay dos ejemplos recientes que confirman los análisis de Jenkins. Los datos que acaban de facilitar las autoridades austríacas indican que, en un mismo período de tiempo, los casos de abusos sexuales señalados en instituciones vinculadas a la Iglesia han sido 17, mientras que en otros ambientes eran 510. Según un informe publicado por Luigi Accatoli (un clásico del Corriere della Sera), de los 210.000 casos de abusos sexuales registrados en Alemania desde 1995, solamente 94 corresponden a personas e instituciones de la Iglesia católica. Eso supone un 0,045%.

Me da la impresión de que se está generando un clima artificial de “pánico moral”, al que no es ajeno cierta pandemia mediática o literaria centrada en las “desviaciones sexuales del clero”, convertidas en una suerte de pantano moral. Nada nuevo, por otra parte, pero que ahora alcanza cotas desproporcionadas, al conocerse hace unos días los casos ocurridos en Alemania, Austria y Holanda. La campaña recuerda las leyendas negras sobre el tema en la Europa Medieval, la Inglaterra de los Tudor, la Francia revolucionaria o la Alemania nacional-socialista.

Coincido con Jenkins cuando observa: “el poder propagandístico permanente de la cuestión pedófila fue uno de los medios de propaganda y acoso utilizados por los políticos, en su intento de romper el poder de la Iglesia católica alemana, especialmente en el ámbito de la educación y servicios sociales”. Himmler charged that "not one crime is lacking from perjury through incest to sexual murder," offering the sinister comment that no one really knows what is going on "behind the walls of monasteries and in the ranks of the Roman brotherhood." Esta idea es ilustrativa, si se piensa en aquel comentario de Himmler: “ nadie sabe muy bien lo que ocurre tras los muros de los monasterios y en las filas de la comunidad de Roma…" Hoy también se mezcla la información de datos y hechos con insinuaciones y equívocos provocados. Al final, la impresión es que la única culpable de esa triste situación es la Iglesia católica y su moral sexual.

Dicho esto, es evidente que el problema tiene la gravedad suficiente para abordarlo sin oblicuidades. Vayamos a sus causas. Debo reconocer que me llamó la atención el énfasis que Benedicto XVI puso en la reiterada condena de estos abusos en su viaje a Estados Unidos. Los analistas esperaban, desde luego, alguna referencia al tema. Pero sorprendió que por cuatro veces aludiera a estos escándalos. Y es que, en realidad, esta cuestión hunde sus raíces en los años sesenta y setenta, pero estalla a principios del nuevo milenio con sus repercusiones patrimoniales y de reparación para las víctimas. Algo, pensaba yo, que pertenece al pasado. A un pasado que coincidió con la llamarada de la revolución sexual de los sesenta. Por entonces se descubrió, entre otras filias y fobias, la “novedad” de la pedofilia, apuntando, entre otros objetivos, a la demolición de las “murallas” levantadas para impedir el contacto erótico entre adultos y menores. ¿Quién no recuerda – en torno a aquellos años - a Mrs. Robinson y a Lolita…? Si se hurga un poco comprobaremos que algunos de los más inflexibles “moralistas” actuales, fueron apóstoles activos de la liberación sexual de los sesenta/setenta.

Esta revolución ha marcado a una cultura y a su época, dejando una profunda huella, que contagió también a ciertos ambientes clericales. Así, algunas Universidades católicas de América y Europa desarrollaron enseñanzas con una concepción equívoca de la sexualidad humana y de la teología moral. Al igual que toda una generación, algunos de los seminaristas no fueron inmunes y actuaron luego de modo indigno. Contra esa podredumbre se enfrentó decididamente Juan Pablo II, cancelando el permiso de enseñar en esas Universidades a algunos docentes, entre ellos a Charles Curran, exponente cualificado de aquella corriente.

Benedicto XVI, no obstante las raíces antiguas del problema, decidió actuar con tolerancia cero en algo que mancha el honor del sacerdocio y la integridad de las víctimas. De ahí sus reiteradas referencias al tema en Estados Unidos y su rápida reacción convocando a Roma a los responsables, cuando el problema estalló en algunas diócesis irlandesas. De hecho acaba de hacerse pública una dura carta a la Iglesia en Irlanda donde el Papa viene a llamar “traidores” a los culpables de los abusos y anuncia, entre otras medidas, una rigurosa inspección en diócesis, seminarios y organizaciones religiosas.

