jueves, enero 19, 2012

La embriaguez espiritual

EL SENTIDO DE LO SAGRADO

Todo ser humano necesita, para su propia felicidad y para tener una visión más real y objetiva de su finalidad, conocer bien el campo profundo de lo sagrado. Allí se encuentra lo que le da sentido a la vida y lo que más vale la pena conquistar.

Muchos pasan por la vida sin ese descubrimiento y sufren las consecuencias de esa carencia: dudas, aturdimiento, insatisfacción, ignorancia, angustia, resentimiento, sentimientos de venganza. Sin esas luces la sospecha hacia lo torcido y mal intencionado es mucho más fuerte, porque cuesta creer en la bondad de las personas.

En un famoso debate sobre la existencia de Dios realizado en París entre dos intelectuales de renombre, Jean Gittón (católico practicante) y Paul Valery (ateo). Este último reconocía que al no creer en Dios no tenía la confianza y la ternura que poseían los hombres de fe.

En efecto los pastores que se acercan a Belén y se quedan pasmados frente a un Niño que es el Mesías esperado, se llenan de una ternura especial, que es producida no solo por la subjetividad de cada uno frente al encanto de un niño pequeño, ni tampoco solo por la sencillez de los pastores que por ser personas sencillas del campo, llevan consigo esa virtud, sino por la objetividad de la llegada de Dios a la tierra, que es ese Niño tierno recostado en el pesebre. El Niño también atrae a unos reyes que hacen un viaje largo para adorarlo.

Es la presencia de lo Sagrado lo que da sentido y fuerza a todo. Todo cambia, todo se engrandece, todo se llena de alegría y así salen los pastores y los reyes, llenos de felicidad, para anunciar la buena nueva por todas partes.

La salud y la fortaleza de la embriaguez espiritual

Los que reciben los valores que provienen de lo sagrado se llenan de una embriaguez espiritual notable, que es totalmente distinta a la embriaguez material, está última es insegura y peligrosa y la primera segura y saludable, como la que tuvieron los apóstoles el día de Pentecostés.

La fiesta material que termina en embriaguez suele ser bulliciosa y peligrosa, en cambio el festejo de lo sagrado se da con el silencio de la contemplación. En un instante se produce una comunicación profunda que llena a todos de alegría. Una alegría distinta que trasciende y que perdura.

En Belén no había nada, era un establo, todo era pobreza, no habían comodidades, ni anfitriones, ni discursos, ni algarabía. Solo había oración y silencio y se trataba del acontecimiento más importante de la historia.

La Iglesia como canal de comunicación de millones de hombres

Para entender a la Iglesia y al papel del hombre con fe en el mundo (son muchos millones) es necesario entender el valor del silencio y el sentido de lo sagrado.

Igual que en Belén, cuando se entra de la calle a un templo, se suele pasar de la bulla al silencio, de una comunicación cargada de sentimientos subjetivos a una comunicación donde el interlocutor arregla, con su imponente amor, la receptividad del hombre, para que pueda darse un entendimiento de otra dimensión (de fe) y pueda ver las cosas con ojos distintos, y al mismo tiempo, sentir en la propia interioridad, la seguridad que posee un niño protegido por el cariño de sus padres. Es lo que podríamos llamar madurez espiritual.

Sin el sentido de lo sagrado es imposible una religión. La religión no es solo una creencia, indica una elección que Dios hace al hombre pidiéndole un seguimiento y un compromiso. El hombre de fe se ata a un Dios que cura sus deficiencias y lo eleva a una dimensión mucho más alta, que está por encima de lo natural, es una dimensión sobrenatural.

La fe del hombre no se limita en creer en la existencia de Dios, es creer también en lo que Dios dice y hace. En la religión católica Dios Padre envía al Hijo como modelo de amor. Lo primero que hace el Hijo es enseñarle al hombre cómo debe amar a Dios. Lo enseña con su propio ejemplo. El hombre para amar a Dios necesita ser elevado por Dios. Necesita por lo tanto creer en los medios, creados por Dios, para que pueda darse en él esa elevación. Y los medios son la Iglesia y los Sacramentos.

Jesucristo, que es Dios, es el fundador de la Iglesia y le da poder para que pueda ejercer su misión en el mundo como Arca de Salvación para los hombres y al instituir los sacramentos, que están en la Iglesia, alcanza los medios para que los hombres tengan vida sobrenatural. Son acciones sagradas que producen un efecto de purificación y elevación en el hombre.

La Iglesia para responder a la nostalgia de lo sagrado que hay en los corazones de cada persona, crea ocasiones para que el hombre pueda percibir lo divino. Una de esas creaciones es la liturgia, que eleva al hombre en estado de gracia para que pueda realizar una adoración profunda, llena de júbilo y de alegría. La transmisión al corazón del hombre se hace con la palabra de Dios, que ilumina también el entendimiento para que llegue a las alturas de lo sobrenatural. Es una palabra que produce vida penetrando en la vida.

Con la liturgia bien llevada se produce un contagio que hace participar a todos en una alabanza que sale del corazón de cada uno hacia Dios y que vuelve al hombre por acción del mismo Dios. Para el hombre es un extraordinario negocio: aporta poco y recibe mucho. El clima de adoración y recogimiento es un gran estímulo para todos. Todos se sienten bien porque al amar comprueban que son mucho más amados.

Esta experiencia se tiene fundamentalmente en la Santa Misa. Un hombre de fe unido por la comunión de los santos a Dios y a los demás hombres de fe, posee un gran poder para cambiar al mundo hacia el bien.


Agradecemos sus comentarios.

No hay comentarios.: