domingo, agosto 17, 2008

LA ALEGRÍA DE DIOS O EL VACÍO EXISTENCIAL

Los últimos días de un creyente y de un ateo

Pude ver la semana pasada dos conductas diferentes antes de morir.

El Creyente recibía la Eucaristía todos los días, tenía al lado la imagen de la Virgen y la miraba con cariño. Recibía visitas de personas con fe, familiares y amigos, conversaba con ellos temas variados de la vida diaria: Dios, la familia, las amistades, o de asuntos insignificantes sin mayor trascendencia, en un ambiente grato lleno de paz y serenidad. Los amigos se turnaban para no dejarlo solo y él los recibía con una amable sonrisa y con mucha gratitud. Cuando llegaba el sacerdote el enfermo y todos los que estaban a su lado se ponían muy contentos.

El ateo que me tocó observar sufría mucho y no quería recibir visitas, quienes procuraban acercarse, incluso las mismas enfermeras, lo hacían con bastante cautela y cierta tensión, tratando de no incomodar. Solo tenía un familiar que le visitaba, con quien tampoco tenía una buena comunicación. Entré en la habitación y las circunstancias no me dejaron tener llegada. Nadie pedía nada, ni mostraban interés por la presencia del sacerdote.

No todos los enfermos, creyentes o ateos, son iguales. No quiero establecer una clasificación o unos parámetros para colocarlos dentro de unos esquemas. Lo que estoy contando es algo que vi y que consiguió removerme. Quizá alguno de ustedes haya tenido una experiencia similar. Estas escenas suelen darse en muchos lugares. He visto morir a creyentes y a ateos y solo me queda decir que se muere como se vive. Se muere diferente.

Los creyentes suelen pensar en lo que se van a encontrar después: la vida eterna de alegría y felicidad. Quienes están a su lado pueden constatar la paz y la serenidad de la persona bien preparada, que está segura de ver pronto a Dios, a la Virgen María, a los Santos y a tantos que estarían esperándole en el Cielo.

En cambio los ateos estarían pensando en la terrible muerte que se avecina y que quedarían pronto reducidos a la nada. Para ellos se acaba todo, no verían nunca más ni a su familia, ni a sus amigos. Además, si estuvieron solos en la vida, en esos momentos de dolor, puede ser que nadie les acompañe, ¿dónde está la familia?, ¿dónde están los amigos?. Es muy duro morir solo y abandonado, sin ninguna esperanza.

Hoy leyendo el periódico me he encontrado con una entrevista que le habían hecho a Alexander Solzhenitsin antes de morir y que lleva como título: “Sin el hálito de Dios, el capitalismo y el socialismo son repulsivos” son palabras del mismo Solzhenitsin que suenan a San Pablo cuando decía: “Por El perdí todas las cosas, y las considero como basura con tal de ganar a Cristo y vivir en El…”

Los que tienen fe saben perfectamente que sin Dios no hay nada. Es terrible para el ateo pensar en la nada, en la no existencia, en la muerte total, en la desaparición o en la aniquilación. Al ateo no le deja tranquilo su ateísmo. En cambio el creyente es dueño de una serenidad edificante, aunque se den situaciones de dolor extremo.

En el mundo de los últimos momentos de un enfermo nos podemos encontrar visitantes que se acercan (o se escapan) con expresiones y actitudes distintas:
los que tienen fe y hablan siempre de la esperanza del Cielo, los optimistas que quieren imponer su optimismo tratando de minimizar la gravedad de las cosas: “ya va a sanar..”, “todo va a ir mejor…”, los consejeros que repiten una receta general que la traen de otras situaciones similares, los que se quedan en los cumplidos de rigor con frases esteriotipadas, los que se limitan a saludar, los que no dicen nada, los que huyen del dolor y no se les encuentra. Son todos personas buenas que expresan de algún modo su compañía, su solidaridad, su temor o su timidez.

Nada reconforta tanto como la fe en Dios y las oraciones que son consecuencia de esa virtud. Las virtudes humanas adquieren su verdadero esplendor con la luz de la fe y del Amor a Dios.

Agradecemos sus comentarios

3 comentarios:

Anónimo dijo...

NO MAS DISCRIMINACIÓN:

www.nodiscriminacion.tk

Manuel dijo...

Señor anónimo:
No tiene nada que ver con la discriminación la apreciación real vista en un hospital de un ateo y de un católico con fe. Las cosas sucedieron tal como las vi. Nadie discriminó a nadie. Ningún ateo podrá sentirse resentido al ver las manifestaciones de fe de un creyente. El creyente tampoco podrá mirar al ateo como inferior. Hay que tener en cuenta además que lo que está en juego es la verdad y no una postura o alternativa. Al final tendrá la razón el que se acerca más a la verdad.
Muchas gracias amigo anónimo por su comentario. He visto el video que me envió. Espero que mi fe no resulte aplastante, no tengo intenciones de discriminar a nadie.
Saludos
Manuel

Anónimo dijo...

Con la sociedad actual y con todos los vicios tan a nuestras manos es posible que las personas cada día se acerquen mucho más al vicio y al placer por consumir que nada mas lleva al desencanto ya que al no ser objeto de trancendencia no llena el corazon del hombre. En cambio Dios, tiene un "que", un "algo", que llena cada espacio de nosotros, que nos da alegría y ganas de vivir. El buen cristiano sabe aprovechar cada momentode su vida para amar a Dios y ese amor es reflejado en las personas más cercanas.
El punto va, no hay (no existe) ninguna razón por la cual ser ateo, hace miles de años, unos grandes pensadores encontraron en las cosas a Dios. Pues es verdad. No hay cosa que se mueva por su cuenta, nosotros no nos hemos creado solos, existe un motor que mueve al mundo, que hace que las cosas tengan vida, que hace que una madre sonria.
Anonimo:
Concuerdo totalmente contigo, en ningun lado vi un poco de discriminacion, tan solo ves lo que quieres ver, pero no lo que esta alli.
Ricardo estuvo aqui =)