Resulta sarcástico el intento de involucrarle ahora en escándalos sexuales de algún sacerdote de la diócesis que regentó hace años el arzobispo Ratzinger. Sobre todo si se piensa que fue precisamente el cardenal Ratzinger quien, como prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, firmó el 18 de mayo de 2001 la circular ‘De delictis gravioribus’ (“crímenes más graves”) con duras medidas ejecutivas contra esos comportamientos. El propio hecho de reservar a la Santa Sede juzgar los casos de pedofilia (junto con los atentados contra los sacramentos de la Eucaristía y la Confesión) subraya la gravedad que les confiere, así como el propósito de que el juicio no aparezca “condicionado” por otras instancias locales, potencialmente más influenciables.

Desde luego, en todas partes cuecen habas. Nigel Hamilton ha escrito sobre la presidencia de EE.UU: “En la Casa Blanca hemos tenido a violadores, mariposones, y, para decirlo suavemente, personas con preferencias sexuales poco habituales. Hemos tenido asesinos, esclavistas, estafadores, alcohólicos, ludópatas y adictos de todo tipo. Cuando un amigo le preguntó al presidente Kennedy por qué permitía que su lujuria interfiriese en la seguridad nacional, respondió: "No puedo evitarlo".

Ante el problema, la Iglesia es una de las pocas instituciones que no ha cerrado las ventanas ni atrancado las puertas hasta que pase la tormenta. No se ha acurrucado en sí misma “hasta que los bárbaros se retiren a los bosques”. Ha plantado cara al problema, ha endurecido su legislación, ha pedido perdón a las víctimas, las ha indemnizado y se ha tornado implacable con los agresores. Denunciemos los errores, desde luego, pero seamos justos con quienes sí quieren –a diferencia de Kennedy- evitarlos.

jueves, marzo 25, 2010

El dolor del Papa

En el umbral de la Semana Santa

EL DOLOR DEL SANTO PADRE

Celibato y pedofilia

El pasado 20 de marzo el Papa Benedicto XVI escribió una carta pública dirigida a la Iglesia de Irlanda, después de haberse reunido en Roma con los obispos Irlandeses para tratar el tema de los abusos sexuales que cometieron en el pasado, algunos miembros de la Iglesia en ese país.

En la carta el Santo Padre manifiesta su enorme dolor y preocupación por los hechos ocurridos y les pide un año de desagravio adorando al Santísimo Sacramento y realizando obras de penitencia. Le exige a los sacerdotes y religiosos que han abusado de los niños: admitir su culpa, someterse a las exigencias de la justicia y no desesperarse de la misericordia de Dios.

A las personas afectadas les pide perdón y les dirige unas palabras de aliento: “Os aseguro que estoy cerca de vosotros y os ofrezco el apoyo de mis oraciones…”.

No es la primera vez que un Papa pide perdón por los pecados que claman al cielo de algunos miembros de la Iglesia que no se portaron bien, también lo hizo en su momento el Papa Juan Pablo II.


Tiempos de sufrimiento y dolor

Son tiempos de sufrimiento y dolor como los tuvo Jesucristo cuando lo dejaron solo en la Pasión después de haber sido traicionado por Judas, que era discípulo suyo.

La Semana Santa del 2010 está marcada por esta mancha de traición que llama al arrepentimiento y al desagravio. Nuevamente se oye la voz de Jesucristo que dice: “Uno de ustedes me va a traicionar” y las preguntas que hacen los que fueron fieles: “¿seré yo? Es la pregunta que todos los hombres deben hacerse, cuando comprueban sus debilidades, para acudir a la misericordia del Dios que perdona. Todos los hombres deben pedir perdón para que puedan recibir el perdón de Dios.

El hombre que reconoce sus faltas y sabe pedir perdón está también preparado para desagraviar. En otras palabras, para desagraviar por el daño que han hecho otros con sus pecados es indispensable pedir perdón por los propios pecados y estar dispuesto a perdonar a los que han cometido pecado.

