viernes, marzo 13, 2009

La nobleza de unas lágrimas
LOS HOMBRES TAMBIÉN LLORAN

Cuando a Federer le toca hablar después de haber perdido la final del Open de Australia con Nadal, se quiebra y se pone a llorar, ante la mirada atónita de miles de espectadores que estaban en el estadio y los que lo veían a través de la televisión.

Rápidamente Nadal se acerca y le da un abrazo. Son dos deportistas profesionales, los mejores del mundo en tenis, que habían estado disputando la final con todo coraje y después del partido nos regalan, como complemento, una escena conmovedora.

Al día siguiente los periódicos que anunciaban el triunfo de Nadal destacaban las lágrimas del perdedor y la amistad y el apoyo de su rival. Los dos mejores tenistas del mundo estaban dado un ejemplo de humanidad e hidalguía.

El efecto y el motivo de las lágrimas
Federer contagió su llanto a miles de espectadores, que tampoco pudieron contener sus lágrimas y a Tony Nadal, tío y entrenador de Rafael Nadal, que también rompió a llorar embargado por la emoción. ¿Se trata de un sentimentalismo generalizado? o ¿hay razones suficientes en todo lo que se vivió para que las emociones se expresen a través de las lágrimas?

El motivo de las lágrimas de Federer es el desfogue de la tensión contenida de querer ganar una final y no conseguirlo y el deseo de darle a su país y a su gente (muchos estaban en el estadio) la alegría de su triunfo.

No obtuvo lo que pudo haber conseguido. Todos vieron su esfuerzo y su derrota, todos participaron de esos momentos intensos y emocionantes. Todos quedaron conmovidos con una escena que los hizo mejores a ellos y a todos. Era un llamado a la unidad y a la amistad. Federer perdió el partido, pero ese día, después de las lágrimas, hubo un triunfo con el que todos ganaron: la solidaridad y el reconocimiento de dos campeones que se trataban como hermanos.

Opiniones sobre las lágrimas del campeón
Sobre el quiebre y las lágrimas del que fue campeón mundial, se han escrito muchos comentarios en periódicos, revistas y también a través del Internet.

Un sector muy numeroso felicita a Federer por su tenis y sus lágrimas. Creíamos que era un hombre muy seco y muy duro y ahora nos hemos dado cuenta que es un ser humano que tiene corazón y sentimientos… decía uno de los comentarios. Otro decía: Tengo un amigo que no llora porque según él “lo hace verse menos hombre” y eso es algo que me molesta. Para mi, llorar es de humanos y no de mujeres o de maricas. Federer nos ha dado una lección de humanidad.

A otros les pareció una debilidad que Federer se quebrara y llorara. No es posible que un campeón profesional llore porque ha perdido un partido. Piensan que un hombre debe saber perder y que por lo tanto llorar es un signo de soberbia y también de cobardía. Para algunos Federer se les cayó al suelo por el hecho de haber llorado.

Encontramos en las opiniones opuestas dos modos de ver la vida que pueden tener relación con las distintas épocas. Entre las generaciones de gente mayor, que supera a los 50 años, encontramos algunas opiniones de crítica a las lágrimas del campeón por considerarlas una debilidad, en cambio a los más jóvenes les parece que llorar es natural y que la conducta de los dos tenistas en esas circunstancias fue ejemplar.

El llanto de los corazones nobles
Situaciones como las de Federer las vemos constantemente en el deporte, ¿quién no ha visto llorar a jugadores de fútbol después de una derrota?, hasta los boxeadores más fuertes han derramado lágrimas cuando perdieron un combate.

Los hombres también lloran por distintos motivos: Jesucristo lloró porque se había muerto su amigo Lázaro, Pedro lloró porque había traicionado a su maestro, el Papa Juan Pablo II lloró en el lugar del Holocausto y el Cardenal Cipriani cuando recordó a sus padres en la homilía de su toma de posición como Arzobispo de Lima.

Algunos hombres son sinceros y no tienen vergüenza de llorar en público, otros no lloran porque tienen miedo a que la gente los vea como débiles (falso orgullo).

Se puede llorar de alegría al recordar algo conmovedor que produce nostalgia, o cuando uno se ha sacado un premio valioso, o ante el reconocimiento de los demás. Se puede llorar de pena, por la muerte de un ser querido, o al ver la desgracia o los problemas de los demás. También se llora de rabia ante la impotencia o frustración.

Cuando se conoce la trayectoria correcta de una persona y se le ve llorar. Esa escena que conmueve es al mismo tiempo ejemplar. Nos ayuda a comprender mejor a las personas y a darnos cuenta de lo que hay en el corazón de cada uno.

También llora el cobarde y el débil, el que se porta mal y el que es un hipócrita. Pueden ser lágrimas falsas para llamar la atención y conseguir algo, como pueden ser también lágrimas sinceras. Llora el que no es valiente y no se atreve a vencer los obstáculos y dificultades que trae la vida. Llora el que tiene mucho amor propio y no soporta que se metan con él. Llora el engreído que quiere su capricho a toda costa. A las personas se les conoce por sus frutos y por la sinceridad de su dolor. En cualquier caso: es humano llorar. Un hombre quebrado que llora con sinceridad, merece respeto, consideración y comprensión.

Le gustaba repetir a San Josemaría Escrivá una poesía que encierra mucha Sabiduría: “Mi vida es toda de Amor, y si en amor estoy ducho, es por causa del dolor, porque no hay amante mejor que aquel que ha llorado mucho”.

Las lágrimas de Federer provocaron el abrazo de Nadal y de los miles de espectadores que le vieron. Eran las lágrimas de un gran campeón que no es una máquina, es un ser humano que sabe luchar y al mismo tiempo sabe querer.

Federer aplaude a Nadal y le desea lo mejor. Es una amistad sincera de dos campeones mundiales que solo han mostrado en sus distintas presentaciones las virtudes que poseen.

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