viernes, marzo 25, 2011

El escaso interés de los que escuchan

CUANDO LOS CONTENIDOS SE PIERDEN

(las personas terminan perdiéndose por los descuidos o ingenuidades de los educadores)

¡Cómo nos esforzamos los educadores en elaborar guiones con contenidos importantes para transmitir a los alumnos! Dedicamos horas para ver, según los programas, el número de clases que los alumnos deben recibir para su capacitación o para su formación personal.

Disponemos todo para que esas clases se den dentro de unos horarios donde, lógicamente, todos los alumnos estén presentes. Cuando esta organización sale bien parece que ya se cumplieron los objetivos fundamentales: los alumnos estuvieron presentes, recibieron sus clases, algunos intervinieron, aprobaron sus exámenes y se van con sus diplomas o títulos. Efectivamente ellos pasaron por todos los procedimientos establecidos. Parece que se capacitaron y se formaron muy bien. La foto sale excelente.

Cuando pasa el tiempo nos llevamos la gran sorpresa: salvo contadas excepciones, la mayoría no viven lo que supuestamente se les enseñó, ni lo que estuvo como meta en los mejores programas. Cuando se trata de algo académico no tiene mayor importancia, siempre hay nuevas oportunidades en la vida para aprender, en cambio cuando se trata de la formación personal, puede resultar muy difícil arreglar una situación cuando la persona se ha torcido demasiado.

Ocurre con frecuencia que alumnos que pasaron por instituciones educativas y de formación personal saquen el pie del plato cuando empiezan a llegar las dificultades de la vida. ¿Es que no se enteraron de lo que supuestamente se les enseñó? ¿No hicieron caso a los contenidos de los programas formativos? o ¿no se le dio importancia a lo que realmente era importante?

Irresponsabilidad educativa

Es evidente que muchos formadores perciben el desinterés total, en la mayoría de los alumnos, por los temas de fondo relacionados con la vida. Saben bien que ellos no están respondiendo y sin embargo hacen la vista gorda, siguen para adelante como si no pasara nada. Parece que de esos temas no habría que hablar porque ¿se queda mal con alguno?, ¿se podría perder el puesto? o tal vez… porque los profesores tampoco viven esos temas.

Si no se arreglan las cosas a tiempo, muchos terminan pensando que una institución educativa solo debe preocuparse de los asuntos académicos y punto. Desgraciadamente ocurre ya en muchos lugares.

Sistemas de formación que son solo “un saludo a la bandera (con consenso general)

Quisiéramos poner el acento esta vez en la ingenuidad del maestro y en la incompetencia de los sistemas. Estos últimos pueden caer en formalismos aplicados al educando, sin que exista por parte del educador un interés real por el alumno en concreto. La combinación del educador ingenuo o permisivo con la aplicación los sistemas formales, puede ser la causa principal de los desatinos educativos en la época actual.

Cuando se pone el acento en los programas y en los dictados las clases sin más, se podría estar dejando de lado el conocimiento de las personas concretas, que son las que deben asimilar los contenidos que se enseñan. El educador o formador debe darle prioridad al conocimiento, que tenga él personalmente, de cada alumno. Esa ciencia es la que va a determinar la pedagogía, o sea, la forma de transmitir los contenidos.

Los contenidos no se pueden transmitir sin más. Antes se deben lograr las conexiones necesarias para la asimilación de lo que van a recibir. Son conexiones personales: buena relación profesor-alumno.

Los sistemas y los educadores

Una institución magnífica en la organización podría ser fatal para la formación de sus propios alumnos. Los chicos requieren más del concurso del educador que de la excelencia del sistema y el concurso del educador se empieza con el conocimiento de las personas y el interés real en formar a cada alumno. No se consigue mucho cuando los sistemas se dirigen a los grupos globales, mirando solo el universo, sin tener en cuenta las particularidades y circunstancias de cada persona. Cuando el educador “aterriza” en cada persona se da cuenta de los que se puede hacer a nivel global.

Para un educador lo más importante no es dar unas clases sino conocer bien a las personas para transmitirles contenidos que puedan ser asimilados convenientemente. Para un alumno lo más importante es la mejora que va teniendo en el desarrollo de sus virtudes por la atención y dedicación que recibe de sus padres y maestros.

Las virtudes no deben ser de la institución o de los sistemas sino de las personas. No se trata de que todos vivan según una reglas establecidas. El afán de buscar un orden en los modos y en las costumbres podría ser contraproducente para la formación de las virtudes en las personas.

Existen instituciones que destacan por el orden y la organización de los modos y procedimientos, con alumnos que cumplen perfectamente con las reglas del sistema. El orden y la organización se puede conseguir sin que existan virtudes auténticas en las personas.

Las apariencias engañan. Todo puede parecer ordenado y bello. El hombre es un excelente actor. Los chicos saben acomodarse a los requerimientos exigidos sin que se haya producido en ellos una transformación interior. Al contrario las exigencias del sistema pueden derivar al desarrollo de una doble vida en el alumno.

En muchas instituciones educativas existe un gran temor en tomar el “toro por las astas” para evitar romper el consenso social (profesores y familias) que ponen como prioridad la competividad académica, aunque se diga que los valores para formar a la persona ocupan el primer lugar. No es cierto. Es un cáncer generalizado que se ha extendido en muchos sectores de nuestra sociedad y que tendrá consecuencias devastadoras si no se corrige a tiempo.


La formación de las virtudes

Para lograr formar las virtudes en las personas los educadores deben de estar presentes, al lado de los alumnos, en la vida del colegio o de la institución educativa y dedicarse a conocer bien a cada uno.

Las familias deben intervenir en la educación de sus propios hijos y no buscar sustitutos. Los mejores centros educativos solo pueden funcionar con las familias.

La tarea de los padres de familia en coordinación con los educadores no se limita a la organización de actividades, ni a los requerimientos para conseguir facilidades académicas para los alumnos, es una función estrictamente educativa. Persigue unos fines de formación concretos que se obtendrán ganando las batallas de cada día con cada alumno.

Los excesos de frivolidad de un mundo materialista han penetrado en las estructuras educativas de la sociedad. La conciencia bien formada de cada uno lo puede advertir con facilidad.

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