En el pasaje evangélico de la mujer cogida en adulterio, sus captores, con la ley en la mano, estaban dispuestos a ejecutarla; Jesús les dice: “el que no tenga pecado lance la primera piedra” y todos se retiraron. Jesús luego deja libre a la pecadora.

Muchas acusaciones de hoy, con la ley en la mano, encierran actitudes innobles de hipocresía. Lo que se quiere es hacer daño y perjudicar. El juicio y la condena pueden ser peores que el pecado que se cometió.


Acusaciones contra la Iglesia y el Santo Padre (siguen las leyendas negras)

Mientras el Santo Padre se reunía en Roma con los obispos irlandeses y preparaba los documentos pertinentes para resolver el problema, el poder mediático no cesaba de colocar en primera plana los escándalos sexuales cometidos por miembros del clero en Irlanda y el otros países europeos, señalando que las denuncias iban en aumento y acusando a la Iglesia de encubridora. En algunos países se volvió a poner sobre el tapete el tema del celibato sacerdotal como si se encontrara allí la causa de estas conductas impropias.


Un poco de historia

Habría que volver a insistir, como lo ha hecho el Santo Padre en reiteradas ocasiones, que el escenario donde ocurren esos atropellos es mucho más grande que el señalado por los acusadores mediáticos.

Después de 1960, cuando se inicia la puesta en marcha de las conclusiones del Concilio Vaticano II, comienza un período de crisis que afectó a muchos sacerdotes y religiosos (cierre de conventos y seminarios, abandono del estado clerical, desacralización).

En Europa empezó a tener auge la “Teología de la muerte de Dios” y en América “La Teología de la liberación” Estas corrientes progresistas lanzaron “nuevos herejes” que repetían errores antiguos contra la doctrina de la Iglesia y causaron muchas infidelidades en algunos miembros de la Iglesia. A todo esto se une, lo que San Josemaría Escrivá llamaba “una ola viscosa de suciedad y pornografía” con ataques sistemáticos a la moral cristiana a favor de un libertinaje sexual que hasta ahora continúa.

Los matrimonios rotos y los abusos sexuales se multiplicaron en el mundo (también con situaciones dramáticas de alcoholismo y droga). Dentro de este escenario mundial ocurrieron los abusos sexuales de algunos miembros del clero. Los sacerdotes y religiosos no son inmunes a los males de la época.


Rezar por los sacerdotes

Estos acontecimientos dolorosos que han salido a la luz en el año del sacerdocio, son también una llamada a todos los cristianos para que pidan perdón junto al Papa por los que cometieron estos males y pidan también perdón por no haber rezado lo suficiente por los sacerdotes.

Los sacerdotes necesitan de la oración de todos los fieles. Es la ocasión para que todos los cristianos aumenten la intensidad de su oración por los sacerdotes.

El poder del mal se ensaña con los ministros de Dios (en la vida de muchos sacerdotes santos se ve la presencia destructora del demonio, que no los deja en paz). Es necesario que el pueblo fiel entienda que debe rezar, en primer lugar, por la santidad de los sacerdotes. Esas oraciones son, en palabras de San Josemaría Escrivá, como billetes de ida y vuelta. El que reza por los sacerdotes sale ganando, porque la oración regresa y beneficia a él, a su familia y a todo el pueblo cristiano.

A la oración se debe unir la responsabilidad que todos los fieles tienen de cuidar a sus sacerdotes para que sean santos cumpliendo con los compromisos que han adquirido delante de Dios y de la Iglesia.

La semana Santa es la oportunidad de la conversión y la renovación. La Iglesia tiene los recursos (que son de Dios) para que todos los hombres se puedan convertir (con el perdón y la gracia). Las heridas se pueden curar para recuperar pronto la salud espiritual y moral, que es necesaria para el desarrollo y progreso de todos los hombres. Especialmente la salud de los sacerdotes y religiosos en la Iglesia universal.

