jueves, mayo 05, 2011

Investiduras que tapan la verdad (vestirse para beneficiarse)

LOS DISFRACES DEL FUNCIONARIO

Un día muchos chicos jóvenes hacían cola para entrar a un club y poder asistir a una fiesta de disfraces con motivo de los carnavales. Mientras esperaban hacían bromas entre ellos por la originalidad de sus disfraces.

Por casualidad pasaba por la vereda un sacerdote joven con sotana, que se dirigía a visitar a un enfermo. Los chicos pensaron que se trataba de un joven disfrazado de sacerdote que venía a la fiesta. Lo abordaron para hacerle una broma y se sorprendieron al ver que era un verdadero sacerdote. A los que no querían saber nada con el clero y la Iglesia les parecía mejor ver a un joven disfrazado de sacerdote que a un sacerdote de verdad.

La investidura y el hombre que la lleva

Las investiduras, los vestidos y los disfraces llevan siempre un mensaje. Depende de quién los use, de cómo se usen y de las ocasiones. Las personas cuando se ponen o se quitan una ropa o un distintivo, están expresando algo. Algunos son investidos por la autoridad, otros se autoinvisten ellos mismos y hay también quienes utilizan sus investiduras para hacer lo que les da la gana perjudicando a otros.

Es necesario advertir que así como en el lenguaje encontramos personas que no sabe lo que dicen, también a la hora de los atuendos hay gente que usa ropa por pura monería, y no saben lo que están dando a entender con sus vestidos, o colocados en unos puestos que no son para ellos. Otros necesitan vestirse de una manera para expresar una personalidad que no tienen, o dicho en otras palabras: sus atuendos o sus cargos son su seguridad. Sin esas investiduras se sienten totalmente inseguros, o no son nadie.

En cambio hay gente que se presenta a los demás de un modo adecuado y acertado: el que viste bien para ir a trabajar, el deportista que viste con orgullo los colores de su equipo, el militar que va correctamente uniformado, el sacerdote que usa su vestimenta sacerdotal. Cuando se trata del vestido también podemos decir que un escoses estará orgulloso de llevar su falda que lo une a su país y a su historia, un indígena se pone feliz su túnica y se pinta la cara, o una mujer árabe se cubre religiosamente con su burka. En nuestro país hay un contraste muy grande entre la pollera de la mujer serrana y el jean roto de un chico limeño. Cada uno cree reflejar su identidad a través de sus atuendos.

Los modos de vestir son diversos y hay que respetarlos, siempre que no sean una ofensa contra la sociedad y sus valores morales.

Los malos usos de los vestidos o investiduras

Si bien muchas personas quieren expresar su identidad a través del vestido, encontramos otros que utilizan sus atuendos para llamar la atención (pura vanidad) o para fines indebidos (influir en otros para sacar beneficios), o se aprovechan de la investidura abusando y perjudicando a terceros.

Cuando vemos a los políticos colocarse chullos y ponchos para dirigirse a la población andina, o ponerse el hábito del Señor de los Milagros para cargar el anda, ¿qué pensamos de ellos? ¿nos transmiten algo que realmente valoran? o son meras estrategias, que no dejan de ser una hipocresía, porque ellos realmente no son así.

Muchos sectores de nuestra sociedad contemporánea se han convertido en una suerte de fiesta de disfraces y resulta que los mejores disfraces son los que usan los funcionarios. Primero hacen un esfuerzo grande para aparentar lo que no son y luego se esconden tras la investidura como si fueran grandes o gigantes, o los dueños de todo y de todos.

Los riesgos del que se acostumbró a “mandar”

Es distinto mandar con autoridad para servir a las personas en una misión noble y honrada que aprovecharse de una investidura para hacer y deshacer atendiendo a intereses propios o de grupos partidarios. Los investidos que calculan su protagonismo para continuar en el poder, se convierten en mandones rodeados de ayayeros que buscan también tener parte en el convite. Si se juntan muchos terminarán construyendo un poder que puede perdurar per secula seculorum, y convertirse en una auténtica mafia, pintada de blanco, para que parezca que todo es correcto.

