Amores que matan
EXCESOS DE AMABILIDAD
Las formas y las maneras de ser amables se han multiplicado en un mundo bastante irreverente e informal cargado de atrevimientos. Estas manifestaciones de buen aspecto no suelen ser consecuencia del aprecio real o de la valoración de las personas. Son más bien estrategias para salir airosos sin sufrir las consecuencias de los enfrentamientos.
En muchos ambientes sociales y empresariales se ensayan las formas adecuadas para tratar a las personas. Los mismos centros comerciales y los grandes hoteles y restaurantes compiten en amabilidad. Los clientes saben quien les trata mejor. Esta sabiduría social que se extiende al ciudadano de a pie les hace saber, de acuerdo al trato, cuáles son los mejores (Bancos, puestos del mercado, peluquerías, restaurantes y otros negocios…) que son juzgados de acuerdo al trato que dan.
Los procedimientos para tratar bien a las personas son correctos y adecuados porque mejoran la calidad de los servicios que hay en la sociedad y constituyen también, una elevación humana en el orden social. Todos estamos de acuerdo.
A estas consideraciones habría que añadir una más importante: las personas que nos tratan bien no son necesariamente las que nos quieren o nos valoran. Son personas capacitadas para darle una buena imagen a sus negocios o instituciones.
También las atenciones van de acuerdo al pago del cliente. Si se está dispuesto a pagar mucho dinero las atenciones serán mejores. Los seres humanos podemos comprar en el mercado las mejores atenciones y servicios.
Los excesos de amabilidad en la familia ("actuaciones" en casa)
Cuando los ámbitos son los familiares o laborales las apreciaciones varían. Todos deseamos que quien nos atienda nos considere y nos quiera, al menos que nos haga caso y tenga en cuenta lo que decimos (nuestros planteamientos o nuestros puntos de vista).
Las expresiones de amabilidad estarían demás si falta el buen trato de la valorización de la persona concreta y de la atención a sus requerimientos o razones.
La familia es el ámbito más importante para el ser humano. Allí cada persona necesita del afecto y de la auténtica y verdadera valorización por parte de sus familiares, especialmente de los más cercanos (esposos, padres, hijos, hermanos). No se entiende que en esos ámbitos se traten con cumplidos o de un modo engañoso y disforzado, con afectaciones desatinadas. La sinceridad entre los familiares es esencial para que puedan quererse de verdad.
Cuando la familia entra en crisis lo primero que se deteriora son las relaciones entre sus miembros, aparecen durezas que no se tendrían con otras personas. Esas desavenencias podrían llegar a grados altos de violencia o de indiferencia, haciendo de la casa un lugar desagradable donde predominan temores y disgustos.
Las máscaras y disfraces dentro del hogar son perniciosos cuando se quieren convalidar, con excesos de amabilidad, para disimular las valoraciones que no se tienen.
Los seres humanos podemos percibir lo que hay en el fondo de nuestros seres queridos, al margen de lo que expresan con sus manifestaciones exteriores. Nos damos cuenta si nos quieren de verdad o si son solo actuaciones o modos de proceder, cortinas de humo, para dar a entender que existe afecto y atención, cuando en realidad hay desamor y hasta desprecio. La verdad de lo que se dice debe de estar respaldada con la verdad de lo que se es, y de lo que se siente.
El hombre que se acostumbra a fabricar escenografías para tratar a las personas está escribiendo el guión de su propio drama o tragedia.
Los excesos de amabilidad en los trabajos
(buen trato a la persona, pero no aceptar su trabajo)
Lo mismo podríamos decir de las relaciones de los seres humanos en los ámbitos laborales. Cada trabajador busca realizarse con el desempeño de su propio trabajo. Para cada uno su trabajo es algo muy importante y lo debe ser también para los demás (especialmente sus familiares y los jefes del lugar donde labora).
Si al trabajador no se le valora su trabajo se le está dando un golpe bajo que lo podría perjudicar en sus relaciones con los demás y en sus propias aspiraciones o realizaciones, o en la colaboración que pueda prestar en la institución donde trabaja.
Se le podría estar cargando de unas preocupaciones que lo limitan, al hacerle ver la vida desde las heridas de las faltas de consideración que recibe por su trabajo. Esto cuando se trata de una persona que trabaja de verdad (no de un vago).
Es lógico que en los trabajos surjan distintos planteamientos o enfoques que hacen necesarias algunas reuniones para ponerse de acuerdo. Lo que no debería ocurrir es que los trabajadores no encuentren espacios para exponer sus puntos de vista y que se tomen decisiones sin haberles escuchado. Se entiende que se trata de los temas que son de su competencia.
En algunas empresas actuales el abuso de autoridad consiste en no escuchar los planteamientos y enfoques de trabajadores competentes. Los excesos de amabilidad con esas personas en vez de contribuir a cerrar las heridas, las agravan más. Los dilata (tienes la razón pero no te la queremos dar), son la causa de muchos retrasos y muchas injusticias.
El tiempo empleado en escuchar otros planteamientos o enfoques, para tenerlos en cuenta, y poder dar una respuesta que convenza, con argumentaciones racionales y con motivos importantes, será muy bien aprovechado para el logro de una solución feliz, en la que todos queden contentos.
Para una persona que trabaja las amabilidades están demás si no vienen acompañadas de una racionalidad. Un trabajador no es una marioneta que se puede mover a gusto de los que tiran de los hilos. Es una persona humana que le da un sentido a su vida y a su misión. Allí se juega su honor, su futuro y la suerte de su propia familia.
Cuando se trata de un puesto de trabajo no se debe mirar sólo el beneficio de la empresa. Es necesario detenerse frente a la persona que está trabajando, para no perjudicarla.
Cuando se hacen las cosas bien el trabajador queda agradecido de la oportunidad que se le dio en el mundo laboral y estará contento del trabajo que realizó para contribuir con el bien de la empresa, del país y del mundo.
Agradecemos sus comentarios
2 comentarios:
soy un seminarista de la diocesis de Madrid (España), mi nombre es Andrés, y quisiera ponerme en contacto con el Padre Manuel Tamayo.Quisiera poder preguntarle una cuestion, pofavor si alguien sabe como puedo hacerlo (su correo)le estaria muy agradecido.
Dejo mi correo:
andy_030@hotmail.com
Enhorabuena, P. Andrés por la entrevista de ahora mismo en Radio María España, ¿Ud. es el Rector del Semi. de Lima? Saludos al Card. Cipriani quién estuvo hace 4 años en el jubileo de Sto. Toribio de Mogrovejo en España, Mayorga.
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