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viernes, marzo 19, 2010

Edulcorantes del relativismo

ECLETICISMO CULTURAL

La nueva sensibilidad de la mentalidad contemporánea es consecuencia del influjo de un relativismo banal que se presenta con una cara bonita para que sea aceptado hasta por el medianamente pensador que guarda y esconde “un poco” la razón, para colocar en la balanza el peso de unos sentimientos compartidos, a modo de concesión, para no contristar con las corrientes de su época.

Quieren quedar bien con la sensibilidad de las nuevas generaciones y se convierten automáticamente en naturalistas modernos (sin saber en qué consiste el naturalismo).

En esta postura se encuentran también los que cierran un ojo y no quieren mirar, por ahora, la verdad, tratando de otorgar una concesión de tolerancia a lo bueno que se pueda rescatar de estas visiones fantásticas de experiencia emocional.

Son también actitudes eclécticas que buscan una suerte de conciliación con las ideologías de moda, ocultando lo que es incorrecto (no resolverlo por ahora) y exaltando los aspectos positivos de la modernidad.

Señalar sólo lo bueno de la naturaleza humana, sin hablar del pecado, es caer en la miopía del naturalismo, que no dice la verdad sobre el hombre. Estas visiones parciales, por muy atractivas que parezcan (imaginación y ficción), son un obstáculo serio para la formación de las personas y terminan empobreciendo la cultura y la vida social.


Una pincelada de la historia

En 1762 el famoso filósofo Jean-Jacques Rousseau escribió El Emilio” o “Sobre educación” y consideró esa obra como la mejor y más importante de su vida. Efectivamente tuvo mucha repercusión en las ideas liberales de la revolución francesa, que ahora continúan influyendo en la mentalidad contemporánea.

Rousseau decía en “El Emilio” que el hombre es bueno por naturaleza y por lo tanto sus primeros movimientos naturales serían siempre rectos. Decía también que en los pueblos semisalvajes se encontraba el hombre en estado de naturaleza pura, que es el tipo de hombre apacible, bueno y virtuoso. Afirmaba categóricamente que el mal no procedía del interior del hombre sino de la pasión ejercida por la cultura y la sociedad. El pedagogo debería intervenir para evitar que el mal social corrompa al hombre.

Como puede verse el pensamiento Rousseau lleva a establecer una contraposición sistemática entre naturaleza y cultura convencional. Según él la cultura no debería impedir los naturales deseos y pasiones de las personas que, además, obedecen a una verdadera necesidad y por lo tanto no hay nada que reprochar al que satisface una necesidad. Afirmaba que los preceptos humanos y convicciones sociales son vicios que llevan a la deformidad y al error.

Estas convicciones de Rousseau están ahora en la mentalidad del mundo relativista que esconde la verdad y se suma a todo lo que es placentero y atractivo sin hacer mayores consideraciones; aunque también se podría decir que lo que hoy se llama cultura (en la mentalidad relativista), está corrompiendo efectivamente a la sociedad, (cuando se trata de la subcultura de una sociedad enferma que ha expulsado a Dios y a las leyes morales que están inscritas en el corazón del hombre).


Criterios de cultura en la sociedad actual

“Cultura, (según el diccionario) significa cultivo en general, especialmente de las facultades humanas. Las facultades humanas las tenemos para conocer y amar la verdad. No puede haber cultura sin los valores reales que elevan el espíritu. No puede ser cultura lo que denigra, lo que va contra el hombre o lo empobrece… La educación debe cuidar la pureza de la cultura formando personas con una rica interioridad, que sean capaces de hacer una valoración correcta, adhiriéndose a los valores más profundos” (vid. “Educación en Ciernes” n. 260, 264).


Podemos afirmar con certeza que en la sociedad actual la cultura ha perdido mucho, aunque el crecimiento tecnológico haya sido notable. Lo dice, con preocupación, el Papa Benedicto XVI en su última encíclica: “El eclecticismo y el bajo nivel cultural coinciden en separar la cultura de la naturaleza humana. Así, las culturas ya no saben encontrar su lugar en una naturaleza que las trasciende, terminando por reducir al hombre a mero dato cultural. Cuando esto ocurre, la humanidad corre nuevos riesgos de sometimiento y manipulación” (“Caritas in veritate n. 26).