Es impresionante ver los efectos publicitarios de los disfraces. La gente cree en los cuentos que le cuentan sus líderes mediáticos y pueden vivir años incensando al “dueño” de un poder, que puede ser un encantador de serpientes, coludido con mafias, que los allegados, interesados en sus propios beneficios, han adornado con flores, para que parezca el mesías necesario, que no debe irse.

El desprendimiento de un líder (saber retirarse a tiempo)

Es interesante observar que en política muchos piensan que no debe haber reelección. Uno de los criterios para sustentar esta medida es que el hombre que se acostumbra a mandar puede sufrir un deterioro en su personalidad y termina siendo un tirano o un dictador.

Todos debemos estar atentos para cuidar que a nadie se le suban los humos a la cabeza creyéndose el mesías elegido para resolver los problemas de una sociedad o grupo de personas. Es importante advertir a los sectores educativos para que se forme a la gente de tal manera que nadie se sienta nunca imprescindible. Promocionar y alabar a las personas puede originar la degeneración de los que mandan y la desorientación de la sociedad para las decisiones que deba tomar.

La sociedad desorientada, al no valorar debidamente las virtudes más importantes de las personas, termina escogiendo lo peor, motivada por escenografías de colorinches vistosos, cuentos de hadas, músicas atrayentes y la edulcoración de las personas que aparentan lo que no son. Y todo eso es permitido y aceptado por las grandes mayorías.

No estamos hablando de política, ni eligiendo alguna preferencia en la coyuntura actual, estamos señalando, con ocasión de lo que todos estamos viviendo, la ausencia de valores en los requerimientos de las personas, que llevan luego a situaciones de desencanto por las consecuencias que pueden derivarse de esas motivaciones superficiales y frívolas, de un pueblo muy poco instruido.

Las intenciones de fondo y la calidad de las personas

¿Qué hay dentro del hombre? ¿cuáles son sus verdaderas intenciones? ¿Se utilizan las investiduras para engañar?, ¿para el beneficio propio?, ¿para mangonear?

¿No estamos acaso ante muchos que se disfrazan para aparentar lo que no son? Nuestra sociedad ¿no acaso es como la Caperucita roja, que cree que está junto a la abuelita sin darse cuenta que tiene delante al lobo feroz?

La gracia de estado para dirigir

(una enseñanza de la Iglesia que vale la pena conocer)

La Iglesia nos enseña que Dios le envía al hombre una gracia especial para orientar y dirigir a otros hombres. (Por ejemplo el don de la paternidad que reciben los padres en el matrimonio para educar a los hijos, o el mandato de Cristo que recibe el sacerdote para predicar la Palabra de Dios que ordena la vida de las personas).

Los elegidos que reciben como misión educar y formar, deben ser personas que renuncian a beneficios personales, se educan para servir con generosidad y sin buscar recompensa. Luchan para vivir desprendidos con austeridad y abnegación. No obstante, aunque reciban las gracias convenientes, también corren el peligro, como seres humanos, de desviarse y corromperse. Es por eso que la Iglesia reza frecuentemente para que los Pastores sean fieles y luchen para ser santos. Los que tienen esa misión deben dejarse ayudar y no creerse nunca seres superiores con un poder para hacer y deshacer.

Cuando se trata de un mandato divino, dentro de la Iglesia, el que manda debe identificarse con Cristo, colocándose en el último lugar, como servidor, llevando las cargas y los pesos, sin buscar nada para él.

Recordemos por un instante el liderazgo y la autoridad del Papa Juan Pablo II, que acaba de ser beatificado. Todos pudimos darnos cuenta que su corazón era el de un hombre enamorado de Dios que estaba empeñado en cumplir con la misión divina le habían encargado. Por eso la humanidad entera le decía cuando pasaba por las calles: ¡Juan Pablo II te quiere todo el mundo!

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