viernes, octubre 09, 2009

El espejismo de los ideales

Cuando la corrupción persiste

EL ESPEJISMO DE LOS IDEALES NOBLES

Uno se llena de alegría cuando se encuentra con jóvenes sanos y entusiastas, con muchos ideales nobles para hacer el bien y lograr el progreso de todos. Espíritus nobles con excelentes disposiciones para ser útiles en la vida.

Al mismo tiempo experimentamos un gran dolor al conocer los laberintos que hay en la vida y ver que esos chicos, que son tan buenos, podrían ingresar en esos mundos tan desarticulados, peligrosos y vacíos.

Los ánimos falsos del voluntarismo

El lenguaje que se usa habitualmente con los jóvenes suele ser entusiasta. Al emplearlo, los mayores caemos, para no contristar, en faltas de sinceridad. Nos da miedo presentar la vida de un modo muy duro y tal vez pesimista. Todo está orientado al “¡Tú puedes!” que sale más como una arenga de la época, que de una auténtica fe.

Si es auténtica la fe, tendrían que darse todos los componentes de la virtud, no solo los formalismos de unos procedimientos. Parece que estos últimos, son los que dominan en nuestros ambientes.

La verdadera fe (que sí lleva al auténtico entusiasmo) debería ser el motor de las acciones de los seres humanos en estos tiempos de crisis, pero ésta, en la mayoría, brilla por su ausencia. Existe como sustituto un entusiasmo banal sin raíces profundas, que surge del voluntarismo reinante y pretende ser el sustrato de las decisiones de los emprendedores de la época.

Quienes, con un afán noble pretenden el bien, si no poseen una fe verdadera, que haría que a la larga perseveren superando todo tipo de dificultad, sucumbirían en el intento, bien por que se cansan y ya no pueden más, o porque se pasaron al “enemigo”. Es más cómodo vivir mintiendo y tener compromisos impropios.

El desánimo de los ideales nobles

Asistimos a una desbandada general, que aumenta y está consiguiendo “envejecer a la juventud. Los chicos ya no persiguen ideales nobles porque les parece que son inalcanzables, suelen justificarse diciendo frases como: “todos buscan aprovecharse”, “¿para qué me voy a esforzar?” , “¿para qué sirve la historia?”, ¿para qué me voy a sacrificar si puedo evitarlo?”

El origen de los desencantos juveniles

Quien ha trabajado con jóvenes sabe que éstos se entusiasman fácilmente con ideales nobles de servicio y generosidad. Cuando ven en los mayores dedicación y ejemplo, (auténtico amor), se sienten seguros y se animan con los ideales más grandes.

El origen de los desencantos juveniles proceden fundamentalmente de los persistentes estados de corrupción de los mayores en los ámbitos familiares y laborales. Situación que ha multiplicado las lacras sociales con el consiguiente repudio de la mayoría.

Cuando un joven, sano y limpio, entra con las mejores intenciones a trabajar y se topa con la mafia y la corrupción, tiene dos opciones: renunciar o unirse a lo establecido.

Hoy, en muchos ambientes laborales, donde se dan los tejes y manejes de la conveniencia, convierten al que renuncia en un perdedor y al que se suma a los sistemas establecidos en una persona exitosa y con un futuro prometedor. Las murallas de la corrupción impiden que triunfe el mejor y sus proyectos.

Es por eso que muchos chicos entran a trabajar con la decisión de sumarse a lo establecido (aunque haya corrupción y mafia), solo verán que no les afecte negativamente.


El espejismo del honrado

Para el honrado sus ideales nobles fueron sólo un espejismo y mientras las estructuras estén carcomidas por la corrupción sus aportes no serán considerados. Lo irán aislando poco a poco, para que renuncie, o buscarán el menor pretexto para expulsarlo, aunque sus proyectos sean brillantes.

El que quiere hacer las cosas bien estará con las manos amarradas, se sentirá impotente y frustrado. Si no renuncia y quiere continuar, tendrá que superar una serie de agravios. Los corruptos le pedirán una lealtad a la que no se puede comprometer por amor a la verdad. En algunos casos, no tendrá más remedio que renunciar y en otros deberá permanecer defendiendo siempre lo noble y lo bueno. Dependerá del bien que pueda hacer con su presencia.

Al final triunfará el bien

Es la certeza del que tiene fe y sabe que el bien que vendrá es superior a lo que soñó y que por lo tanto sus proyectos nobles fueron solo el espejismo de sus ilusiones. El bien que llegó, con la perseverancia en la verdad, era mucho más grande de lo que había soñado.

Agradecemos sus comentarios

1 comentario:

Arturo P. dijo...

Efectivamente Padre Tamayo, en mi caso, he visto cómo un grupo de jóvenes que ingresó a una empresa, a los que habíamos formado en nuestra institución, ingresó a trabajar en una empresa y poco a poco se fueron retirando totalmente asqueados del ambiente de corrupción que existía en ella. Ellos eran muy jóvenes para poder intentar el cambio del entorno que les rodeaba y por eso se retiraron.
¿Qué nos queda a los mayores? Creo que debemos acompañar a los jóvenes para que los ideales en los que se les formó sigan creciendo en ellos y aquí se destaca la labor del maestro formador, que no acaba nunca, pues es deber de los mayores hacer un seguimiento de cómo van afrontando la vida nuestros jóvenes y seguirles apoyando con el consejo oportuno.