jueves, setiembre 19, 2013


Un proceso canceroso
EL COSTO DE LA FRIVOLIDAD
Los médicos dicen que un tumor benigno si no se extirpa a tiempo podría convertirse en maligno. Lo mismo podemos decir de la frivolidad, si no se la combate a tiempo termina matando la fidelidad de las personas y no respeta a ninguno. El que no combate a tiempo la frivolidad y persiste en ella, en algún momento se saldrá del buen camino.
Según los diccionarios frívolo es aquello que es insustancial o ligero. Este adjetivo, que proviene del latín frivŏlus, permite calificar a ciertos espectáculos, publicaciones, textos y canciones, donde predomina lo sensual. También se califica como frívolas a las personas que adoptan conductas ligeras y superficiales.

La frivolidad suele estar asociada a la estupidez o a una forma de inconciencia. La persona que es frívola no se compromete con la realidad y se limita a quedarse con lo banal. Sin embargo, la frivolidad es también una parte inherente de la conducta humana. Hay quienes aseguran que se necesita un tiempo y un espacio para la frivolidad y la falta de compromiso. En estos casos, lo frívolo se asocia a la diversión y a la juerga, y supone una especie de descanso de los problemas cotidianos.


La importancia de cuidar el descanso de cada persona

Descansar es una necesidad y tal vez plantearse un mejor descanso, porque  es conveniente para la salud, implique un “desprendimiento” de ciertos rigores de la vida causados por circunstancias o costumbres fortuitas. Una persona podría haberse acostumbrado a vivir en tensión, por sistemas de trabajo o presiones de los ambientes donde se desenvuelve, y tal vez, para romper con esa rémora, que lo incomoda, necesitaría adquirir una “dosis” de rebeldía y así obtener el descanso que lo tonifique y le haga recuperar los encendimientos de la alegría, que podría haber perdido. Este  cuadro se repite en sociedades donde se está perdiendo el sentido cristiano de la vida y no se cuida ni valora el descanso que toda persona necesita.

Cuando se vive de acuerdo a la ley de Dios se tiene en cuenta el descanso por amor al prójimo. En un hogar donde hay caridad, que es verdadero cariño, se organiza bien el descanso de cada miembro de la familia y de acuerdo a la circunstancias de cada uno.

La frivolidad deteriora y deshumaniza a las personas

La frivolidad, que es como una enfermedad del descanso, tiene su origen en una rebeldía meliflua y algunas veces enfermiza: quedarse en la cama y no levantarse, engreimientos en la comida, rechazar lecturas costosas, no asearse o vestirse de cualquier manera, no querer conversar con nadie aunque se esté rodeado de gente, sentarse frente al televisor sin más, escaparse de cualquier cosa que implique sacrificio, perder el tiempo…

La frivolidad se mete, con mucha facilidad, en los hogares permisivos donde no existen horarios para nadie. Esto ocurre normalmente donde se piensa que en su casa cada uno puede hacer lo que le da la gana: si quiere dormir que duerma, si quiere comer que coma, si quiere treparse encima de los muebles que lo haga, si quiere desplazarse en paños menores por la casa, también lo puede hacer.

Cuando los padres tienen la política de la no intervención porque piensan que sus hijos debe decidir sin más, la casa se convierte en una pensión y las relaciones familiares se empobrecen tremendamente. La misma familia se autodestruye y terminan siendo un conjunto de individualidades esclavizadas por las grandes limitaciones de la propia autonomía, que se creó con la rebeldía (engreimientos y caprichos) y no con el amor.

La tendencia a lo superficial es alimentada por la sociedad relativista. Cuando no sabe qué transmitir se llenan las páginas de fotografías y dibujos. Los muros del facebook  están llenos de fotos y comentarios superficiales; sin embargo no son pocos los que piensan que ha puesto una frase genial y que sus lectores están siendo enriquecidos por esas ocurrencias originales que son como chorros de pintura derramados sobre un lienzo y que no significan nada.  Salvo honrosas excepciones.

Cuando la frivolidad entra en las personas que tienen un compromiso de entrega a Dios. (Es fácil que pierdan su vocación)

         Cuando la frivolidad entra en los caminos de entrega a Dios las consecuencias son
patéticas y muy dolorosas. Sorpresivamente esas personas comienzan convirtiendo los medios en fines y, con un fuerte voluntarismo, se engríen buscando sus antojos o “ventajas”  que defienden para ellos, como si fueran compatibles con su vocación. Al avanzar en esas “conquistas” el espíritu crítico va creciendo hasta convertirse en una justificación para explicar su desacuerdo con personas o sistemas que consideran incompatibles con los que ellos quieren.

Quienes se encuentran en esa situación pueden acostumbrarse a vivir conminados dentro de ciertos parámetros durante algún tiempo y después se pertrechan con unos mecanismos de defensa para que no los toquen. Ya no les importa saber de dónde vienen ni a dónde van. Han perdido el norte y el sentido de la fidelidad, las agujas de la brújula se han alocado dando vueltas desconcertantes con afirmaciones y negaciones desacertadas, mientras que la conducta se enquista en uno de los extremos: dureza o relajo. Los que están cerca son los que sufren las consecuencias de los desatinos de una persona que pierde la cabeza: abandonos, huidas, malas elecciones, descuidos, atropellos, angustias, tristezas. Es la gran enfermedad de la infidelidad.

 Se dice de algunas órdenes religiosas son de la línea dura frente a otras que son de la línea moderna y más relajada. Ni en los extremos ni en el término medio está la postura correcta. Cuando entra la frivolidad no aparece una nueva línea a tener en cuenta. Entra un microbio que se debe combatir porque la frivolidad es como un tumor que primero adormece y después se convierte en maligno, si no se le extirpa mata el amor en las personas, que penosamente se vuelven rígidas y duras, permisivas y ligeras. Gente difícil de tratar para los asuntos serios.

La entrega no consiste en hacer cosas sino de hacer las cosas que se deben hacer y que sólo se pueden hacer desde la fidelidad, o sea con un amor ordenado en el corazón que respeta la finalidad y la quiere. La fidelidad es un compromiso de amor y la frivolidad es como un “cáncer”  que tiene curación cuando se detecta a tiempo y se le combate.

El gran peligro de una sociedad humana es que esté lleno de personas frívolas. El frívolo no inspira confianza, tampoco él se da cuenta de su inseguridad, está caminando en terreno movedizo, aunque afirme rotundamente que su camino y su proceder son coherentes y buenos.

Es necesario poner luces sobre los cimientos de muchas estructuras para descubrir los hierros corroídos y oxidados por influjo de la frivolidad y no esperar que el edificio caiga estrepitosamente. Más vale una buena demolición a tiempo y volver a construir con un material seguro que dejarlo tal como está.

Hoy, más que nunca, es necesario sincerar las estructuras y al que no quiera desprenderse de la frivolidad invitarle a que de un paso al costado.

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