viernes, abril 06, 2012

La hora de la unidad (el viernes santo)

UNA SOLA FE

La Iglesia Católica siempre ha predicado, desde tiempos de Jesucristo, la realidad de una sola fe, un solo bautismo y una sola Iglesia. Han pasado 21 siglos y la Iglesia continúa con su prédica milenaria. Algunos la entienden, otros no. Las temporadas han ido variando desde la confesionalidad a las persecuciones y viceversa, con momentos de mayor entendimiento y otros de terrible oscuridad. Sin embargo la Iglesia se mantiene a pesar de las tormentas a que ha sido sometida y al final siempre sale airosa, ¿porqué?, porque es de Dios y está asistida por el Espíritu Santo. Por eso Sancho Panza recomendaba al Ingenioso Hidalgo que nunca en su vida se topara con la Iglesia porque saldría perdiendo.

La Iglesia no la ha fundado Jesucristo para enfrentar a los hombres sino más bien para unirlos: “Que todos sean uno como mi Padre y Yo somos uno” (San Juan). La unidad que predica la Iglesia compromete al hombre en su totalidad para que ame con el orden de los mandamientos, que están también inscritos en su propia naturaleza (ley natural). Es la prédica hacia una unidad de vida que sigue a una sola verdad: la que Dios ha revelado sobre el hombre y la Iglesia enseña a todos los hombres.

La apertura de la mente que la Iglesia predica se obtiene con la verdad y no con el cuestionamiento de ella que origina enfrentamientos y rupturas: “todo reino dividido será desolado” (Mt, 12,25). La experiencia de una “apertura” (libertad de pensamiento) sin la verdad objetiva, es la de los conflictos y separaciones. La verdadera apertura es la aceptación de la verdad que enriquece al hombre y le lleva a una unidad de vida y de amor.

La unidad que no es uniformidad admite una gran variedad en todo lo que es opinable. Por lo tanto es importante distinguir entre la opinión y la verdad para que exista una coherencia de vida. Resulta coherente que la razón descubra la poquedad humana (debilidades) y la riqueza de la fe (fortaleza), para darle al hombre la libertad y felicidad que puede alcanzar siendo fiel a Dios.

La unidad de la Iglesia es una unidad doctrinal (la verdad) que lleva a una unidad de vida (sacramentos): estar en gracia de Dios y poder tener una relación de amistad con Dios.

En la Semana Santa la Iglesia toca las campanas para que cada fiel se ponga derecho, reconozca sus pecados y se reconcilie con Dios. Que pueda vivir de acuerdo a los mandamientos y preceptos de la Iglesia, para estar en comunión con el Papa y con todos los fieles cristianos que profesan la misma fe.

Es la gran oportunidad de dejar entrar en el propio corazón a Dios, para poder caminar siempre unidos con un amor sincero. En esta Semana Santa recordamos al queridísimo Papa Juan Pablo II cuando decía, con la fuerza y convicción de un hombre enamorado de Dios: “¡No tengáis miedo! ¡abrid las puertas del corazón a Cristo Redentor!”


Agradecemos sus comentarios

1 comentario:

Anónimo dijo...

La unidad abarca como circulos concentricos en el fiel, en la Iglesia, entre los cristianos, entre los creyentes en Dios, entre los hombres de buena voluntad. Tiene un gran obstaculo en los fundamentalistas, en la intolerancia, en el fanatismo, en el pensamiento unico, porque se oponen al bien comun donde deben aportar los creyentes en la mejora continua de la calidad de vida.
AS