viernes, marzo 18, 2011

Reflexiones en Cuaresma

EL SONIDO DEL SILENCIO

El silencio es un valor que todo ser humano necesita para enriquecerse espiritualmente y poder crecer como persona. Es un derecho que no debe ser violado por una sociedad desordenada donde se ataca la intimidad y la paz de las personas.

Las bullas descontroladas que invaden los domicilios y lugares de trabajo o de descanso son atentados contra el hombre y su familia que pueden impedir la paz y la vida ordenada de las personas.

El silencio es necesario para rezar, para entrar en intimidad con Dios, sin ningún tipo de interrupción. En esos espacios de recogimiento el hombre se hace grande. A los templos se entra en silencio porque son lugares de oración personal, de intimidad con Dios.

Los enfermos necesitan el silencio para recuperarse. En las clínicas y hospitales suelen haber carteles que recuerden el silencio. Existen también señales para que los automovilistas no toquen la bocina cuando pasan por un lugar donde se debe guardar silencio.

La insolencia de las bullas nocturnas

El silencio es necesario para dormir. Las horas de la noche son para dormir y debe haber silencio. Clama al cielo cuando las autoridades hacen la vista gorda y permiten que las discotecas o lugares de diversión sigan con un volumen demasiado elevado hasta altas horas de la madrugada, en vecindarios donde hay gente descansando.

Las autoridades deben cuidar que nadie pase de los decibeles establecidos por la ley. Es indignante que algunas familias no puedan hacer nada contra las discotecas vecinas que cometen abusos, porque las autoridades no quieren intervenir. En algunos casos es por intereses económicos.

El nivel de bulla ha aumentado en los últimos tiempos. Hace años el paciente que esperaba para la consulta del médico podía leer tranquilamente en la sala de espera, hoy las clínicas se sienten en la obligación de poner un televisor encendido con el volumen alto para que puedan escuchar todos y a eso se suman las llamadas a través del celular de los que están en la sala de espera, que sin ningún escrúpulo, hablan en voz alta (y elevando más la voz porque el ruido les impide escuchar) con sus amigos o familiares. En las oficinas públicas o en los Bancos es lo mismo. Cada vez hay menos lugares de silencio.

El hombre de hoy necesita encerrarse y algunas veces ponerse tapones en los oídos para encontrar el ansiado silencio. Si lo logra habrá conseguido el silencio exterior que es la ausencia de bulla externa, luego tendrá que conseguir el silencio interior que es la serenidad para la reflexión o contemplación.

El silencio interior

Para el hombre creyente el silencio está sostenido por la gracia de Dios. Es un silencio con contenido, que llena al hombre de estupor, gozo y alguna vez de turbación, son los requerimientos para que trascienda del fondo la adoración. El silencio frente a Dios es mucho más que un simple callar. Lo que Dios nos alcanza es tan grande que lo disfrutamos con el silencio, llenándonos de agradecimiento y de alegría.

El mundo actual está enfermo y por eso se encuentra lleno de bulla. Hay una desatención total, atropello y falta de respeto, arrogancia y rebelión abierta, contra Dios y contra el mismo hombre. Dios calla porque el hombre habla demasiado, el hombre debería callar para que pueda escuchar la voz de Dios, que habla bajito.

Lo que Dios le dice al hombre es lo más interesante que pueda escuchar. Los hombres que han escuchado a Dios, en los espacios de silencio, son los más dichosos y seguros. Es preciso que todos descubran el sonido del silencio que deja penetrar la dulce y agradable voz de Dios que habla en todo momento para hacernos grandes.

El hombre, en los valiosos espacios del silencio, apunta la idea feliz, medita el planteamiento elevado, reflexiona sobre su vida y da gracias desde el fondo de su corazón por los beneficios recibidos. El silencio lo hace bueno porque le hace desarrollar los talentos de su interioridad. Se inspira en el silencio para decir la frase acertada que también es estética.

El silencio para las habilidades humanas

Los artistas piden silencio para poder interpretar con sus instrumento lo que les sale del fondo del alma. El público culto pide silencio para oír a los maestros. En las grandes actuaciones solo se oye la grandeza de la profesionalidad artística que combina técnica con genialidad.

Los atletas piden silencio para concentrarse en sus disciplinas: el saltador de garrocha, el que ejecuta un penalty, los tenistas, los golfistas…. Los estadios se llenan de silencio cuando se va a producir una jugada importante.

El silencio se extiende también al umbral de la muerte, cuando ya no hay nada que hacer y la partida es inminente y después…, todos se retiran en silencio dejando las flores que adornan el solitario lugar donde reposan los restos del que se fue para no volver. En el silencio se puede entender la gran verdad de lo que viene después para los que saben amar.

Cuando llega el auténtico sonido celestial de la Vida eterna se comprueba que ha compensado el silencio para conversar con Dios que contrasta con las bullas alocadas de los escándalos y alharacas desgarradas, de los que le dieron las espaldas a la verdad.

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