jueves, marzo 19, 2009

Para ser más felices y libres
LAS BONDADES DE LA ABSTINENCIA CONYUGAL

En su viaje por el continente africano el Papa Benedicto XVI ha recordado las enseñanzas de la moral cristiana frente a la pandemia del Sida, extendida en ese continente con cifras alarmantes. Ha subrayado nuevamente que el preservativo no es solución sino más bien complicación, ya que su difusión contribuye a que crezca la promiscuidad sexual y a que se pierdan los valores morales sobre el matrimonio y la familia.

Mientras África recibe al Romano Pontífice con verdadera alegría y agradecimiento, algunos países europeos del primer mundo, mostraron su descontento por la condena del Papa al preservativo como vía de solución para el flagelo del Sida. Además, uno de esos países, mostrando signos claros de rabieta infantil, aumentó la exportación de condones a varios países de ese continente.

Las reacciones y los hechos demuestran la falta de conocimiento y de sentido cristiano de la vida en muchas cabezas que han adoptado una mentalidad materialista y egoísta, que busca denodadamente el placer. Luego muchas sociedades se ven entrampadas en laberintos inmorales que no tienen salida.

Mientras el Papa viajaba por el África, continente en el que, gracias a Dios, han aumentado considerablemente los católicos y las vocaciones sacerdotales y religiosas, los periódicos daban la noticia de la condena a Fritzl , el monstruo de Austria que mantuvo cautiva a su hija Elizabeth durante 24 años en el sótano de su casa y con la que tuvo 7 hijos producto de sus violaciones sistemáticas. Un caso deplorable de perversión sexual.

Educación en la Castidad
La sociedad liberal prefiere llamarla educación sexual para quitarle los “componentes religiosos” que trae consigo la palabra Castidad, (quieren hacer un deslinde de las enseñanzas de la Iglesia). Estos componentes serían la virtud de la Templanza que, además de la Castidad, integra también a otras virtudes como la Pureza, el Pudor, la Abstinencia y la Sobriedad, entre otras. Algunos piensan que estas virtudes son exclusivas para los sacerdotes y religiosos.

Sin las virtudes antes señaladas la pretendida educación sexual quedaría sin sus elementos esenciales y se convertiría en una simple información biológica o en medidas de prevención para evitar complicaciones fatales. Con estas coordenadas liberales las reglas que se pongan desestabilizan al ser humano, porque lo fuerzan a ir contra su propia naturaleza (sucede por ejemplo cuando se piensa que las relaciones sexuales fuera del matrimonio, o la masturbación, son normales y se pueden permitir para cuando uno desee, sin exagerar en la frecuencia).

En muchos se ha creado una mentalidad demasiado liberal que permite uso del sexo, sin tener en cuenta los principios básicos de la ley natural, ni las enseñanzas milenarias de la Iglesia, que es experta en humanidad. Además, no faltan quienes exhiben una peligrosa presunción de querer enmendarle la plana a la Iglesia.

Las enseñanzas de la Iglesia

La Iglesia nos recuerda las enseñanzas elementales sobre las virtudes morales que todo hombre debe conocer. Con respecto a la templanza nos dice que es una virtud que modera la inclinación a los placeres sensibles especialmente del tacto y del gusto. La templanza tiene como objeto conseguir el orden dentro de uno mismo, en el propio yo. Por tanto está enfocada sobre el sujeto mismo.

La Felicidad no es el placer
Lamentablemente hoy se confunde la felicidad con el placer. El hombre que busca el placer quiere hacer su propia ética subjetivista. Cuando se sumerge en el placer pierde el sentido de la realidad y pierde también su finalidad. Es un dependiente de sus placeres (vicios), le hace ver sólo aquello que le produce un placer sensible.

El hombre liberal motivado por el placer no entenderá la virginidad o el celibato. Alguno podría pensar que es algo que podría ser para otro, otra persona distinta (casi un extraterrestre) pero no para él, ni para una persona “normal”.

La Iglesia nos enseña que no debe haber sexo antes del matrimonio y nos hace ver que los novios pueden conocerse perfectamente sin que se tenga que producir una relación sexual entre ellos. Es más, cuando se produce la relación sexual es más difícil conocerse (en una unión impropia, que es toda unión fuera del matrimonio y no abierta a la vida hay ingredientes de egoísmo que están lejos de un auténtico amor y van convirtiendo a las personas en objeto de placer). Si esas personas llegan luego a casarse, con el tiempo aparece hartazgo o al aburrimiento y entonces vienen las rupturas (“ya no siento nada por ti”, “ya no te amo”). Esto sucede cuando el matrimonio se ha fundamentado sobre todo en la relación sexual.

Cuando la vida se ve así, (con una mentalidad liberal ajena a las virtudes morales), y se permite la relación sexual desde las etapas de noviazgo, es muy difícil que se entienda la castidad en el matrimonio y las bondades de la abstinencia sexual dentro de la vida conyugal.


La relación sexual no es una necesidad para la propia satisfacción

La relación sexual es importante dentro del matrimonio para la unidad de los esposos y para que puedan tener hijos (abierta a la vida). Entre los esposos deben acordar los momentos y frecuencias de esas relaciones. No hay una regla general. En todo matrimonio existen circunstancias que pueden impedir tener relaciones. Además esas circunstancias pueden prolongarse por un tiempo determinado.

Si el matrimonio ha sido constituido en el amor entre el hombre y la mujer, ninguno de los dos tendrá una necesidad imperiosa de satisfacer sus deseos sexuales cuando se dan esas circunstancias que lo impidan. Ambos podrán vivir unos períodos de abstinencia, usando los métodos naturales, (no tener relaciones en los períodos de fertilidad de la mujer) o no tener relaciones hasta que pasen las circunstancias que las impidan, aunque se trate de un espacio de tiempo bastante largo.

La abstinencia conyugal (cuando hay motivos) fortalece a los matrimonios y los hace más seguros. Es necesario conseguir que las personas sean más sacrificadas y más valientes para vivir las virtudes. Todos tienen en su naturaleza la capacidad de ser educados para vivir la virtud de la Templanza. Pensar de otra manera llevaría a maltratar al hombre y minimizarlo como si fuera un ser incapaz de alcanzar virtudes.

Agradecemos sus comentarios

1 comentario:

Anónimo dijo...

Al respecto de la promiscuidad sexual y la perdida de los valores morales sobre el matrimonio y la familia, me atrevería a añadir que existen otros elementos que desestabilizan la vida conyugal y al ser humano, conduciéndolo no pocas veces a perder la identidad personal, como bien dices: a perder el orden dentro de uno mismo y del propio yo.
Me estoy refiriendo a la pornografía, tema del cual se han ocupado últimamente varios medios serios de comunicación por la gravedad del problema que representa esta a través de Internet, que no solo acecha a los jóvenes si no también a adultos.
Sin lugar a duda por las razones que claramente expones, la que aquí cito y muchas más referidas a la salud mental, hoy mas que nunca hay que educar, fomentar y hacer ejercicios que fortalezcan LA TEMPLANZA.