viernes, marzo 12, 2010

Una película del relativismo contemporáneo

AVATAR Y EL MITO DEL BUEN SALVAJE


Avatar, la película más taquillera del año (más que Titanic) y una de las más caras en su producción (la primera en superar los dos millones de dólares en recaudación), solo ganó tres estatuillas en Hollywood: mejores efectos visuales, mejor fotografía y mejor dirección de arte, después de haber tenido 9 nominaciones al Oscar.



Panteísmo, New Age y utopía


Es una película más de ciencia-ficción, de fondo panteísta y ecologista, que expulsa al hombre de sus filas, a favor de unos seres extraterrestres, de una naturaleza pura, que no tienen las tristes limitaciones del ser humano que, según la película, parece irreconciliable.


El éxito de este film está en la tecnología de punta y en el deseo del hombre actual que, influido por el relativismo, quiere escaparse de la realidad dura del sacrificio y el dolor para sumergirse en un paraíso natural, que no es precisamente el cielo de la Revelación cristiana, sino una especie de refugio (paraiso ideal) al que se podría llegar sin hacer mayores méritos, solo con el deseo y la imaginación.


Se presenta la cultura de los Navi como un naturalismo religioso superior a la cultura humana y a la revelación cristiana. Se trataría de una nueva modalidad del New age con bastante colorido y atractivo que rechaza a los seres humanos por ser ambiciosos, crueles y despóticos, prefiriendo, por contraste, a los Navi que seres buenos y superiores, tan solo por el hecho de ser primitivos y naturales.


En la exaltación de lo natural surge la apología que defiende a los primitivos, (de la cultura Navi), en contra de los colonizadores (seres humanos con recursos técnicos poderosos). El fondo de la argumentación recuerda el manido ataque a la Iglesia, propagado por las leyendas negras, que acusan al catolicismo de exageraciones y maltratos por querer obligar que la gente viva las exigencias de la religión.




Pesimismo antropológico (vid. Zenit, 6 de Marzo. Licia Pereira, Teóloga)


Avatar anima a huir de la realidad en nombre de la libertad, hacia un mundo mejor que existe solo en la imaginación y que no podría ser más que una utopía.


No busca la transformación del mundo sino huir de éste para encontrar otro distinto, porque, según ellos, es mejor renunciar a esta vida, que vivir como un deficiente. En toda la película hay un pesimismo antropológico considerable. En el nuevo mundo se reza a la naturaleza como si fuera ella misma una diosa, (panteísmo).


La argumentación no tiene mayor profundidad, es bastante superficial y muy atractiva para las personas sentimentales, que aceptan sin más lo que les parece atractivo y fácil que lo racional y coherente. Toda la película no es más que un cuento fantástico muy bien contado que tiene un final feliz.


Es una ficción irreal y engañosa que puede confundir al que no tiene una buena preparación o formación doctrinal.



Como nota curiosa y significativa hemos encontrado que la organización de comunistas de San Petesburgo ha enjuiciado a J. Cameron, acusándolo de haberse apoderado de diversas ideas de ciencia-ficción soviéticas sobre la vida del Planeta Pandora. Recordemos la utopía del paraíso comunista prometida por Marxs, después de la lucha de clases, donde todos los hombres serían iguales.



Sin embargo, Avatar es una película dirigida al hombre relativista que se quiere escapar de la dura realidad del mundo donde hay malvados y se sufre mucho, para llegar a un lugar maravilloso, Pandora, un paraíso donde encontrará seres tanquam tabula rasa, primitivos y por lo tanto buenos, porque no han sido envenenados por la “cultura” que hay en el mundo, que hace malos a los seres humanos.


La película es una defensa al ingenuo mito del buen salvaje, que hoy vuelve a difundirse en nuestro continente con una carga política cada día más grande.


El error antropológico está en el desconocimiento de la naturaleza humana dañada por el pecado y en no admitir que la salida que el hombre tiene para liberarse de ese mal está en la gracia de Dios, que lo cura y eleva, para que pueda llegar a sus metas como persona. No existe ningún hombre sin pecado original.




La corrupción del hombre


Es cierto que en el mundo existe una crisis moral y de valores que está corrompiendo más al hombre. La solución no es eliminar al hombre y buscar otro mundo distinto.


El catolicismo nos plantea convertir al hombre dándole los argumentos para que encuentre su identidad como persona. Si Dios envió a Jesucristo para rescatar al hombre, ésta es la tarea que le toca hacer a cada uno, con la ayuda de la Iglesia, que el mismo Cristo fundó.


También podemos afirmar que el hombre primitivo, (hay muchos en el mundo), podrían no haber sufrido la contaminación de muchas sub-culturas con ideologías anti-cristianas, que deforman la conciencia de los hombres. Existe también la posibilidad de que se encuentren en mejores condiciones para asimilar los argumentos doctrinales que necesitan conocer para ser felices.


La Iglesia, que es experta en humanidad, ha tenido muchas experiencias con las conversiones de los hombres primitivos, a veces de pueblos enteros, que han encontrado, con la ayuda de la gracia, el camino correcto que los hace felices y libres.


Cuando en el mundo se ha creído que sólo la libertad enriquece al hombre, luego se ha llevado un chasco. Los países ricos que se apoyaron en el dinero están sufriendo la degradación moral de las personas en muchos aspectos esenciales de la vida. Se equivocaron también los países de los sistemas totalitarios al poner sus esperanzas solo en el capitalismo.


El hombre necesita de los valores trascendentes para poderse desarrollar como persona. De allí la prédica milenaria de la Iglesia, que no ha parado nunca, a pesar de los contratiempos y contradicciones que sufre.


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