viernes, junio 04, 2010

Las crisis económicas son crisis de moral

EL DESARROLLO ES IMPOSIBLE SIN HOMBRES RECTOS


Hace un año publicamos varios artículos que hacían referencia a la crisis económica mundial en relación con la ética. Insistíamos en que la salvación del mundo no estaba en las inyecciones de dinero de los más poderosos, afirmábamos que no era una cuestión de técnicas, ni de números, sino que se trataba de un problema moral.

Incluso nos aventuramos a decir que existían demasiados “optimistas” que anunciaban la salida de la crisis en poco tiempo, que no había que preocuparse, que todo se arreglaría. Sin embargo asistimos ahora a la crisis griega, que aparece de una forma sorpresiva e inesperada y que trae también consecuencias nefastas para la economía mundial. Aún no se ha cogido el toro por las astas porque continúa la crisis moral con una corrupción que va tomando más cuerpo en todos los estratos sociales.


Las crisis después de la luna de miel (cuando todo era felicidad)

Cuando los países se unen sin un sustrato moral fuerte y quieren apoyarse solo en los recursos económicos con unos compromisos de mercado, es como un matrimonio que se funda en el placer y en los beneficios mutuos que se prometen. Arrancan con una luna de miel inolvidable y continúan en los primeros años con el aparente éxito de la vida fácil, hasta que llega el momento de la realidad, donde se hace necesario confrontar lo verdadero y con lo falso o artificial, lo que se es, con lo que se debería ser. Surge entonces la crisis de los que no se prepararon bien, que aparece de un modo sorpresivo, con unos cambios y virajes increíbles; y todo es consecuencia de la falta de ética en los planteamientos iniciales.

Lo estamos viendo ahora con la crisis griega, no es económica sino moral (hay ideologías que se utilizan para el beneficio personal o de grupo que permiten el desorden en el uso de los recursos). No es necesario ser economista para darse cuenta del problema de fondo. Los educadores tienen un reto impresionante para ayudar a salir de este laberinto.

Está fallando la orientación de los hombres desde la infancia. Se inflan los grandes proyectos que le dan gran importancia al beneficio personal y se olvidan las motivaciones de servicio auténtico que son esenciales para el desarrollo humano de cada persona y el desarrollo de los pueblos. Esta miopía es hoy una mentalidad, que surge del fomento de la competividad, marcada especialmente por el economicismo.

Los discursos a favor de la cuestión social se quedan en planteamientos asistenciales, que no pueden durar en corazones ambiciosos de beneficios, posicionamientos, o protagonismos personales. El hombre que quiera ser recto y honesto debe renunciar a muchas ofertas de beneficio propio que la sociedad le propone. Hoy sucede lo contrario, casi todos, con honrosas excepciones, buscan la prebenda, y además han sido promocionados por entidades educativas, que persiguen lo mismo.

El Papa Benedicto XVI comenta en su última encíclica “Caridad y verdad” lo que se debería tener en cuenta para que exista un verdadero desarrollo de los pueblos:

“El desarrollo es imposible sin hombres rectos, sin operadores económicos y agentes políticos que sientan fuertemente en su conciencia la llamada al bien común. Se necesita tanto la preparación profesional como la coherencia moral. Cuando predomina la absolutización de la técnica se produce una confusión entre los fines y los medios, el empresario considera como único criterio de acción el máximo beneficio en la producción, el político, la consolidación del poder; el científico, el resultado de sus descubrimientos. Así, bajo esa red de relaciones económicas, financieras y políticas persisten frecuentemente incomprensiones, malestar e injusticia; los flujos de conocimientos técnicos aumentan, pero en beneficio de sus propietarios, mientras que la situación real de las poblaciones que viven bajo y casi siempre al margen de estos flujos, permanece inalterada, sin posibilidades reales de emancipación (“Caridad y verdad” n.71).


Nuestra sociedad esta acostumbrada a querer arreglar las cosas urgentes y éstas son las que surgen de los desarreglos y desordenes (corrupción, delincuencia, robo, alcoholismo, drogadicción, ludopatía, etc.). Es un trabajo para descubrir lo malo, perseguir y condenar, que se ha convertido en un círculo vicioso y que además se pretende arreglar con comisiones, controles y reglas más severas. Craso error.


La urgencia de la educación y la familia para salir de las crisis

Aunque la educación parezca una meta muy a largo plazo, hoy es lo urgente y lo importante. Este es el motor que debe funcionar muy bien y hasta ahora está apagado.

Mirar la educación es mirar al hombre y a su familia (la célula básica de la sociedad). En la familia es donde se aprende, desde la infancia, que la libertad no consiste en la simple posibilidad de elegir una opción u otra, sino en la capacidad de ser dueño de uno mismo para dirigirse al bien verdadero.

En la familia es donde se forma la libertad para que el niño aprenda a querer lo que es bueno. La libertad no es consecuencia de una rebeldía o ruptura, al contrario se obtiene en un ambiente de alegría, cariño y confianza, que es propio del hogar, donde se dan esas relaciones interpersonales de amor. Hay un contagio de amor a la verdad que es la clave de la libertad. Todo hombre debe crecer con el deseo de orientar su vida hacia la verdad ya que ésta es la única que puede dar sentido a su existencia y saciar los anhelos más profundos del corazón humano.

El desarrollo real de los pueblos se producirá cuando las personas lleven el bien en sus propias vidas y las sociedades no sean manejadas por hipócritas que manipulan en el teje y maneje de los procedimientos, incluidas las leyes, para llevar las aguas a los cauces de la propia conveniencia personal o de grupo.

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