Cuando no se tiene en cuenta la verdad sobre el hombre, la imaginación se encarga de llenar la cabeza de fantasías. El hombre que no conoce al hombre quiere pintar al hombre que su imaginación le dicta. Esta falsa caricatura se convierte en un problema en el momento de las relaciones humanas, porque no se están poniendo los medios para combatir el mal que hay en la naturaleza humana. Surge entonces una gran inseguridad. Nadie confía en nadie. Los controles se multiplican con una suerte de sometimiento y manipulación. Parece que “gana” el que tiene más poder, pero a la larga este ganador, será realmente un perdedor.

Los ambientes de incomprensión se vuelven agresivos y la sociedad reclama que al menos exista una tolerancia para poder vivir en paz. No basta la tolerancia, que además suele quedarse en una postura exterior, bastante artificial, un aguantarse y no la virtud que trasciende y une, “…en el plano social, el relativismo cultural provoca que los grupos culturales estén juntos o convivan, pero separados, sin diálogo auténtico y, por lo tanto, sin verdadera integración”. (Caritas…n26).


La integración social del hombre

La integración social es necesaria para que la sociedad camine. El naturalista autónomo y subjetivo, que erige a sus propios sentimientos en juez supremo de la verdad, maltrata a los demás con sus tendencias desordenadas, usando mal la libertad que siempre reclama. En nombre de la libertad comete atrocidades que empobrecen y denigran las relaciones sociales.

Es necesario que el hombre conozca muy bien cómo es la naturaleza humana, para que pueda combatir el mal que sale de allí. La Iglesia, desde hace muchos siglos predica la necesidad de la gracia, para que el hombre pueda recuperar la libertad que perdió con el pecado.

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viernes, marzo 12, 2010

Una película del relativismo contemporáneo

AVATAR Y EL MITO DEL BUEN SALVAJE


Avatar, la película más taquillera del año (más que Titanic) y una de las más caras en su producción (la primera en superar los dos millones de dólares en recaudación), solo ganó tres estatuillas en Hollywood: mejores efectos visuales, mejor fotografía y mejor dirección de arte, después de haber tenido 9 nominaciones al Oscar.



Panteísmo, New Age y utopía


Es una película más de ciencia-ficción, de fondo panteísta y ecologista, que expulsa al hombre de sus filas, a favor de unos seres extraterrestres, de una naturaleza pura, que no tienen las tristes limitaciones del ser humano que, según la película, parece irreconciliable.


El éxito de este film está en la tecnología de punta y en el deseo del hombre actual que, influido por el relativismo, quiere escaparse de la realidad dura del sacrificio y el dolor para sumergirse en un paraíso natural, que no es precisamente el cielo de la Revelación cristiana, sino una especie de refugio (paraiso ideal) al que se podría llegar sin hacer mayores méritos, solo con el deseo y la imaginación.


Se presenta la cultura de los Navi como un naturalismo religioso superior a la cultura humana y a la revelación cristiana. Se trataría de una nueva modalidad del New age con bastante colorido y atractivo que rechaza a los seres humanos por ser ambiciosos, crueles y despóticos, prefiriendo, por contraste, a los Navi que seres buenos y superiores, tan solo por el hecho de ser primitivos y naturales.


En la exaltación de lo natural surge la apología que defiende a los primitivos, (de la cultura Navi), en contra de los colonizadores (seres humanos con recursos técnicos poderosos). El fondo de la argumentación recuerda el manido ataque a la Iglesia, propagado por las leyendas negras, que acusan al catolicismo de exageraciones y maltratos por querer obligar que la gente viva las exigencias de la religión.




Pesimismo antropológico (vid. Zenit, 6 de Marzo. Licia Pereira, Teóloga)


Avatar anima a huir de la realidad en nombre de la libertad, hacia un mundo mejor que existe solo en la imaginación y que no podría ser más que una utopía.


No busca la transformación del mundo sino huir de éste para encontrar otro distinto, porque, según ellos, es mejor renunciar a esta vida, que vivir como un deficiente. En toda la película hay un pesimismo antropológico considerable. En el nuevo mundo se reza a la naturaleza como si fuera ella misma una diosa, (panteísmo).


