sábado, febrero 14, 2009

La cultura y el arte de los cuidados paliativos

¿Se puede desconectar el tubo de alimentación de un enfermo en estado vegetal irreversible?

Eulana Englaro murió al cumplirse 3 días sin alimento en la clínica “La Quiete” de la ciudad de Udine en Italia. Murió en medio de una fuerte polémica entre los que defendían la vida de la paciente que llevaba 17 años en estado vegetativo y quienes defendían la Eutanasia. Al final el Tribunal Supremo autorizó su muerte.

Este caso doloroso pone nuevamente sobre el tapete la moralidad de los procedimientos. Repasemos algunas razones que nos pueden ayudar a tener un criterio más claro sobre el tema.

Razones para cortar la vida

Existe hoy una controversia muy grande sobre la alimentación de pacientes moribundos.

Es de sentido común dar de comer a los más enfermos porque se trata de un acto de amor, compasión y misericordia. Sin embargo es cada vez más frecuente que profesionales de la salud digan a los familiares que la hidratación y nutrición son inútiles, promoviendo así el que se niegue este beneficio al moribundo.

Legalmente en USA es posible desconectar la nutrición y la hidratación en los pacientes moribundos. Debemos recordar que algo puede ser legal sin ser necesariamente bueno o moralmente aceptable. Estos precedentes legales fueron establecidos a raíz de los casos de Quinlan (1976) y Cruzan (1990) donde la Corte Suprema permitió que se negara la alimentación y nutrición a enfermos terminales y, sin ir muy lejos, el 2005 Terri Schiavo fue desconectada del tubo de nutrición que tenía en el estómago y se la dejó morir.

Existe la creencia de que quitar la alimentación es un acto de misericordia para que el paciente no sufra. Los cristianos estamos de acuerdo que es moralmente lícito el no usar procedimientos invasivos y agresivos en pacientes moribundos ya que estos sí pueden causar sufrimiento en el paciente. La hidratación y alimentación no pueden considerarse como procedimientos invasivos ni tampoco como medios extraordinarios. Está claro que en estas situaciones, alimentarlos no cura la enfermedad. Se alimenta para aliviar la sensación de hambre y sed y como una demostración de cariño y compañía. Es por lo tanto un acto de compasión cristiana el dar de comer y beber a los enfermos.

Razones para seguir viviendo

Cada enfermo conserva siempre su dignidad, y goza de una vida que le permite seguir entre sus seres queridos. También merecen el máximo respeto y las mejores atenciones médicas, psicológicas y afectivas. Se les debe alcanzar todos aquellos tratamientos que pueden aliviar su dolor y hacer más llevadero el decurso de su enfermedad en la etapa final. Es lícito suministrar narcóticos y analgésicos que alivien el dolor, aunque atenúen la conciencia y provoquen de modo secundario un acortamiento de la vida. Omitir estos tratamientos implica abandonar al enfermo a su suerte y provocarle, por omisión, la muerte. Es decir: cometer un homicidio, hacer un acto de eutanasia.

Una sociedad que no sabe integrar con naturalidad y humanidad la muerte, no sabe cómo tratar y apoyar a sus enfermos y moribundos, es incapaz de descubrir el hondo sentido humano que puede tener el hecho de morir.

Los objetivos del tratamiento deben individualizarse para cada paciente, teniendo en mente que lo que funciona para una persona puede que no funcione en otra. La medicina paliativa es, ni más ni menos, un cambio de mentalidad ante el paciente terminal. Es saber que, cuando ya no se pude curar, aún podemos cuidar.

Hay que tener en cuenta que la suministración artificial de agua y alimento generalmente no impone una carga pesada ni al paciente ni a sus familiares. No conlleva gastos excesivos, está al alcance de cualquier sistema sanitario de tipo medio, no requiere de por sí hospitalización. No es ni tiene la intención de ser una terapia resolutiva, sino un cuidado ordinario para conservar la vida. Puede ser una carga semejante a la de atender a un tetraplégico, a un enfermo mental grave, a un paciente con Alzheimer avanzado, etc.

Las enseñanzas de la Iglesia

La Declaración sobre la Eutanasia, publicada por la Congregación para la Doctrina de la Fe el 5 de mayo de 1980, explica la distinción entre medios proporcionados y desproporcionados, y entre tratamientos terapéuticos y cuidados normales que se deben prestar al enfermo: “Ante la inminencia de una muerte inevitable, a pesar de los medios empleados, es lícito en conciencia tomar la decisión de renunciar a unos tratamientos que procurarían únicamente una prolongación precaria y penosa de la existencia, sin interrumpir sin embargo los cuidados normales debidos al enfermo en casos similares”

Menos aún se pueden interrumpir los cuidados ordinarios para los pacientes que no se encuentran ante la muerte inminente, como lo es generalmente el caso de los que entran en estado vegetativo, para quienes la causa de la muerte sería precisamente la interrupción de los cuidados ordinarios.