La argumentación no tiene mayor profundidad, es bastante superficial y muy atractiva para las personas sentimentales, que aceptan sin más lo que les parece atractivo y fácil que lo racional y coherente. Toda la película no es más que un cuento fantástico muy bien contado que tiene un final feliz.


Es una ficción irreal y engañosa que puede confundir al que no tiene una buena preparación o formación doctrinal.



Como nota curiosa y significativa hemos encontrado que la organización de comunistas de San Petesburgo ha enjuiciado a J. Cameron, acusándolo de haberse apoderado de diversas ideas de ciencia-ficción soviéticas sobre la vida del Planeta Pandora. Recordemos la utopía del paraíso comunista prometida por Marxs, después de la lucha de clases, donde todos los hombres serían iguales.



Sin embargo, Avatar es una película dirigida al hombre relativista que se quiere escapar de la dura realidad del mundo donde hay malvados y se sufre mucho, para llegar a un lugar maravilloso, Pandora, un paraíso donde encontrará seres tanquam tabula rasa, primitivos y por lo tanto buenos, porque no han sido envenenados por la “cultura” que hay en el mundo, que hace malos a los seres humanos.


La película es una defensa al ingenuo mito del buen salvaje, que hoy vuelve a difundirse en nuestro continente con una carga política cada día más grande.


El error antropológico está en el desconocimiento de la naturaleza humana dañada por el pecado y en no admitir que la salida que el hombre tiene para liberarse de ese mal está en la gracia de Dios, que lo cura y eleva, para que pueda llegar a sus metas como persona. No existe ningún hombre sin pecado original.




La corrupción del hombre


Es cierto que en el mundo existe una crisis moral y de valores que está corrompiendo más al hombre. La solución no es eliminar al hombre y buscar otro mundo distinto.


El catolicismo nos plantea convertir al hombre dándole los argumentos para que encuentre su identidad como persona. Si Dios envió a Jesucristo para rescatar al hombre, ésta es la tarea que le toca hacer a cada uno, con la ayuda de la Iglesia, que el mismo Cristo fundó.


También podemos afirmar que el hombre primitivo, (hay muchos en el mundo), podrían no haber sufrido la contaminación de muchas sub-culturas con ideologías anti-cristianas, que deforman la conciencia de los hombres. Existe también la posibilidad de que se encuentren en mejores condiciones para asimilar los argumentos doctrinales que necesitan conocer para ser felices.


La Iglesia, que es experta en humanidad, ha tenido muchas experiencias con las conversiones de los hombres primitivos, a veces de pueblos enteros, que han encontrado, con la ayuda de la gracia, el camino correcto que los hace felices y libres.


Cuando en el mundo se ha creído que sólo la libertad enriquece al hombre, luego se ha llevado un chasco. Los países ricos que se apoyaron en el dinero están sufriendo la degradación moral de las personas en muchos aspectos esenciales de la vida. Se equivocaron también los países de los sistemas totalitarios al poner sus esperanzas solo en el capitalismo.


El hombre necesita de los valores trascendentes para poderse desarrollar como persona. De allí la prédica milenaria de la Iglesia, que no ha parado nunca, a pesar de los contratiempos y contradicciones que sufre.


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viernes, marzo 05, 2010

Afectaciones in crecendo

EL AUMENTO DE LA GAZMOÑERÍA

En los últimos 20 años la humanidad ha experimentado unos cambios interesantes por el avance de la tecnología, sobre todo en lo que se refiere a los medios de comunicación. Ha sido una verdadera revolución que ha cambiado el estilo de vida de la mayoría de las personas.

Junto a estos avances existen otros cambios que han experimentado los seres humanos en sus conductas por influjo del relativismo. Esta corriente, que fue tomando cuerpo poco a poco, ha creado en algunas personas actitudes y modos de ser cargados de afectación.

No es de extrañar que esto suceda, porque los hombres que se alejan de la verdad incorporan en su ser elementos falsos o artificiales, que son como sustitutos de las virtudes que deberían tener.

Son conductas, sin el respaldo natural de la propia virtud, donde se pueden percibir, ciertas dosis de disfuerzo y afectación, que son expresiones disonantes y hasta huachafas, que producen leporía a los que miran las cosas con la objetividad de la verdad.