El 27 de Junio de 1981 el Pontificio Consejo Cor Unum publicó un documento titulado Algunas cuestiones de ética relativas a los enfermos graves y a los moribundos, en la que se afirma que “permanece la obligación estricta de procurar a toda costa la aplicación de los llamados medios mínimos, los que están destinados normalmente, en las condiciones habituales, a mantener la vida (alimentación, transfusión de sangre, inyecciones, etc.). Interrumpir su administración constituiría prácticamente querer poner fin a la vida del paciente”

En un discurso dirigido a los participantes de un Curso Internacional el Papa Juan Pablo II en 1985 afirmó claramente que “no podemos eximir del esfuerzo médico necesario para sostener la vida, con los medios normales de mantenimiento vital” entre los cuales está ciertamente la suministración de alimento y líquidos, y advierte que no son lícitas las omisiones que tienen la finalidad de “acortar la vida para mitigar el sufrimiento al paciente o a los familiares”

En 1995 el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Asistentes Sanitarios publicó una carta donde se afirma explícitamente: “La alimentación y la hidratación, aun artificialmente administradas, son parte de los cuidados normales que siempre se han de proporcionar al enfermo cuando no resultan gravosos para él: su indebida suspensión significa una verdadera y propia eutanasia”

En el Discurso del 20 de marzo del 2004, dirigido a los participantes de un congreso internacional sobre tratamientos de mantenimiento vital y estado vegetativo, Juan Pablo II confirmó en términos muy claros lo que ya se había dicho en los documentos antes citados. El Pontífice subrayó los siguientes puntos:

1. Un hombre, aunque esté gravemente enfermo o impedido en el ejercicio de sus funciones superiores, es y será siempre un hombre.

2. El enfermo en estado vegetativo tiene derecho a una asistencia sanitaria básica (alimentación, higiene, calefacción, etc.) y a la prevención de las complicaciones que se derivan del hecho de estar en cama. En particular quisiera poner de relieve que la administración de agua y alimento, aunque se lleve a cabo por vías artificiales, constituye siempre un medio natural de conservación de la vida, no un acto médico.

3. La valoración de las probabilidades, fundada en las escasas esperanzas de recuperación cuando el estado vegetativo se prolonga más de un año, no puede justificar éticamente el abandono o la interrupción de los cuidados mínimos al paciente, incluidas la alimentación y la hidratación.


Casos excepcionales

Al afirmar que suministrar alimento y agua es, en principio, moralmente obligatorio, la Congregación para la Doctrina de la Fe no excluye que, en alguna región muy aislada o extremadamente pobre, la alimentación e hidratación artificiales puede que no sean físicamente posibles.

Tampoco se excluye que, debido a complicaciones sobrevenidas, el paciente no pueda asimilar alimentos y líquidos, resultando totalmente inútil suministrárselos.

Finalmente, no se descarta la posibilidad de que, en algún caso raro, la alimentación e hidratación artificiales puedan implicar para el paciente una carga excesiva o una notable molestia física vinculada, por ejemplo, a complicaciones en el uso del instrumental empleado.

Estos casos excepcionales nada quitan, sin embargo, al criterio ético general, según el cual la suministración de agua y alimento, incluso cuando hay que hacerlo por vías artificiales, representa siempre un medio natural de conservación de la vida y no un tratamiento terapéutico. Por lo tanto, hay que considerarlo ordinario y proporcionado, incluso cuando el estado vegetativo se prolongue.

No serán razones para acortar la vida de un moribundo el cansancio de los parientes que están a su cuidado. Hay cargas que se deben llevar con verdadero espíritu de sacrificio. Cuando se trata de un ser querido esas cargas son una bendición de Dios para la familia que está pendiente del familiar enfermo. La heroicidad del que atiende a un familiar en situaciones difíciles es una conducta ejemplar llena de riqueza. El que sabe querer y atender a un enfermo sabe que vale la pena perseverar hasta el final.

Agradecemos sus comentarios

1 comentario:

Felix A. dijo...

Algo está claro: no podemos atentar contra la vida, sería un crimen (o un suicidio si es contra la vida propia). Pero ante la eutanasia, nos encontramos con situaciones que no son fáciles de determinar. Me refiero a saber CUANDO ESTA REALMENTE MUERTA UNA PERSONA.

Los médicos distinguen entre el estado de coma y el estado vegetativo. Podemos hablar entonces de la "muerte clínica". Mas esto se complica si recordamos los casos de personas que tras estar años "vegetando", de un momento a otro despertaron, lo que significa que si la hubieran desconectado de los aparatos de ayuda o si le hubieran suprimido la alimentación, se habría desperdiciado una oportunidad de vida, se habría cometido un crimen.

Creo que gran parte del problema está en los casos ambiguos, cuando no se puede decir a rajatablas "esta persona está muerta" y aquí hay que recurrir tanto al conocimiento de la postura de la Iglesia (y obedecerla si somos miembros de ella), como a la postura científica.

Considero válidamente cuestionable cuando se trata de casos en que el paciente no está lúcido y su vida depende de ayudas artificiales. Pero cuando el paciente respira por si mismo y tiene otros signos y funciones vitales, cortarle la alimentación es matarlo.

No me cabe duda que cortar la vida por "comodidad" o simple "conveniencia" del paciente o de los familiares, es un crimen. Esto se complica al tomar en cuenta las condiciones de dolor y sufrimiento y la tolerancia a ellos e imaginando situaciones extremas (como en los incendios en edificios, que las personas prefieren suicidarse, a quemarse vivas), no se qué opinar sobre éste caso en particular.

Félix A.