La ignorancia es atrevida

Existen en nuestra sociedad una multiplicación de maneras originales de manifestarse, que piden y exigen aprobación por parte de todos. No importa si responden o no a los valores objetivos de respeto y consideración de las personas. Estos modos originales de proceder son expresiones atrevidas que, aunque en ocasiones puedan parecer favorables, son falsas. Están llenas de afectación, (alharaca, tonos elevados de voz, aspavientos), y no existe en ellas un auténtico amor que las respalde. Las utilizan como cumplidos para quedar bien, o como cortinas de humo para cubrir algo, o como luces de bengala para llamar la atención.

Quienes las utilizan, reclaman apertura de todos y la patente de corso de los que mandan, para poder funcionar sin escrúpulos con esas originalidades donde está ausente la virtud.

Cuando esas manifestaciones artificiales se aceptan, llegan los pedantes que quieren enseñar lo que no saben. Son los que adornan sus expresiones con purpurina y fuegos de artificio, para escucharse ellos mismos y para impresionar a los incautos, que nunca faltan. Arman sus frases con retazos de 4 citas que han cogido al vuelo de alguna publicación, dando a entender que manejan muy bien los temas. Saben adornar sus discursos embelesando a sus seguidores incondicionales.

También encuentran un terreno fácil los fanfarrones, que encandilan a las masas con parloteos llenos “novedades” y fruslerías del momento. Estos captan la atención de los curiosos. Se encuentran en las plazas pero también en los trabajos, en los centros de enseñanza y hasta en los hogares.

Los pedantes, fanfarrones y charlatanes no son solo los avivados negociantes que pregonan en las calles o en los parques buscando el dinero de los transeúntes, o los que tienen sus puestos en los mercadillos y usan de esas astucias para crecer en sus ganancias. Estos personajes siempre han existido en todas las ciudades del mundo.

Nos estamos refiriendo ahora a la gazmoñería en todos los ambientes de la sociedad. Hombres, que al querer ser populares, se convierten en pueblerinos y atrevidos, con formas artificiales y zafias que se quedan en lo chabacano y vulgar. Se creen graciosos y simpáticos con sus disfuerzos, que más bien los devalúan y degradan.

“¡Hola, cómo estás!” “¡Qué alegría verte!” estos saludos podrían indicar un real aprecio por los demás o ser expresiones formales y falsas sin el respaldo de la virtud.

Si no son auténticas estarían recargadas con una efusividad exagerada que subraya el afecto y el interés que no se tiene. Es el cascabeleo de los temores del hombre vanidoso que quiere asegurar el éxito de una respuesta favorable.

Los excesos en cumplidos son excesos de vanidad, no afectos limpios y reales. Son pura artificialidad, moneda falsa para engañar y pretender quedar bien.


Egolatrías ruidosas e hirientes

La tolerancia y la inclusión no deberían jugar a favor de estas corrutelas propias de una egolatría que se sale de tono, con esas formas desatinadas y casi siempre ruidosas.

El palabreo de los que viven dentro de sus propios engolamientos suele entrar en el mundo informal de la fantasía irreverente, (jerga, ironía, chacota, lisuras, “cochineo”) que tarde o temprano termina hiriendo a las personas. Los que viven dentro de estos mundos irreverentes pueden sentirse líderes con sus intervenciones altaneras y no darse cuenta de la petulancia de sus actitudes.

En otras ocasiones, estas gazmoñerías son actitudes de fingimiento que se notan en las faltas de naturalidad. Se arma un cuadro de afectación que retrata la falsedad de las expresiones. Desde el punto de vista humano es antiestético y de mal gusto (por ejemplo: el que finge rezar forzando sus gestos).

La solución para revertir este problema está en enseñarle a los niños a decir siempre la verdad. Que no busquen artificios para cubrir las cosas o disimular. El engreído, que ha sido consentido, suele ser un poco afectado o disforzado. Los padres deben cortar en sus hijos las expresiones exageradas a la hora de contar las cosas y también a la hora de manifestar los afectos.

La persona que aprende a querer bien, aprende también a situarse y consigue que sus actitudes y expresiones sean naturales y reales.

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